• javier castillo esteban
raskolnikov
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   He pensado en escribirte tu regalo… Para alimentarte con letras y arrullarte con versos Pues en este día de campanas bandeadas e ilusiones irrompibles Sólo tengo fe para lo que mis yemas transmiten a la noche   Mis secretos son tan frágiles como dos gotas de agua Debajo humedecen encima resplandecen Pero así han de seguir si nadie es capaz de interrogarlas Ya han vivido demasiado solas juzgadas por palabras   No hubiera sabido de la errática conquista De no ser porque mis intenciones se han hundido en la certeza Sabiéndote mujer contraria y firme ante no pocas Desprendidas lisonjas y malhumoradas vilezas   Mis sueños duermen junto a ti, en un plácido dormitar Creyéndose a salvo de criaturas ávidas de incomprensión De obtusas y ajenas miradas que anhelan vernos desunidos transitar Y ya no puedo compartir su inhóspita reflexión   A veces deseo viajar tan lejos de aquí… Que en el ensayo he olvidado que un día fui feliz en la orilla Contando las ondas que describe tu voz Inmerso en el cántico que se repite atronador 
EN VERDAD
Autor: javier castillo esteban  880 Lecturas
    Son verdes y armoniosos los arcos que atisban mis ojos  a los lados del agua estancada, Tan grandes y robustos que quisieran palmear las almenas del viejo castillo Más abajo entre las rosaledas, árboles frutales ofrecen los nacimientos de la naturaleza Los hay rojos casi granates y amarillos como  el limon, de todas las gamas que la mente tenga el capricho de imaginar Los mirlos   apoyan sus gráciles patitas sobre el fontanal entonando su piar desafinado a unos pocos metros queriendo ser partícipes de mi estancia      Después de una cura de reposo, laxo, el caminante se sienta a la orilla de un estanque sintiendo la brisa en sus mejillas y escribe: El papel ha amarilleado desde la primera vez que decidí enviarte esta carta . El valor nunca me ha acompañado y siendo francos no he sido muy celoso yo tampoco a su compañíaLo que me arrastra irremisible y penosamente a expresarme en estas lineas no es grato de leer , supongo que la  fuerza con la que en estos momentos sostienes la misiva es la misma de la que yo carezco  aunque seguramente derrames más lágrimas horadando el papel hasta convertirse  en nada.Huelga decir nuestra relación se ha deteriorado  desde la última primavera, y quizá hemos acrecentado esta lluvia fina e incesante de falsas carantoñas hasta difuminarse el erotismo. No dudo que el amor sobreviva risueño aún aquejado de metástasis. Siempre ha sido un recalcitrante empedernido diletante de la realidad y erudito de la ilusión y la esperanza.   Sí embargo,no puedo más... Sólo deseó que el remoto aro de fuego que cicatrizazo mi piel a la tuya despida su últimas ascuas  y contemplemos nuestros cuerpos libres, desencadenados  y no ser víctimas de la gula que devora la vereda de los designios más profundos.Anhelo tu respuesta aunque no la espero mas lo entiendo y yo mismo hubiera actuado de la misma forma Mario                
Desamor
Autor: javier castillo esteban  795 Lecturas
11 de marzo de 2004Marta tiene 24 años y hace escasos meses que ha terminado la carrera de medicina. Risueña  y alborotada, rezuma el optimismo que le falta a nuestro tiempo.Cubre su cuerpo grácil con el  vestido blanco de algodón que le regaló su hermana y sale de casa con una sonrisa inefable Ha quedado con sus padres para celebrar su graduación en un restaurante de etiqueta.Camina por Madrid airosa, haciendo la ciudad suya , recogiendo los olores que manan de su largas avenidas, es un día soleado A las 12 de la mañana coge el tren de cercanías número 9Roberto de 26  es un agente comercial en ciernes, mujeriego y desprendido, en él se reflejan encanto y miseria. Oriundo de Pamplona, vive solo en su apartamento, y aguarda impaciente la primera oportunidad de escapar de la capitalCorre como el diablo para montarse en el tren que le lleve a Balay,   no puede llegar tarde por segundo día consecutivoA las 12 de la mañana coge el tren de cercanías número 9Atocha bulle y cientos de pies conducen a sus dueños a un tren si retornoMientras , en el vagón E. Roberto , que está sentado de espaldas a su destino mira a  María con un descaro furtivo . ella, enfrente de él, corresponde  al instante.por un momento el hilo invisible se vuelve intenso, siendo reos de la burbuja que se yergue a su alrededor, aislando sus corazones del murmullo Roberto dispuesto a entablar conversación, despega sus labios, cuando alrededor todo queda en silencio, dos almas , seductoras y seducidas se aprietan con fuerza  las manos por última vez  hasta que sus rostros se desvanecen Las sirenas se mezclan con el llanto y la desgracia Una enorme deflagración descarrilla varios vagones acabando con la vida, los sueños y desventuras de 192 personas.Apenas una hora después el gobierno de España ofrece un comunicado atribuyendo el atentado a ETA.Entretanto flotan sobre la Cibeles , arrulladas por el viento retazos del Corán
 Debía morir. Lo supe cuando T. me habló de aquel cura del demonio. No lo había pensado antes, pero su enfermedad quizá fue emisora del perentorio efecto de la venganza. Una misiva con la savia suficiente para ver las cosas de otro modo. Quizá fuera injusto juzgarlo por algo que nosotros mismos habíamos esculpido con la paciencia y el tiento adecuado, de idéntica pasta a la obsesión con las sotanas y púlpitos. Qué imagen debí de ofrecer a una mujer a la que me había entregado conscientemente y ahora detestaba. Sería la excusa perfecta para echarme en cara la intencionada cruzada por enamorarme sin cautela, por no respetar su sello y por ahogarla en una cárcel sin letrero.Aquel hombre grotescamente estirado, de pelo ralo y mostacho alineado, nos casó a pesar y por encima del hastío y de los celos. Me había otorgado la fe y la disposición de una procedencia cristiana aun cuando su corazón intuía a la oxidada goleta. Casó también a mis padres y a algún tío que no llegué a conocer. La vida en Costra fluía entre la cotidianidad de aceras y bares sujetos a prescripción. Solo el sol costeño, de inmensa fuerza y de lienzo poético cobraba sentido de cuando en cuando, si se era capaz de detener el estrépito de los pensamientos. Pero esa empresa ya no crecía en mi jardín de falsas promesas, lo que de verdad brotaba era el fervoroso anhelo de la victoria sobre los cánones de las hermosas balaustradas del Conde, la luz de romances precoces y reales aposentada sobre el presente.El cura subía y bajaba atornillando los adoquines al suelo, aparentemente tranquilo, pero maquinando un nuevo casamiento, un nefasto alumbramiento que de mí había hecho creer en el crimen. Tampoco levitaba ni soñaba con salvar a pobres ingenuos, pero de hecho mi propia ingenuidad me dolía, y ello debía de ser, no sé, la razón, mi razón.T. aún tuvo fuerzas para mirarme inquisitivamente, como queriendo adivinar la rabia y la frustración, rebosantescontenedoras de desasosiego. Lo cierto es que así fue en un primer momento, pero ya me sentía tranquilo, decidido y con una tarea de nombres y apellidos catapultadainequívocamente a los no flaquean al relatarlo.Vivía escondido en su ermita, que no era suya, pero de laque hacía gala en otro éxito de propiedad, esta vez no carnal. Por las noches cerraba el pórtico y se encaminaba con gesto adusto al portal destartalado anejo al edifico. Allí pasaban dos horas donde la luz de la claraboya dibujaba extraños reflejos en el cielo de Costra. Después, volvía sobre sus pasos y mantenía una cháchara aborrecible acerca de las desgracias vecinales anunciadas por el discreto campanario. El templo era su casa y también su tumba. Una mañana desperté temprano con la vaga intención de pasear, ya no me sorprendía mirar a la izquierda y ver las sábanas vencidas hacia el otro costado, incluso era una sensación de lo más agradable. ¿Quién era realmente T.? Se presentaba igual que un pasadizo, tedioso y absurdo, de una irreal inflexión y de la misma partida a la vuelta de esaroca inmaterial. Un pasadizo inabarcable, un carácter impreciso, de aristas que marcan otra silueta torcida hacia otra silueta llana y otra idénticamente torcida. ¿Sería ése final del pasadizo una sucesión de capítulos tortuosamente familiares?Miré por la ventana y vi a T. flanquear las primeras casas. Eran mamotretos blancos de paredes desconchadas, en cuyos chaflanes ondeaban jirones de goma ocultando los umbrales de moradas estridentemente silenciosas. En algunas de estas guaridas, se erigían pequeñas hornacinas de vírgenes que rezaban al mar y a pescadores engullidos por sus propias redes. El mar lucía inquietante aquella mañana. Perdí la pista de T. en cuestión de segundos, ensimismado como estaba, en otras cavilaciones. Sospechaba que, después de todo, era otro desgraciado el que andaba detrás de ella esperando arramplar a las quimeras de sus caballos, mas las quimeras son ilusiones, montañas suaves y redondeadas que se desvanecen al contacto de su piel. Por ello dejé que el cráter creciera sin demora en un denodado esfuerzo por aliviar la imagen de sus ojos. El mero hecho de escudriñarlos de cerca o en la distancia me encogía el corazón y mermaba mi carácter.Salí de casa y caminé durante un rato. Ni rastro de ella. Tampoco me importaba demasiado, o eso suponía, aunque sentí curiosidad por adivinar su nuevo itinerario. Se clavaban las miradas de los perros en mí, como si fuera yo el desdichado que merodea en busca de un bocado y anduviera exhibiendo cada una de mis costillas hacia manos más generosas. La ermita dominaba Costra y se podía apreciar su aspecto macilento desde cualquier punto del pueblo. El alcalde pensó que esta no revisada versión de una obra de épocase proclamaría vencedora en un concurso por dejar boquiabierto a críticos y foráneos con gusto, a místicos y a los que buscan lo castizo en olores rancios. Una versión que, por otro lado, ni los arquitectos de la decrepitud podrían soportar Los ladrillos parecían codearse por mantener el equilibrio, pues el paso del tiempo y la humedad los empujaba a una carrera por sortear el abismo y no convertirse en polvo. Era verano, y las cigüeñas crotoraban espasmódicamente en dirección a su próxima migración. Me dirigí a los aledaños de la ermita y la contemplé desde sus cimientos, agachado, midiendo la altura a la que pretendieron consagrarla. Las campanas comenzaban a voltearse mostrando su badajo, emitiendo una sinfonía de inverosímiles tañidos, una nueva eucaristía en manos del impostor. No podía faltar.El cura ofrecía la misa matutina a viejas y desconsolados que asían con fuerza rosarios de metal. Cuando llegó la hora de postrarse sobre aquellas tablas almohadilladas, alzó la vista. Yo me había quedado de pie, quería intimidar a los siguientes versículos escupidos mil veces por su lengua viperina. Vaciló un instante ante mi insumisa posición, pero continuó leyendo con voz quebradiza y entrecortada. Carraspeó varias veces e imprimió un ritmo más rápido en pos de terminar cuanto antes. Yo seguía erguido mientras los feligreses se sentaban y levantaban maquinalmente. Me miraban recelosos, rehuyendo mis ojos al responderles de soslayo. Eran conscientes de la premura del cura, y me culpaban de manera tácita por ello.