• Guillermo Capece
GuillermoO
-
-
  • País: Argentina
 
empujar una puerta(crèdulo yo)ahora que tu silvestre manerade oír el acecho de la lluviadeviene en rechazo a mis ofrendas  cavo al pie de un árbolgrandes nubes pobladas para que la mañana substraigaalgo de agua de mi rostro empujar una puertabuscando no sé qué designioscomo si estuviera dentro de una copa de cristalmirando infinitos abrir una puertaatesorando gestosque no se repetiránaliados a antiguas aventurassoplando tras la hierbalos secretos de frío ahora que sé que no hay nadiedetrás de la puerta yazgo como alucinado pero el alucinado no parteinvoca culpas   rebeldíassubsiste en el negado corazón,detrás de la puertasostiene quemay ama los secretos del frío     
Eras extranjero en la tierra.Tu boca bordada por otra raza de costumbres parecidas a las alucinaciones,de iguales y posibles mentiras,de charcos como estrellas breves...;porque ser de otra raza es como parir marginadamente, o resoplar la costa de los mares sin respuesta.Tu bocaera la encrucijada a la que iban a recalar los fanáticos traídos por desembarcos inútiles,los animales del viento manchados por espumas polvorientas,pero también las canciones girando por la libertad del espacio. Tu boca era yo,que sabía las l eyendas del abandono y la ira,que era todas las montañas,y las semillas abrazadas a un lugar imaginario, que soñaba con llanto de fragmentaciones y de ecos;tu boca, era yo,pidiéndote soñar ese viejo idioma desconocido,ver tu lengua para llegar a la obscuridad de un país donde todas las depredaciones eran posibles;tu boca, yo, salíamos al encuentro de nuestra noche nataldividida por un cortejo de escombros. Ahorabaila solo. Yo contemplo en mi espejo de piedra mi mano que zambulle,reuniendo escarabajos antiguos para nuestra cena,desnudos los dos como jóvenes hambrientos. Pero busca ya tu platoy tu destino. Busca tu rumbo. Nunca más tomaré mi vino junto a un sueño.      
Percibió la forma de las estrellas.Vió la cara de los astros.Un pez envuelto en dura batallahabló con él en ceremonias lujosas.Juntos decidieron la muerte de la Reina.Fueron por ella,y decretaron tres días de duelodespués de que la colgaran de un árbol del cementeriopara que estuviera cerca de la muerte.Orinaron juntos mientras reían.Luego el pez debió regresar a su río.Y a él lo acompañó un sabor a piedra.Un dolor en el cuerpo y en los dedos.Cada mañana,cuando pensaba en su madre,colgada de un árbol,muerta.         
Aventura
Autor: Guillermo Capece  400 Lecturas
Ese pájaro que en septiembre envolvía dulzura en su plumaje,el enhiesto árbol en que se cobijaba, ese trino armonioso y esas plumas azules que a cada momentoparecían alas dispuestas a volar hacia mi alma,ya no están.Serán azules todavía.Pero el trino se volvió seco.Las hojas se cayeron.Yo me cansé de preguntar.El invierno se poseyó de mí. Es una historia vieja:cantaban los niños entonces,hace millones de años;y yo admiraba ese trino envolvente cuyas notas sonaban como catedrales envueltas en caricias.El pájaro giraba alrededor de mi bolsillo roto,y las migas de pan eran las que él quería.También le daba nueces a comer,pero él deseaba las cáscaras como barquitos,para navegar lejos hasta Londres o Pekín.Y comía las flores que adornaban la mesa.Había un perro infinito que permanecía quieto junto a él.Navegaba solo en un espacio abiertoque era el cuarto donde yo yacía.Pero esto fue hace millones de años.Ahora me cansé de hacer preguntas.Y no hallé certeza alguna.Hasta dudé de que el pájaro existiera.Su trino quiza era un fantasma enrarecido. Ahora hay silencio y silencio sobre el puente que nos unía,y al que los dos, seguramente, habíamos inventado.     
                          Amé todas las pérdidas.                          Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.                                                      Antonio Gamoneda (español, contemp.) Ahora sólo vive en las cartasesos minúsculos solesque fueron alguna vezpasos en mi alma Qué haré yo con tantas cartas?cada una obtuvo su respuestapero lo que no se respondees tu olvido.     
Aquel amor
Autor: Guillermo Capece  336 Lecturas
Cuando a la medianochetu garganta se partía en rosascomo en un acto de fiebre,águilas abiertas decretaban mi extición.Yo, que amaba tu sexohacia las nubes,nunca pude atravesarmi perpetuo deseo endemoniado,que ya no está en el comienzo de tu patio redondo,ni en mi corazónsustraídode la bolsa más austral...Te recuerdo bebiéndote el aire,tapándote el almapara que los malos miedosno la destruyeran,acunándola como a una preciosa rama de estrellas.Pero nada se pudo, ni mis brazos, ni mi arrojo incesante,por tu forma lujuriosa de amar.Dejaste que el cielo te regara sus penas,y los barcos sus olas que partían.Forma de ver lo invisible:olorosa luz hecha de barro,días destinados a la nada;y más alláel campo abierto,y tú corriendo como un niño,en pos de ceremoniasque siempre siempreresultaban naufragios.     
