• javier castillo esteban
raskolnikov
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Viaje en moto     Curva, agazapado detrás de I. inclino mi cuerpo a la derecha extendiendo la mano en un falso ademán de palpar el asfalto abrasador. Me enderezo en línea con su espalda y ligeramente encorvado fijo la mirada al frente   El pirineo navarro se esconde y reaparece en la exuberancia de bosques esplendorosos detrás de la careta. Los picos más altos desnudos y solitarios absorben los últimos rayos de un cielo límpido que muere precipitadamente.   Curva, el cambio de marchas despierta el tintineo apagado, esperando la recta  donde el cuentakilómetros empiece a batir su contenido hasta distorsionarse Los árboles marcan los lindes de una carretera frenética unas veces y exangüe las más,  difuminan su verdor tornándose en una mueca abstractamente bella.   El término de mi cazadora de cuero deja al descubierto mi piel, víctima del silbido ronroneante de otro motor de 100 caballos. Curva, nos vemos superados por el  flanco izquierdo, mientras el viajero clava los frenos estirando y recogiendo la pierna en señal de un hola y adios repentino, demasiado quizá, como para correspondido   Fin del trayecto, apostados en la moto desde el pico de Mezkiritz , recorremos la distancia de una tarde buceando en compañía, posando nuestra mano sobre el lomo del delfín libre, sonriendo todo el tiempo, desprendiéndonos de la rutina que nos esperaría al día siguiente, pero que por un instante se esfumó.
Como cualquier otro día, él la mira con gracilidad, desde el infinito calor. Ella tiene un secreto inefable, destructivo. La inmadurez transita dando tumbos cuando descubre el embarazo prematuro, la llegada temprana o tardía según quién, de lo que hubiera sido la eclosión de la felicidad.   Las manos trémulas interrumpen la sonrisa abierta y cerrada de su novio, se hace el silencio en una órbita lejana a la visita dominical del bar de esquinas. Mantiene el dedo índice posado sobre los labios de éste, con la firmeza embelesadora de la mujer   Pedro intenta reanudar el lance silencioso de sus comisuras arqueadas, pero Sandra aprieta con más fuerza evitando que las palabras salpiquen la hora.   Tan afectado se encuentra que huye del bar aferrado  a su maletín, mientras la corbata flota meciendo la soledad de Sandra, en la única dirección que conocerá su vida, desmoronada entre las luces mortecinas que expanden su luz a los charcos quietos.   Sale a la calle, y arrodillada  achica la catarata de cristal que cubre empecinadamente sus ojos confundiendo la brisa con el sueño, esa proyección barata que repite oníricamente sus pases  
Puentes lejanos e ignotos ,en cuyos pies el agua discurre formando ondashasta chocar contra el cemento, Las torres sustentan la nostalgia allí donde aún se reside el  otro líquido, puro y cristalinoParaíso estático recorrido por el espacio, vertido de circunstanciasque destilan un denso vapor descompuesto, lejos de las alturasTocando las nubes se erige el gigante atronador con rayos descuartizadosen cada mano. Con fuerza son lanzados hacia el sucio baluarte del futuro escoltando la frontera entre la inocencia y el destino. La sonrisa del torrente, sumida en el desprecio, absorbe con voracidad los sueños sin retorno que murieron de pequeño     
pasado
Autor: javier castillo esteban  419 Lecturas
Era bellísima, tanto, que habían quedado ciegos de mirarla y contemplaban únicamente su sombra, fina y ovalada. Las ondas, que por aquel tiempo refulgían como destellos en la noche, bailaban la pequeña goleta atracada a cien metros de la orilla, mientras una mano invisible sobresalía del ribete verde que decoraba la embarcación.  Un día, cuando el sol alcanzó su cenit, Marcos dudó del avistamiento de vida, cuando una botella sujeta por el imán embriagador del vino, se presentó entre el alto discurrir de la niebla y la claridad del océano El ser que no tenía rostro pero sí voz ,canturreaba: Oh no, huye de mí interminable y mísera circunferencia anaranjada… Marcos se mareó y tuvo alucinaciones, y la duda se tornó certeza para de nuevo disiparse adoptando la forma onírica del oasis. Se tumbó e intentó relajarse contando los no pocos veleros que flotaban por la bahía de San Pedro ese mediodía. El cielo centelleaba clavando su cuerpo añil, en un intento infructuoso por desvelar los ignotos secretos del campo y sus huellas, de las pisadas de las almas que recorren aún los caminos paralelos de la materia.
    Gracias, por ser el motivo de mis versos, y sobre todo por respetarme y entender al fuego y al hielo Tienes un corazón terriblemente bondadoso, pero a veces siento miedo de no bombear la misma sangre sagrada que hace bultitos en tu sien, y me enreda agasajándome con el oro de la amistad Ambos caminos lejanos, que sin embargo deambulan en paralelo a miles de kilómetros tratando de encontrarse y tocarse, lanzándose puentes arqueados  que estampan su sombra en el cielo. No es mucho, pero la correspondencia la construyo de barro, moldeando estos pretenciosos y ordinarios renglones que aspiran a ser el sostén de tu vida, la gota de felicidad que culmina de verdor y nenúfares morados la alberca donde chapoteas jubilosa.