¿Y si T. se había escondido en la ermita? La idea me produjo un sudor denso y frío. Me sequé la frente y miré mi mano. No reconocía mi propia languidez, el brillo de las gotitas se bifurcaba entre mis dedos trémulos.El anillo de esposo me oprimía y empecé a removerlofrenéticamente de izquierda a derecha para aliviarme. El monaguillo se encaminaba a mi altura con paso ligero, entretanto las monedas repiqueteaban alborozadas en la cesta de mimbre que mecía distraídamente. Antes de llegar a mi banco tiré con fuerza y extraje el anillo, aprisionándolo en mi mano derecha. La huella amoratadamostraba una certeza más cruel que liberadora. Abrí la mano y dejé que resbalase el anillo de mi palma a la cesta.El monaguillo no supo cómo reaccionar, se quedó varios segundos prendado de la reverberación del gravado. No se atrevió, o no quiso, juzgar el cuadro que su cabeza había materializado en ese instante, solo asintió y no separó sus ojos del suelo.Al dejar la cesta sobre el mantel que cubría la mesa, el rostro del cura se agravó y creí que sus pómulos se desnivelaron unos centímetros. Tragó saliva y continuó como bien pudo.Los perdones, los avisos y las bendiciones se relevaron con prontitud y nos despidió abruptamente: - Podéis iros- Guardó la paz para sí y la desazón para los pocos que nos habíamos congregado. Permanecí inmutable, aislado de los cuchicheos que flotaban en espiral a mi alrededor y de los cuales asumía estoicamente mi responsabilidad. El cura se apresuró hacia la sacristía sin reparar en que yo seguía allí, esperando, no sé muy bien a qué, dado que las dudas y el remordimiento que me habían traicionado enlos últimos años se propagaban igual que un cáncer arremetiendo contra las pocas células vivas que luchaban, incontrolables y desnortadas, contra su sino irremediable.¿Y si T. la esperaba allí, en la sacristía, aguardando a que las últimas tablillas de la ermita cesaran de rechinar bajo mi peso? ¿Cuándo se había tornado la frivolidad de mis actos en infundir temor a los demás?La puerta de la sacristía quedó entreabierta y sospeché que las dos víboras pretendían allanarme las respuestas, para quizá apiadarme de sus frágiles corazones, desleír la rabia. Era tarde. Mi cuerpo se hallaba disgregado de mi mente, agujereaba las últimas esperanzas de evadir decisiones precipitadas. Subí al altar y abrí la alhacena dorada que guardaba la copa con posos de vino. Era una copa extraña y deforme. La empuñe con fuerza por el único espacio libre entre las ondulaciones que describía su tallo y la base. De un portazo abrí la pesada puerta. Allí estaban los dos, cuerpo a cuerpo, enfrentados y cogidos de la mano. No dijeron nada, yo tampoco. Empecé a temblar y solté la copa, estallando muy lejos de me mis oídos.¿Quién era yo? ¿Acaso lo sabía? Sentí una impotencia terrible, ganas de llorar, ganas de cuestionarles mi presencia allí, o simplemente escuchar por última vez queera un espejo de sus vidas, un espejo que tenían miedo de mirar. Repentinamente la volví a amar, quería lanzarme a sus brazos, besarla, adorarla, tocar su piel despacio. Solo ella, incólume, sin amonestaciones, sin las manos ajenas que la apretaban casi con misericordia. Sin embargo era incapaz de regresar... Entonces la volví a odiar, a lastimarme, a odiarme más, sin preocupaciones, obstinado con el pasadizo, con volver a casa.Perdí la vista progresivamente, y el control de mis piernas. Solo recuerdo a dos figuras abalanzándose sobre mí, rodeando invisiblemente mi cuello…Desperté en mi cama, las sábanas seguían recluidas hacia el otro costado y las ventanas estaban abiertas de par en par. Del alféizar se bamboleaban, atajadas por las bisagras del marco, las líneas de una carta más extensa. Las leí:Ya no estoy contigo, pero no dudo que seguirás dentro de mí, acusándome no solo a mí, sino a todos los que han intentado quererte. Me has vendido al amor igual que ahora me vendo a él sin remedio. Me ha cuidado sin herirme, sin reservas y sin nada a cambio. Entiéndelo, por favor, no te acerques a nosotros. Espero un hijo suyo.::::Un barco de chipirones vencía la marejada cuando varios tripulantes avistaron, a voz en grito, un cuerpo ataviado con sotana. Se aproximaron a escasos metros y voltearon entre varios de ellos el cadáver. El rostro, lívido y descompuesto, mantenía una sonrisa desencajada, y sus ojos sugerían pestañear. En su regazo, un bebé deporcelana emulaba estar jubiloso. Los descubridores, aterrados, no supieron qué contar al atracar
Carábola Es difícil de explicar, pero si te miran sin ánimo de hacerlo, sudas. Una estridencia que ataca a la voluntad por la espalda sin más respuesta que la de cuestionarte la motivación de ese gesto, aunque, quizá, eso sea suficiente… Así, volví a sudar cuando ella esgrimió de soslayo sus ojos verdes y asustados, dos diminutas esferas a juego con el color cetrino de su piel. Algunos decían que estaba muerta, que era únicamente un reflejo proyectado desde el Carábola, tan cercano al campus en distancia y en rumores. Para mí representaba las últimas ganas de arrastrarme por aquel bloque de hormigón con vistas a la muerte.En la universidad, y en “puras” en concreto, te vuelves un atleta de fondo, sin embargo ella nunca juzgó el tiempo ni el concepto estético de pódiums académicos. Era ella,impregnada de un aura incólume, como de miedo a tocarla siquiera, quien convenía con la armonía de tácitas miradasla definición de nuestra estancia allí. Parecía de acero, incluso sus matemáticas perdían forma en una habitación infranqueable, henchida de razón y sobriedad, cuando engullía, impía, el romanticismo más sublime de la docencia en ciernes, la ilusión de un comienzo. Pese a todo me acordonaba su olor a cada respingo que su voz creía evitar. Aquel día, mientras yo esperaba inmutable un nuevo vaivén de su arrojo, un paso en falso, atravesó mis pensamientos, igual que un relámpago, la inquietante languidez de esa edad, bajo cuyas fauces dudas de ti, de lo demás y de los demás, pero, por encima de todo, de ti. Quería comprender qué era, su composición incorruptible, cuáles habrían de ser las consecuencias de haberme cruzado con sus pupilas, de donde nacía mi extraña sonrisa.Terminó la clase y mis compañeros, muy lejos de allí, abandonaron su más que cumplida asistencia por otra más tediosa, pensaba yo, en lid con pueriles devaneos, o eso quería pensar, porque ahora serpenteaba el telón rojo, las voces enmudecían y creía ser el único aspirante, la sencilla razón de elegir esa hora y ese lugar.Dedicó a recoger su material idéntica gracilidad que a sus constantes e irremediables tirones de falda, entonces sus piernas mermaron enfermizamente y simuló entenderlo, por lo que acordó, instintivamente, otro leve corrimiento de tela. Había llegado el momento de hablarle:-¿Cómo estás?- vacilaron mis palabras. Me miró de reojo, obliterando cualquier atisbo de entenderme. Sus labios temblaron y dijo con voz queda algo que no llegué a interpretar. Salió rápidamente del aula. La seguí por los pasillos, puerta tras puerta, guiado por la corriente natural de sus pasos. El primer piso estaba desierto, y la luz de la calle creaba las últimas sombras sobre las baldosas. Miré a través de la cristalera,  y la vi dirigirse hacia el Carábola. Al salir intenté coger aire. Aglutinaba los vestigios de una primavera irreal, alérgica de sí misma, atrapada en un estado letárgico infundido de trámites interminables.  Los pocos intrépidos, ajenos a la embriaguez de esa atmósferairrespirable, que como yo, devoraban la tarde, resultaban ser siluetas en perenne búsqueda, mutis de aquel año atestado de carteles descoloridos y desvencijados, de aceras quebradas por la “crisis”.Carábola, bautizado así por el promontorio que lo erigía,  daba cobijo a un cementerio sin entradas, un camposanto olvidado incluso por quienes compartieron su decrepitud ancestral. El acceso principal, y único, estaba tapiado hace años. Únicamente la niebla, dispuesta con escrupuloso concierto, visitaba regularmente cada rincón.Era su primer año en la universidad, pero ningún registro del apartado virtual del campus atestiguaba su ingreso dentro del elenco docente. Su nombre se había esfumado entre currículums brillantes y trabajos previos sin parangón. Tampoco había rastro de ella en el Carábola. Me senté a esperar en el primer escalón de diez que ascendían abruptamente hasta el umbral cementado. El viento susurraba en mis oídos igual de incrédulo que mi situación allí mientras los olmos vencían la falta de cuidados ondeando sus copas histriónicamente, empecinadas en dibujar sombras absurdas a mi alrededor.A las nueve la oscuridad tomó el relevo de la niebla en descomposición. Algunos señalados faroles, que no habían sido víctimas del tiempo, chisporrotearon, emitiendo una nueva e intermitente lumbre que cercaba  los muros del cementerio. Resolví  abandonar el lugar, estaba agotado y confuso, pero algo llamó mi atención. Dos sombras discutían en silencio detrás de una hilera de árbolestorcidos. Me acerqué a hurtadillas hasta que una rama seca crepitó bajo mi pie izquierdo. El forcejeó cesó,  con análogo sigilo. Guardé la posición, conteniendo las ahogadas palpitaciones encaramadas a mi garanta. No confiaba ya en mis sentidos . Una descomunal garra se asomó descuartizando la corteza del primero de los árboles. La imagen de mi mismo se deshizo cuando un manto de nubes copó la luna. No podía despegar los labios. Acaricié mi pelo una vez más, suave y agradable.…La mañana…Una mañana como otra cualquiera, el cielo seguía siendo gris y el teléfono estaba sonando. Descolgué.- ¿A qué se supone que estás jugando? Ha venido otro tutorando tuyo al despacho. Dice que no has dado las prácticas de las diez- ¿Podía ser la voz del rector?- No lo entiendo, señor, estudio en…- ¿Señor? Déjate de gilipolleces, es el segundo día con la misma queja, ponte las pilas. Por cierto, Carábola ha preguntado por ti, ha dejado una nota.- ¿Carábola?- Si no conoces a tu mujer, yo menos.No entendía nada. ¿Quién era Carábola? El nombre me resultaba singularmente cercano. A las once, el cartero, como cada mañana, estrujaba el periódico hasta convertirlo en un atajo de papeles dentro del buzón.  Salí y leí someramente las novedades culturales de la ciudad. Después de aprenderme la ubicación exacta una galería que exponía la obra ignorada de Cézzane, reparé en un anuncio.“2008. Sueña, haz otra vida de tu vida.” En la margen izquierda del recuadro la cara de una mujer voluptuosa servía de escaparate.Me ardía la muñeca. Mis venas se configuraban en relieve esbozando cifras penosas: “2008”.
Pocas películas transmiten tanto como Forrest Gump. La vida de un hombre apartado de la aceptable sociedad, un extranjero que lejos de interpretar los problemas, actúa desafiante, flotando entre vacuas y desagradecidas recompensas Será Dios algo parecido a Forrest, un corazón abierto, que sangra bondad y tiñe la tierra del mismo sentimiento, mientras nosotros nos encargamos de conferirle un estado negruzco para evitar que refulja demasiado.   La película recrea la abnegación de un ser que en ningún momento se presenta castigado a vivir, que conserva la fuerza de la inocencia sin el peso de lo bueno y lo malo. Vivimos en tercera persona el cruce o atropello de pintorescos personajes desembocando en un cocido de situaciones tristes y desternillantes, siempre bajo la hechizada ojeada del espectador. Escenas que rebobino y me siguen estremeciendo, aunque si pudiera grabar, a golpe de cincel, un sempiterno resumen antes de que ardiera entre mis recuerdos, hablaría del amor incondicional de Forrest hacia una mujer que ha elegido sufrir en los brazos de otros hombres, y la amistad con Buba, su fiel compañero en cuya memoria más tarde compraría un barco de gambas.   Admiro profundamente el polifacético papel de  Tom Hanks, actor relegado por los propios clichés a un estatus envidiable, donde su piel se deshace en forma de niños con cuerpo de hombre, soldados, olvidados, cómicos, tipos corrientes… Quizá por este motivo, mi crítica sea excesivamente sesgada ante el debate de los puristas, cuando quisieron rápidamente poner linde al cine comercial de calidad   Como punto final, y por encima de cualquier rostro visible, destacaría perceptiblemente su  etéreo OPTIMISMO y la encomiable carencia de hechos que lo vanaglorian produciendo humo, un espacio para la verdad del amor prevaleciente delante y detrás de la pantalla.   Se habla, esta vez, del intrínseco casamiento del cine y la literatura, yo sin embargo, matizaría esta relación, separando ambas disciplinas en su virtud y máxima expresión ya que ambas contienen la suficiente sensibilidad para tocarnos el alma y rápidamente  desaparecer para volverlas a encontrar.