 despuéscuando mis brazos se hayan dormidoven a mí(no ceso de escribirlo)con flores rojas a turbarme el alma  trescientos sueños comotrescientos caballos derrumbados  será cierto que así es el invierno  lo que antes fue canción y bodasahora es doblez   una enorme ciudadcayéndose  te pedí tan poco(no ceso de escribirlo)recibí delirios  muroslaberintosviolentamente laberintosun color de hienapersiguiéndomeecos de la sombra de una hienala sombra de la risa de una hienapersiguiéndome  queda el recurso de llorar ahorapero qué lágrimas poner en mis ojossino las que tú trajisteal entrar al mundo  G.C.       
después
Autor: Guillermo Capece  421 Lecturas
Naúfrago.Comido por el subsuelo de algún mar desconocido,cabalga, como un barco hundido en mi sangre,una ciudadcuyo nombre es la hermosa majestad del hechizo. Comprendo que todo se fue.De la manera gris de la aventurala luna y su blanco mérito partieron:tu íntima forma de alegría,una risa a menudo sombra. Y no salimos a habitar el aire.Las copas se llenaron de entristecidos labios,y tu voz quedó en un reino donde las siestas eran preanunciosde todos los escándalos. Desnudo,sabiendo que existe el desamparo al borde de tus párpados,viéndome a mí mismo transitar las calles enmarañadas de árboles y casas,como si sus puertas se hubieran cerrado al unísonoy sólo quedaran copias de lo que fueron...,desnudo y náufrago,trato de abrazar la necesidad de una bocay sus nocturnos ecos.Pero soy un cerrado lecho de arena donde convergen los reprochesy todos los recuerdos.  Cielo de medianoche: es inviernoy todo apresura mi duelo. G.C.  
una vez tomé ese trencantaban borrachos en la madrugadalos gatos salían de la noche y espiaban el paisajetrac-trac   trac-trac ah  si se quema el amor   si se viene la muerte con su nube tan oscura tienen los trenes la insinuación de las penasrápido ahora en ese tren viaja una lagartija blue(azul o tristeza?)y por las ventanillas el valle respira, y sabe más de los árbolesque lo que ellos dicen de sí mismos.  trac-trac   trac-trac para que el amor no se hundapara que la muerte huya musitando.  trac-trac   trac-trac. G.C. 
Tren
Autor: Guillermo Capece  541 Lecturas
     Soy el camino de mí mismo y la desolación que se abraza a su senda, y tiembla, y borra las huellas para que no lo persigan. Estoy vacío de esos animales etruscos que me regaló la partida de unos ojosgirando al viento. No puedo confiar en los sueños porque alguien les pone un asesino dentro. Me acuno cuando no me veo pues la vegüenza tiene el ropaje largo de los locos.  Hoy es domingo, y he   estado todo el día ausente. GuillermoO   Direc. Nac.del Derecho de autor   
l  empujar una puerta (crédulo yo) ahora que tu silvestre manera de oír el acecho de la lluvia deviene en rechazo a mis  ofrendas  cavo al pie de un árbol grandes nubes pobladas para que la mañana substraiga un poco de agua de mi rostro   empujar una puerta buscando no sé qué designios como si yo fuera hijo del fuego dentro de una caja de papel mirando infinitos  abrir una puerta atesorando gestos que no se repetirán aliados a antiguas aventuras soplando tras la hierba los secretos del frío    ahora sé que no hay nadie detrás de la puerta   yazgo como alucinado    pero el alucinado no parte invoca culpas    rebeldías subsiste en el negado corazón detrás de la puerta sostiene    quema y ama los secretos del frío.   Guillermo D.Nac.del derecho de autor                         
 En la intensidad del sueñoalgo se pierde.Es el último recuerdo que tuvimos del día,el entusiasmo de un magnífico instante,los grandes ojos tibios donde reflejamosnuestras dudas,quizás el triste ruego de piedadpara que la ciudad no caigasobre nosotros.El sueño mueve su hilo pendular.El recuerdo final escapa:esa vaga historia de nosotrosy de los otros,la repetida historia de la infamiay del amor;quizás la historia que hablaba de infinitos,y sólo fue un puñado de salen la laguna de unos ojos.Tantos inacabables nombres,y detrás de nuestras espaldastantas hojas caídassin otra explicación que el otoño.Tantas ignoradas estrofasque quedaron sin decir.El sueño duerme.Algo que jamás podremos recogerqueda detenido.                            Guillermo Capece
Poema XXII
Autor: Guillermo Capece  915 Lecturas
+++++
 Era previsible que José tomara todas las prendas que había dejado Manuel al partir. Tomara o se adueñara de ellas. A lo mejor las usaría, a lo mejor, no. Pero José fue al tercer día y sacó trajes, camisas, la remera rayada que tan bien lucía Manuel, las camperas casi sin estrenar, y los jean que colgaban de la percha que decía Hotel Río. José acomodó todo en una gran caja con mucha pena y algo de remordimiento. Manuel ausente, pensaba. Manuel lejos, lejos. A mucha distancia. Había sido la gran decisión de Manuel, y él no se opuso. Lo miró profundamente, eso sí, para saber si Manuel decía la verdad. Pero (recuerda ahora José mientras mira las capelladas tristes de los mocasines, mientras aparta los cinturones más bonitos, mientras arregla cuidadosamente las rayas de los pantalones en el fondo de la caja), él había permanecido callado todo el tiempo, en tanto Manuel lo azotaba con aquella vieja historia de las momias fenicias, aquellas momias que Manuel quería estudiar; con esas civilizaciones que le atronaban la sangre para lo cual había que cruzar el océano, para lo cual había que sumergirse en viejas bibliotecas, conseguir determinada cantidad de dólares y separarse de todos. Porque había que irse. Cosa de algunos meses, decía Manuel.La Universidad de Egipto publicaría su trabajo, y entonces sería todo más fácil.