• Guillermo Capece
GuillermoO
-
-
  • País: Argentina
 
  Atado al carmín de sus labios adivinaba el beso que no le había dado.Para mis animales quedará el pasto que fue verde.Yo me iré.Caminante solitarioalguien quiso acompañarme.No lo consiguió.                      Guillermo Capece 
Mujer
Autor: Guillermo Capece  705 Lecturas
+++++
  Hay instantes en que reconozco mi instinto,y vuelo sobre el tiempo, pesadillas de un demente arropándose en el miedo. Así los viajes son refugios para medir la sangre,o días en que se esparce el hastío flotando en parcelas imperfectasdel alma. Sin embargo percibo los primeros designios:esa mano hechizando al único hombre que miro su espejo,la mesa abandonada por el arrebato de la enajenación del hambre,y el cuerpo destrozado para que la victoria reconozca su propio límite. Cuando lo líquido de mi piel escapa, el pálido inventarioal que acudo en sitios como éste,me enardece,porque suena un humo triste ente los dedos,y fatigosamente lloro como repitiendo frases ajenas, sin destino ni perduración. Con los rastros de mi última sonrisa me concedo la tentación de ser otro.                              Guillermo Capece 
Tardanzas
Autor: Guillermo Capece  1049 Lecturas
+++++
  es la madrugadaalrededor   mixtura de aires tus ojos recuerdanviejos textos de sabiduría no recuerdo haber amado así me acerco y sopla el vientoun arcano suavetu voz queda rezagada frente a tu cuerpoque se ofrece y esquivaafuera   los poseedores del dolormurmuran letaníasvagos milagros en toneles de vidrio esperanla palidez que adquieren los enfermos antes de la muerte no recuerdo haber amado así desnudo palabras atadas a tu cuello(aquellas que no dijiste)cavo trincheras en mi cuerpo   ypor la tarde brota una alianza entre el vértigo y tu nombrecuando   solitario   te veo partir                             Guillermo Capece
Es la madrugada
Autor: Guillermo Capece  350 Lecturas
+++++
 El armonioso paso de la noche une silencios.Un cuerpo espera quieto, mientras que en las paredesuna multitud de sombras dibujael canto de los solos.Alguien está por morir en ese cuarto.Alguien que no pide abrigo ni socorro.Nadie vió nunca tanta obscuridad,ni estuvo antes tan ciegopara descifrar los penosos documentos de la muerte.El transitado cuerpo mira con su mirada;pero a su alrededorun temblor callado la recogey pasa.               Guillermo Capece                                   
Algo sucede
Autor: Guillermo Capece  874 Lecturas
+++++
Sólo amándote me lleno de instinto.Con tu canto yo armo paisajes,catedrales suaves, gente sin miedo;y entonces,todos los silencios mueren.Mueren cuando tu canto viaja entre los muros de mi cuarto.Y no hay más soledad. Solo el equilibrio de tus ojos celestes.  
                                                              Para Inocencio                                                             Para Fabio                                                             Para Miguel                                                             Para Carol                "me gustan las mariposas y los perros"en las suaves noches de luna nocturnaél no buscaba estrellas en el marsino mariposasperros blancosy cerraba su boca para que el bosquelas hojas secas no lo dañaran sobre la sombra de un árbol   echadoinquieto sobre la lunaveía volar los hijos de los pájarosy entonces cantaba  así cómo se llamaba no recuerdorecuerdo sí que con sus manos atrapabael transcurrir del tiempoy que me ofrecía la rayadura de un limón para que comiéramos juntos cuánto lo amé tampoco recuerdorecuerdo sí que pasábamos nuestras tardessubidos a un castillo con portal pesadoy armaduras de hierroy que las nubes brunas volaban en torno nuestroexclamando oraciones que cautivaban el amar tranquilo que nos dábamos murió una tarde en que se apagaron los peces del esteromiles de mariposas lo izaron entre peoníasy se asombró cuando yo le llevédos perros blancos que había robadoy que acompañaron   perezosos   su cortejo.                                 Guillermo Capece  
Historia
Autor: Guillermo Capece  934 Lecturas
+++++
 sé en qué adversidaden qué tiempodentro de cuál misteriose encadena tu alma vano es pensar que te debesa otroso que tus plantas no pisaronlo que el amor frecuenta miro las estrellasla esperanzada nube entre lo rojo, y recuerdocuando leímos juntos la Comuna de París miro lo que las líneas viejas de mi manodicen:la Revolución no sólo en la Comuna, también en las almas. ...............................................................                          Guillermo Capece 
Comuna de París
Autor: Guillermo Capece  747 Lecturas
+++++
 Cuando éramos niñoslos viejos tenían como treintaun charco era un océanola muerte lisa y llanano existía.Luego cuando muchachoslos viejos eran gente de cuarentaun estanque un océanola muerte solamenteuna palabra.Ya cuando nos casamoslos ancianos estaban en los cincuentaun lago era un océanola muerte era la muertede los otros.Ahora veteranosya le dimos alcance a la verdadel océano es por fin el océanopero la muerte empieza a serla nuestra.