  El cielo sigue herido de cuanto te quise,Por eso vistes de rojo, de amor concentrado que nutre mis venas  Has despertado y te has visto teñida del color de las amapolas, Será así como mi corazón te mencionaCoronada por el viento y perdida en el silencio Me estremezco aún al dibujarte desnuda e incrustada en las sábanasSucias ya de tanto mirarte, se han vuelto a mover en señal de recordarte. La cama es ahora una espiral de instantes presentes y lejanosFormando ruido de muebles viejos y desvencijados De crujir de amaneceres envuelto en el denso aroma de tus manos Adoro esas nubes fugitivas que acudían a nuestros llantos,Poblando de tinieblas el lugar dónde nos conocimos Quedábase luego la habitación impregnada de realidad y sol en la cara, Derrochando generosa pereza y melancolía, Sentí por fin el fondo de agua claraAngustiado de regresar al mismo díaSin la palidez de tu blancura Moribundo  revivo aquellas imágenes que se agotan en la memoriaY juegan sin descanso con mi cordura, convirtiendo este soliloquioEn la verdad, mi única e inalterable verdadLa que muere por contarte nuevamente esta historiaLa que aflora cuando extraña soledad.La que huye buscando regocijo
 Al sol Luz de llanto Luz de campo Sol austero que no gasta su grandeza Nos congrega a su encuentro postrero Arrancando los vestigios de una Tarde coqueta Te haces de rogar Esperando que las lagrimas echen a rodar pero aun Resistes sonriendo A la luna de mitad Para ser su sombra cuando brille Para ser su aire cuando huya En los tallos de la hierba Al raso de este valle has vuelto muy contento enrojeciendo las protuberancias de su pecho Para encender su rostro céreo Y convertir estas cenizas en la sal de nuestros cuerpos Las lagrimas han cesado Y ahora el cielo es tu redondez espléndida Tan viva Tan despierta Que ahora lloro yo por tu ausencia 
al sol
Autor: javier castillo esteban  376 Lecturas
    Me gustaría ahondar sobre la  particular actuación de los millones de fotógrafos al salir de casa Es curioso, pero pese ser más accesible que nunca viajar, cuando lo hacemos, vemos menos.  Vemos más fotografías eso sí, siempre en compañía de traseros hediondos arrebujados  en los asientos de cafeterías, revisando con avidez la enorme galería de fotos de nuestros teléfono, pero no percibimos las motas de vida flotando a nuestro alrededor   El primer contacto con esta deleznable realidad se produjo en París. Visitábamos el Louvre, y por supuesto nadie se quería peder la mirada inquisitiva y persecutoria de la Gioconda . A mí en sí el cuadro me pareció discretito y seguramente le saqué  muy poco jugo con respecto a los estudiantes de arte, que hablaban con entusiasmo de lo aprendido en el colegio. Lo que sí me llamó poderosamente la atención, fue el semicírculo formado por varias filas de soldados dispuestos a burlar la atención de 4 guardias jurados que escoltaban la obra de arte. Cada flash era una pantomima, supongo que ideada con el fin de mitificar más si cabe a la mona lisa, puesto que si la fotografía procedía del flanco derecho, los 8 ojos emprendían marcha en esa dirección para sustraer la imagen del cuadro mientras que daban un generoso margen al resto de unidades que acribillábamos a la pobre mona lisa. No entiendo cómo esa figura oblonga no destila más sangre que belleza a estas alturas.   En cualquier caso, y sin desviarme del tema, recordé en ese instante después de contemplar durante más de un minuto a aquella mujer, las palabras de un profesor indignado que criticaba la falta de conexión con la realidad, y el poco sabor de una experiencia digital, más que vivida. Cuánta razón tenía!, pero desde entonces han pasado unos cuantos años y el futuro que ahora es presente no es más halagüeño, después de lo visto en la cabalgata de reyes. Estaba apostado en la pared contabilizando el desfile de carrozas chabacanas, o eso me pareció desde un perspectiva en las antípodas de los cientos de rostros embelesados por la ilusión, cuando una mujer que no alcanzaría los 30 años se introdujo a empujones entre la marea. No le importó  en absoluto situarse en primera fila con su novio como guardaespaldas  eclipsando la salida de los reyes a las abuelas allí congregadas con sus nietos, pero lo más ridículo y espantoso, al margen de la imagen de la jirafa que tenía por novio avergonzado al no dejar ver a las filas traseras , fue verle como una descosida sacar fotos sin remedio, unas 50 en la misma posición calculo.   Después del boock , se marchó igual que había venido. La aglomeración se fue dispersando y antes de llegar al coche, en el inicio de la cabalgata una chaval, también muy joven, ensalzó el móvil como el mismísimo excalibur, y comenzó a soltar espadazos ignorante de estar dirigiendo sus embates a la noche estrellada en vez de al suelo
Una de las cosas más bellas en la vida es la amistad. Gracias a ella todavía sonreímos y avanzamos. Se dice que un hombre no lo sería así, de no tener amigos, y lo creo firmemente. Hoy he recibido el regalo con más sentido de los últimos años, de hecho no recuerdo nada similar, ya que a menos de dos meses para emprender un nuevo proyecto, puedo decir que tengo la primera herramienta para pintar esta goleta, guiándola hasta el mar azul y negro.   Generalmente no suelo personalizar mis escritos, y procuro hacer giños con la intención de referirme a las personas de manera más íntima y personal. En este caso haré una excepción, dedicando los renglones a Iker.   Mi compañero, mi confidente, mi amigo. La persona que ha resistido heroicamente  vendavales y  desencuentros , juntos hemos paladeado la felicidad, la risa y también las lágrimas . Por este motivo, y por muchos otros, te regalo yo la tinta, desligando la letra de la intención y volviéndolas a unir por saberte a mi lado cuando gire la cabeza.     la tierra no anhelaba vencerse a tu lado fueron sencillos recuerdos que hoy reverdecen soles cautivos sobre cristales nacarados árboles robustos con la piel resplandeciente
a un amigo
Autor: javier castillo esteban  391 Lecturas
Abrimos los ojos regándolos de plenilunio, los cerramos y hallamos un cielo límpido, significará entonces que brillamos, incoherentemente bellos, en esta marcha por paraísos ignotos  Llenos de literatura, charlamos de quienes más intrépidos vivieron, y así refulge nuestro aura sobre cualquier otra, sabedora de la importancia de un amistad galáctica e infinita, una realidad espiritual compuesta por granos de inconsciencia. Él  ahora nos dirá que tú y que yo no diferimos de actitudes tan honorables como la suya, creyendo que su confuso e inverosímil discurso es capaz de camuflar a la transparente vanidad. Negociaremos en virtud de la elegancia persuasoria, hasta que finalmente claudique, y nos ceda su legado, siendo ahora tú y yo los déspotas del universo. La gravedad del debate se ha invertido y lejos del suelo, sentimos miedo, odio al vendedor de poder que es feliz allí abajo y se comprende libre de unas cadenas taimadas. Ya no necesita soñar con la vida, pues la toca; ni vivir en el cielo, dado que sus ansias nunca fueron las de enraizarse con la carne, sino la de estar a merced suya, en la posición servil de la genuflexión hacia tí y hacia mí
Dos individuos con aspecto deplorable salieron de la estación asiendo una cesta de mimbre, casi tocándose con los dedos. En ese instante, desde la otra acera, la señora presenció la imagen, intuyendo un grotesco desenlace. Levantaron sus ojos hasta alcanzar los de la señora, protegidos y escoltados por sus inquietas y pobladas cejas. La señora se giró, y tomó su paraguas encañonando al cielo gris de la noche madrileña .Los destellos de los coches sorteaban a la mujer que, acuciada por el suceso, acelaraba el paso sin detenerse. Acercóse al portal y miró en derredor ante la impertérrita contemplación de la oscuridad, las copas de los árboles se erigían como reflejo de los escasos faroles que circundaban el parque. Sacó la llave y penetró en el portal Al encender el interruptor tropezó bruscamente, alarmada por su propio llanto. Su espalda resbalaba sobre los marcos de la puerta traslúcida y las piernas lentamente cedían ante el peso de la visión. La hocicos de los secuestradores ladraban en dirección a la cesta, pues en ella se hallaba la imagen de los años. El cahorro había vuelto a casa. 