(Ahora José retiene entre sus manos la camisa azul, la más gastada, la que había usado Manuel la noche en que se despidieron.)Era fácil pensarlo, y también repasar el inglés con Miss Weson, aquella vieja rubia del secundario, sosteniendo absurdas conversaciones que divertían tanto a Manuel. Y el hecho apasionante de trasladarse luego a Luxor o a Karnak, y viajar después a Turín, llamado por las inmensas colecciones del Museo Egipcio, o a Berlín para admirar el perfil casi transparente de Nefertiti.Pero -y Manuel se lo había dicho en infinidad de conversaciones- lo difícil era cruzar el océano, trepar sobre las olas, temblar en mitad del mar, y sonreír como ahora con una sonrisa incierta.(Ahora José mete la mano en el bolsillo de un jean de Manuel, y saca unos papeles.)Y a la salida del cine aquella noche habían discutido: viejo, por las momias, parece mentira, dijo después Manuel; claro, por Amenofis IV, por Ramsés II, o sus descendientes. Pero estaba el mar de por medio, el miedo de por medio, y también el deseo insoslayable de José, de que Manuel interrumpiera el proyectado viaje a la solitaria Abu Simbel.(Ahora José lee la carta; la lee, mientras se olvida de apilar la ropa, mientras una percha que dice Hotel Rio se descuelga y cae al fondo del guardarropas.)Pero Manuel obstinado sabía repetir a tiempo lo que quería para sí: eso del Valle de los Reyes, de los tesoros robados a los faraones.Entonces José callaba.(Y lee que la decisión está tomada. Lee que se irá por mar. Lee que el mar lo atrae, que la obscuridad de la noche lo atrae, y que la conjunción de ambas cosas es como una insolente verdad que acaba allí, donde el horizonte se quiebra obscuramente.)Entonces José callaba, porque no tenía grandes sueños en la vida. Se contentaba con poco: una salida al cine, una comida en un restaurant, unas vacaciones en la costa, quizás un viaje a Río,y ya era feliz.(Entonces lee que la decisión estaba tomada desde hacía mucho, que en cualquier momento la obscuridad del mar lo cubriría...,y,piensa José, el cuerpo de Manuel se habría empapado de agua salada, como las lágrimas que ahora derrama; y la camisa gastada, la de aquella noche, quedaría como tremenda evidencia.)                          Guillermo Capece (año 1972)      
Cuento
Autor: Guillermo Capece  1043 Lecturas
++++
 el fallido nudo del amorme desgasta como el miedoa un hechizo de sombra Tal vez blandamente vea tu rostroentre países cavados en la tierra amanecerá algún dia sobre mis hombrosque hoy son desalientos pero ahora sólo pido que el miedo rebaje su impiedadante el sacrificiode tener que dejartepara siempre
Adiós
Autor: Guillermo Capece  394 Lecturas
Lo que me gusta de tu cuerpoes el sexo.Lo que me gusta de tu sexoes la boca.Lo que me gusta de tu bocaes la lengua.Lo que me gusta de tu lenguaes la palabra.                     Julio Cortázar   
                                                                             Recuento Ya no soy el de ayer, el tiempo pasa.Mi verso se ha tornado transparente.Por las tardes me vienen de repentebruscos deseos de volver a casa.  La pasión que ensimisma y la que abrasase alejaron de mí; ahora es la mentequien disfruta, nocturna, indiferente,con los cuerpos que el día me rechaza. No deploro el amor, que me fue ajeno;sino el deseo, que redime, inviertey modifica todo lo que toca. Escrituras, pasiones y venenofaltaron a mi vida y a mi suerte.Y el roce de una manos, y una boca.         Severo Sarduy
 Conozco un puerto en las tinieblas de mayo atravesado por la absurda tarea de vengarse del mar, cuando mayo era el amante vulnerado por el aire.(Ah, yo no existí en los álamos de ningún verano, ni en las arenas que el sol mata en su verberante mediodía.)Animales exhaustos decretaban mi extinción como una sábana que se iba perdiendo palmo a palmo en lo verde de la noche.Los barcos desbordaban en la playa y hablabas del mar como de una fatalidad. Pero el puerto persistía en las paredes de mi sellado corazón,para no despertar el lugar que ahora imagina mi conciencia en una oración que comparto con el miedo.Todos mis días acosados por lo vasto y desconocido de unos ojos ante la instantánea impiedad de los recuerdos;y mis salvajes manos provocadoras de la ira que no se resuelve con el beso que al morir nos entregan.Hay una ráfaga de nombres, fechas, mandamientos, y ya no se existir sin el cielo subterráneo que me habita.Resonantes, mis pasos, acaban por perderme.                                            Guillermo Capece
El alma entera
Autor: Guillermo Capece  302 Lecturas
+++++