Suelo escuchar las débiles sensaciones de los pájaros,los tumultuosos átomos recorriendo espacios vacíos,y el ruido de la tierra cuando se desvanece ante la ilusión de una tarde cualquiera.Existo para ver lágrimas en el interior de un río ardiendo en el final de unos ojos.Tuve la falta de un verano y la exigua sonrisa de un niño invocando el hastío.Una flor nacida del silencio en alguna conspiración antigua.Sí, la vida tiene dolorosos avatares:miel y miedo por mitades hasta desolarse en una mirada que yo sólo descubroal ser el más oculto de los hombres.En la luz que me abandona cuando trazo un poemaque se parece a ese perro lejano que ladra todas las noches en mi cuarto a las once y cincoy que también es pérdida como mi sangre. Y en la soledad, ese pecado impalpable que nos hace trocar en alucinacioneslas viejas fotografías que repasamos en nuestra memoria.Lo que una vez vivió, ahora es polvo. Viento infeliz entre cenizas.                                                         Guillermo Capece                                                      
  El armonioso paso de la noche une silencios.Un cuerpo espera quieto,mientras que en las paredesuna multitud de sombras dibujael canto de los solos.Alguien está por morir en ese cuarto.Alquien que no quiere abrigo ni socorro.Nadie vio nunca tanta oscuridad,ni estuvo antes tan ciegopara descifrar los penosos documentos de la muerte.El transitado cuerpo pide con su mirada;pero a su alrededorun temblor callado la recogey pasa. G.C. 
(continuación)  Julia y Sergio se fueron, cada uno a su casa, sin elaborar la pelea que habian sostenido momentos antes. La ira de Sergio había dejado lugar a un rencor que no lo abandonaba.Ella quería a Sergio y sabía que él la amaba. Pero él no deseaba jugar una historia monotemática. Después vendrían los abandonos, esas largas separaciones.Y ya habían discutido el alejamiento de ella del trabajo nocturno en otra oportunidad. Él enloqueció, llegó a opinar Julia.-Es una historia romántica, tal vez en exceso- y pensó en Werther al que estaba leyendo- los sentimientos de los personajes...-y se apretó con sus manos los senos.Sonó el timbre del portero eléctrico. Julia dejó el catálogo en blanco y negro sobre la mesa. Era uno de los muchachos de La Cantábrica que le acercaba el pedido del mes.Lo hizo pasar a la cocina donde desparramó cajas de bizcochos, chorizos,queso, latas de alimentos, y una lata de budín que a Julia le agradaba sobremanera.Terminó de atender la muchacho y ya el budín estaba arriba de la mesita oscura arreglada con esmero, de la que sobresalían unas puntillitas blancas.Tomó el budín en sus manos, y la primera rebanada era una pequeña fiesta ante sus ojos: ciruelas y avellanas y las rojas guindas. La comió pensando que llevaba un trozo de verdad a su boca. (El dulce siempre era verdad para ella.) Cortó otra rodaja y mientras comía sintió seca la boca, de manera que recurrió al vino. El vino también contenía la verdad. Era un vino delicado, pero con fuerte gusto a madera. Tan sabio, tan lleno de iluninaciones como ese hombre que ella quería amar.La pequeña cena había terminado y decidió acostarse, aunque fuera temprano.Estaba envuelta en una bata celeste, y observándose los dedos amarillos de tanto fumar, no percibió el calor que hacía en la pieza. Comenzaba noviembre.                           Guillermo Capececontinuara?
   ... y el viento acurrucalas palomaslas muevelas aquietaasísupeque algunas aves cantanen la medianochelo que nuestras almas callan.con todo el tiempo del mundosoplo al viento tediosolas palomas vuelveny dicen nuestras cuitas.entonces sonreímos, bebemos,y otra vez a soñar.  Guillermo Direc.nac.del derecho de autor 
Para tu paladar de gato de angora he cazado los peces más finos,y los frutos de nombres extraños hicieron fiesta en tu boca. Para tu boca preparé los besos más antiguosque se hicieron nuevos en tu arte de besar. En tus pies he calzado flores griegasque delicados enanos fabricaron con extrema dulzura. Licores libres han pasado por tu gargantaen noches navideñas. Para ti los mismos enanos tradujeron los versos más hermosos de Horacio,y tú lo celebraste. Mi sexo sacudió tu sexo en largas sesiones donde tu cuerpo fulgíacomo cardúmenes en el fondo del mar. Alguna profecía mal iluminada me avisó que te ibas a hundirentre rocas amarillas en un ascender y descender de montañas.  Ahora, alas, en una tarde,me llevarán donde tú lavas tu vestido de espumas.                                 Guillermo Capece 
 Me amas,y sientes el cielo como una gran luz que tiembla.Todo rencor se desvanece, y tu rostro solitario se refleja.Me amas, dices.Desiertas tus manos cubren hogueras de múltiples espantos,vastos mundos cayéndose al vacío,ojos donde se perdieron ilusiones,lentitudes e infranqueables deseos.Me amas, y vives en el instantáneo soplo, en el imprevisto momento de perder. Guillermo Capece Direc.Nac. del Derecho de Autor     