LA MULA"!Qué fácil fue otras veces!, pero su cuarteado hocico en un día como el 31 crepitaba lastimero.Cuando llegamos, la Lola me dio su adios. No era un adios convencional pero era el suyo, sin duda a la altura de los incomparables adioses a los que era extraño. Eran las dos de la tarde en S. y la brisa se colaba entre los irreductibles muros de hormigón que vestían el nuevo polideportivo. En la calle, el sol impertérrito se apoderaba de las aceras y desgarraba las sombras convirtiéndolas en luz.Todo era luz en la tarde gris, hedor a recuerdos sumergidos y alcoholes de inopinado vacío . América era un destino ignoto para mis ininteligibles sentimientos que se aferraban a la tozudez del que vive y muere en un pueblo.Compungida, tiraba una vez más de mi brazo, pero mis articulaciones inermes solo querían refugiarse de la gratitud del verano, sudar el futuro en la sombra de aquella mole y olvidarse de articular. Quería exprimir los últimos resquicios de nuestro paso por S., grabar el lugar en un espacio de obligado regresoCuando volvió a acercarse a mí, ya había desaparecido. "
la mula
Autor: javier castillo esteban  342 Lecturas
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Ella
Autor: javier castillo esteban  369 Lecturas
El poema más sencillo se compone de nosotros, de la sempiterna habilidad en embrollarnos con palabras que desembocan en una catarata interminable de adjetivos. Adjetivos que, bien descritos, acuñarán más de una nueva expresión a nuestro carácter renombrado. Es por esto que prefiero, entre todos, los renglones torcidos y sin rima, solitarios, bebidos y drogados de nuestra execrable sustancia, embrutecidos... Sólo actuar de este modo nos elevará más alto que la sabihonda pluma que todo lo quiere adornar vilmente. Imágenes para recordarlágrimas para llorarlágrimas para reír caer para vencerpelo para mirarojos para mirarojos para evitarmanos para tocar tocar para saber personas para amaramar para sufrirsufrir para vivir 
Mientras miraba por la ventana ella miraba al techo, postrada sobre arrugas de hacía semanas. Olía a hierba recién cortada y a lo lejos un perro vacilaba antes de atravesar el asfalto. Caminaba sin saber a dónde, así que pensé en abrir la puerta de casa y ofrecerle algo que echarse a la boca. No tenía mal aspecto, y parecía bien alimentado. Empero, un bocado caliente hubiera reafirmado su seguridad basada en los asuntos que debía emprender, o dejar de hacer. Tenía un pelaje marrón, tan liso que deducía la fragilidad de su carácter y la débil resistencia al maltrato, su hocico sin embargo reunía las mayores costras que había visto jamás. De repente,sobresaltado,me giré al escuchar un gruñido terrible detrás de mi. Era ella la que, poseída por la rabia, quería disuadirme de acoger al perro.Cuando me volví de nuevo el perro ya no estaba y la luna se hallaba más baja.
PERROS
Autor: javier castillo esteban  346 Lecturas
Un ramo de rosas embotelladas se dejaba meter mano por los que explicaban al resto. Lo hacían gesticulando histriónicamente, siendo la escena una sombra más de su arrogancia. El atardecer, sin embargo, causaba un efecto embriagador en los sentidos de quien se detenía a mirar el fresco, y Héctor lo podía captar sin vacilar. A esas horas los matices parecían casi rosados y habían perdido la blancura inicial Héctor creía que la obra, si bien no de manera explícita, recreaba el fugaz apogeo del color, desde su nacimiento hasta la sequedad marchita, aunque esperaba a escuchar, de boca de los artistas de la galería de enfrente, las pedanterías más selectas: “Estruendosa” o “quimérica” se concluyó lacónicamente sin más aportación que la del silencio que sentencia.   El recital terminó y se marcharon igual que habían entrado. Hablaban en clave de cuchicheo con aire ingenuo y despistado, acrecentando la imagen de personas de pensamiento elevado y críticos de la exquisitez. La exposición era, en verdad, una farsa, pero una farsa de su gusto, de profusos y distinguidos paladares que confundían  las bellotas frescas con las podridas. Era su farsa diaria y vital.   Héctor escupió a las rosas repetidamente hasta caer derrotado. Le pregunté, simulando un horror poco convincente, por qué lo hacía. Apoyado en la tarima expositora y sin mover un ápice su deprimente postura,  me respondió- -¡Míralas, no han sobrevivido, están muertas, no sufren ya más! Pensé que Héctor era otro artista más, otro comediante que fingía el ultraje de su obra. Pero supo ver a través de mi intención y su mirada se trocó amenazadora. Depuse, pues, mi sinceridad y en seguida argumenté que  no estaba hecha la miel para la boca de ciertos animales…”   Aún hoy sigue pintando, a pesar de todo, pues la nueva temática continúa triunfando igual de “quimérica” y “estruendosa” gracias a los intrépidos ojos que recorren una vez más el cuadro preguntándose por las pezuñas que sostienen vigorosamente las rosas. 
LA RECUA
Autor: javier castillo esteban  336 Lecturas
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HÚNGAROS
Autor: javier castillo esteban  351 Lecturas
Todavía tengo la cara grabada de un tío que, con gesto displicente, nos ha invitado a apagar el flash del móvil . Pensábamos que la basura espacial se había evaporado con los créditos, pero a la pesadilla todavía le quedaba algún minutito. Los más listos y apresurados apuraban ,hastiados, las últimas estúpidas bromas del corsario sideral y el resto de sus compinches, recostados sobre el pasamanos que da entrada a la sala. Entretanto, los espectadores más recalcitrantes, entre ellos nuestro amigo barbudo,esperaban el último cohete.La bendita claridad de los focos nos ha permitido, por fin, movernos de nuestros ajados asientos y poner rumbo a la tierra.Ya los vaticinios publicitarios nos avisaban, y ya se sabe que el que avisa no es traidor, de que la película era "divertida".Ciertamente no sé qué gracia se puede concluir de quedarte más solo que la una en otro planeta y con remotas posibilidades de regresar. Pues nada, Matt nos demuestra que con un poco de ABBA y mierda humana la vida puede ser maravillosa. También se alude en la campaña comercial de la película al "papel de su carrera"( refiriéndose a Matt) De verdad espero que se hubieran comido un buen hongo para decir semejante majadería o que después de todo sean accionistas de la fundación, porque de lo contrario ya puede comerse  tranquilamente la pensión de actor jubilado con sus deliciosas patatas al ketchup. Aunque pensándolo bien, ya que nos sobra el dinero, dejémonos de repetir escenas hasta la saciedad, pues la jeta de guaperas y el cuerpo escultural ya lo tenemos...La última parte del bodrio se concreta en una oda a la moda hipster y al  patético compadreo(con celebraciones dignas del mejor fútbol americano) de todo el equipo de la NASA y la agencia secreta de Mao tse Tung.ierra. Dicen los entendidos haber ciertas películas que ,aun teniendo coraje y buenas intenciones, su lánguido e impotente desarrollo muere en soledad y dejan una huella fácil de borrar. En este caso ni la epopeya de patatero marciano, ni el disco estudio improvisado en Marte me generan nada, como mucho hiel. Algo huele mal en la meca del cine o $uena demasiado poco, pues no me creo que a Ridley se le haya atrofiado el cerebro cuando viajaba por el espacio. Por cierto ¿es Jeff Daniels el jefe de la NASA ? ¿O lo he soñado?