 Náufrago.Comido por el subsuelo de algún mar desconocido,cabalga como barco hundido en mi sangreuna ciudad cuyo nombre es la hermosa majestad del hechizo. Comprendo que todo se fue.De la manera gris de la aventura,la luna y su obscuro mérito partieron:tu íntima forma de muchacho, una risa a menudo sombra,los últimos dulcísimos abrazos.Y no salimos a habitar el aire.Otra vez las copas se llenaron de enmudecidos labios,y tu voz quedó en un reino donde las siestas eran preanuncios de todos los escándalos.Desnudo,sabiendo que existe el desamparo al borde de tus párpados,viéndome a mí mismo transitar las calles enmarañadas de árboles y casas,como si las puertas se hubieran cerrado al unísonoy sólo quedaran copias de lo que fueron;desnudo y náufrago trato de abrazar la necesidad de una bocay sus nocturnos ecos;el denso tembladeral que me acompañame deja también sólo,y soy un cerrado lecho de arena donde convergen las fantasías y todos los reproches. Cielo de medianoche: es invierno y todo apresura mi duelo.                                                     Guillermo Capece  
Náufrago
Autor: Guillermo Capece  460 Lecturas
+++++
 relátame la noche   te pedíestoy afiebrado y sin concederme alientoperdónamevoy muriendo en voz bajaeres tú que me acosas con palabras y caosamándome   dices dices   y el vino deshojado en tu cuerpo desnudoabre memorias en mi pechoy te pide:cómo es la noche cuéntame qué parte de la vida es ésapor qué somos actorestú desnudovolverás a escuchar el zumbido de mi corazónque derrumba sus latidosen su tránsito hacia la nadatal vez tenga que soñartesin pensar que mi pielesté intacta cerremos el infiernola fiebre no deja de ofrecerme remordimientosya no creo en diosesen las preguntas de los tigresni en tu imagen de aguabañándose en el cielo violeta de algún templo adivina ahora que cae mi contornotan terrestre como tu cuerpocómo son tus manos humanas                  adivina quienes somos                Guillermo Capece 
Me oprime esta vasta espera.Habla de mi condenación y de un dominio.Del hastío por el que cursan las plantas, los licores,las gratas miradas. Y de un terror:el destello de sentirme dividido, mezclado entre cenizas;un momento pequeño en que avisoro la muerte. 
Alma,tu boca se hace luz en mi boca.Tu sonrisa se parece a un territorio que late,surcado por navíos de madera.Suena el vello suave de tus brazoscomo una canción voladora,y tus audaces deseos no son más que plegarias.Por tu sombra camina el oriente,y una azucena anunciada traza el dibujo de tu lengua.Alma. Y acaso por amartebusco un silencio olvidado.  
Alma
Autor: Guillermo Capece  344 Lecturas
Siempre habrá una gota de separación cuando la lluvia moje los árboles y el perdón esté tan lejos,como ese pájaro suicida que canta por sus ojos el poema y se pierde en la palabra vagabunda. Entonces, debajo de la piel, algo nos desangra, y es una manera de ir envejeciendo.La lluvia estará sola sin otro miedo que el de su propio espejismo, como una fogata de recuerdos que se consume sin saberlo.   G.C. 
Vaticinio
Autor: Guillermo Capece  350 Lecturas
  Sólo amándote me lleno de instinto.Con tu canto yo armo paisajes,catedrales suaves,árboles que caminan hacia algún festejo,gente sin peligro;y entonces,todos los silencios mueren.Mueren cuando tu aliento baja entre los muros fríos de mi cuarto.Y no hay más soledad.Sólo el equilibrio de tus ojos celestes. G.C. 
Sólo amándote
Autor: Guillermo Capece  515 Lecturas
Te recuerdo sembrando tu jardín, Iván,El dibujo gris de la ventanaMientras la intemperie caía sobre tus hombros.Sabes que te estiras en el olfato de los gatos;Como en secreto pides las luces.Mañana hará treinta y tres años que te llevaron con tu camisa azul.Azul, porque azules eran tus veintisiete horas de ayer,Y hoy ya no están en los parques ni en el comienzo de tu patio redondo.Y yo te escribo ahora con una piedra rabiosa,Con una promesa, la más alta,Por tu olorosa luz, por tu gorra de arena,Por tus perfectos actos cristalinos.Ya desconocido, acude a mí con algo de tu polvo,Con algo del temor y las preguntas con que te fuiste,Con toda tu llama. Después, tu puro instinto quedó entre la casa. Sólo conociéndote puedo pensar que vuelas.En duermevela, viendo pasar los días,Festejaré hasta la última gota de tus ojos. Dime callado de aquellos regresos.De tu silvestre manera de callar el piano cuando oías el acecho de aquellos pasos Que todavía escucho.Dime que te has ido para volver en rebeldía.Y en el aire suave estaré feliz de tanto abrazarte en tu camino.                               Guillermo Capece                                       
Destino de Iván
Autor: Guillermo Capece  233 Lecturas
+++++
Marzo siempre es nieve,y el espejo retrocede hasta encontrarlos fugaces trenes que vienen desde el río. Los cuerpos se atan a las cuerdas que saltan del pasado.  Una y otra vez hemos cerrado los ojosal furor de las ausencias. Debo hallar un día, una revolución, un cofreque contenga todas las noches en que fuimos capaces de ser felices. G.C. 
Siempre es nieve
Autor: Guillermo Capece  540 Lecturas