-¿Cómo estás?- Bastante confuso, no sé qué más decir...- No estoy molesta, sólo sorprendida. No me lo esperaba...- No debería habértelo preguntado, lo daba por hecho.- Pues a mí me ha gustado que me lo preguntaras, no pierdas eso.- Precisamente...- ¿Precisamente?- !Hagamos algo!.Vamos a jugar a sentir. Pide un deseo y yo pido otro, respecto a nosotros.- Explícate.-Yo pido que no envejezcas conmigo- ... Esperaré a mañana a formular bien el mío.- He pedido que no envejezcas...Tengo un buen Genio.- Quiero que no pienses que eres complicado.- Vale, más simple que una peli de Buñuel.- ¿Alguna vez hablas en serio?- Solo los lunes.- ¿Y el resto de la semana? ¿ En qué dilapidas tu ingenio?- Adoro vivir de las rentas.- ¿Aburguesado, quizá ?- Prefiero apóstata, suena más musical.- ...! Ya vale !- !Descuida!, conviviendo soy más tolerable. Comparto más parentesco con un chinche atiborrado por sus padres, no me costará mucho extrapolar el silencio por empacho a mi vida cotidiana.- A veces también tienes gracia.- Yo también lo creo, me parto cuando me imagino chillando al chofer sin volante que conduce este "almendruco".- !Ja, ja!. No tienes remedio...- Ahora te has reído de verdad.- Si estás tan seguro...- Lo que es seguro es la intención que tienes de enfriar esta conversación.- ¿A qué viene eso?- A nada.- Me hablas como si fuera una estúpida que no va a entender los elevados juicios del insigne escritor...- Escritorzuelo, recuerda, es-cri-tor-zue-lo. !Aunque buen nivel!.- !Vaya, qué modesto!- En verdad no.- Creo que se hace tarde...- ¿Tarde para qué?- Tarde para hablar de cosas sin sentido. Iré a cenar algo, tengo un hambre voraz.- Yo ya he cenando, deglutido más bien.- ¿ Y el qué se supone que has cenado mientras hablábamos ?- Un delicioso sándwich de carne humana- ¡Demasiado! Nos vemos el jueves.- El jueves es pasado mañana-¡Exacto!,veo que sabes contar.- Creo que estás exagerando. A lo que voy es que no quiero una relación obtusa y formal, cine de autor  para treintañeras.- Dicen que no te ha quedado machista.- Dame vida y no pintes muebles a este cuarto, está mejor con el intrínseco olor a demencia.- ¿Que te dé vida ? ¿Más de la que vomita tu mundo interior ?- Captado. Entonces hablemos de nombres-¿ Nombres?- Sí. ¿ Cómo llamarías a esta sopa de sobre, que ni sabe a amistad ni puede cocinarse más ?- Entonces ¿qué se supone que es ?- Eso te pregunto yo- ¿ Qué es para ti ?- En fin, jugadora le llamaban...Para mí somos novios.Pero no quiero que suene ni arrogante ni cordial.- Novios...- Sí, ¿y tú ?- Te lo diré cuando nos veamos.- Eso no es justo, te está saliendo una cana, la veo , estás a tiempo de cortar su crecimiento- ...- Vive rápido, muere joven.- ¿Quién dijo eso ?- No lo recuerdo ahora mismo.- Novios...!Me gusta!.- !Se acabó el juego!- !Imbécil!- Solo puedo decir que lo siento, soy un escorpión.- ¿Y qué se supone que soy yo?- Una rana.-¿!Cómo!?- Ahora nos hundimos...- !Definitivamente estás tarado! No sé por qué sigo con esto...- !Esto sí que es Buñuel!- !Adiós!- ¿Sigues ahí?- ...- "Esta noche mientras dormías has sido mía, ya no podrás volver al convento".- ...- Descansa. Mañana volveremos a ser quienes somos...
Agazapado,  en su lugar respira versos sin que nadie escuche el dolor de su pecho. Más solo de lo que el siempre pensó. Con el portátil había encendido lo que hoy parece una pantalla de despecho. Lágrimas indecorosas, nostalgia desgastada. Dejados atrás, más allá, pasado y presente irrumpen con sus renglones cargados de furia, atiborrados de desatino. Oportunidad malograda, o no. Quizá una brizna de inspiración que va y que viene al ritmo de un faro de destellos. Así, una lámpara de lava, hipnotiza más a quien los escribe que a quien lo lee.  Hija de la literatura ,parte de la misma ,cuyo germen destila impía los pulsos de la creación. El sol, la luna y los astros.. ¿ qué significan sin este último punto suspensivo? ¿ Son acaso, por sí solos, fruto del desvarío que nada creyó entender?
EN-SAYO
Autor: javier castillo esteban  649 Lecturas
Acherito: Un Oasis despierto dentro del Pirineo El mítico lago aragonés sigue intacto, presumiendo de su inmortalidad, a pesar de nuestra concurrencia     Seis de la mañana o 06.00 am, según la credibilidad de cada cual o la legitimidad de sus ojeras. El alba huele a humedad o es ésta, quizá, la que inspira un día presto a la aventura. El sol aún no ha salido, pero ya poco queda de una noche que agoniza en su duermevela. Será la emoción de un espacio que sueña con rocas y nubes lentas, de latidos lejanos y escondidos detrás de cada sendero, que suben y bajan hasta la cúspide, donde llegas mecido entre resuellos para constatar que allí el ruido todavía no se ha hecho eco.   Pero estoy despierto, de hecho, estamos los dos. Mi compañero, escudero de más grandes hazañas que este conato de montañismo, me recoge tarde, haciendo acopio de las buenas costumbres. “Ya lo siento, pero se me ha hecho tarde”, comenta con esa mirada inquisitiva en ademán de averiguar si ha colado una vez más. – Arranca, le espeto simulando cierto enfado. La carretera se torna progresivamente sinuosa al tiempo que el coche sufre los primeros embates del terreno. Entretanto, subimos un poco más, donde la altura hace gala de sus condiciones, volviendo la vegetación un bien escaso, prácticamente hirsuto sobre las enormes paredes que suben hacia el cielo azul, límpido por definición. Por fin, detenemos el coche, no sin antes reparar en todos aquellos caminantes que han acampado cerca del rumor del río. Algunos calientan café, y otros, los más recalcitrantes, obvian el desayuno en pos de recoger los restos de la jarana de anoche.   “¿Preparado? Esta es una de las más duras, pero es agradecida por sus vistas”, comenta sarcásticamente mi socio en la ascensión antes de comenzar. La respuesta, sin embargo, viene más adelante, después de las primeras e inocentes zancadas que conducen al constante jadeo. Una hora repleta de sed, hambre y rozaduras. Aunque también los hay que, como yo, han venido con zapatillas deportivas y no botas, por lo que el trayecto se hace más ameno al cumplirse ese consuelo que es mal de muchos.     “Detrás de Acherito sólo hay niebla”   El término de mi sudor coincide con una senda desprovista de inclinación que discurre paralela a los grandes riscos que dominan el resto de las montañas vecinas. Me detengo y escudriño lo que parece una enorme sima. Ante mi detenida contemplación, otro montañero interviene: “Detrás de Acherito sólo hay niebla”. “Pero siempre quedará La Mesa”, sonríe y concluye soñador, con la mirada igual de perdida que la mía. La Mesa, acortada por su apellido de tres Reyes, se erige en lontananza como faro receptor entre los dos picos, sirviendo de frontera con Huesca.  Incluso pareciera decirnos algo más desde el otro lado, pero tampoco tengo esa certeza ahora que la niebla pugna por elevarse.   Una vez huido de mi ensimismamiento toma la palabra la suntuosa oquedad reminiscente, pues hubo una fecha marcada y rusiente en la historia en que el mar cubría todas esas montañas de las que ahora únicamente algunos glaciares como Acherito quedan de inexcusables testigos. Pronto, el chapoteo de los valientes nadadores se mezcla caprichosamente con el vaivén arrullador que regala el mediodía y el reverberante lago. Es hora de comer.
DESPERTARLa noche se cierne, y el olor a tierra húmeda penetra en el interior. Confuso y aturdido, nuestro protagonista busca a tientas sus gafas sin resultado. El exiguo  habitáculo no ofrece margen al movimiento y sus piernas, inertes, no responden. Se halla atrapado en seis paredes que cierran un cubo perfecto, dos bombillas expanden una luz mortecina sobre los escasos  metros cuadrados de madera vieja revestida de la desgastada pintura ocre. La fobia a los espacios reducidos  hacen de sus latidos  bombas, su respiración se torna infernal, mientras implora el final del delirio Una mano temblorosa rastrea el suelo hasta que finalmente encuentra sus gafas y se despoja por un momento de sus nervios. Un inciso de  deliciosa calma ahuyenta momentáneamente el terror. El pensamiento es más fluido e intenta reconstruir la situación-... (sueño) Su memoria resulta borrada parcialmente a corto plazo. Vagamente y no sin dificultad, recuerda que es un ser humano. La ausencia de garras y de vello diluye la idea de ser un animal enjaulado, esa sensación le provoca sosiego. Ataviado con una camiseta ajada y unos vaqueros descoloridos, siente la necesidad de desnudarse. La piel suave y sensible parece derretirse  mus susceptible a la  asfixiante temperatura del lugar, el sudor se hace una constante en su frente.-... (Mente)¿Qué es? Frunce el ceño, comienzan a arremolinarse frases como púas, en su mente la niebla no permite discernir lo que es falso de lo real, palabras inconexas, aparentemente sin sentido obligan a nuestro protagonista abandonar la inútil tarea. El tiempo se ha convertido en una quimera, una barca a la deriva. Su móvil ha dejado de contar las horas, sólo muestra una pantalla de 3 pulgadas negra. No dice más.Le llama la atención el contoneo de un escarabajo de rutilantes tonalidades, viste su cuerpo un abdomen dorado, y una cabeza verde . No dedica más tiempo observando al insecto.Decide moverse merced a la desaparición del hormigueo que atenazaba sus piernas.Buscar el camino se hace un objetivo prioritario y sin excusas. Afuera el viento ruge sus lamentos y  arrastra en su frenesí todo tipo de objetos  contra el cubo, quebrando la madera en uno de sus costados.  Francisco, guiándose por impulso  asesta un golpe seco y certero con su puño derecho, creando una hendidura que permite  adivinar el exterior. La imperiosa urgencia por escapar  transforma sus manos en  agudos punzones que consiguen ensanchar la grieta. Sangrante y resollando,precipita su cuerpo a la noche, dejando la prisión habitada por un escarabajo.                                                         2                                                                                       ...                                                                                  IDENTIDAD-... (Recuerdo)Recuerdo  el último día en la oficina. Una pila de papeles amontonados en mi mesa abrazando el polvo. Recuerdo enviar un correo muy importanteRecuerdo la última  insípida calada apostado en la pared de mi despachoRecuerdo mirar por el cristal y ver una señora acariciando a su perro. El animal había correspondido con grandes lametazos a su  bondadosa ama. Recuerdo salir a la calle y escuchar el estruendo de una mañana  en la ciudad, la vorágine de la cotidianidad, el vertiginoso ritmo del mundo                                                                          LA NOCHE -... (Silencio)Un vasto campo en derredor, tan solo iluminado por  un manto de diminutas estrellas lideradas por la luna. en contraste con la vegetación reinante, pequeños cerros y promontorios rematan un paisaje por lo demás llano.  Cuando era niño otorgaba un nombre a cada una de ellas,  formando constelaciones en sus ensoñaciones infantiles. Ahora las miraba más que observarlas y no las percibía con el mismo brillo que antaño.No hay atisbo de civilización, hasta donde llega su mirada se extiende un paisaje inhóspito.Piensa en sus padres:Está solo,  recrea sus rostros queriendo besarlos, abrazando sus abrazos, entregándose a la ilusión, hasta que sus espectrales cuerpos se desvanecen como si de un espejismo se tratase, deshaciéndose en el resplandor de la noche.Camina dando cortos y vacilantes pasos sin saber a donde le conducen, desconcertado. El terreno es arcilloso ,  grandes grietas lo surcan formando trochas entre matorrales bajos y quejigos. La dirección que ha tomado dibuja círculos que confluyen en el punto de partida, restos del cubo esparcidos por el suelo hacen de la idea una certeza, un bucle. Abrumado por el trasiego, posa su espalda sobre un risco que sobresale de la tierra quebrada, dando tregua al descontrol y a sus fantasias duerme largas horas utilizando un puñado de hojas secas a modo de almohadaAl despertar Sumido en el silencio, se regocija con la fragancia que mana de la oscuridad de la noche.Cierra los ojos transportándose a casaA unos cien metros vislumbra un riachuelo, se escucha el rumor quedo de sus aguas. Despertado por una incipiente  sed camina sobre sus pasos ,retumbando las pisadas en las sienes.Coloca  sus manos bajo una sinuosa cascada formada por dos grandes rocas. Bebe con avidez, calmando paulatinamente la sequedad de su boca.La luna reverbera en el agua confiriéndole el color de una navaja plateada recién afilada.sus anhelos por encontrar vestigios de vida, hace que analice  el agua con detenimiento aguzando sus sentidos en vano.Evoca las largas tardes con su padre en el gran río esperando que mordiera el cebo alguna de las carpas que merodeaban sin rumbo el agua dulcesueños de otro tiempo  le mantienen ligado a una vida inerte, yerma. LA TIERRADesde su posición, en lontananza se fusionan cielo y tierra, formando un horizonte difuso. La certeza de la realidad le hace sentir un terrible frío que contrae su piel, intenta mitigarlo manteniéndose absorto en su pasado, en sus recuerdos, en los recuerdos de otros recuerdos, en ese recóndito refugio decorado con begonias y exuberantes rosalesSin  referencia ni orientación decide poner sus pies camino al norte, sorteando a su paso los pequeños obstáculos del terreno. Recorre tantos kilómetros que la distancia  se hace insondable, el paisaje no cambia de muda y su ánimo comienza a languidecer pensando que morirá allí, en medio de ninguna parte, devorado por el silencio ANIMALESSobresaltado por unos débiles rugidos gira su cuerpo 180 grados distinguiendo unos brillantes ojos  rasgados en la maleza, su corazón vuelve a emitir graves plapitaciones como lo hiciera en la prisión y su cuerpo pétreo queda inmóvil ante la fija mirada escrutadora del animal 
despertar
Autor: javier castillo esteban  640 Lecturas
09/10/2015 TANGO   -         Quién sos ? (autor)- En verdad no lo sé, pero tomando la tablilla hablaré de lo que mis ojos han creído ver. -         No te atrevés a decirme lo mío ( autor) Entonces intentaré decirte lo mío.   Para mí, evidentemente mío. Constituyo, pues, que eres la voluptuosidad convertida en llanto, la estridencia de la belleza que raya las curvas y pule el suelo. Firmeza vestida de coquetería, encanto demostrado, que no mostrado. Vasta blancura que azota mis sentidos frenéticamente y me reduce a la onírica vega donde me has encerrado. Has pasado delante de mí, por última vez, para dejarme engatusado. Te has desprendido del velo que te recoge para que advierta tu desnudez desnuda, la inmaculada marca de tu tentativa, los inescrutables recodos hacia el caudal de tu existir. Yo intento hablarte despacio, pero no puedo. El olor de tu cuello me conmina a confesarme con astucia, sin palabras que vilipendien este mismo instante. Miro mis manos, henchidas de vulgaridad, tampoco creo que ellas dobleguen un ápice de tu cuerpo, en apariencia inaccesible. Aun así rodeo con ellas el perímetro invisible que circunda tu resplandeciente figura. Absorto abro la boca sin pensar, sin percatarme que mi rostro se ha ido y en mis ojos solo cabe la pasión, la torpe destreza que usan mis gestos cuando intentan seducirte.   Todavía oigo el aliento de la plaza resoplando, exhausta de tanto acudir a nuestros cafés vespertinos, al lento desgaste de nuestros besos esculpidos, y al infierno de sufrir tu delicioso caminar. 