  Estás en mi como un color pintado para el campo.  No estás en mi como una moneda fugada Huyes de mi como la canción que se quiere evocar y el tiempo detiene.  .No me amaste y te amé sin que nos diéramos cuenta  Todas las manos ausentes se aunaron para acariciarme.   Guillermo. Direc.Gral de autores  
Poema
Autor: Guillermo Capece  718 Lecturas
               De todos estos inefables actos,              y también de esta huella perseguida,              no ha quedado más que un repartirme entre arenas.              Tocando bocas errabundas entraré a profesar mi miseria.              Acaso un colosal pedido de auxilio sea como un rayo que termine candente              en medio de mi pecho.                                              Guillermo Capece                                           
llegan los raros mandamientossoy el exiliado de algún sueño imposible los abrazos que acudieron como oficio de los dioseshoy son parcelas divididasotiendas de pájaros para la venta o resurrección quítame este raro traje de lutoampáramehasta borrar el mendigo que hay en mí  ahora  sueña mi nombre    dilo.                       Guillermo Capece              
El abismo
Autor: Guillermo Capece  637 Lecturas
+++++
Para titengo un ratoncito blanco en mi bolsillo izquierdoguardado entre mis abrazos;y tengo también la brisa,cuando envuelve, con finura de niño,aquellas plantas que temblaron en la nieve. Tengo también un firmamento. Un color de rosas me recuerda los pájaros cuando escriben sus cartas a las nubes.Y las nubes como porcelanas blancas me dicen tus secretos. Para ti la proa de un barco gira nupcialmente, cuando ocurren las aurorasy despiertan. Háblame con esa ternura adueñada a las voces de los árboles.Cuéntame cómo las risas y sus ecosse amontonan en tus ojos.No importa que la llovizna cubra algunas palabras.Todo se dirá después. Pero te ruego, con el infinito sosiego de la música,que no te olvides nunca de quererme.                                        Guillermo Capece     
Berzo
Autor: Guillermo Capece  534 Lecturas
+++++
          El viejo pescador que hay en mi recoge lunas en las terrazas    más iluminadas por la cruel pobreza.     El abrazo llega demasiado tarde, cuando dicen que vendrán a salvarme,    como si los espacios fueran voces de colmenas, o desvaríos de una plegaria.     Yo buscaba un punto de apoyo recostado en la celebración,    un curioso golpear sobre los fuegos hasta saber que allí estaban.     Pero nadie volverá de su distancia:    todo será otra vez la súbita emboscada del comienzo.         Guillermo Capece                                                                                      
 Debajo de mis manos crece la caricia que una vez guardé y el tiempo acudió para borrarla;también las indispensables cosas que nos hacen sentir únicos:un libro, la llave vieja, esa canción a lo lejos. He crecido frente a mis propios polvorinescomo un gran pez que llora ante su sombra. Ahora sé que los adioses también mueren. Cuando quiero llamarte mi cuerpo se incendia en el cielo instantáneode la duda. Pero el tiempo es una garganta que ahueca tu nombre,o lo retiene para compartirlo con las aves que despejan el verano. Eres mi trago parroquial, amado,y esos jirones como última chance. Mi alimento son hojas que cayeron del universo el día en que te conocí.                                                                    Guillermo Capece
Cazador de las nieves en domingofuiste un perpetuo salto en el inmenso viaje.Fuiste sonrisa que tañe en lo íntimo de tu cabellera secreta,el despertar de una noche en que tu piel oscura venía a mí a erizarse.Yo conocí el mar por haberme asomado a tus brazos,y la arena humedecida no era sino tu cuerpo.Tu garganta nombraba cada cosa.Pero el amor estaba hecho de relámpagos sinuosos,condenado a sembrar una copia de la noche,ahogándose por las piedras que lo circundaban.Algunas veces inunda mi cuerpo la nostalgia-cuando una pena labra el almay no se oyen más que recuerdos:pasos que fueron en una alcoba,murmullos de una risa infinita,y entonces - solo - vivo el pasado  como una borrasca de la que no puedo despedirme.Con el tiempo envolviéndome la caraveo ahora tu rostro.Y lo lleno de transparencia: lo rojo de mi vino lo cubrepara que prolongue el territorio instantáneo de tu mirada.                                         Guillermo Capece  