El hombre se tira desde el quinto pisoY en el cuarto siente como si una aguja se le clavara en el pechoSu rasgado traje de luna apenas lo cubreY en el tercero sus ojos se amarillean   Porque se arrepiente en el terceroSe arrepienteY le duelen los testículos y siente arcadas en el segundoPero nada de esto le es concienteGrita en su caída   nadie viene a detenerlo   qué haráSe horroriza   el miedo no le deja sentir el aire frío sobre la frenteGiraEl viaje es inacabable   no quiso hacerloY en el primero la lengua se le hunde en el paladarmientras mueve desoladamente sus brazosY cae gritando   cae como una cosaSueña que juega en el Club de la VidaSu última tarjetaY percibe   no del todo conciente-Porque un mareo lo cubreUna Mariposa lo rodeaY las patas de cien caballos hacen de su cabeza que cae un extraño tamborLa saliva sale de su boca como agua espesa-Siente   como si la quilla de un barco se le hundiera en su cuelloCuando llega a planta baja   meado en su próxima sangre   se espanta No escucha que su dolor lo despide para siempre                             Guillermo Capece
Un suicida
Autor: Guillermo Capece  680 Lecturas
+++++
Amanece. Miro mi reloj pulsera y bostezo. La noche ha sido larga y temible; trato de imaginar cómo será una noche simple, sin la desesperación de siempre. Pero es difícil, porque la angustia  se va disipando,y mezclada con un vago deseo de tu cuerpo, me indican que la mañana se acerca mucho más prolijamente que lo que señala mi reloj pulsera.Éste es uno de los instantes más difíciles: empezás a cobrar otra dimensión para mí, como si recién descubriera tu presencia, (pero tu presencia total), tu sonrisa, tus senos pequeños, tus ojos grises.A las cinco de aquella noche vos me habías ofrecido café, y entonces bebimos haciéndonos bromas que sirvieron para relajarse.Media hora después de las cinco fue la gran angustia, porque pensamos que no nos quedaba más tiempo. Vos te arrepentiste de haber gastado casi diez minutos tomando café, pero mi mirada decidida te hizo volver a confiar, y de inmediato creíste que no era yo quien te miraba, sino, más bien, un hombre recién descubierto, con sus ojos también demasiado grises.Nos apresuramos. El aliento de los dos se mezclaba, casi. Y sabías que si antes de las seis estaba todo terminado, a las seis y cuarto podías estar en la calle, y caminar despacio hasta la placita para oler el verde que siempre te recomponía en noches como ésas.Y precisamente en ciertas noches, si todo iba bien, te parecia, Julia, que el tiempo era como la angosta calle que conducía a la placita, adoquinada, cubierta de musgos. O que al revés: si las cosas iban mal,cada minuto era un cuchillo que se pegaba al latido de tu corazón.Es cierto: lo imprevisible nos excitaba; pero a vos te hacía buscar dentro de tu cuerpo con mayor cuidado preguntas, deseos, tal como si estuvieras sentada al piano próxima a interpretar esa sonata de Beethoven que siempre te parecía nueva. Con el mismo nerviosismo, con la misma agitación.Me habías contado una vez, caminando entre los árboles, a eso de las seis,(yo deseándote, cubriéndote con mis brazos), que sentías que tus cuarenta años se derrumbaban junto a la esperanza de poder estar tranquila, pues pensabas que tenías una vida por delante, como suele decirse; una vida que salvar que era la tuya: Julia dejar de correr entre pasillos de oficina y ocuparse decididamente de ella para que triunfara, para que la humilde Julia fuera alguien que pesara sobre la idiotez de los otros, sobre la poca substancia de los demás.Ese oculto orgullo, y el deseo de conquista te fatigaban, pero no te quitaban fuerzas, sino que te añadían coraje a cada acto de tu vida.Recuerdo que fuimos a tu casa, que te desnudé y comencé a besarte. Tu piel había dejado de estar tensa, y entre murmullos me dijiste "voy a dejarte", y yo pensé que no podías hacerlo, que nunca llegaría ese tiempo porque te había construído para mí, no para otros, y no podías decírmelo en ese momento, pero me hiciste comprender que lo de "dejarte" estaba relacionado con el proyecto.Al punto me senté en la cama, y pasado ese asombro, que no era el primero, sin preguntarte nada te reproché, te odié, Julia cómo podés,me acerqué a tu cuello con toda la indignación que había olvidado el amor de hacía un momento, me acerqué a tu cuello pero no para acariciarlo, te asustaste, yo también, Julia, Julia cómo podés.Y lloraste, tapándote la cara, por qué, si yo quería ver esas lágrimas de arrepentimiento; Julia estás jugando, Julia qué te pasa.¿continuara?       Guillermo Capece 
 Alma:tu boca se hace luz en mi boca.Tu sonrisa se parece a un territorio cubierto de hojas verdes.Suena el vello suave de tus brazos como una canción voladora,y tus adudaces deseos no son más que plegarias.Por tu sombra camina un potro transparente con su vestimenta de alondra,y el resplandor de una azucena presurosa traza el dibujo de tu lengua.Alma.  Y acaso por reconocertesoy un pájaro inmóvil,y nazco para dejarte olvidada. G.C. 
Alma (editado)
Autor: Guillermo Capece  535 Lecturas
 Sólo amándote me lleno de instinto.Con tu canto armo paisajes,catedrales suaves, gente sin miedo;y entonces,todos los silencios mueren.Mueren cuando tu canto viaja entre los muros de mi cuarto.Y no hay más soledad. Sólo el equilibrio de tus ojos celestes. GuillermoO Direc.Nac.del Derecho de autor   