Una sorpresa descubrir que Ella es escritora. Una sorpresa, por otro lado, partida por la mitad, pues sus versos no vacilan y navegan rectos y afilados hacia la bahía. Por fin, la voluptuosidad de tus versos se traduce en voz, un hilo liviano y erguido que susurra al alma. Su nuevo libro, con tapa de mujer y palabras de mujer, no muestra sino el carácter firme de una vida sin tapujos ni remilgos, sin añadiduras de cartón ni palabras deshechas. Habla una escritora, pero también un corazón, sumergido en los confines de la exuberancia, donde refulge al mismo tiempo una ardiente pasión por escribir y un nacarado vergel de emociones. Aún no sé muy bien cómo corresponder a aquellos renglones que perforaron los muros de mi ego, convirtiéndolos en roca sobre roca,  en una mirada paralizada por el miedo. Temblaba ante una fuerza inconmensurable y desconocida que había irrumpido sin llamar, anegando mi reino de letras feroces e inmisericordes, de sílabas que subyugan a quien se atreve a mirarlas con distancia. Poco más se puede decir sobre ti, reina de los hombres y embajadora de la literatura. Sólo me queda recordarte que aquí tienes a tu fiel séquito de lectores empedernidos, encandilados con tu sola presencia, y a mí, particularmente, como siervo de tus enseñanzas y escudero de tu camino.   Eres bella y contagias tu mirada.   Tuyo. Javier Castillo 
“ESTÁN VIVOS” DE JOHN CARPENTEREn las estribaciones de esta cinta de serie B se cimenta la idiosincrasia colectiva, el valium de postre que ingerimos inconscientemente . Muchas pasos que hacen ruido, cabezas erguidas que transitan con miedo a vacilar, pero serenos bajo la atenta mirada del reposo y el sueño reparador. La comunicación de masas tiene un único sentido, no cabe el feed back, ni el rebote de la información, somos sujetos pasivos de mensajes codificados e ininteligibles. Esta relación desigual o "asimétrica" propia de la masa, igual que un esclavo con grilletes, nos convierte en meros espectadores, donde el mago enseña el conejo de dientes blancos, y no la pantera de ojos sibilinos, donde la publicidad se torna en “obediencia”. La utilización de un medio como la Tv, instrumento ideológico y "fidedigno", pudiera concernir, tal como yo lo entiendo, a una dura crítica dirigida al proyecto consumista afincado desde mucho tiempo atrás en los altares del sistema occidental.La cola del Dragón serpentea sin tregua, si bien baja el pistón de la inquietante primera media hora, ahondando en el descubrimiento, el despertar, el arcoiris desteñido que otorga la auténtica forma a nuestro mundo. De este punto, y sin entrar en detalles de la trama, me quedo con la encarnizada lucha de la ignorancia a fin de seguir caminando sola. Esto se traduce en una sarta de golpes y mamporros entres los dos compañeros de obra en un callejón, entre la oscuridad y la verdad, entre la felicidad, virgen y honrosa, y el fango de lo desconocido.No queremos observar, solo mirar, tomar el bebedizo para no deshidratarnos, vivimos deprisa, montados en bólidos que respetan las leyes de tráfico, a pesar de no entender el significado lo que el semáforo indica.En este ocasión está verde, y nos ha invitado a la fiesta de lo imperturbable, tomando como base la estructura institucional. Pero la verdad está compuesta de formol y no es inmortal, solo hay que ponerse las gafas…
H. cerró la puerta tras de sí y vio una estrella caer del cielo antes de que amaneciera. Nunca antes había soñado aquel atisbo de lucidez. Pensó que ese destello traería algo más que una taza de café y unas tostadas negras. Quitó el hielo del coche, pues la incipiente aurora precipitaba el relente como una coraza sobre el cristal, y encendió el vehículo. Al pasar la mano por el salpicadero le pareció que éste fuera de otro material que no fuera plástico, más suave y sin rastro de protuberancias industriales propias del desgaste. El frágil movimiento de su mano le condujo a otro tiempo, hasta que un ladrido no muy lejano lo privó de su ensimismamiento. Algo tocó la ventanilla del copiloto. H. dio un respingo y se incorporó en el asiento en ademán de reconocer la figura que miraba a través la oscuridad. El cristal se empañó con su respiración y para cuando H. bajó la luna, la sombra había desaparecido. Salió, sin aliento, con cada paso alicatado al suelo, y rodeó desconcertado el coche. Nada ni nadie. En lugar de la aparición, junto a la puerta del copiloto, se esbozaba un círculo seco y creciente. La rapidez con la que el radio comía el suelo impregnado de humedad le hizo retroceder varios pasos. El terreno comenzó a quebrarse y de repente, otra estrella, de mayor tamaño y más intensa calló en algún punto cerca de su casa. El espectro ya no medraba, pero un silencio agudo y sin lindes se apoderó de los últimos vestigios de cordura. H. intentó arrancar el coche en vano, ya que el contacto no emitía señal, por lo que decidió volver a casa y hablar con su hermano. -         ¿ Mikel..? -         … De la cocina colgaba una bombilla sin lámpara, un halo mortecino, tan tenue que la casa parecía estar perdiendo la vida lentamente. El cuadro eléctrico había sido manipulado y no respondía, el resto de la casa fluctuaba en vaivenes interrumpidos de claridad. Se oyeron unos pasos bajar en el hueco de la escalera y en un arrebato insostenible nuestro protagonista se dirigió hacia el sonido esperando librarse de sí mismo. Cuando alcanzó el primer escalón, la pesadilla seguía ahí, delante de él, agazapada entre dos pisos con una mirada aviesa y resplandeciente. H. se acercó, sumido en un trance inexplicable, y estiró su brazo. “La verdad está más allá” -¿Quién eres?- musitó reprimiendo el crujido de sus entumecidos pulmones. Un vórtice anaranjado comenzó a erigirse sobre la sombra mostrando un laberinto de cuadros de diferentes escenas bizarras y familiarmente deformadas: Un espejo suspirando, unos ojos estridentes, un corral anegado de lápices, la epilepsia de un cadáver, una geranio sin tallo, la flauta que no calla… Súbitamente un estallido detuvo el frenesí, la sien de H. martilleaba sangre con fuerza. No quedaba en la escalera sino el reguero de sudor decolorando una pared recién pintada. La luz había vuelto a la casa y se escuchó el ruido de la tostadora. H. bajó tambaleándose hasta el umbral de la cocina. Su hermano estaba haciéndole el desayuno, como todas las mañanas, y sonría con sagacidad: - ¡Con calma!, o volverás a llegar el primero…  No dijo nada, fue hasta la ventana que daba a la calle y retiró la cortina. La primera de las estrellas calló de entre la obstinada oscuridad. Se volvió hacia su hermano para intentar explicarle algo coherente. Antes de que pudiera abrir la boca se escuchó el ladrido de un perro… - ¿De dónde vienes, hermanito?
