• Esteban Valenzuela Harrington
Esteban
-
  • País: Chile
 
Estaban dos hormigas conversando animadamente sentadas en el platillo de una taza de Restaurante. Una de ellas le decía que para que los sueños se hagan realidad sólo había que desearlo fervorosamente, mientras la otra la miraba incrédula. Estaban tan entusiasmadas conversando que no se dieron cuenta cuando fueron llevadas a una mesa del local. En esos momentos la conversación estaba acaloradisima de parte de la hormiga que quería convencerla de que se podía. Como no llegaban a ninguna parte con la postura de ambas, se separaron. La hormiga incrédula caminaba por el platillo, pensando para sí - ¡como sí fuera tan fácil!, entonces se dijo haber si es verdad quiero que en adelante la vida me sea muy dulce. En esos momentos la joven que había pedido un té, dejó caer un grano de azúcar en el platillo, bloqueando el camino a la hormiguita. Esta admirada mirada la enorme roca dulce que tenía frente a ella, y que había llegado justo cuando había terminado de pedir su deseo. Desorientada miró a todas partes. No podía creer aquello que veía. Tampoco se atrevía a disfrutar del dulce nácar. Empezó a dar vueltas de un lado para otro en el platillo, hasta que un dedo vino y la aplastó.  Moraleja " quien no cree de verdad en los sueños, perecerá en el intento" 
Mamá siempre fue así, cualquier cosa podía faltar en casa, pero los cumpleaños, aniversarios, fiestas y navidades, se tenían que celebrar. Parece que estos trece años que estoy en el extranjero, no cambiaron nada las cosas en casa. Como detesto las fiestas familiares, mi padre con su único tema de la fábrica, aquella que no acepté y que tanto nos distanció, más cuando decidí irme a Venezuela ha estudiar cine. ¿Cine? Sí papá, cine ¡Pero te vas a morir de hambre estudiando esa carrera! ¿Por qué no te quedas a cargo de la fábrica y luego puedes estudiar cine como hobbie? Ese es el tema, que para mí es más que eso. ¿Y por qué en Venezuela, acaso no puedes estudiar acá en Chile? Papá, postulé a una beca especial entre cientos, y créeme los seleccionados fueron todos extranjeros, lo que te indica que el interés por estudiar cine en Venezuela es muy grande, ellos están mucho más industrializados y en el fondo por la cercanía reciben indirectamente la influencia del mercado americano, además las posibilidades para luego irme a los Ángeles a hacer algún postgrado son mucho mayores desde allá. Tú siempre con tus cosas, y todo para llevarme la contra, igual que tu madre…Estará mi hermana con su complejo de coneja (acaba de dar a luz a su séptimo hijo) empezará con su sermón ¿Que aún no piensas sentar cabeza? y allá en Venezuela ¿No tendrás una noviecita que no nos quieres presentar…? y tendré que contestarle como siempre que el tema del matrimonio y la paternidad no va conmigo, mientras su marido me mirará con esa sonrisita estúpida y comentará con ese tono pastoso que le caracteriza, calma cariño, tú sabes que a tu hermano no le gustan los niños y entonces le devolveré una sonrisa zonza agradeciendo su intervención, mientras mi hermana reprochará con su mirada mi actitud. Acto seguido, se abrirá la blusa y dará pecho al recién nacido, sin cubrirse el enorme busto que con el correr de los años y los continuos lactantes, ya parecen unas ubres monstruosas. Que decir de la hermanita menor, de seguro estará con “un nuevo compañero” quizás algún dirigente político de izquierda perseguido por extremista, o quizás un pacifista del Green Peace que se encuentra reuniendo fondos para defender las ballenas en el sur, o tal vez, un DJ cincuentón con un futuro prominente en Suecia que se la quiere llevar, mientras ella estudia por enésima vez arte, teatro o danza contemporánea con el gentil auspicio de mis padres. Y para rematar el cuadro familiar, estará mi madre que dirá ¡Hijo si estás tan delgado! de seguro no estás comiendo bien, y ese pelo tan largo; se nota que no tiene quien lo cuide, hay que ver como estás vestido…yo a tu edad - agregará papá- y comenzará a relatar la historia de los inicios de la fábrica que crearon con el abuelo. ¡Las mismas conversaciones, las mismas preguntas, las mismas respuestas…!mi hermana tratará de contar las gracias de su última criatura preocupada en captar la atención de todos, mientras la guagua lo más probable que vomite leche cortada sobre su hombro de tanto levantarlo como un trofeo, o libere sus esfínteres dejando una estela espantosa liberándonos por unos instantes de los osos mamones y mamá que correrá en su auxilio. Entonces la batuta la tomará mi padre, que se ensalzará con un popurrí de preguntas a los comensales, todos tensos y pendientes de que no empiece ha hostigarme con el tema del cine o que yo me salga de mis casillas con alguno de sus comentarios insidiosos. Y si nada pasa, después de entregar los regalos comenzarán a pelearse para que me quede en una u otra casa, mientras yo estaré esperando cualquier escusa para disculparme y tomar el auto de vuelta al aeropuerto lo antes posible.   *********
Su fino traje disfrazaba su realidad. Se quedó sentado, esperando que todo el mundo se retirara del lugar. Una pareja de enamorados fueron los últimos en irse. Espero un instante, abrió el bolso y sacó una frazada para cubrirse. Miró el cielo como rogando que no fuese a helar demasiado y se recostó sobre la banca de la plaza.  
La mañana me encontró en tu habitación, fue la pasión la que me emborrachó, me vestí en silencio, arrepentido de haber caído otra vez. Tú preparabas el desayuno. Te dije que estaba apurado, que debía irme. Te mentí, como antes me había mentido a mí. En realidad, no sé si te mentí de nuevo, después de todo, esto nació de una mentira.