     Desde lejos,puedo tocar el deseo en tus ojos,y creer que el amores un caminante que siempre regresa. (Si volvierascomo una gota de lluvia,como un palacio,o una tardecita apenas.)  GuillermoO Direc.Nac.del Derecho de autor   
Julia no sabía decidirse entre la terrina de quesos o el crepe relleno. Eso de entrada, pero como primer plato no estaba segura de pedir la trucha en dos salsas o el lomo con duxelle de champiniones. Después de todo, lo que más le interesaba en ese saloncito paquete, era jugar un poco y ver los colores de los platos servidos por mozos lánguidos, en uno de los cuales le pareció ver al muchacho de La Cantábrica en ese sueño que no había olvidado.-No será la primera vez que me asome a un espejo y vea las huellas de mi rostro- ironizó para sí mirándose al espejo donde también se reflejaba la figura de Sergio.Él la había invitado a almorzar para decirle ¿qué?. Si el barco se hundía -se dijo- ¿él querrá salvarlo? ¿Por qué no levantarme y dejarlo solo? ¿Para qué acepté la invitación?Sergio estaba distraído. Ella se apuró a pedir y el mozo anotó con diligencia pero con cierta rigidez. Esto la divirtió. Luego el muchacho anotó lo que Sergio le dictaba.-Me llamo Fabio- dijo el mozo- estoy a sus órdenes; que tengan un agradable almuerzo.Y, mientras el mozo se iba, ella volvió a jugar otra vez con el espejo en la pared: los ojos tristes de Julia; los labios quietos de Julia como si recién terminaran de crecer."Aquí pronto se instalará una mueca y no lo podré evitar", pensó. En el espejo se miraba las manos y el busto, pequeño pero todavía erguido."Pronto esto se terminará. Seré vieja," se dijo.Y añadió para sus adentro:"Estos juegos comienzan divertidos y terminan crueles." "¿Por qué tener esta visión partida de la vida?"Porque ella también amaba el sol que entraba, y los colores de la comida que ahora le servían, y estaba segura de que también podía amar al muchacho de chaleco negro, algo desgarbado pero de manos finas, que a cada momento quería ser cortés.Lo miró sin disimulo y él se dejó observar. Luego volvió a mirar en el espejo y lo vió reflejado sirviéndole el vino.Mientras le ofrecía el primer plato le pareció que las manos del muchacho danzaban sobre la mesa.-Me entristece el campo a la hora del crepúsculo- dijo ella antes de que Sergio le preguntara por qué lo decía.-Cuando era chica me daba miedo ir al circo- dijo sin oírlo - un caballo se volvió rabioso, ¿sabés?,y saltó de la pista a los palcos.-El caballo se volvió rabioso o loco -repitió- ¿nunca supiste de un animal loco?Él le tomó la mano e hizo un esfuerzo para escucharla pues en realidad estaba pensando que todas las mujeres tenían algo de estúpidas.Ella se levantó para ir al baño con la idea del caballo rabioso y en Sergio, tan lejano.Pasó por la pequeña salita vacía dispuesta para que los clientes jugaran al billar que le pareció de un amarillo intenso, y vió al mozo, apurado, pero atenta a ella. Julia sabía que auque él no lamirara decididamente, había despertado su interés.Cuando salió del baño lo vió otra vez, y un ardor le subió al pecho."Dios mío" -pensó- "no poder amarlo ahora sería un castigo."Al pasar por la salita de billares entró. Se ocultó en el momento que el muchacho pasaba nuevamente. Esta vez la miró. Ella lo llamó y le pidió café. Cuando regresó con el pedido la vió recostada contra la pared, y no pareció asombrarse. Estaba acostumbrado a las trangresiones de algunas clientas, y por eso fue que no le acercó el café sino que lo dejó sobre la mesa de billar y cerró el cortinado. Se quedó frente a ella. Julia vio que el cuerpo de él se recortaba frente a la luz, y lo abrazó humedeciéndole la cara con los labios. Las manos del muchacho resbalaron sobre el vestido de ella, y lo subió de a poco, mientras la llevaba hacia la mesa de billar. Comenzaron casi en silencio, con pequeños quejidos de ella, y el silencio de él.Pronto Julia sintió la sensación dentro del pecho que el caballo loco del circo repetía la escena del asalto hacia el público. Creyó que su corazón galopaba hacia la libertad.Más tarde,mientras arreglaba su maquillaje, se sintió poderosamente libre. Rápidamente busco dólares en su bolso y los dejó debajo de la tacita de café. Fabio que la observaba, rechazó el gesto.Tuvieron un breve dialogo:-Soy de Mendoza, tengo viñales, no necesito dinero- dijo el hombre ya fuera de su máscara de mozo.-¿Y por qué trabajás de mozo? -preguntó al instante Julia.-Soy el dueño del restorán, y a veces me entretengo en atender las mesas sólo para conocer mujeres como vos.Julia no supo si eso era un halago, y no respondió.-Tengo una cadena de restoranes en sociedad en Mendoza, y otro en Puerto Madero- dijo el muchacho algo desgarbado pero con cierto orgullo.-No sé qué pensarás de mí- susurró Julia.-Cuando uno hace estas cosas no piensa nada más que en el placer instantáneo -respondió seguro.Y se fue dejándole una sonrisa.Sin embargo ella sintió que esa rápida aventura no era ni mas ni menos que una mariposa detenida en mitad de su corazón, pero dispuesta a volar en cualquier momento, por ejemplo en cuanto Sergio la mirase y le indicara la comida.-Se enfrió el lomo.Ella balbuceó una disculpa dispuesta a no dejar volar esa mariposa. Iba a pasar la lengua por el interior de la copa de vino por segunda vez, cuando la orden de él la detuvo:-No hagas eso.-Eso es lo que me interesa hacer en este momento. Lo quiero hacer.-A veces parecés una chiquilina caprichosa. Mejor comete el lomo. Es un plato muy caro -y Sergio enlazó los ojos de ella con una dura mirada.-No lo quiero, está frío- protestó ella mientras apoyaba su lengua en el cristal de la copa.-Comete el lomo -repitió él.