STENDHAL
Autor: javier castillo esteban  559 Lecturas
Ayer vi un pato volar. Pensé en aquello que me habían contado días antes sobre esta complementaria e irrisoria faceta del pato. También recuerdo cómo se reían de su aleteo y de su trastabillado aterrizaje antes de volver a remojarse mientras lo señalaban simultáneamente y simultáneamente se tornaban histriónicos. A mí me pareció un vuelo limpio e intenso. Era un tiempo desapacible, sin embargo el estampado de su plumaje, erigido entre las nubes y el resol, se mostraba intrincadamente bello, parecía su pico un impío torbellino que devoraba el espacio¿Por qué no podíamos volar? Probablemente por no contraer la deuda merced a la burla de los demás haciendo acopio de celo en nuestra cita con la apariencia El pato pasó delante una vez más, pues mi cuarto miraba al hogar de las aves. La sensación de apremio se difuminó con las últimas gotitas que se desprendieron de su fulgurante partida. El lago había quedado huérfano, mi sonrisa, incorruptible.
pato
Autor: javier castillo esteban  526 Lecturas
Me he quedado prendado del olor que despide tu cuerpo cuando estás sola en casa, tranquila, desviando de cuando en cuando hacia mí el fino hilo de tu pupila escondida Algo más que el brillo habita detrás de esos suntuosos párpados.   Quisiera salir de ti, de tus días y de tus noches, pero no puedo. Quizá porque he aprendido lo que algunos maestros han escrito con paso de pesares, pues el poeta  ama sin medir la altura en cuyas esferas coquetean los corazones y ansía salir de sí mismo y no así de la vida de los demás.   Y qué daría yo por conseguirlo… Por enterrar bajo mil kilos tierra  la convivencia con las ganas, con el fuego que cuartea mi piel por dentro y ofrece por fuera la tersura que esperan del amante paciente y cabal   Te amo una vez más, en balde, creo, derrochando precipitadamente la intriga de desvelar, a tientas, los secretos que circundan nuestro espacio. Me miras con ternura a pesar de todo, incluso cuando hablo a destiempo y recibo la reprimenda de la razón, siempre a la hora, y con la fuerza de un mazo.   Tan solo busco la playa…
Ella seguía dormida. Yo no podía dejar de imaginarla, tranquila, soñando quizá o plenamente inconsciente, incapaz  de recordar nada. Era bella, tanto ,que no bastaban las palabras para arrancar un ápice de su blancura, de aquella piel  suave en comunión con la almohada. Lo más cerca de colapsarse balbuceaban mis ahogados susurros , al borde de abrazarla sin final, hallando una forma exacta de abordarla sin interrumpir el vaivén acompasado de su pecho. Ahora arriba ahora abajo, midiendo el tiempo por cada segundo que mis ojos evitaban decir adiós.Hubo un instante en que se arrebujó en las sábanas y yo temiendo su reacción fingí dormir, creyendo más sensato no delatarme.Había tomado el relevo de mis huidizas intenciones, pero me esforcé en mostrarme ido, bajo el inoportuno efecto de la aurora ,que asomaba indecisa.No abrí los ojos. Ella entonces acarició mis labios. No me contuve. Sonreí. De repente dejé de notar sus dedos , y me sobresalté. Ella seguía dormida, o eso se desprendía de la posición en que su mano quedó sobre el colchón. No volví a echar el cerrojo a mis párpados, pues las ojeras juzgarían mi felicidad al día siguiente.
HASTA OTRO VIAJE, CARLOS IIIEuskalduna, Olimpia, Saide... Distintos nombres se retuercen en la memoria de quienes han vivido muchos años. Hoy he leído que el próximo 3 de marzo cierra sus puertas el célebre edificio oficinesco ubicado en Cortes de Navarra. No debería sorprendernos la noticia después de que en la última década hayan sucumbido otros dos cines de la compañía en el centro de Pamplona. Una anuncio, pues, que habrá caído sin vacilar  para los ciudadanos más avezados en materia de negocios inviables. A mí, personalmente, escuchar el asunto de boca de otro cinéfilo, me ha supuesto un silencio contenido, pues en ese mismo instante he experimentado la certera sensación de haber perdido algo, demasiado preciado, en algún lugar que solo mi frenética memoria sabrá encontrar Dicen que cuando envejeces dejas de mirar de frente para zambullirte en los recuerdos. Supongo que de falta de razón y carisma no se le puede acusar a la sentencia, sin embargo creo que los recuerdos ni suman años ni tienen una etiqueta designada a personas que superan los 50. La juventud  sucede a la infancia , la vida adulta también circula… pero los recuerdos permanecen inmóviles cuando el  tiempo tiene carácter y es auténtico, cuando se ha sido viejo y has vuelto a ser niño, cuando has pagado con pesetas, cuando con mil de estas pesetas comprabas tu entrada, tus palomitas y devolvías las trescientas restantes.Has cambiado de disfraz para ser un salón de espectáculos, un gallinero, una sala única, un multicine, siempre bajo la atenta mirada de un acomodador inmortal, pues nunca he sabido si aquel señor que vivía entre la tienda y las salas, firme y condescendiente en igual medida, formaba parte del mobiliario o era el accionista mayoritario... Aún  habrá quien te tilde de no haber estrenado cine de altura, y el hecho de no aventurarte en la subcultura. Pero…  ¿para qué? Ya has dado todo por esta ciudad, decorando con colas interminables la manzana, ganándote el trono del niño del viejo, del pedante, de los amigos, de los enamorados, del solitario, del que se rasca el bolsillo, del rico… Hoy es un día triste, pero también es un día para reír y para llorar, para soñar, para volver a  despertar y charlar sobre cine, para ilusionarse, para divagar…No proyectarás más películas que las que nosotros guardemos en la retina, pues no son pocas las tardes a tu abrigo.
LA PELICULA Un lugar apartado del centro se nutre de adictos al cine. 8 de la tarde. Las conversaciones discurren entre nombres de actores e influencias que recibe el director para idear la película. Detrás de la misteriosa cautela de los espectadores se esconde desconfianza .Pido el ticket. Recibo una sonrisa extraña de la vendedora. Guardo las entradas y alzo la vista hacia ella. Parece que quisiera advertirme de algo, lo que provoca que demore la acción absurdamente. Meto la última moneda. - ¿Palomitas?- No, gracias. Recogen la cinta que da paso a un pasillo de luz tenue. Los tickets se cortan por uno de los vértices, separando la numeración de las butacas de pequeños retales en blanco que se vierten sobre una papelera verde. Algunos espectadores esperan a que la fila se deshaga para hacer de su paso algo triunfal. Yo soy uno de ellos, de hecho, el último en entrar. La persona encargada de comprobar la entrada me mira a mí y a la vendedora. Rostros hieráticos, una seña imperceptible aunque cómplice. Me seco las manos de sudor y recojo el ticket. Ahora soy yo, con una irrefrenable duda, quien contrasta que no me haya equivocado de sala. Todo normal. – Tercera a la derecha- . La alfombra roja está más ennegrecida a cada paso que doy. Llego al número 3. Delante de la cortina una mancha, no sé de qué, protege el umbral. Más sudor. Miro hacia la cinta inicial, no hay nadie custodiando el pasillo. En ese mismo instante la cortina se ondula libremente creando un efecto irreal. Una emoción violenta me empuja a descorrerla. Compruebo aterrado que no existe puerta. ¿Una salida ciega? Desando el camino hasta la cortina inmediata. Nada. Escucho un murmullo al otro lado. Algo no funciona. Una risotada incontenible me estremece cuando poso la oreja en la pared de terciopelo. Ahora se unen más risas. Salgo al hall respirando con dificultad. Nadie. La cristalera de la planta baja se ha empañado por completo. Mi sien bombea sin remedio, un poco más fuerte cada vez.  Noto la sangre densa, impedida en su circulación. – ¿Dónde están todos? Paso las manos frenéticamente sobre el vidrio de izquierda a derecha, algo más áspero de lo normal. Delante de mí se deforma una sombra con forma de cámara. Más allá el equipo técnico y poco público. Allí está la vendedora y el guardián del pasillo. Una gorra se asoma detrás de la cámara. Una silla de dirección. La película comienza, o termina ya. Silencio.