TANGO
Autor: javier castillo esteban  622 Lecturas
 Para ti mi don para ti la primaverao cualquier estaciónenredada y sinceraPara ti los versosPara mi el recitar buscando entre los más bellosno encontré el lugarPara ti la luzPara mi el ocasovestido con la cruztu nombre fue descanso
Con legañas o sin ellas   Abres los ojos    Son muecas, balbuceos y carantoñas   Ilusionas   Te arrastras y luego caminas   Creces Te ilusionan    Noches y palabras de alcohol   De risa y de algún que otro hostión     Te maldicen     De paso y sin carencias la encuentras   Principio del formulario Como una flecha en mil pedazos   Se parte el corazón Sois dos, luego tres, luego cuatro Compone la sinfonía aceras en curva  Luego volvéis a ser dos Carreteras rectas y miríadas de pupilas Altivas, tristes, con ganas Decreces Una muerte del pasado  Otra Final del formulario El presente la alcanza Arrugas tu sonrisa Colocan una cruz, después una flor   Alguien lee un poema  
Te he vuelto a veral solaz de unas piernasque deambulan sin graciapues ya no se insinúandebajo de ese vestido negrolargo y sin vueloa juego con tus ojos tristestintineantesde mirada hastíade los que no vivensino señores del tormentosólo tu pelo enredadoque en otros tiempos crecíade sueños y desafíosse alicata a sus palabrasde cariño embusteroalimento masticadoimprimido en sus manoscobardes extensiones que atenazan la carne estremecidanostálgica de otro tiempodesprende una nueva lágrima de amor malentendidohenchido de alabanzasde muecas falsasy ahorasin fuerzas yade sentirte desdichadagritas por última vezqueriendo escucharteaunque no queda voz detrás de esas cuerdasbarnizadas de herrumbreavezadas y obedientes al silencioa lo cotidiano
  TRES   Éramos tres buenos amigos. A F. lo conocí años antes que a Z., ellos mantenían una relación muy estrecha hasta que sus patizambos destinos se interpusieron entre el desierto y un oasis extraño. No es que yo tuviera ninguna culpa de su desencuentro, pero cuando tres almas perdidas se juntan, y más cuando se trata de tres cabrones como nosotros, el resultado suele desembocar en favoritismos retorcidos. En cualquier caso funcionábamos como tres solteros empedernidos en su afán por dar la nota. Aquel día habíamos comprado palomitas y coca cola y un poco ebrios, después de dos vinos de uva bastarda, despotricábamos de las personas que se acercaban a los 40 y sentían, de repente, la acuciante necesidad de dar asco. Los había que, con cara de humano en ciernes, nos miraban por encima del hombro al comer palomitas. Para los snobs comer palomitas es algo parecido a ver un documental con las gafas puestas en el culo. Una insolencia propia de palurdos. En verdad lo éramos, pero no menos que el culo con gafas que nos echaba males de ojo a propósito de nuestro crepitante mordisqueo. Por lo demás la película era buena y navegaba, indecisa, entre el cine de masas y el compromiso con el pasado. A las dos hora salimos, dejando rastro de nuestro crimen maicesco. La noche era larga en esa época del año por lo que únicamente podíamos beber de nuevo y reírnos de nosotros y de nuestros vecinos de las mesas de al lado. Una señora colgó su bolso en el canto de la silla, la cremallera estaba entreabierta, no estoy seguro si fue el instinto o mi pérdida de la noción del lugar, pero sentí unas ganas irrefrenables de meter mano dentro del pozo de chismes. Su pareja pareció percatarse de mi mirada frenética y punzante sobre el tesoro, pues vigilaba atentamente mis movimientos, incluso cuando empinaba el codo en un ángulo imposible. El último sorbo de gintonic sonó como un aspirador y después posó el vaso con vehemencia en la barra. -         ¿Te pasa algo? Interrumpió A. -         No, no me molestes ahora- respondí con autoridad   A.   intentó buscarme la boca inútilmente, pues yo ya estaba presto a lanzarme sobre el bolso, aunque pensé en corregir su impertinencia más adelante.     ZAS!, De un plumazo arranqué el bolso de la silla y comencé a buscar con cara de preocupación, no sé todavía el qué, algo que me tranquilizara entre la amalgama de cachivaches. A. y F. quedaron inmóviles sin saber muy cómo reaccionar, esto me provocó una risotada incontenible. Todos me miraban igual que a un demente, todos, menos el sarnoso acompañante que, en ese momento, levantó el puño cerrado para atizarme.   Qué gusto me daba al día siguiente palparme el coágulo debajo de las pestañas, una burbuja morada oscilaba desesperadamente por escapar. Llevaba al límite el bulto, ejerciendo una presión desconcertante mientras detrás de la puerta se oía al hombre del tiempo. Di un respingo cuando el dolor se hizo insoportable y cesé… El timbre reverberó con fuerza, indicando  la hora de entregar este despropósito al profesor de literatura.
tres
Autor: javier castillo esteban  594 Lecturas
 EL TRAJEAlmidonado y correcto, hecho a ti. Y el sastre, escudriñador, como siempre en en esas ocasiones. Lucías negro, de pupila a pupila, con la misma intensidad. Engreído, creyéndote alguien delante de tu madre. Ella intentaba maquillar el surco hollado por las lágrimas. Harta en años de esperar aquel momento tras una mezcla de ilusión descolorida Por sus antiguos, los de antes, de los que ya no se recordaba sino el latente resuello de los últimos díasLuego las mangas, que más tarde habría que recortar, colgaban en deseo por la blanquísima novia  
EL TRAJE
Autor: javier castillo esteban  594 Lecturas
PUNCTUM   Casi como un latido, aunque más intenso si cabe. Otra vez, y otra, los escasos bancos de nubes navegan deprisa sobre un cielo límpido, de una claridad inusitada. La anchura de hombros del Padre dobla la de mi madre y tías. En el fondo de la imagen dos cuervos picotean algo inapreciable. Uno de éstos se ha quedado con la pieza más grande después de perder un ojo.  Despierto.No es de noche ni de día. Me dirijo al sótano donde descansa el cuadro desvencijado. Alrededor de la obra, cacharros y metales y una bici de hierro con las ruedas pinchadas y el manillar torcido. Nunca antes reparé en la pintura, supongo. El retrato se acerca con desdén a la recreación de una fotografía extraviada, perdida en dos grandes ojos de  mujer.  Afuera se oye el silbido del viento, amenaza tormenta, pero no lloverá. Ya viene, inaplazable, una fanfarria desafinada de bombo duro y platillo resquebrajante. La sangre detiene su movimiento ventricular y me contengo ante aquel espanto. Risas y algarabía, el lienzo comienza a articularse, se desvanecen el sótano y sus paredes ennegrecidas, el ruido se superpone al silencio, los colores brotan en una espiral incandescente, mis manos pierden forma en favor de aquellas pupilas familiares. Siento que voy a ser engullido, fijo la mirada entre niebla y grillos acechantes. Hago un último esfuerzo por reconocerme tras esas sonrosadas mejillas… -¿Dónde estabas?- Mi  madre me tiene cogida la mano y la miro. El espectáculo taurino ha terminado y la banda recoge los instrumentos. Me resulta imposible decir nada. El Padre hace un gesto desde el balcón en señal de que subamos. Huele bien, la cena debe estar lista. Antes de voltearse sonríe extrañamente y desaparece entre los jirones de goma que custodian la puerta. Todos están sentados a la mesa, primos, tíos y el Padre. La televisión está apagada. Los cubiertos repiquetean conformando la música que seduce a los vidriosos ojos de una de mis primas. Me mira y esboza lo que anhela disfrazarse de puerilismo. Algo fluye debajo de mis zapatos, el suelo de baldosa está resbaladizo y denso.  Alcanzo con el dedo índice una muestra de lo que parece semen.  
PUNCTUM
Autor: javier castillo esteban  590 Lecturas
 Quizá una crítica sea más aguda y válida en torno a otro ser igual que tú. La luna será igual de bella para los dos, aunque los matices que resumáis difieran por entero. Granos que flotan en la capa más blanca, que se muestra más rabiosa y pálida a los ojos de otro bandido. La luz se ha ido apagando y no nos hemos enterado, el cielo negro es más negro y solo la pobre sombra artificial perdura con fecha de defunción.Obligados a convivir hemos nacido y también a aguantarnos , por muy lejos que estemos. Porque siempre recordará mi lecho cerca de otro hombre más fornido y menos cabal que yo, más feliz y menos confuso que los dos.