 No veo más que a un niño callando su nombremientras la ciudad grita en lo inesperado de la noche. Cuando todos queman hojas a sus pies el niño florecedentro de la lluvia.  La locura de ser otro se agiganta cuando estoy solo.  GuilllermoOD.N. del derechno de autor       
Islas
Autor: Guillermo Capece  663 Lecturas
en el muro una despedida: "sed de amparo cada noche" pero no hay respuesta nadie escribe al lado debajo encima ni borra lo escrito en mis sueños amparo para mis huesos amparo  el arlequín ríe no comprende lo antiguo de la queja.  GuillermoO D.N.del derecho de autor     
En el muro
Autor: Guillermo Capece  654 Lecturas
                 Vivo embarcádome entre lobos.              Mi rostro copiado me acecha.              Yo fui el que corrió sin remedio traficando despojos.              Dos minutos de cielo solamente.              Lo demás fue un pan zurcido para que alcanzara.                           Guillermo Capece                                  (de "Tabla de salvación")
Sin titulo
Autor: Guillermo Capece  605 Lecturas
              desnudo sabe  a malva               los días pasan por sus ojos cuando mira el mar               deja que el viento le cubra como una sonrisa               en un juego armonioso mis manos serenas y libres               recorren su rostro              y lo toman como un vino sexual               su cuello y mi boca              llanto para mañana   no va a estar              no va a estar              pido que no necesite untar con celos su cuerpo             en el preludio de la tarde porque mañana            no va a estar                                             Guillermo Capece
Es otoño, y el malentendido entre las luces subsiste.Los montones de ramas esperan en un rincón del jardín. ¿A qué acallar las voces de lobos dispuestas al despojo?A pesar de todo el verde del jardín los atrae. En cada hombre existe la incuria pero tambiénla fuerza que adelanta. En mí, el desequilibrio se extiende como el de las bestiasbuscando comida entre las piedras.Porque yo también soy lobo,en la belleza del deseoy el temor del vértigo a la sangre.                                                                                      Guillermo Capece 
Lobos
Autor: Guillermo Capece  1091 Lecturas
+++++
                                Para Tito y AgnessaLlueve lentamente.Cerca de un árbol le muestro un pájaro caído.-¿Está muerto?- me preguntas.-No lo sé; quizás esté quieto tramando un suicidio. Cuando despierte algo hará.-Hola, pájaro- dice apenas.Alejandro tiene los ojos borrados por la miel. Seguimos caminando.Yo aprieto su mano.-Papá... ¿voy a ver el pájaro alguna vez?                          Guillermo Capece
 nueve círculos leen nombressobre el murorecompongo mi traje blanquecinode a poco monedas doradas se obscureceny vuelan a cumplir su finmuy quieto observola enramada luzmiro la lluvia que me siguey me doy por muertome confundo en hojas de la nochey soy Juan   el sucio   con sus manos llagadasy también la cantante locaque en la plaza se aplaudesoy todosy también yoque llevo hacia tí mi pensamiento:si volvieras como una gota de lluviacomo un palacio   o una tardecita apenas 
Ven
Autor: Guillermo Capece  501 Lecturas
+++++
si en el azar la lunano te mirani te ama con sus suaves recuerdosni del devenir te hablano te intimidesentonces transfórmateahoraantes de volver a casa haz algoantes que morircruza el cielosal afuera de los pedazos de lluvianada es livianoperoes ciertotus miradas regresanen legados   inscripcionesen bellos rostros pasadostoma aquello para subsistiry no ésto que somos apenasoh viejas calles del almahondísimas tus caricias vuelveny aunque tu frentevaya cubriéndose de batallas y planetasacúdete   deja que la aventura te lleve consigodeja los rifles tormentosos   acúdetemientras la mañana(suma de profundas lecciones)regrese   casi perfecta                                                                              Guillermo Capece
Me digo
Autor: Guillermo Capece  696 Lecturas
 Vivo sin saber que la noche se ausenta cada vez que me invade como a un mar obligado en busca de su orilla.  De los nardos, de lo más pesado de la memoria, de las australes sombras, hasta la parte más indefensa de mi corazón, la noche, con sus cruzas de aguas silvestres, levantó el verano, y fue polvo, fascinación de un rito inacabado y antiguo.   Pienso en su encierro hasta que el alba regresa, en su impiedad con los hombres que mueren cuando refleja su reino entre múltiples estrellas, en sus ojos desbaratando mis ojos como dos grandes líneas de fuga.   Ahora, ella baja nocturnamente, y me condena a jugadas tercamente hechas, a un final impredecible. 