Estás sonriente dentro de un recuadro. Parece que ignores  la cámara, sin embargo sabes que yo te miro. Por eso, o porque te gusta lacerarme, yergues tu espalda para exhibir tus flamantes pechos. La camiseta amarilla deja de serlo para desvanecerse en comunión con el tono de tu piel. Y tu pelo… Cómo se enreda en susurros alrededor de tu cuello estrangulador. Esa estampa de la belleza suicida me eriza por momentos. Ahora quisiera que dejaras de arrebatarme con tus ojos el escaso flujo de otros órganos que no sea mi pene, pero me resulta imposible… No puedo detener mi impulso, el esbozo por dibujarte mientras te hago el amor con mis libidinosas pupilas cobra resistencia. Ella se bandea entre el lujo y el miedo, sin tener muy claro cuál de las emociones es sincera. La foto se empequeñece ya desgastada de su exposición impúdica y me envía lejos de allí, lejos de donde existes en realidad. 
Un hombre cansado, de los que ,con o sin sombrero, viste su edad, vino a visitarnos. En su caso, el sombrero negro era lo de menos.Los surcos y arrugas salpicaban el rostro del viejo, sus argumentos no nos convencieron de prácticamente nadaNos habló de un lugar cerca de la fuente de entrada estrecha. Dentro, gemidos extraños y voz queda. ¿ Hay alguien?Salió de sí y dirigió la mirada a un punto inconcreto. Ahora más palabras que fluían en una amalgama de significados.- !Para ya por favor!.-espetó mi mujer. Su barba se extendía gris camuflando las dos mitades de aquel labio revelador.- Allí había algo más real... Podía verme en perspectiva, mucho tiempo atrás. - Todo esto no tiene ningún sentido. Si quiere, puede quedarse a cenar, no tenemos problema. incluso puede dormir en el sofá, la chimenea mantiene la habitación templada toda la noche. - Mañana no habrá más humo  - Mira, lo mejor es que se vaya, nos está asustando ya.El viejo no dijo más y abandonó de un portazo el exiguo espacio formado entre los conversadores.Deslicé la cortina para ver qué camino tomaba. Nadie. Luz mortecina, como si los faroles emitieran sus últimos estertores. De repente, negro. Clara clavaba sobre mi una mirada lánguida y terriblemente triste. El cuchillo agarrado con fuerza por su mano derecho refulgía gracias a la única luz sin fundirse.- ¿ Qué haces con ese cuchillo?-¿Por qué has tardado tanto en echarle? - Cariño... Ese hombre estaba aterido y no parecía haber comido nada en todo el día.Dio un paso más hacia mi- Me trae sin cuidado, tenía miedo--  Clara, deja el cuchillo, ya se ha ido...( Golpes de aldaba que provocaron estruendo)La mirilla no mostraba el exterior - ¿ Quién es?-Los faroles de la plaza recobraron lentamente el halo de luz El cuchillo cayó al suelo y la sonrisa histriónica de Clara se despidió anunciando una ducha antes de dormir.Abrí la puerta. En ese instante un frío gélido acometió las entrañas de la casa. Suspiré, tomé aire.-Clara!-
UNA VISITA
Autor: javier castillo esteban  383 Lecturas
Por primera vez no había regalos debajo del pino, tampoco  púas que recoger. En su lugar una suerte de ramas plastificadas sostenían las bolas a una distancia escasa al suelo Algunas eran de cristal otras de un material indefinible. Por lo demás, el espumillón se encargaba de tapar las bajezas de su descaro.  Las lágrimas, seducidas por nuestro encuentro, fingieron ser fluidas y sinceras, no cejaban en su empeño por hallar surco resbaladizo. Ellos, mi familia, no querían repetírselo, el abuelo ya se había despachado suficiente en ausencia de su mujer, y con cualquier rastro de sonrisa en la mesa. La Navidad, ¡qué regalo para el recuerdo! Pero no era allí donde yo portaba mis pensamientos, aunque allí cavilara, deshaciendo el poco tiempo restante, sobre si hubo siquiera un ápice de verdad digna de relatar. Salí de mi ensimismamiento, necesitaba respirar. Me disculpé y corrí hacia la sala de estar. –¿ A dónde vas?- Gritó papá. Allí una única ventana alumbraba un espacio ocupado por un juego de visillo y sillón. Me acerqué y miré a través del cristal, por encima de los edificios de ladrillo rojo. Una estrella se pavoneaba torcida, con uno de sus picos mirándonos inquisitivamente . No tenía palabras para ella ni para el resto. Sola, luz marcada en el cielo negro, se desprendía de  despojos y paseaba libre de la misma manera que los ornamentos sin vida se adherían al pino sin olor, pues de su misma condición se hacían fieles, durante un mes, quizá más, dependiendo de cada casa… Siempre me gustaron las mañanas, incluso ésas que aún despierto crees entender por qué un chaval grita mientras su novia disimula los sollozos con una manga, justo debajo de sus ojos.  Ésas en las que individuos que todo y nada tienen en común se reúnen en torno a los cafés más madrugadores. 
La pequeña pantalla, si es que todavía queda alguna con suficiente fondo, asiste a un gran éxito, sin pretensión de ser confirmado. En esta ocasión no son temibles criminales los que pululan por nuestras calles, ni aquellos que juegan al gato y al ratón con el virtuosismo del Fbi, o los que, a pesar de todo, son más astutos que el ojo del espectador. Tampoco será necesario transportarnos al mundo de los caballeros, en donde una espada vale más que mil palabras y una nevada conmueve más bien poco. Menos es más en esta serie, un canon artístico obsoleto y rancio, quizá, para los creadores de las vastísimas producciones actuales, estiradas sin remedio hasta la postración.   Los antihéroes del Imperio, ambos tras el paso bidireccional de la adolescencia y el reniego, irrumpen con fuerza en este cómico drama para estómagos preparados. Café sin azúcar, gracias. Sangre y arena para los gladiadores, un espacio para revelar que se trata de una historia comprometida, de las de verdad., de esas que se cuentan con fuerza y rabia y, sin embargo, no pueden tener un deje más comercial y televisivo. Lo bizarro es seducido por la ternura, muecas, visajes y aspavientos  son algo más que gestos en esta suerte de canción triste y sonriente, de tintineo estridentemente  real. Y ellos, finalmente... Dos rostros pueriles detrás de un papel, otro par de pupilas implorantes que, lejos de compartir lo insulso del amor, llegan más allá de la frontera entre la playa y el mar. Entender en ese mismo instante que" lo que nos une a las personas" resulta ser la piedra angular de esta fábula contemporánea sobre el final de este puto mundo.  