Una sorpresa descubrir que Ella es escritora. Una sorpresa, por otro lado, partida por la mitad, pues sus versos no vacilan y navegan rectos y afilados hacia la bahía. Por fin, la voluptuosidad de tus versos se traduce en voz, un hilo liviano y erguido que susurra al alma. Su nuevo libro, con tapa de mujer y palabras de mujer, no muestra sino el carácter firme de una vida sin tapujos ni remilgos, sin añadiduras de cartón ni palabras deshechas. Habla una escritora, pero también un corazón, sumergido en los confines de la exuberancia, donde refulge al mismo tiempo una ardiente pasión por escribir y un nacarado vergel de emociones. Aún no sé muy bien cómo corresponder a aquellos renglones que perforaron los muros de mi ego, convirtiéndolos en roca sobre roca,  en una mirada paralizada por el miedo. Temblaba ante una fuerza inconmensurable y desconocida que había irrumpido sin llamar, anegando mi reino de letras feroces e inmisericordes, de sílabas que subyugan a quien se atreve a mirarlas con distancia. Poco más se puede decir sobre ti, reina de los hombres y embajadora de la literatura. Sólo me queda recordarte que aquí tienes a tu fiel séquito de lectores empedernidos, encandilados con tu sola presencia, y a mí, particularmente, como siervo de tus enseñanzas y escudero de tu camino.   Eres bella y contagias tu mirada.   Tuyo. Javier Castillo 
Si tu desdicha es quererme mi fortuna es no verte Si morir no es para tí vivir lno significa para mí Si aun con todo ríes seré yo en quien confíes Si tu lágrima reluce a mi eterna pena conduce Si me anhelas cerca tendrá sentido que desaparezca Si me extrañas lejos Convendrás en no vernos Si crees en la ambigüedad somos nosotros ,de verdad  
Años después. Un noviazgo infructuoso. La mano detrás de la intención, que llama presurosa. Me pregunta acerca del rostro sin apellido que se pasea conmigo. No me saludó porque estaba acompañado. Y mientras, yo tengo que creer que anhela una amistad sincera y sin pasado, sin las tardes en que nos amamos furtivamente. También debo olvidar  cuánto nos laceramos. Pero la grieta sigue abierta como una herida que despeña sus rocas ensangrentadas hacia el vacío. A pesar de todo, sueño con otra caída, bella y cadenciosa, alicatado a su estrecha cintura. No hubo rosas, ni siquiera marchitas. Vino tinto, eso sí, mucho. De eso debe seguir mi tensión y mi carne trémula al recordar sus pupilas dilatadas y su voz nerviosa cuando me buscaba, de noche, a través de una llamada aislada. "¿ Qué haces ? " Nada que no sea esperar tu hilo a medianoche, por supuesto.Sin buscar demasiado, reparo en algunas calles que, aun desiertas, forman un torrente alrededor de mi vena excitada. Por mucho que apremio mi paso solo se oyen ecos que ya han caminado antes delante de mí. Persigo a mi sombra, vuelvo al camino descrito por los años perdidos.Vuelvo sin brújula hasta donde estás. Vuelvo a la juventud implorada en balde. Allí se retuerce ella de nuevo, prorrumpiendo en una risotada incontenible. Siempre fue destartalada y soñadora en igual medida. Una Aída contemporánea azuzando a su marcha triunfal, tildándola de remolona y lenta . Ahora ,sin memoria, suma con los dedos retales de una redondez únicamente aspirativa . De final sin picos ni estridencia, sin imágenes violentas que asusten a nuestros días. Pero la sangre es densa y exhibe su color casi negro.El péndulo no vacila, nosotros sí, pues estamos montados sobre el oro de una onomatopeya que nadie acierta a descifrar. No habrá entre nosotros más despedidas ni más reencuentros , solo una fracción infinita, donde  yo siga pidiendo de ti lo que tú ya no puedes darme. Y así siempre, rogando al tiempo que siga siendo tan dichoso como siempre, me muero si no dices mi nombre.  
  La lluvia   1- Llegué a V. a media tarde, sobre las 6, antes de la tormenta, y llamé a Sandra para que viniese a recogerme a la estación. Por M no pasaba el tren, así que tenía que apearme en V. que distaba unos 5 Km. de mi destino El andén se encontraba desierto, a excepción del maquinista que hablaba por su teléfono móvil. Iba a meterme a la cafetería, estaba hambriento, pero la conversación del maquinista subió de tono y llamó mi atención.   -Te dije que no te movieras de casa, zorra inmunda, no me interesa lo más mínimo, y deja de escribir majaderías, no necesito que hablen más de mi. El hombre colgó el teléfono. Cuando levantó la vista del suelo  nuestras pupilas se cruzaron, e inmediatamente cogí mi bolsa en ademán de retirada. De reojo observaba su mirada torva clavada en mis pasos, fue un alivio oír el chasquido de la puerta de cristal cerrarse a mi espalda.   La camarera,  espantaba las moscas de las vitrinas que exhibían mugrientos platos con tortillas de todas las clases, todas ellas conservando un repugnante tono anaranjado. Me dio un repaso incontenible y seguidamente me preguntó si había venido a mirar o a consumir.  Su displicencia me resulto acogedora, acostumbrado al carácter rudo de aquellas tierras, sin embargo y tras una profunda batalla, terminabas por ganarte su espantosa confianza, resquebrajada en algún momento desconocido.   Pedí café y me senté a esperar a Sandra mientras hojeaba el periódico no menos mugriento y repleto de grasa. El café, pese a hervir, no era malo, esperé a que entibiase agitando la cucharilla con intención de acelerar el proceso. La puerta se abrió y el maquinista desde  el umbral de la puerta lanzó una socarrona sonrisa a la camarera y desapareció.     2     En lugar de llorar, pinto, el mejor remedio para este paisaje, precipitado al abandono, un homenaje que no encierra más respuestas. Ayer y hoy luce el sol, pero las nubes permanecen sigilosas, fingiendo su posición estática cuando las miras. Te saben concentrado en ellas, y detienen el paso majestuosas sirviendo a su estudio, difuminándose y borboteando con el atropello de demasiadas atenciones.   Qué refrescante es la mañana, abierta al claro bicolor, despertando los planes y las dudas de quienes madrugan.       Entro y salgo de casa para comprar el pan y los bizcochos, y antes de regresar paso por casa de la Paca, una hacendosa mujer que rozará los ochenta años, se preocupa de mantener el enorme caserón ruinoso, y de ser, al mismo tiempo, la heroína sin nombre que alarga la vida del Jose, custodiado por la firme enfermedad que deshace la memoria.   Saludo a José y él me responde con una risita infantil, acrecentando la miserable conmiseración, nacida de la desgracia, cuando únicamente queda eso, pena, y la respuesta es pena ante la pena.   Después de escribir, ahogada, Marta salió a la calle a fumar, abrió la cajetilla y cogió un cigarro con la boca, lo encendió, dedicándose a observar cómo se consumía la papelina prensada, una existencia crepitante, real, y probablemente menos nociva que su vida   Mientras, los mirlos cruzaban el cielo en densas bandadas que parecían no tener fin, Cayó la lluvia en M. y el humo se apagó, la noche se acercaba y pelo de Marta se confundía con la oscuridad.       3 -         -Juro  que no aguanto más ¡ -         -Paca, hija mía tranquilízate, qué te sucede? -         -Lo he dejado sentado con la llave por fuera, y el muy condenado ha llamado al Tato, que no se lo ocurre otra cosa que buscar el manojo de nuestra casa. -         -Pero ha regresado ya a casa verdad? -         -Claro Padre, después de llamar a Pedro que tenía el coche aparcado frente al bar, oxidado de no moverlo por lo que parece… lo hemos encontrado en la orilla del río echando agua por la boca. -         -Cuando me acuesto cierro los párpados rápidamente, y antes de sumirme en sueños. deseo con todas mis fuerzas que ésa se la última noche, no despertar jamás -         -No digas eso, Dios no te ha abandonado y tú tampoco deberías volverle la espalda, gracias a ÉL tu ánimo sigue en pie, solamente el cuerpo traiciona y la duda, instalada desde que nacemos, hace tambalear nuestra fe -         -Dios no existe padre, cómo puedo dar las gracias a una mano invisiblemente impía? Cómo asimilar el  abandono que no ha materializado ni su compañía? -         -Paca, creo que deberías venir con José, contagiarnos de su sentir para aprender de esos caminos tan ignominiosos por los que transitas, evitar las espinas y empuñar el tallo -         -Tengo miedo Padre, y no es el miedo a morirme como todos esos hipócritas que descubren cuando viejos su vocación cristiana, la muerte no me preocupa demasiado, eso me aliviaría.        Hay veces que lo miro y en sus ojos vacíos no reconozco nada, más bien el mal encarnando el alma de lo que fue, y lo peor de todo es que el sufrimiento sigue gozando de su sabor sin apetito,   (La Paca comenzaba a temblar, y el cura miraba sus manos, que tenían leves rasguños en las falanges)    -No concibes a Dios, pero me estás hablando del alma. Paca creo que…  -Déjese de creencias padre, toque mi cara.        -Pero…  - Toque mi cara… (Sus dientes repiquetean hasta que  finalmente el cura posó su dedo índice sobre la mejilla de la Paca) -¿Se ha dado cuenta? -De qué me tengo que dar cuenta hija? -Mi piel esta seca, no hay lágrimas que humedezcan mis mejillas, están tan cuarteadas como el campo -Perdona hija, pero no entiendo lo que me quieres decir -¡No me vuelva a llamar hija, no soy su hija! ¿Le ha quedado claro? Algún día yo seré quién esté dentro de ese confesionario…, y estaré limpia, porque me habré perdonado a mí misma, el más sincero y único perdón   (En ese momento la Paca se acercó despacio a la rejilla y con la cara visiblemente descompuesta aguardó hasta que el cura se dispuso a despacharla)         -Padre, he matado a José.     4-   A las 7 sonó el pitido del encargado y salió el tren de vuelta. Me pareció el transcurso de un día, en aquel bar de paso, no pasaba nadie, y el espectáculo se cernía sobre mi, entorno a los parroquianos. Hacía escasos meses que habían hecho una bifurcación en dos pueblos anteriores que se dirigían a la capital, quedando la estación de V. como punto final del trayecto, por lo que si tenemos en cuenta la población de M. y V. se convertía en un lujo de estación para los fantasmas.   Sandra me recibió como casi siempre, lisonjas por aquí y por allá su voz meliflua derritiéndose en piropos y en preguntas sobre mi viaje, yo le respondí lacónicamente puesto que mi cabeza seguía en el maquinista y en la conversación, así como en  la extraña muestra de complicidad con la camarera de la cafetería.   Quién sería la mujer a la que hablaba de esa manera? No era mi intención irrumpir en los detalles, empero, el asco subió por mi estómago y lo odiaba desde entonces, el pensamiento se había tornado obsesivo, como un alfiler giratorio en mi sien       El golf de Sandra daba botecitos y el agua en el asfalto se asemejaba a las ondas de la corriente el río en primavera y no a una carretera nacional.       -cuál fue la última vez que viniste por aquí’- me preguntó Sandra. -(salí de mi ensimismamiento y respondí) -No lo recuerdo pero hacía mejor tiempo que ahora desde luego, el calor era asfixiante Por cierto, ¿no crees que vas un poco deprisa? - ¡Venga ya, no seas cascarrabias! (No podía soportar ese adjetivo, entre otras cosas porque era así como me dirigía a mi padre y a sus intenciones de encauzar mi vida cuando hacía justamente lo contrario) - Lo digo por la “carretera” - M. tiene un clima muy seco, hace frío, pero tiene la ventaja de que no llueve casi nunca… (Torcía el gesto mientras lo decía) - Ríete a gusto, por mi no te cortes, total, soy un cascarrabias… - Eres un caso tío (prorrumpiendo en una risotada incontenible)       (Adoraba esa risa, tan pura y llana, tan cotidiana y exenta de remilgos) -Me gusta la lluvia…   5-       La lluvia era fina pero abundante, formando un telón gris que ocultaba el pueblo en su planicie. UN cartel blanco y rectangular señalaba la entrada. La torre sobresalía al final de las casas, imponente desde el cerro, gobernando la construcción de ladrillo y adobe extendida a sus cimientos. Las cigüeñas emigraron al sur en busca del calor perdido    Sin duda se me antojan El verano y el invierno una estación, separados por la tibieza, por los falsos amigos bajo la acicalada sombra del mediodía. Aquí en este terruño no se recuerda el pasado y viven con los brazos del futuro, flacuchos y desguarecidos.   Tal es el caso de Pedro, el alguacil que aspira a su despacho en la capital de provincia con los méritos de un pueblo donde no ocurre nada extraordinario.   ¿Será por este motivo que atiborra sus sentidos con los hielos derretidos?                       6-   La noticia elevada como el polvo, sin dejar huella, había  regado el áspero cielo, susurrando cada  detalle de la confesión  y en segundo lugar disipándose hasta flotar invisible con las brumas. A nadie le importaba ya José ni sus pecados cometidos o por cometer.  La Paca no cambió sus hábitos en absoluto, iba a la iglesia, compraba lo necesario para cenar, pues comía en el club de los jubilados, y  dejaba preparada la frugal cena para dedicarse a la casa y posteriormente a los chismes. Se sentía liberada, volvía a sonreír, pero una cosa era olvidar y otra perdonar.   ….   Pedro recordaba a Jose con claridad, siendo hombre y no una planta Recordaba el vetusto laboratorio que servía para hervir la uva y producir cientos de litros para el año venidero. La pequeña prensa estriada de hierro y la bomba artesana filtraban de zaborras y fango el clarete y el tinto, en medio de vítores y brindis por la buena cosecha, un lugar que apestaba a vino y a una felicidad de cristal. Aquel viejo diablo pasó media vida atormentando a su mujer y a sus hijos a base de correazos y la otra media sumido en su agujero digiriendo una frustración palpitante debajo de los racimos.   