                   El viejo confundía a Evaristo Carriego con Bettinoti. Entonces cantaba pobre mi madre querida, pensando en Carriego y en su vida triste en los alrededores de Palermo, donde él, don Alberto, arrastraba sus últimos años en uno de esos conventillos inmensos que ya no quedan en el antiguo barrio.Doña Justina salía a gritarle: don Alberto, pase adentro que hace frío. Acuerdesé que no tiene edá para hacerse el joven.Pero él seguía con los ojos pegados en algún árbol de esos enormes de la calle Honduras y sólo lo envolvía la nostalgia que se ataba a su cuello como un gran anillo apretado. Y quién sabe qué recuerdos. Y seguía canturreando: cuántos disgustos le daba. El almacén que estaba enfrente, con su estaño machacado de puro gastado, lo veía entrar y el otro viejo, don Damián, le acercaba la copa de caña.              -Buen día, don Damián              -Buen día, respondia Damián, apenas, con su carácter hosco.A partir de lo cual, don Alberto bebía a sorbitos su caña; tan lentamente que quizás estuviera dos o tres horas junto al mostrador, sin hablar con nadie, porque acodado miraba hacia la ventana enmarcada en gruesos volúmenes de madera, cantando bajito, como para no molestar: cuántos disgustos le daba. Cuando llovía en Palermo, se formaban grandes charcos en casi toda la calle Honduras, y había que ir a los saltos, porque si la lluvia era muy fuerte, calle y vereda eran una sola extensión sin ningún tipo de límite.Era entonces cuando el viejo, contrariando todos los consejos de doña Justina, salía con el pretexto de comprarse aquel cigarro que quería fumar desde la noche, o cruzarse hasta el almacén para llenar su botella con el medio litro que le alcanzaría para el almuerzo y la cena.Cuando volvía tenía que oír los gritos de doña Justina, que dejando de atender alguno de sus chicos, se asomaba al patio común y le gritaba:                - Don Alberto, con esta lluvia. ¡Parece mentira! ¡Un hombre grande como usté queno se sepa cuidar!Y mientras él disponía el medio litro sobre la mesa que de usada siempre tambaleaba, y agarraba el pan del estante sin prender la luz, aparecía el plato de sopa caliente traído por doña Justina, que decía:                - Don Alberto, está bien, son las doce del día, pero con esta tormenta no se ve ni a un metro. Por qué no prende la luz, hombre. Por lo menos hasta que se vaya la oscuridá...Pero el viejo no la oía; doña Justina broncaba y el plato terminaba allí nomás, en esa mesa tambaleante, porque el viejo no se ocupaba en tomarlo. Eso sí: para que doña Justina no dijera nada, la sopa iba a parar a la pileta.Sólo pan y vino, pensaba don Alberto. Medio cigarro después de comer. Y una caña en el mostrador a la mañana.Después... caminar por Honduras debajo de los árboles sin alejarse mucho, era como un regalo que se hacía, pensando otra vez que Carriego había hecho en ese barrio, los versos que él canturreaba como podía: pobre mi madre querida...En ocasiones el paseo se extendía hasta Coronel Díaz, y allí se enfrentaba con una gorda de guardapolvo blanco en una esquina llena de colores.                  -De ésas- le decíaEntonces llevaba a su pieza caléndulas amarillas, y la adornaba con flores; algunas en la mesa, otras arriba del ropero, y la más grande iba a parar a manos de doña Justina, que con gesto duro para ocultar el sentimiento, tomaba la flor y sin agradecerle, le decía:                  -Usté cuidesé, don Alberto. No lo veo muy bien ultimamente.Él sabía que ese era el agradecimiento de la mujer; por eso incurría una y otra vez en el obsequio.  Aquella Navidad había llenado de caléndulas la pieza, y medio pan dulce estaba trozado en una fuente. El medio litro se había convertido por gracia de don Damián, en una fresca botella de sidra. Pensaba invitar a doña Justina y a sus tres chicos. Mientras el viejo trataba de que la mesa no se bamboleara, colocándole un pedazo de papel en alguna pata, cantaba: cuantas veces escondida en un rincón la encontraba... Doña Justina llegó media hora antes de las doce, después de acostar a dos de sus niños. Comieron el pan dulce, las peladillas que ella comprara para la fiesta, y por fin, en las copas de pie alto que llevó la mujer, sirvieron la bebida. Charlaron de los vecinos, de lo poco que se cuidaba don Alberto, de lo linda que tenía arreglada la pieza con tantas flores.Don Alberto sonrió con una inmensa tristeza, y lo único que se le ocurrió preguntar fue si la mesa se bamboleaba, porque de ser así, buscaría un taco de madera y santo remedio.Doña Justina dijo que no, y él ya sabía que hubiera sido inútil, pues durante muchos años tuvo la mesa en esas condiciones y jamás se le ocurrió arreglarla.Después hubo un silencio. El viejo probó apenas la media copa que se había servido. El chico mayor de la mujer dormitaba sentado en la silla de paja, y los ojos del viejo se empezaron a oscurecer cada vez más. Hasta que ella dijo:                       -Es la sidra, don Alberto. No tome más, hagame caso.Y él nuevamente empezó a canturrear, esta vez como desde el fondo de sí mismo, tumbándose sobre la mesa: Pobre mi madre querida, cuántos disgustos le daba, cuantas veces escondida en un rincón la encontraba... Una caléndula encima de la mesa se quedó esperando para que cuando fueran las doce don Alberto pudiera regalársela a doña Justina.                                    Guillermo Capece
 Es otoño, y el malentendido entre las luces, subsiste.Las ramas en un rincón del jardín se opacan. ¿A qué acallar las bocas de lobos dispuestas al despojo?En cada hombre existe la incuria pero también la fuerza que adelanta. En mí , el desequilibrio se extiende como en las bestiasbuscando comida entre las piedras.Porque yo también soy lobo, entre la belleza del deseoy la riqueza del vértigo de la sangre.                                     Guillermo Capece