-Sé de un refugio que, al alba, susurra a través de la ventana Ella, con los ojos entornados-¿Quién?- -O qué escapa de ti y de la lluvia mojada ( No hay respuesta) Sin miedo de sentirla igual que un blanco escurridizo Se volvía  una vez más de costado Y aún , si quisiera, sabía que allí moría igual que todos Penetrando en ese estado de las cosas Postrada y henchida por latidos Que suben, que bajan, que sin ellos gris o nada Entonces mi mano en su espalda de ojos Saben que son vistos y que miran de lejos Es mi gana la que insiste de buena, la ansia Por despedirme hasta mañana De lo que parece dormido y no lo está Sueña conmigo la vida esparcida debajo de la sábana
TU Y YO
Autor: javier castillo esteban  399 Lecturas
La mejor suerte de liberación es escribir, o por lo menos lo concebía así  No sé cuándo dejaron de importarme tantas personas a mi alrededor. Esa ruptura con el mundo, mi mundo, no ha sido algo premeditado. Supongo que los años no pasan en balde y las excusas tampoco. El hecho de barrer la suciedad fuera de tu casa, la que va a parar a otra, no preña nada bueno ni real. El juego ha sido la última válvula después de agotar el coqueteo con las mujeres y los sórdidos escarceos nocturnos. Así, harto de todo ya, me voy a prestar al consejo de quienes con o sin ayuda han podido y querido salir de este atolladero  A pesar del tiempo las lineas parecían diáfanas y fingían no emborronarse con facilidad. Todo apuntaba a él, pero, ¿ Quién era él realmente? Guardé el retal no sin antes advertir lo que sucedía en la cafetería.Una mujer ataviada con una gabardina gris me miraba desde el umbral de la puerta. Otra, de idéntico aspecto, posaba la taza para volver a sorber café en un bucle extraño. La conexión entre ellas y yo dejó de ser cierta, las paredes, en su lucha por no desaparecer, decoloraban el espacio. Allí quedaba poco de veraz.  Un saxo de fondo amenizaba el baile del líquido que ahora no era café. 
Me giro sobre las sábanas y veo la incipiente luz de la mañana.  Aunque no lo creas, Tengo miedo... con tu espalda expuesta a los surcos del dibujo. Mis yemas recorren algo que todavía no sé si es tu espalda.  Y yo... qué más da. sigo Sorteando granos de arena en un ejercicio que extrañamante se parece a una letra . Decía  A... y tú no adivinabas mi nombre. Cerrabas los ojos con fuerza, como si quisieras descifrar con arrugas aquel juego sin sentido. No había apuro , seguía allí , arrullando con esmero los vaivenes de la marea . Tampoco hacía falta ver para imaginar cómo la espuma se deshacía y retornaba hacia aquella inmensidad azul oscura. Entonces , en un arranque incontrolado, la rodeé con fuerza antes de que sintiera mi verdadero llanto.-¿Me quieres ?  Y fueron dos , juro que fueron dos  Tan vivas y tan  quietas  las que me responden “ te quise”
Una historia verdadera Era un lugar extraño para acabar la noche. Las cortinas, amarillentas en sus bajos ,guardaban sintonía con la sordidez de aquellos rostros destruidos, alicatados superficialmente.Pasé el umbral y dirigí de soslayo un repaso a los presentesDeshice la doblez de la falda. No había sido buena idea. Allí estaba, en la última mesa de una interminable disposición.- ¿ qué haces por aquí?- fingí desinteresada- Esperar mi wiskiYo pensé en algo más que reproches. Sin embargo, su aspecto, lejos de asquearme, me hundió con familiaridad.Llevaba idéntico sombrero al de la primera vez que llovió y él lo sabía.Elevó su dedo índice como hacía siempre y lo pasó delicadamente bajo el ala para inclinarlo . Me miraba sin perderme, se recreaba.Conseguí controlar el impulso de mis comisuras por sonreír. Endureció el gesto y, después  de vacilar, lo dejó en la misma posición. - Siéntate  - No tengo mucho tiempo- Entonces ¿ por qué has venido ?- No lo sé...Me entraron unas ganas incontenibles de llorar . - ¿ Qué te pasa ahora ? ( conocía ese tono condescendiente)De repente no pude mirarle más y me volví sobre mis pasos- Adiós  - ¿ A dónde vas ?- gritó iracundoCerré de un portazo aunque el gozne pareció secundarlo con un retardo interminableLlovía a cántaros. Sentí mi corazón desbocado.Me quité los tacones y corrí desconcertada . Las calles se repetían, nada permanecía cuando se trataba de huir . Quiero salir , odio estas baldosas, los árboles que nunca mueven sus hojas . Un charco, otro charco, el reflejo de la muerte, sus ojos sanguinolentos que aprietan más las venas detrás de mi . Tropecé, otra vez el tobillo. Me retorcí de dolor. ¿ Quedaba algo dentro de mi ?Busqué debajo de mis bragas, advirtiéndome. Otra vez el sombrero, su polla sucia. Comencé a masturbarme. Solo una vez más.Abrí la boca , lo más que pude . La lluvia rompía en canal por mi garganta. La expulsé, no podía . Tosí sin parar. Estaba mareada y confusa Entonces una figura se acercó con el paraguas invertido, convertido en un amasijo de varillas.- Llamaré a alguien , no se preocupe. Su pobre rostro arrugado no expresaba sino terror y angustia Pronto llegaron las luces y las sirenas, los curiosos y la policía con su cinta aislante .El que conducía levantó la camilla con más fuerza que sus compañero.Con la cabeza abajo me sentí más aliviada Allí estaban mis piernas , lo único que me gustaba de mi, su blancura arrebatada a moratones, tan reales.Lo siguiente fueron las puertas, primero una, luego la otra.Cerré los ojos. Estaba en casa.
El parque y sus polarizaciones. Un viejo cansado, taciturno, que nada quiere o puede pensar más allá que la doblez de su pantalón . Mientras, el sol sigue su curso en perpendicular a mi lectura . Un libro como cualquier otro arroja ansia y tradición , luces que desentrañan él pensamiento de varios hombres muertos .Pero allí mismo surge otra reflexión venida de dos jóvenes que no alcanzan la adolescencia . Se ríen a escondidas detrás de la corteza del árbol. Me miran creyendo en el atrevimiento de su conducta. Me piden fuego. Una calada. Se van por donde han venido. Otra calada. Disfrutan. Y el sol sigue cayendo a cada rayo . Imperturbable. Solo Las virtudes de aquella tarde eluden aún  el trabajo y el marasmo inicial.Descuelgan sus pies ante el abismo del foso amurallado. La ciudad sigue viva al fondo, o por lo menos su silueta. Agacho la cabeza una última vez antes de levantarme , la hierba está quemada aunque también respira. 