Al llegar al cruce, Pedro aminoró la velocidad del Patrol,  sin separar sus ojos vidriosos de la enjuta figura de la Paca. Lo hacía detrás de las casas paralelas, que no levantaban más de dos plantas, entre uno de los pasillos que distinguía las propiedades. La Paca fingió no verlo, mas sufría el escozor socavando su espalda   El mismo itinerario todos los días, circunvalando el perímetro del pueblo, yendo al bar de esquinas a beberse tres o cuatro vinos, y regresando a la vigilancia. En sus manos dibujada la clarividencia de su objetivo, el ocaso de las dudas que se evaporaban al desenmascarar a la asesina, extirpando la rutina de sus gestos ligados a la deplorable indiferencia de los buitres.     ….    Los brotes han remitido, Crisa me convence de que poco a poco iré reduciendo la medicación y los episodios no serán tan frecuentes, o eso me dice ella… no he vuelto a ver sangre a mi alrededor.       7--   M. se había conservado inalterable en mi mente, ladrillos y más ladrillos, un pueblo esencialmente marrón de casas bajas, salvo por el conato de urbanización chic sumado a un presuntuoso polideportivo en la zona este. Vestigios de una evolución perdida incapaz de progresar con sus recursos agrícolas e industriales, se sentía acomplejada de ser mayor   Sandra estaba cansada,  el día anterior llegó de madrugada de Barcelona prácticamente sin dormir, así que le insistí para que se echara un rato mientras daba un paseo, fusionándome con el entorno, aprendiendo el significado de esos tejados desamparados que cobijaban  sucios misterios tras las cortinas de papel, sombras grotescamente reflejadas escuchando los únicos pasos que por allí retumbaban.   La lluvia había cesado   Subí la cuesta que cortaba la carretera principal hasta alcanzar la plaza de las cuatro esquinas, en cuyo centro pavimentado, sentados en un banco, dos viejos desarticularon su conversación al verme aparecer. Detrás, en una de las jambas del bar, se apoyaba, el dueño del local, con los brazos cruzados y un palillo en la boca.  Los saludé y seguí mi trayecto en dirección a la iglesia que se encontraba en lo más alto. No fue hasta después de avanzar 20 metros cuando oí que retomaban las palabras, esta vez en clave de cuchicheo. –Qué poca prisa se han dado- grité sin darme la vuelta – interrumpiendo su regocijo. No pude evitar pensar repentinamente en las razones que me llevaron a regresar a M. ahora me culpaba por ello y por el diletante destino que removía los campos a fin de hallar la misma tierra   En estas reflexiones me embarullaba, cuando me topé nuevamente, a los pies de la suntuosa torre solitaria, estampada sobre el cielo gris. Su cúpula triangular apuntaba con gallardía a las nubes, en representación de su poder   Las cigüeñas habían emigrado en esa época del año, y los nidos junto a las campanas esparcían las ramitas inservibles impregnadas del pertinaz crotoreo, inmortal en los oídos de quien lo había escuchado en alguna ocasión.   Rodeé la construcción, admirando los surcos embelesadores del tiempo y la guerra, cuando oí un ruido metálico detrás de la iglesia,  parecido al de una tapa o un objeto circular. De repente el bamboleo se disipó violentamente y un golpe seco levantó el vuelo de un grupo de palomas que salieron disparadas en todas direcciones, inundando las calles colindantes. Me venció la curiosidad sobre el incipiente temor, y alargué mis pasos, dando zancadas silenciosas pegado a la pared, basculando hasta la siguiente esquina.   Un hombre corpulento metía en la parte trasera de su coche un saco con dimensiones  de mujer adulta, exhibiendo bajo la tela diversas protuberancias sospechosas, Se daba prisa, por lo que no reparó en el flanco desde el que era testigo, probablemente, de un crimen. Era un coche patrulla, pues tenía una franja anaranjada que cruzaba el lateral de la misma, y que rezaba “servicios auxiliares” en la parte de arriba una faro tintado de cristal oscuro me dio a entender que se trataba de la policía local.               En M. como en otros pueblos de la zona, la policía local se encargaba de hacer las diligencias, pasando los asuntos de mayor gravedad a la guardia civil.  El agente, sin embargo iba vestido de paisano y ahora sí redoblaba la vigilancia, percatándose de no ser objeto de fisgones. La tarde caía con desdén en compañía de ladridos lejanos, acomodé mi posición, a expensas de presenciar el siguiente movimiento. Cuando se aseguró de no ser visto subió al vehículo, encendió un cigarrillo y salió quitando el freno de mano, con el motor apagado, sirviéndose de la cuesta abajo Ninguna luz se encendió aquella tarde en las ventanas curiosas de M.       8-   Se rumorea que fue un accidente, otros hablan sin tapujos y gratuitamente de asesinato… la verdad que no lo sé, lo único claro es que el daño más grande se ejecuta en el espacio más reducido, donde no hay hueco para tanta rencilla y menos para los impulsos reprimidos. Conviven puerta con puerta, más les separan muros infranqueables que si no muy grandes, destaca en última instancia el alambre de espino sobre la cúspide. La Paca está libre y feliz, el juicio no se ha celebrado todavía, pero casi todos los días cámaras y abogados deambulan por M. buscando trabajo, como si de las piedras pudieran arrojar a Jose a la vida.     Era casi de noche y oí jaleo fuera, me asomé a la ventana y vi a la Paca discutir airadamente con Pedro, él la mandó callar en repetidas ocasiones y finalmente le dio un bofetón. Ella quedó estupefacta, inmóvil, sin atreverse a levantar la maltrecha mejilla a su agresor, luego se la llevó del brazo a la vuelta del parque, apartándola del paso de los escasos coches que circulaban,   No me permitían salir de casa pasadas las ocho, el corazón me latía arañando los pulmones, rabioso y engrilletado. Abrí la puerta de la habitación, Crisa se había dormido con un programa basura, demasiada decencia… Me aproximé a la puerta y con sumo cuidado le di dos vueltas a la llave, Crisa seguía inconsciente con los párpados trémulos, visiblemente turbada por alguna pesadilla. Durante unos segundos titubeé en el umbral de la puerta, el rellano estaba oscuro y frío. Bajé las escaleras y miré a través del cristal traslúcido del portal   Afuera se apreciaban sombras en movimiento, poco después desaparecieron y un sonido de motor, acompañó el chirrido apagado de ruedas a la carrera   Absorta con las primeras farolas encendidas de la calle, escapé.   Desde mi casa veía la torre enrojecida, igual que si se estuviera librando una inabarcable batalla por conquistarla, y en las nieblas de mi espesa imaginación, flotando sobre éstas, un suceso horrible, visos de gritos y reclamos de la muerte.     Evité la cuesta de las cuatros esquinas, guiándome por  las huellas de barro que había dejado el coche de Pedro. Sorteé el casco antiguo y la fortaleza que circundaba las últimas casas y las protegía del viento premonitorio del invierno.   A lo lejos, el silencio se había interpuesto entre mi perseguidor y yo, apremié el paso hasta alcanzar los aledaños del campanario aún cuando la espadaña pretendía ofrecer su arco sombreado sin luz. Las voces provenían de la parte trasera de la iglesia, si uno mantiene la cuesta principal como referencia para visitarla.   La diagonal trazada entre mi posición y la suya me permitió ver como Pedro golpeaba a la cabeza de la Paca con un tapacubos que no pertenecía al coche. La Paca tenía una mordaza en la boca y no podía haber emitido ningún gemido, ahora el cuerpo yacía boca abajo, con una brecha sangrante en la cabeza, mientras pedro preparaba algo en el interior del maletero.   No puedo describir la humillación que sentí, agazapada de rabia y vergüenza, de no tener el valor necesario para acudir en auxilio de la Paca, tan irremediablemente frágil.   En ese momento la cabeza empezó a martillearme y mis piernas perdieron el equilibrio cayendo de rodillas sobre el suelo. Antes de perder el conocimiento, pude reconocer a un hombre alto y joven presenciar la misma escena, en tanto su figura se difuminaba y se hacía más nítida hasta desaparecer     9-   He tenido un sueño extraño doctor, demasiadas imágenes por ordenar,  no entiendo bien su significado. -         Inténtalo, lo que recuerdes, puede ser interesante, -         Bueno, había una chica que parece estar atrapada en una casa como esta, quiero decir interna… Quiere olvidar y poco a poco está mejorando, lo cual asemejo claramente a mi estado actual. Asimismo tiene el papel de narradora, o por lo menos se entiende que es la persona que más tiempo lleva viviendo en el pueblo,       -         ¿De qué ha de mejorar, Pedro? -         Oye voces o ve cosas, no lo sé con certeza, pero ha distorsionado la realidad. Se ha producido un crimen que yo no tolero, y me vengo, ella es mi delatora al contemplar mi asesinato -         ¿Eres tú un asesino Pedro? -         Yo no soy ningún asesino!, solo le cuento el sueño que he tenido -         Tranquilo Pedro, me refería a eso precisamente, un asesino en tu sueño… -         Ah, supongo que sí, no entiendo por qué he de ser el verdugo en mis sueños -         Verdaderamente los sueños escapan en muchas ocasiones a nuestra comprensión, pero siempre nos dejan señales que hemos de seguir para interpretarlos correctamente, y no en una única dirección. -         Entiendo. -         Me has dicho que también había un pueblo… -         Sí -         ¿Cómo se llama ese pueblo, lo recuerdas? -         No lo sé, siempre lo mencionan por su inicial , M. creo -         ¿M. dices? -         Sí, eso creo -         Discúlpame Pedro tengo que atender una visita que llega ahora, ¿te importa que sigamos en 5 minutos? -         Vale, le esperaré aquí   El policía se quitó la bata al salir de la celda de aislamiento y llamó a Pérez que lo esperaba tomando café   - ¿cómo ha ido? -Sigue pensando que él la ha matado,  no tendremos ningún problema en el juicio,  demuestra sensatez en las declaraciones y  una coherencia relativa en los hechos, habla del mismo sueño todas las noches, sin embargo cree no haber estado nunca aquí. Piensa, o sabe mejor dicho, que todo forma parte del bucle  interminable que lo acosa cada noche, y para colmo cree que soy yo, y yo su médico. Resultará bastante evidente el estado de sus facultades mentales  cuando pase por el banquillo, y por extensión la goma borradora de aquella tarde.   - Eso es fantástico - dijo Pérez- la vieja al arroyo y el loco al hoyo (prorrumpiendo en una risa histriónica, en un arrebato escandaloso) -¡Silencio, inútil!, no vayas a mandar todo a la mierda, hablaré con Sandra, y cerraremos el caso. La pobre ya ha tenido que aguantar bastante… (Mientras dijo esto la sonrisa se dibujó en su cara)   La placa que llevaba escondida en el bolsillo de la camisa, reverberó en el pasillo al caer al suelo. Era la misma placa que RENFE, disponía entre todos sus empleados Pérez la recogió rápidamente mirando a un lado y a otro   Pedro lo miró con nerviosismo, en ese instante la enfermera de planta los  vio y fue a llamar al guardia de seguridad. – ¡eh vosotros, no podéis estar aquí!-   A las diez de la noche  Pedro y Pérez salieron del hospital bajo la confusa mirada de nuestro protagonista detrás de los barrotes de acero. Había empezado a llover en M
Aprendí a escribir y supe que no hay mina que mine sino palabra que muere mojadaque solo dice la verdad que pesa aunque no quierastan naturalmente engranada a tu espalda De tus días por ella se sabe que aún sueñas en torno a sus encantos pero no le gusta recitar poesíasiempre la creyó falta o desprovista quizá de fingida entonación de zalamerías sin costumbre Hoy es tu momento, como mañanaiguales, quieren ser más que números abyectos polizones de algo que se muevede traqueteo sobre traviesas, de agrietadas carreterasla vida nos espera en la siguiente confesióntras el polvo, tras los días 
1     Una flauta ensayaba sola al otro lado de la pared. El grupo de amigos soñaba sobre lo que de ahora en adelante permanecería. Jaime, el mayor de los tres, no se escondía ante la espiral verde que se advertía cerca de allí. Revelaciones salvajes y desaires asumidos en la intimidad protestona. Sandro, por el contrario, conocía su aceresco destino de placer en placer y Marco; aquél no sabía nada de lo que parecía real. Tres formas irregularmente definidas encima del finísimo papel inmaculado. Líneas negras muy marcadas y colores desperdigados. Eso, tan grotesco y sublime, eran las vías, las últimas traqueteantes vías. A las 20.00 h abandonaron el silencio, truncado de repente incómodo, para coger el tren que los llevaría hacia la despedida.     2 Sandro hacía ostensible su enfado por compartir asiento con otro desconocido, y más aún el hecho de que su acompañante, decrépito y maloliente, no articulara una sola palabra y respondiera lacónicamente a los infructuosos intentos de Sandro por entablar palique. Removido en el número asignado miraba el valle cerrado y pensaba en montar una venta de quesos. La visión de la emergente luna comenzó a producirle espanto.   3   Marco, en verdad, no ofrecía mucha compañía. Pero eso a Jaime no parecía importarle demasiado. Leían y respiraban acompasados intuyéndose cerca. El sentimiento poderoso y alicatado se mostraba impenetrable frente a la apariencia del frío extenuante. La situación les provocaba una sonrisa grácil y cómplice que hablaba en silencio cuando se sentían lejos de las miradas.   4   A las 22,00 h Sandro observó, con  un entusiasmo ojeroso, a sus dos amigos levantarse e ir hacia el vagón delantero. Hizo ademán de incorporarse pero Jaime le disuadió argumentando la señal del servicio. Sandro volvió a recostarse de mala gana.   5   El servicio pretendía ser una burbuja virgen y opaca, de un tono oscuro y similar al de su entorno. Sin embargo, los dos amantes no pudieron reprimir su deseo con tanto rigor. Antes de entrar en uno de los cuartos ya se besaban , incautos y despreocupados, volteando la puerta a su paso. Sandro, que se había cansado de mirar el paisaje, entró violentamente en el servicio. La puerta de uno de los cuartos dejó de moverse por fin. Los rostros yacían pálidos en el suelo y la vergüenza había anegado el espacio.