       -Buenos días, papá- y era la tercera vez que lo repetía-; buenos días, papá-volvía a decir.Entonces saltaba de su cama, recorría el flaco pasillo, y se internaba en el baño.La ducha, el agua fría, no le daba la grata euforia que necesitaba. Entonces trataba de secarse con la amplia tohalla, y se envolvia en ella imaginando que era el maharajá de Kapurtala, y mientras orinaba en el bidet, pensaba en cómo pasar ese día,vigésimo de diciembre.Ese diciembre que le calcinaba los huesos, porque se presentaba caluroso y húmedo como ninguno, y ya podía ver que lo había jodido bastante al pelarle la espalda el sábado anterior,en la pileta de Ricardo.Volvió a tener ganas de orinar, pero eran ganas nada más, porque al enfrentarse con el bidet,un chorrito indeciso se asomó por su pijita. Se la metió dentro del calzoncillo, se miró al  espejo, se hizo alguna íntima pregunta que no contestó, y salió para atravesar otra vez el pasillo.-Buenos días, papá- dijo esta vez con voz más firme. Y siguió hasta la cocina:el mate,el café,el té, el vino. EL VINO. El vino era lo que conformaba su paladar aquella mañana de diciembre. Y mientras saboreaba su aspereza, se le ocurrió pensar en el viejo, en la navidad que ya llegaba,en lo llagado de su espalda, en Leticia, (en la costosa Leticia) que todavía se negaba a todo, y por último en él. Aquí se sirvió otro vaso de vino. ¿Quién era él?Sí.Le gustaba vestir bien.Andar por el centro mostrando exactamente lo que se debe, y lo que no se debe dejarlo para Leticia (cuando se decidiera), o para Ricardo, siempre que mediara un golpe de teléfono. Y mientras tanto, ¿qué?. Ir al bowling, caminar hasta el puerto, o tomar sol en Saint Tropez,y soñar con ese viaje a Río en Carnavales que le había prometido Ricardo.Después... su vida estaba ocupada con tantos sueños...; quería navegar, irse, tal vez a Europa. Pero no por el hecho de conocer Europa. París, Roma,Milán, eran sin duda lindos lugares. Pero no era eso loque realmente importaba. El hecho substancial era viajar en barco; sí, en barco..., a semejanza de esos barcos que mamá le hacía a los ocho años, doblando con ternura la hoja de diario y dejándolo reposar en la bañera. Creía que el fondo del mar era blanco, y que las fuerzas de las olas tenían, exactamente, el ritmo que le fijaban sus pequeñas manos.Pero ahora había pasado tanto tiempo... -Buenos días, papá- dijo esta vez con bronca, mientras servía hasta el borde otro vaso de vino. -Buenos días, papá- gritó mientras pensaba decir cálidamente -queriendo deshacerse de ese raro remolino de angustia- buenos días, mamá... cómo estás hoy?, buena y linda como siempre, mamá; mi mamá. Aquí traje el papel para los barcos. Pero la memoria de las tardes encerradas en el baño, viendo viajar ilustres barcos a los que mamá bautizaba con extraños nombres, no conseguía atenuar la tristeza grande que sentía,ni su gastada melancolía actual.  Él era un hombre simple, gozador delas cosas sencillas, amante de la naturaleza, leal para los amigos...; pero había cosas en lo íntimo de su vida que no entendía.No estaba claro para él por qué al pasar por la habitación del viejo debía saludarlo, siendo que siempre dormía, o, en el mejor de los casos, leía el diario, y no le contestaba. Jamás le contestaba, y había llegado a pensar que el viejo estaba sordo. Pero no. Algo golpeaba en su cabeza, y en el sentido literal de la palabra. Algo se doblaba y rompía cuando saludaba al viejo. No era importante que no lo oyera, o que lo oyera y no le contestara. Entonces,¿qué era lo que en rigor lo perturbaba? Aquella mañana lo había descubierto. Lo había descubierto en la cocina, mientras llenaba otra vez el vaso de vino. El lugar vacío al lado de la cama que ocupaba el viejo era la clave: el lugar que ocupaba mamá en vida. -Buenos días, papá- dijo esta vez entre sollozos.-Buenos días, hijo- dijo el padre apareciendo en el marco de la puerta.Y él se entregó a sus brazos y lo abrazaba, lo abrazaba, mientras pensaba en viajes lejanos y múltiples, en viajes claros y magníficos.-Buenos días,papá- y lo miró a los ojos llorando plenamente. -Buenos días, hijo- dijo el viejo casi con miedo, sin entender, -buenos días, hijo.         
En viaje
Autor: Guillermo Capece  837 Lecturas
Mamá,dónde está tu hijo,enredado, sordo.Como cuando era niño,me buscaban y estaba sentado al lomo de una mula,lejos.Ahora perduro entre mis propias ascuas...,soy un hombre cargado de simplezas.Mamá empieza a llover,no tuve tu amparo,y mi mula de niño se empapa,levanta la cabeza,pareciera que sonríe,pero también ella llora.Es cierto:tú estás ocupada, muy ocupadaen mecerte tus alasrotas de cuando eras una niña. Una vez conocí el mar, mamá.Ya no me acuerdo; me dijeron que era como un río,pero más profundo,no como fue tu cariñosedentario y débil,evanescente, austero, huidizo,inútil como esta lluvia que cae.Vendiste mis sueños, mamá.Me diste tu locura. Mamá,dónde está tu hijo.Una música de óboeme recorre el cuerpo;fugado yo  con mi culpame atrevo a morir.Con su garganta de piel heladaahora el silencio es el que acude.                                      G.C.   