Seguir al autor

Sigue los pasos de este autor siendo notificado de todas sus publicaciones.
Lecturas Totales256904
Textos Publicados464
Total de Comentarios recibidos2219
Visitas al perfil122191
Amigos142

Seguidores

5 Seguidores
Ana Lucia G.
victor salmeron
Marius Di Varia
Soledadg
Niain
   

Amigos

142 amigo(s)
Almudena
Abel S.
Jefferson
Johan Eduardo
solimar
maria del ...
**Leticia Salazar Alba**
Kevin Luis Zamora Araya
Eli
raymundo
Gesc
Marìa Vallejo D.-
Elvia    Gonzalez
Enrique González Matas
JALRAIN
Raquel Garita
Daih
German Karel Hanisch
Josefa f Lara  (JoPa)
Battaglia
C.S Marfull
Marcelo A
Josep Mumbrú (perfil póstumo)
ISIS Mariaangel.
roberto mendoza
aidee montserrat aguirre varela
Ana Belen Codd
Adrian Arriagada
LAHILA ARANDA
Eleonora Beecroft Bustos
jorge pechi
un sentimiento
Mariana de Jesús
Marza
Veronica Molina Diaz
Papel Mojado
Txiqui
Alizia Froyd
estefani
Guiller
Diego Iván Antiza
Elian
Samont H.
Roberto Rodríguez Falcón
MARINO SANTANA ROSARIO
ALFREDO MENDIOLA
Cristian Medel
Christian Pablo Huamani Loayza (ARDEL)
Laura María
Agustina Storni
marlyn ruiz
Senior
Dawrin Saumet
lourdes aquino
La chica del dragón tatuado
luis liriano
lorena rioseco palacios
Deborah Gomez Archetti
Michelle
José de la Cruz García Mora
Margarita da Silveira
Giovanni Hernando Rodiguez Laverde
Maximiliano Rodriguez Vecino
IIrma Esther Pavon
Siagrio Elijah
Lucy Nix
..
Robusto Sencillo
Ana Juárez Savic
Singer
Cristofer G
Nuria Pozas
Dániel Josef
Araceli Valverde
Liaazhny
Silvia Inés Mazziotti
Enrique Dintrans A:
....--....
corvux
ANA MARÍA MANCEDA
Gustavo Adolfo Baracaldo Valero
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Turmalina
Edgar Tarazona Angel
Ana Ventura
Richard Albacete
Fairy
Johel Delacroix
Micaela
Crupier
mar
Pablo Andrés Palma
Carlos Puche
Anna Feuerberg
Durazno sangrando
josé Cirano de la Cruz Salazar
Antonio Umbral
MARIANO DOROLA
alberto carranza
mario alberto
 
GuillermoO

Información de Contacto

Argentina
-
-

Amigos

Las conexiones de GuillermoO

  ALMAR
  Abell
 
  johank20
  solimar
 
  Puente de Triana
  Kevin Luis Zamora Araya
  Elithrono
  raymundo reynoso cama
 
<< Inicio < Ant. [1] 2 3 4 5 6 ... 15 Próx. > Fin >>