Absortos ante sí   En la mitad sombría de la calleSurge el reencuentroDel mismo vuelo que el OtoñoPues todavía parece entero Corteza dura , sin nada huecoDos manos se cogen de extrañezaNuevos surcos en la pielOquedades barnizadas con esmeroOjos que refulgenDe tenerse pese a todoEl otro al uno, alteraciones que no sufrenUn producto entre estacionesQue no se ha olvidado de amarNi de agujas mirando al marLa bahía de los sueñosSiempre más pequeña desde lejos Emite ecos de pasitos cortosDeslizándose sin mucha prisaLos amantes , apodados de mote,Firman con silencio todo lo que suena a tormentaDe terror y comediaPara una mueca incontenible del caprichoResultado de lo inquietanteDe miedo a reírse otra vez juntos Se marchan por donde han venido
El sótano y un quinqué son sus compañerosEl lápiz su promesa y el fracaso su certeza. Jorge, neófito en el mundo de la literatura busca palabras bonitas con las que sorprender a Sara. Afanado por aderezarlas nunca halla una manera clara de expresar sus emociones, entrando así en una espiral de rebuscados adjetivos adverbios sin salida y metáforas imprecisas un día a su regreso del partido abrió su buzón y extrajo con celo la misiva que cuidadosamente y en papel cebolla enviaba siempre Sara. Esta decía así:Jorge, he recibido tu última carta, a decir verdad y siendo fiel , por supuesto no restando su intrínseco valor literario, que lo tiene, he de decirte que me resulta vacía,exenta de objeto, con un estilo bastante abigarrado y pretencioso.  No te ofendas por esto, pues sabes de sobra que soy la primera persona que te anima y seguiré haciéndolo con intensidad.Debes buscar otro reto, algo más ligero y no por ello nimio, limando los rasgos más superfluos y ajenos al escritohe pensado que podrías describir el día que empezamos a salir, cómo te sentías a la hora de revelar nuestras inquietudes, la perspectiva  de ello y al final y a la postre  lo intenso y real...que menciones tus miedos.Es una idea que me ronda hace un tiempo y sería un regalo para mi.Te amoHombre de naturaleza impulsiva y pusilánime azotado por las varas de una frustración muy conocida decidió postergar sus escritos durante un tiempo indeterminado. Aquel fue un batacazo terrible Transcurrió una semana dar señales de vida ,engullido por la desidia sin otro quehacer que alimentarse  pobremente dos veces al día y satisfacer las necesidades mas acuciantes, desatendio la correspondencia y las llamadasEse día,El teléfono sonó por cuarta vez  y merced a La virtud del autómata descolgó el auricular Sara había muerto.La noticia lejos de enterrar al miserable surtió  un efecto rejuvenecedor en su labor y dedico los días y las noches a escribir . Así pasaron las semanas y los meses sin alterar su cuello rígido refugiado en el papel y vestido con sus truculentos relatos. Todos hablaban de Sara y finalizaban exangües , cansados de fluir donde su nombre se difuminaba hasta desaparecer, Jorge se acercó a "los locos" firmando el fin a la oscuridad de sus días esclareciendo su figura tosca sobre el último risco irisado por el cielo raso y rojizo lanzando su cuerpo a la espuma infinita del rompiente lugar donde sus tripas fueran devoradas por las gaviotas Marco hermano y único familiar con vida de Jorge,  su albacea literario, ha recorrido los verdes valles y  oscuros recodos de Cantabria , poniendo voz a su pluma quebradiza y desgarradora.Hoy Sus obras póstumas se han publicado,cientos de poemas y ensayos, escritos sobre la vida en el campo , la bondad en las relaciones con animales y su vasta creacion a cerca de los"ratones y los hombres"   Prueba irrefutable de la caricia de los sueños,  convivir apaciblemente con ellos está al alcance de ti y de mi. De los dos. De todo el mundo
  Cordero cadavérico  Un cuadrado se arrastra entre la niebla. Tira sus paredes y queda plano, a ras del asfalto. Apenas puedes distinguir el límite de la estrecha carretera, sólo su final en línea recta.Vista de día parece más sola que de noche. Silencio interrumpido por conductores extraviados. Primeras luces al atardecer que nacen de faroles. Un ladrido pugnando con otro no muy lejano cerca de una casa recién concluida. Las casi tres plantas se yerguen inquietas . Murmullos provenientes del interior de un hostal iluminado. Allí lo que parece una celebración. Apoyas tus manos contra el cristal, te escondes detrás del vaho.  Los imaginas deteniendo sus pupilas cuando el motor del coche ya no suena.  El horno está apagado   
Ayer   ¿Qué ha sido del viejo que tarareaba en el parque? ¡Qué solo iba siempre el muy condenado, hablando consigo mismo sin más compañía que sus palabras flotantes y su perro ciego! No se oyen ya sus pisadas ni sus estertores con sabor a muerte, pero en vez de alivio siento vacío. No es lo que quiero, me niego a apiadarme de un ser cuyo propósito se había tornado en pasear, sin embargo... Si lo volviese a ver, por algún desatendido pálpito acudiría a conversar con su voz, pues no la he oído sino rimando vetustas canciones…   Anteayer   Miraba el lago con demasiados caprichos innombrables atravesando mi mente. La paz de aquella desconocida charca era irrepetible, así como las visitas furtivas que eran testigo de la incipiente sequía. A las 19h, como cada tarde, pasaba el viejo con su perro cagándose en cualquier rincón. Él lo llamaba empecinadamente, pero era incapaz de reclamar su atención, entonces fingía, golpeándose la frente con la palma de la mano, no haberse acordado de las bolsas de excrementos, y se volvía a su paseo maldiciendo y retomando su tedioso canto con más fuerza.  En más de una ocasión, pensé en recoger yo mismo las maravillas de su perro sobre un fino papel de sarcasmo y hacer que se enfrentara cara a cara con la horripilante verdad de su compañero. Odiaba la vida cuando me detenía a cavilar en la decrepitud de la carne deambulando eternamente…   Hoy   No puede ser él, ¿! Qué hace tirado en el suelo!? Su perro estaba suelto y gemía, con más rabia que pena. –Levántese- le he dicho tendiéndole mi mano. Sus ojos me miraban, no a mí, sino quizá a algo dentro de mí. Ha bajado la cabeza y ha comenzado a arrancar la hierba de cuajo, masticándola igual que un burro. Algo no iba bien, pero he dejado que el viejo continuara con su grotesca labor. Finalmente se ha levantado y se ha dirigido hacia mí con una sonrisa cándida. -¿Cómo estás? ¿Quieres acariciarme?- No tenía respuesta. En ese momento ha cogido mi brazo y, sin freno, me ha recitado: “¿Me habrás, quizá, olvidado? Platero, dime: ¿Te acuerdas aún de mí?” He fingido no llorar.
Me he despertado detrás de una noche interrumpida. Antes de desayunar, he cogido la mochila y erráticamente he podio cumplir con mis obligaciones. Estaba legañoso todavía pero la intensidad de lo vivido anoche me mantenía bien despierto. Ahora ya es por la tarde y la credulidad de esa vivencia se ha tornado prácticamente en sueño. Así lo pienso, cuando aún no he recibido ningún mensaje de ella. Creer, pues, casi con seguridad, que todo lo bueno se asemeja a un polvo estelar que ha dejado un halo tan tenue, que ya no se reconoce sino su imprevisible y fugaz deambular, no resulta extraño.Tampoco necesitaría de ayuda para pensar en un nuevo sinsabor, pero la sola intuición del fiel fantasma me revuelve las tripas y me hartaMe quedo, de momento, con el consuelo de la magdalena de Proust, y la reminiscencia de una infancia tierna, atendida y despreocupada, un bagaje incompleto que impedía prever la caída en la distancia.Esa lágrima de felicidad, que en este preciso instante me sortea creando un temible surco en torno a mí, está llamada a ser la sepulturera de un borracho enmoradizo . Pero eso no importa, el sedimento es resbaladizo y el barro no se ha secado. Quedará tiempo aún para chapotear con la cabeza vadeada implorando amor a destiempo, una cualidad cruelmente intrínseca y veraz.
Seduce Abre tu ligaTiemblaDe llanto intensoRomance y fantasíaMuy locosHacemos poesíaY ahora, gimeEmbriagaChupa tus palabras AmaSin nada Y nada en el deseoSolo química y tus bragasAtentas y despiertasUn gozo tentadorQue subeY bajaEstallaAgota sus mentirasRecorre tu misterioInyecta su venenoMuere soloDespertando de aquel sueño 
H. cerró la puerta tras de sí y vio una estrella caer del cielo antes de que amaneciera. Nunca antes había soñado aquel atisbo de lucidez. Pensó que ese destello traería algo más que una taza de café y unas tostadas negras. Quitó el hielo del coche, pues la incipiente aurora precipitaba el relente como una coraza sobre el cristal, y encendió el vehículo. Al pasar la mano por el salpicadero le pareció que éste fuera de otro material que no fuera plástico, más suave y sin rastro de protuberancias industriales propias del desgaste. El frágil movimiento de su mano le condujo a otro tiempo, hasta que un ladrido no muy lejano lo privó de su ensimismamiento. Algo tocó la ventanilla del copiloto. H. dio un respingo y se incorporó en el asiento en ademán de reconocer la figura que miraba a través la oscuridad. El cristal se empañó con su respiración y para cuando H. bajó la luna, la sombra había desaparecido. Salió, sin aliento, con cada paso alicatado al suelo, y rodeó desconcertado el coche. Nada ni nadie. En lugar de la aparición, junto a la puerta del copiloto, se esbozaba un círculo seco y creciente. La rapidez con la que el radio comía el suelo impregnado de humedad le hizo retroceder varios pasos. El terreno comenzó a quebrarse y de repente, otra estrella, de mayor tamaño y más intensa calló en algún punto cerca de su casa. El espectro ya no medraba, pero un silencio agudo y sin lindes se apoderó de los últimos vestigios de cordura. H. intentó arrancar el coche en vano, ya que el contacto no emitía señal, por lo que decidió volver a casa y hablar con su hermano. -         ¿ Mikel..? -         … De la cocina colgaba una bombilla sin lámpara, un halo mortecino, tan tenue que la casa parecía estar perdiendo la vida lentamente. El cuadro eléctrico había sido manipulado y no respondía, el resto de la casa fluctuaba en vaivenes interrumpidos de claridad. Se oyeron unos pasos bajar en el hueco de la escalera y en un arrebato insostenible nuestro protagonista se dirigió hacia el sonido esperando librarse de sí mismo. Cuando alcanzó el primer escalón, la pesadilla seguía ahí, delante de él, agazapada entre dos pisos con una mirada aviesa y resplandeciente. H. se acercó, sumido en un trance inexplicable, y estiró su brazo. “La verdad está más allá” -¿Quién eres?- musitó reprimiendo el crujido de sus entumecidos pulmones. Un vórtice anaranjado comenzó a erigirse sobre la sombra mostrando un laberinto de cuadros de diferentes escenas bizarras y familiarmente deformadas: Un espejo suspirando, unos ojos estridentes, un corral anegado de lápices, la epilepsia de un cadáver, una geranio sin tallo, la flauta que no calla… Súbitamente un estallido detuvo el frenesí, la sien de H. martilleaba sangre con fuerza. No quedaba en la escalera sino el reguero de sudor decolorando una pared recién pintada. La luz había vuelto a la casa y se escuchó el ruido de la tostadora. H. bajó tambaleándose hasta el umbral de la cocina. Su hermano estaba haciéndole el desayuno, como todas las mañanas, y sonría con sagacidad: - ¡Con calma!, o volverás a llegar el primero…  No dijo nada, fue hasta la ventana que daba a la calle y retiró la cortina. La primera de las estrellas calló de entre la obstinada oscuridad. Se volvió hacia su hermano para intentar explicarle algo coherente. Antes de que pudiera abrir la boca se escuchó el ladrido de un perro… - ¿De dónde vienes, hermanito?