Poema
Autor: Guillermo Capece  444 Lecturas
 Dime si las últimas estrellas coinciden con el surco de tus manos.Si tu cuerpo maravilla aún a los habitantes más antiguos ,si tu olor fue robado en negro oficio un día en que el mundocegaba a sus silvestres criaturas.Hay un momento tangencial y breve en que escucho tu deseada voz,reconozco la impresición de un sueño siempre repetido,lejano,como una mariposa cazada en los albores de la historia.El piano suena una canción distante que parece  murmullos, quejidos, besos.Hay un niño que en su pluralidad de intencioneshabla con el agua,anda y desanda caminos,crece cuando el viento lo mutila.  Me iré de tí cuando las duras exequias de la nocheacudan a repetirme las palabras que nunca debí olvidar:a cada momento estamos partiendo. G.C.  
Dime
Autor: Guillermo Capece  689 Lecturas
l lagartotomo sol en la tardetú no me escuchas   ausente túyo solo miro recuerdosy me anudo como boa a mi cuelloasombrándome   y pidiéndome socorro(pero en voz baja  para que nadie escuche)y con la fiebre fría de agosto. II lugarescualquier caminomuros para que el amor no se vaya haber tocado tu sexo hasta caérseme las lágrimasy que en las escalas más altas fuera algo que ya no amaba.  brisadas estrellas fueron la unión de los cuerposde los ojosde los labioscomo espaldas despidiendo instantes luegola ruptura de una ciudad a olvidarsey el desiertocon su puñal infinito. G.C. 
Territorio de pájarosmi memoriase acerca a tu vigilia. Caballos de colores amplios,los recuerdos,cancelan otros ojos. Quizás haya sido un magoquien me habló de típor vez primera, pues no fue el loboal que llegué a alimentarcon el polvo azul rescatado de tu cuerpo. Viajo al paísdonde las caricias son pedazos de memorias. Me detengo en el puente de mis manos, escribo sinsabores,y el olvido  -mi salvación-diluye algo de la sombra de mis días. Pero yosólo máscaras:cuando saco una salta la otra,y otra, y otra,hasta que por fin,sólo huesos. G.C. 
  Para tu paladar de gato de angora he cazado los peces más finos,y frutos de nombres extraños hicieron fiesta en tu boca. Para tu boca preparé los besos más antiguos que se hicieron nuevos en tu arte de besar. En tus pies he calzado flores griegas que dedicados enanos fabricaron con extrema dulzura. Licores libres han pasado por tu garganta en noches navideñas. Para tí los mismos enanos tradujeron los versos más hermosos de Horacio, y tú lo celebraste. Mi sexo enamoró tu sexo en largas sesiones donde tu cuerpo fulgíaentre cardúmenes en el nido de algún mar. Alguna profecía mal iluminada me avisó que te ibas a hundir  en el pecho de las rocas amarillas en un ascender y descender de montañas. Ahora,alas, en una tarde,me llevarán silente donde lavas tu traje de espumas infinitas. G.C. 
Imagen
Adán
Autor: Guillermo Capece  926 Lecturas
                                           Recibe lo que hay en mí que eres tú.                                                                 Alejandra Pizarnik                                                             Yo te escribo ahora con un carbón soplado tras la hierba,buscando no sé que designios,como si estuviera dentro de un animal esperando el peligro.Me preparo para liberarme del rugido en reposo,de los secretos del frío, del alucinado.Pero el alucinado no partey sus manos cavan al pie de un árbol negras nubes pobladas, para que la mañana sustraiga un poco de agua de mi rostro,y en algún momento sepas que nada ha servidopara comprenderme;entonces guardaremos gestos que no se repetiránaliados a antiguas aventuras.Ahora que el daño está hecho,dime que tu silvestre manera de oír el acecho de la lluviano fue porque te hayas ido para volver en rebeldía,sino que tras las cadencias de mis ofrendas sabes que festejaré hasta la última gota de tus ojos,y tu boca quedará en la memoriapara que la cierre mi beso invocado por los ángeles simplesque te esperan.                                Guillermo Capece
Yo te escribo
Autor: Guillermo Capece  515 Lecturas
+++++
 No te duermas sino de a momentos.Un ave recorre el airey envuelve hechizos en sus plumas.Ten un instante para que tus ojosvean lo que digo: el ave vuela.No te duermas.Ten el ojo avizor.Pronto, los animales de la irapasearán en la pradera.Más te alejas, más cerca estás en mi vida.Te he mentido,no me juzgues, no me juzgues. Ahora queda este pobre tiempo para nosotros.Tengo amor todavía entre los dedos.           Guillermo Capece                                                           
Ruego
Autor: Guillermo Capece  253 Lecturas
+++++
tu disfraz blancocelebrado entre piedraspude tocarlobuscar tu historia en éldeseándote pero al tercer díala lluvia  en silencio  fuela forma muy precisa de tu muerte 