El parque
Autor: javier castillo esteban  446 Lecturas
Besos, de los de siempre, quizá con algo más de empeño- ¿Cómo estás, cariño?- Bien, algo preocupado.- Tranquilo, no será nada.Friega en la espalda y consuelo. No supe qué decir, solo la miré ,agradecido por terminar con esa condena que sostienen las palabras camufladas. El coche no estaba lejos. Conduje lo más deprisa que pude la primera mitad del camino, sin hablar, aparentemente tranquilo. Paramos antes del peaje a echar gasolina.-       ¿Quieres conducir un rato?-       Sí, dos veces. -       Tienes que coger el coche, Charo. Ya verás cómo te arrepientes cuando tengamos que ir a vivir a Vitoria. -       Entonces lo cogeré… -       Ok, dije. Supe que aquella conversación acabaría con un “cuando lo necesite”. Es curioso cómo el chantaje resulta muy eficaz, usado con cautela, contra la cerrazón. Pero el miedo es otra cosa. Algo mucho más punzante que una dirección opuesta Apreté el acelerador para dejar atrás ese paisaje desolador del sur de Navarra. Promontorios de arcilla que se confundían con la aspiración por reverdecer de algunas plantas bajas. La nacional constituía un oasis de asfalto, el único aliciente que podía asumirse sin bostezar.  5 Las últimas curvas de la carretera provocaban en mí el efecto de un pájaro antes de estrellarse contra la corteza de un árbol. No quería llegar, quizá un último desvío antes de atajar por el puente oxidado, una excusa por dilatar a tiempo mis esperanzas. -       Bueno, pues ya hemos llegado… ¿Qué tal cariño?, ¿Cansado?-       Solo ha sido una hora. Tenía ganas de llegarMe miró con ese semblante irremediable, contrato en exclusiva de los enamorados, y acto seguido señaló en diagonal -Están ahí- 6 Agosto, la canícula de los meses. El sol caía sin consuelo sobre los meandros. La presa había comido tanto terreno que el río parecía un arroyo artificial, una cascada con bomba de las que decoran los parques japoneses. Eso sí, el cartel no había perdido su encanto. Viejo, blanco, anunciador de atávicas costumbres y sofisticadas puñetas. Malena, Isca, Luis, Cintia, Álvaro y, por supuesto, Belén. Todos ellos mudos cuando aparecí. Intenté mostrarme sereno, incluso con gracia, pero no conseguí que mis palabras fuesen menos fútiles, improvisaciones mal construidas. Desistí y me centré en Charo, escudo siempre a tiempo. Malena por fin dijo algo- Teníamos ganas de verte primo, luego hablaremos, ahora vamos a probar el vino que hemos traído. 7 La casa de nuevo, sin evocaciones. Real. La puerta era azul, de barrotes desconchados. Siempre estuvo atrancada y aquel verano también. Empujó Malena y detrás entraron las tres mujeres. Luis, Álvaro y yo nos reíamos de cualquier tontada e intentábamos no reparar demasiado ni en sus gestos ni en sus ademanes involuntarios. Querían ellas hablar pese a postergar la confesión.  8Y lo contaron, ya lo creo que sí    
Al principio fue una insinuación , algo con lo que entretenerse en una de esas reuniones amigas del desdén. Dos parejas o cuatro amigos, todo depende de quien lo esté leyendo.Ensalada agria, gambas y kéfir expendían sus restos por el plato como excrementos.Menú ponderable en calidad para estómagos insaciables.Tintineo de copas , todo listo para alzarse la voz los unos a los otros. También hubo silencios.Antes de que el cine corroyera el debate, H reparó en la ventana que daba a la noche.- Sabemos nuestros nombres, de nuestros ascensos y algún que otro secretos todos estamos servidos, pero seguramente ninguno sabe quién vive en la ventana de enfrente.Unos y otros se miraron furtivamente en busca de alguna expresión familiar.- ¡Es verdad, coño! ¿ No os habéis dado cuenta de que esa ventana tiene siempre la persiana subida ?Aquella pregunta me inquietó por lo retórico, como si H. pudiera aclararlo de repente, aún más cuando mis amigos parecieron quedarse mudos, sin nada que aportar al misterio.Como un resorte me levanté sin mediar y me dirigí al balcón . Coches, humo y algunas personas que en otras circunstancias hubieran sido sospechosas, pero que ahora sólo conversaban estáticos. La ciudad y la noche se presentaban extraordinariamente ajenas a los delirios de H.Me volví hacia los tres.- Quieres acojonarnos, tío - le dije con temple aparentado. - Lo que tú digas- ¿ Qué quieres conseguir con todo esto? - Solo digo que nadie se plantea la vigencia de cosas tan cotidianas por muy extrañas que resulten.Ellas se mantenían calladas, de un semblante indefinido,  aunque nunca he sabido si por miedo. Sentía aquello igual que una farsa destinada a reírse de mi .- Bueno, ¿ los demás no decís nada ?Los cristales se rompieron formando un estruendo infinito. Alguien aulló algo desconcertante desde la calle . Me asomé de nuevo acariciando las jambas del resquebrajado marco sin secciones en sus lados  .Las personas Que instantes antes charlaban, me advirtieron ahora con desprecio.- ¿Esto es una puta broma, H ?- Mira detrás de ti. 
Brisa compuesta de salAzul intenso,Pequeñas olas que rompen prematuramenteMás abajo, la bahía y sus costumbresUn paseo cuidadoArbustos bajos y papeleras del color de la arenaLos hay sin camisetaA otros solo les falta la corbataIgualmente presumen, de percha o esternónDe trabajo o de gimnasioAlgunos niños como balas en forma de monopatínPadres con lumbago e incipientes canas Uno de los dos ha olvidado el podómetroYa no podrá contar sus calorías, piensaTrabajo en balde para la única ocasión en que no debía medirVuelvo a subir, recorriendo el camino que conduce hasta los enormes riscosNo ayudan demasiado a los surfistasEllos sueñan embravecidos con el mar De atisbos como la galerna que se aproximaLa arena se acicala de mareantes sombrillasGiran y giranIdénticas en el grosor de sus rayas   Pintando sus ojos de verde, rojo y azulFinalmente el viento cesaConsigo ubicar dos enormes pechosAlgo menos poético para algo tan prosaico como mirarCasi tostados, igual que el corazón de los chavales alrededorLos abandona trémulos antes de zambullirse una vez más
El último tono antes de colgarOtra mentiraPronunciada con ternuraO eso me parecía Cuando me dejó sin historiaUna nocturna, que sobrecoge y deja ardiendo los sentidosLas dos de la mañana Un bulto entre mis piernas Mi mirada en una calle en espiral, retorcida, con jardín a cada lado Aceras rebosantes Faldas estrechas cubren la bellezaÉbano que rezuma de cada poro descubierto Te chistan, pero es un reclamo terroríficoVentanas que iluminan la noche A través de los sollozos se presume la ropa interior desperdigada  Pasos que se repiten en dirección desconocida      

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