STENDHAL
Autor: javier castillo esteban  559 Lecturas
EL BANQUETE   H. salió de la casa en donde todos estaban en silencio. Para él, sin embargo, salir y pasear por la el campo era objeto de inquietud y desasosiego. Conforme más se alejaba del calor el ruido se hacía más insoportable. Era la estridencia de esas voces las que punzaban su sien como ladridos embotados.   … Hacía un momento se había dirigido a los allí presentes en un deje petulante, perorando sobre el dadaísmo y su influencia en la irrisoria obra de la que hacía gala. El único fin de esa intrusión entre gente a la que no conocía era conquistar el apetito de una mujer de cabello negro y ojos hundidos. Ella le observaba con imperturbable atención mientras la escasez de recursos discurría por el sendero de la mentira y el bochorno ajeno. Ella siguió mirándolo aun cuando terminó de graznar las últimas insolencias. Estaba prendada del impostor. El asado acalló los rumores que circundaban la gran mesa. H. se arrebujó en el asiento que había ocupado y se escurría, sin darse cuenta, escudriñando a sus gráciles falanges desenfundar un interminable cigarrillo de la cajetilla metálica. No tenía el valor de mirarla a los ojos, de ser así habría sofocado el fuego que enarbolaba su pensamiento. El fantasma cobraba sustancia delante de él y era capaz de describir su silueta con los ojos apretados con vehemencia. De pronto, un escalofrío recorrió su cuello, desdibujando los rostros que habían presenciado la escena y confiriéndoles una temible lividez. Nadie parecía ser quien era, solo un atisbo de cualquier recuerdo respondía a los cuerpos hieráticos que se habían quedado suspendidos en el tiempo. La mujer de ojos hundidos tenía los pómulos más acusados y una lágrima de deslizaba por los vertiginosos surcos que éstos aparcaban hasta su afilada nariz. La lágrima finalmente cayó sobre el parqué. Entretanto el cigarrillo se consumía implacable haciendo crepitar las hojas secas de un tabaco perfectamente prensado. H. se levantó en una actitud de arrojo inusitada en él y retiró el cigarrillo, que estaba a punto de expirar, de los diminutos labios de la mujer. Sintió que debía abandonar el lugar lo antes posible.   … Al llegar a un promontorio se volvió y contempló la casa a lo lejos. Las paredes, blancas al principio, estaban adquiriendo una tonalidad indefinible desde su posición y la hierba parecía haber marcado distancia con respecto a la casa. Alrededor de ésta el terreno se hundía formando una zanja sin aparente final. La cicatriz que H. tenía en la palma de su mano comenzó a dilatarse al tiempo que los latidos se intensificaban incontroladamente. Comenzó a temblar y a respirar con dificultad, hasta que la visión se tornó amorfa, y perdió el conocimiento   Cuando despertó, la tarde estaba cayendo y asido a la gruesa raíz de un roble que allí crecía elevó sus ojos a la altura de la casa. Un nutrido grupo de hombres enlutados velaban el cuerpo de alguien. H. se agachó y se acercó lentamente. A escasos centímetros del vallado, por una rendija de la falsa enredadera se podía presenciar el cuadro. La mujer muerta todavía lloraba. Aquellos hombres buscaban al responsable de su asesinato.
HASTA OTRO VIAJE, CARLOS IIIEuskalduna, Olimpia, Saide... Distintos nombres se retuercen en la memoria de quienes han vivido muchos años. Hoy he leído que el próximo 3 de marzo cierra sus puertas el célebre edificio oficinesco ubicado en Cortes de Navarra. No debería sorprendernos la noticia después de que en la última década hayan sucumbido otros dos cines de la compañía en el centro de Pamplona. Una anuncio, pues, que habrá caído sin vacilar  para los ciudadanos más avezados en materia de negocios inviables. A mí, personalmente, escuchar el asunto de boca de otro cinéfilo, me ha supuesto un silencio contenido, pues en ese mismo instante he experimentado la certera sensación de haber perdido algo, demasiado preciado, en algún lugar que solo mi frenética memoria sabrá encontrar Dicen que cuando envejeces dejas de mirar de frente para zambullirte en los recuerdos. Supongo que de falta de razón y carisma no se le puede acusar a la sentencia, sin embargo creo que los recuerdos ni suman años ni tienen una etiqueta designada a personas que superan los 50. La juventud  sucede a la infancia , la vida adulta también circula… pero los recuerdos permanecen inmóviles cuando el  tiempo tiene carácter y es auténtico, cuando se ha sido viejo y has vuelto a ser niño, cuando has pagado con pesetas, cuando con mil de estas pesetas comprabas tu entrada, tus palomitas y devolvías las trescientas restantes.Has cambiado de disfraz para ser un salón de espectáculos, un gallinero, una sala única, un multicine, siempre bajo la atenta mirada de un acomodador inmortal, pues nunca he sabido si aquel señor que vivía entre la tienda y las salas, firme y condescendiente en igual medida, formaba parte del mobiliario o era el accionista mayoritario... Aún  habrá quien te tilde de no haber estrenado cine de altura, y el hecho de no aventurarte en la subcultura. Pero…  ¿para qué? Ya has dado todo por esta ciudad, decorando con colas interminables la manzana, ganándote el trono del niño del viejo, del pedante, de los amigos, de los enamorados, del solitario, del que se rasca el bolsillo, del rico… Hoy es un día triste, pero también es un día para reír y para llorar, para soñar, para volver a  despertar y charlar sobre cine, para ilusionarse, para divagar…No proyectarás más películas que las que nosotros guardemos en la retina, pues no son pocas las tardes a tu abrigo.
 Lágrimas huidizas marcan la incredulidad de la tardeCaminos desdeñados que llevan a ninguna parte, Acuden al nostálgico cadalso de martillazos sobre la sien, Cuando  El silencio penosamente ofrece combate Evocando unas manos espesas forjadas de hiel Los olivos aún verdean cuando la noche adusta se cierneProtegiendo su color de la inacabado rumor agrietadoY ésta, prendada del olor aceitoso que expiden sus huestes de maderaDe astillas apuntadas hacia el cielo  estrelladoRetrasa su llegada, víctima de una ilusión traicionera  En un pazo descansa el pastor y su perro, Debatido lenguaje entre gañidos y cariciasDe muerte advenediza, y vencidos guerrerosCuando  El viento sopla arrastrando las hojas Recreando la vida alrededor de los senderos Allí yace el cuerpo del animal, descuidadamente soloMientras la pala cava sin dilación su lecho, Bajo la atenta mirada del chamizo destartaladoAtiborrándolo de tierra seca y guijarros de otro tiempoY más abajo, dónde el último ladrido invisible se hace ecoAún Brilla la estampa de su eterno cabello almidonado.
ICONOCLASTA El que rompe la imagenDe un pasado sagrado Compone con su menteIrrumpe dando un portazoAsí reverbera el sonido del castilloEntre el musgo de sus piedrasUna bocanada llena de lamentoQue huye en espiral  Más arribaHasta el fin convexo La luz sucede a las oscuras lecturas A las noches mal dormidasLa princesa abre sus ojos Ensancha su abrazoCae postrada ante su amadoÉl la tiene cogida con fuerzaNo quiere perder su alientoElla vuelve a moverse con graciaNo ha olvidado su manosPero queda camino por retornarhasta las entrañas del genio
PENSAMIENTO LATERAL    Muy de cerca se erigen en bloque oficinas incontables  El ascensor marca uno, tres y hasta cinco pisos Iluminada al final del pasillo, una sala despide a seis individuos que se rascan la cabeza empecinados Después, el silencio Algo siempre queda, piensa para sí la secretaria cuando la bisagra emite repetidos goznes  Dentro Se descuelga de un cuerno de madera doblado y da un portazo El sombrero blanco: es un sonido estrepitoso, fruto del desaire  Esa ráfaga de viento son nuestras migas,  repuso instintivamente el sombrero rojo   Hay alguien detrás de la puerta. Reclinad la punta . Mirad abajo. Era el negro de todos ellos.  ¿Agachar la cabeza? ¿No veis que esta sala amarillea? Interviene el sombrero verde que parecía ensimismado: Colocad la parte hueca sobre el pomo. Durante 6 días pensaremos la forma ¿Tienes pensado cómo protegernos en este tiempo? El mar es azul  Afuera, en los jardines exteriores, las personas que no han querido vender yacen sin vida La marca determina "RESUELTO" el problema
Se agotaron antes de empezar. Sumidas en la angustia por demostrar que estaban todas.Anoche me dijo que el gato había comido no sé qué.Movía la mandíbula maquinalmente, de cuello firme, como si el nivel de restos nomermara pese a todo.El cuenco del agua estaba vacío. Dos pupilas ovaladas hasta el final de la negrura. Sentí algo violento detrás de mí. Una nada inquietante esforzándose en materializar elmisterio. Toc, toc.- ¿Eres tú? - ¿Quién? -, respondió el silencio de un vestíbulo abigarrado.¿Alguna vez fuimos decoradores? De esta última cuestión aún no estoy seguro, puede que sólo lo pensase.Más allá, tras varios flecos que hacían chistes sobre su alfombra vieja, ella dormíaapaciblemente. Parecía musitar sobre nosotros. De pronto cesó, y sus pendientes velaronde fantasía la consiguiente postración.La gallina gigante me perseguía otra noche más, manteniendo un idilio con mis pasospresurosos. Llegué hasta el negociador oscilante y le mostré el alijo. Un preciodemasiado alto para una cáscara ordinaria.Una esfera, ideada sin redondear, se agitó debajo de sus párpados, fruto del alboroto.Es posible que ella, al despertar, me hallase sin juicio, pero os juro que fueron 200.
Vena de poeta bañada de madrugadaQue con fuerza se dilata cuando piensa en ellaEntre  la esperanza y desazón de sentirse extrañosEmbarullan sin sentido un pasado extinguidoMas Nada rescatan de la niebla agotadora Que ha expandido tanto sus gotitasQue perdida está su esencia enamoradaLuces sin luz de un recuerdo consumidoApagado por el tiempo y la distanciaSilenciado de inapelables circunstanciasde almas que orillean nuestro cuerpoAnhelantes todavía del sabor de esa miradaVoz sobre tu voz Temblorosa y marchita al comprobar que no eres míaPues no se erige rey mitigador de rencorescapaz de enmendarlosY así arribo al sinfín de esos adiosesApurando olores renacidosEn los que zarcean el viento y el olvido
 Una mano surca su pelo  despierta ,escondida, como ella sabey saletodavía indemne es el fulgor del último sueñocierra los ojos de nuevoIntenta disipar el rosario de golpazossu mente vuela, y se enreda nada ha cambiado cuando sus pestañas se desplieganni siquiera su pómulo amoratadoestirado como un mantel de pulpa naranja que mancha su blancuraEl alba asiente, sin dilatarseaunque el café no huela, ésta se desperezafiltrando más rayos a través de la ventanasu cuerpo postrado, sus legañasel sol busca cómplices después de la jaranasilencio que encuentra un manojo de llaves desgañitarseuna puerta entornadaCesa de repente el tintineosu vida estalla en mil pedazoscompadecida por las intrépidascuando el parquet suena, y se hunde  las que han mirado de frente, alimentando la paradojaaterrada, sucumbe son sus entrañas vencidas de congoja   Pero sus ojos son frágilesdos platos al contactoy morirán otro día dispuestos a contarloen forma ovalada, de rostro hondo vacíos después de beberse,de usarsede relamerse  
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