Telón
Autor: Guillermo Capece  355 Lecturas
 Un hombre llora debajo de mi piel,sueña que alguien alquila su boca para dormir un sueño,y yo soy ese hombre.Un hombre salta sobre su sangre desatándose un antiguo lazo que lo abarca,y yo soy ese hombre. Me interpreto a mi mismo cuando quemo algo de mi cuerpo,o creo en el continuo reconteo de estrellas, enigma de algún pobre cuyos andrajosson vestidos sublevados, pétalos de una gran renunciación. Caen desde gran altura los nidos de las piedras anunciando otro ayer y otra mañana.Es el momento de partir buscando la orilla impalpable de la carne. Huyo hacia el abrazo que jamás pudimos dar.Imposible que mi rumbo quede quieto.  Lo ahogado es un secreto deslizándose.                             Guillermo Capece
Esas instancias
Autor: Guillermo Capece  387 Lecturas
+++++
 La primera lluvia de otoño preguntará su destino.¿A dónde ir?Inhabituada a su caída,¿a dónde ir?Fugaz, quizá, o copiosa, como el alma de ciertos amantes,lo mismo que el amante,terminará su cita con la tierra,apagadamente,y en el momento más querido dirá adiós,y se perderá,perseguida, húmeda,entre las nubes. (Ah, si pudiera entender que el amor es una construcción de la soledad.)  Guillermo Capece                         
Noche de marzo
Autor: Guillermo Capece  447 Lecturas
+++++
 La obscuridad de la nochenos lleva a atenuaciones de la verdad. Sin embargo,también dicta el curso de lo querido. Cómo saber quién está del otro lado,bajo el signo capital,esa barranca agreste con su paja muda. Tal vez la visión de una rosano sea la rosa,sino el deseo indeleble hacia la rosa. G.C.Direc.Nac.del Derecho de autor 
 (continuación) Y Robertito contó que ese hombre hosco se comunicaba con su hija con la que estaba enemistado a través de breves esquelas que hacía colocar en la tumba de su padre. Ella las recogía algún domingo, y allí mismo las respondía. Él tenía siempre algún mandadero en quien confiaba.-Ahora el mandadero sos vos- le dijo. Y continuó: -Esta forma de comunicarse a través de un muerto lleva muchos años, y antes el mandadero fui yo. Él está al tanto de mi secreto. Más de una vez me ha visto bajar al sótano con alguien, me ha espiado entre los árboles esperando mi salida.-Aunque jamás dijo nada a nadie temo que cuando está loco divulgue el lugar de mi encuentro, y con quién me encuentro: ultimamente fue con su hija.- añadió Robertito para el asombro de su amigo.-¿La de los mensajes?-Sí. Un día fui al cementerio a colocar el mensaje que me había dado Fuego, y la vi por primera vez. Estaba llorando sobre una tumba en desorden y terminaba de levantar un mensaje. "No, le dije yo. Ése ya es viejo. Tome éste."Y vi una mujer absolutamente hermosa, indefensa. Enseguida supe que sufría, y la consolé como pude, poniéndole mi saco sobre los hombros, ofreciéndole cigarrillos. Ella dejó que yo actuara. Me pidió que yo mismo contestara aquel mensaje del que era portador porque ella no podía hacerlo.Era hermosa, tenía un cuello alto y blanco. Salimos abrazados del cementerio, y yo la invité a visitarme. Con respecto al viejo, nos cuidaríamos, lo que agregaría más agudeza a nuestros encuentros.Sergio lo miró seriamente y estalló:-¡Son una serie de locuras, es insoportable oírte! -su respiración se hacía dificultosa.Eran muchas confesiones para un solo día, y si bien el cigarrillo lo aliviaba, sentía un raro malestar en el estómago.-La locura es que no puedas entenderme, amigo -contestó Robertito algo arrepentido de las confidencias que se arremolinaban en los oídos de Sergio.  
pero yo quiero una palabra que me preservede la disolución de los párpados,que me golpee,como una flecha el sexo,que me llame y no sea apacibley me arroje como una fiestahacia el ser que amo. GuillermoO Direc. Gral. de derechos de autor  
La palabra
Autor: Guillermo Capece  667 Lecturas
borrar el signo borrar la pena. puedo tocar el deseo de tus ojos. que alguien se apiade de lo que no fuide lo que no hice.  con vino suave la caricia. debajo de mi cuerpo las garras.  la presencia  de lo pasado aún abunda en mi pecho. .....................................................................................................borrar el signo borrar la pena.  pude tocar el deseo de tus ojos. que alguien se apiade de lo que no fui,de lo que no hice. con vino suave la caricia.debajo de mi cuerpo las garras. la presencia de lo pasado aún abunda en mi pecho. 
Borrar
Autor: Guillermo Capece  372 Lecturas
Tú estás nombrándome con mi nombre de niño, ese nombre regalado alguna vez, cuando yo ignoraba el aplazamiento de las aguas para sobrevivir.Alguien canta antiguos himnos. Alguien está cantando en secretas sesiones.¿Quién llama a mi puerta para decir que no hay nadie?Hay una voz obligándome. ¿Qué pretende de mi hambre, de mi náusea, de la ficción de mí mismo?Busco una imprudencia y me obstino a vivir estos retazos,esta renuncia, este ultraje que sueña lo que es. Ahora,he venido a este lugar para sentirme inocente. 

Seguir al autor

Sigue los pasos de este autor siendo notificado de todas sus publicaciones.
Lecturas Totales257856
Textos Publicados464
Total de Comentarios recibidos2219
Visitas al perfil122803
Amigos142

Seguidores

5 Seguidores
Ana Lucia G.
victor salmeron
Marius Di Varia
Soledadg
Niain
   

Amigos

142 amigo(s)
Almudena
Abel S.
Jefferson
Johan Eduardo
solimar
maria del ...
**Leticia Salazar Alba**
Kevin Luis Zamora Araya
Eli
raymundo
Gesc
Marìa Vallejo D.-
Elvia    Gonzalez
Enrique González Matas
JALRAIN
Raquel Garita
Daih
German Karel Hanisch
Josefa f Lara  (JoPa)
Battaglia
C.S Marfull
Marcelo A
Josep Mumbrú (perfil póstumo)
ISIS Mariaangel.
roberto mendoza
aidee montserrat aguirre varela
Ana Belen Codd
Adrian Arriagada
LAHILA ARANDA
Eleonora Beecroft Bustos
jorge pechi
un sentimiento
Mariana de Jesús
Marza
Veronica Molina Diaz
Papel Mojado
Txiqui
Alizia Froyd
estefani
Guiller
Diego Iván Antiza
Elian
Samont H.
Roberto Rodríguez Falcón
MARINO SANTANA ROSARIO
ALFREDO MENDIOLA
Cristian Medel
Christian Pablo Huamani Loayza (ARDEL)
Laura María
Agustina Storni
marlyn ruiz
Senior
Dawrin Saumet
lourdes aquino
La chica del dragón tatuado
luis liriano
lorena rioseco palacios
Deborah Gomez Archetti
Michelle
José de la Cruz García Mora
Margarita da Silveira
Giovanni Hernando Rodiguez Laverde
Maximiliano Rodriguez Vecino
IIrma Esther Pavon
Siagrio Elijah
Lucy Nix
..
Robusto Sencillo
Ana Juárez Savic
Singer
Cristofer G
Nuria Pozas
Dániel Josef
Araceli Valverde
Liaazhny
Silvia Inés Mazziotti
Enrique Dintrans A:
....--....
corvux
ANA MARÍA MANCEDA
Gustavo Adolfo Baracaldo Valero
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Turmalina
Edgar Tarazona Angel
Ana Ventura
Richard Albacete
Fairy
Johel Delacroix
Micaela
Crupier
mar
Pablo Andrés Palma
Carlos Puche
Anna Feuerberg
Durazno sangrando
josé Cirano de la Cruz Salazar
Antonio Umbral
MARIANO DOROLA
alberto carranza
mario alberto
 
GuillermoO

Información de Contacto

Argentina
-
-

Amigos

Las conexiones de GuillermoO

  ALMAR
  Abell
 
  johank20
  solimar
 
  Puente de Triana
  Kevin Luis Zamora Araya
  Elithrono
  raymundo reynoso cama
 
<< Inicio < Ant. [1] 2 3 4 5 6 ... 15 Próx. > Fin >>