Dos cajas de leche conversaban en la góndola del supermercado. Una de ellas era tremendamente presuntuosa y le comentaba a la otra que estaba contenta con estar en un local del barrio alto, al menos iba a ser bebida por gente de bien. La otra en tanto, no le prestaba atención a tan simples conjeturas. Vino una mujer las tomó a las dos y las echó al carro. Cuando ingresó a la cocina la mujer tomó una y se la regaló a su nana. Esta última la guardo en su cartera, y en la tarde salió de regreso a casa, viajó en un bus y llegó a una población donde en una mediagua estaba su madre cuidando a su hija recién nacida. Calentó al fuego un poco de leche y se la dio, ella y su nenita durmieron contentas. La otra fue abierta al día siguiente para el almuerzo. La cajita presuntuosa esperaba lucir su sabor en tan refinados paladares, pero fue utilizaba para hacer puré. Al cabo de una semana, se descompuso y fue tirada. La metieron en una bolsa negra, y luego lanzada al interior de un camión recolector. Cuando fue descargada entre una cantidad enorme de basura, rodó hasta quedar al lado justamente de la otra cajita. Esta última sonriente –le dijo- mira donde nos vinimos a encontrar.
Dos monedas en el bolsillo, me separan de la decencia. Busco entre los chóferes aquel que tenga la bondad en su rostro, para rogarle me ayude a llegar a casa. Gasté mis últimos recursos en la búsqueda de trabajo y me voy sin una respuesta. Me esperan mis retoños, seguramente ávidos de hambre y siento en mi estómago los golpes de la cesantía. Una señora me mira inquieta, llevo mucho tiempo en el paradero y ya parezco sospechoso; la entiendo, las cosas están difíciles hoy en día. ¿Tan malo será mi aspecto? Y pensar que hasta unos meses atrás era persona.   Unos muchachos lo empujaron, para subir a una micro que estaba detenida. Cuando ésta partió, no sólo llevaba a los jóvenes, sino también, lo último de dignidad que le quedaba a aquel hombre.  
No quería despertarla, más aún en el estado en que se encontraba. Con el pulso débil, trataba de ser lo más discreto probando las llaves; pero por más empeño que ponía, no lograba insertarlas en la chapa del departamento.   Molestó comenzó a forzarlas. De pronto al interior se encendió la luz, le vieron por el ojo de la puerta y no le abrieron. Callado se retiro, bajó las escaleras un piso, otra vez se había equivocado. 
En la penumbra de su habitación tomó el sobre aún inseguro de abrirlo, pues, las noticias que ahí venían podrían cambiar el curso de su vida. Rasgó lentamente la parte superior y sacó la esquela pulcramente doblada. Mordía sus labios nerviosamente. Las temblorosas manos dejaron caer la misiva sobre la mesa. La angustia trepaba desde su vientre como un hervor que le quemaba hasta la garganta. La presión se acumulaba en su cabeza que a esa altura de la noche se hallaba abombada, manteniéndolo en un estado totalmente obnubilado. Se dejó caer apesadumbrado en el único sillón que tenía, al tiempo que se tomaba el pelo en forma descontrolada, asustado preso de la incertidumbre observaba de reojo el papel  dispuesto sobre la mesa. De pronto, intempestivamente se levantó con los ojos fijos en el documento como si quisiera adivinar el contenido sin leerlo, sudaba, la presión en sus sienes se hacía irresistible. Dubitativo, se arrojó esta vez sobre la cama. Pensó en dormir y verla con más calma temprano en la mañana, después de todo, las noticias no cambiarían. Había luchado tanto por conseguir aquello, que consideraba incluso merecerlo sólo por el mérito de sus sacrificios y esfuerzos. No soportaba que ahora, cuando todo indicaba que ya las cosas habían llegado a su punto crítico, debía seguir tolerando el peso del destino. Acaso aquel no estaba conforme con haberse ensañado ya bastante, aún a pesar de todo, lo seguía atormentando, ahora con aquella miserable hoja de papel. Lo imaginaba vestido de colores oscuros, echado sobre el sillón disfrutando de un buen puro, dibujando figuras con bocanadas de humo y manteniendo esa sonrisa socarrona en su rostro fatídico ¡Como le odiaba! anhelaba tenerlo entre sus manos y golpearle hasta no tener más fuerzas, anhelaba reventarle el rostro con sus puños, borrar esa expresión tan desgraciada que lo caracterizaba, sentir como sus golpes le hicieran saltar sus dientes y ver su boca chorrear la sangre bañando su cara deforme tras la golpiza. Si, deseaba sentir que al menos una vez en su vida lograba vencerle. Desde que supo de su existencia siendo niño, comenzó a odiarle, sus padres le hablaban de él como el más fiel escribiente de Dios, cuya misión era la de sentenciar las vidas de cada uno de los hombres en la tierra, incluso antes de nacer. De algún modo sus tíos y abuelos insistían cuando le comentaban que su voz estaba presente en las santas escrituras. Se resistía y le maldecía desde lo más profundo de su alma juvenil, ¿por qué debe controlar mi vida? gritaba iracundo ¿por qué no puedo decidir si quiero hacer esto o aquello? ¡Qué mierda me importa, el famoso destino!, ¡Lo odio, sí, lo odio, y no me canso de maldecirlo! ¡Quiero tener la libertad de hacer las cosas bien o mal, pero a mí manera, déjenme ser libre! –reclamaba airado, ¡No quiero que me digan que si me equivoco o fracaso se debe a lo que el destino quería para mí! ¿Qué es entonces el libre albedrío? les pregunto y no responden, levantan los hombros y callan, mientras el maldito destino, no viene a enfrentarme hombre a hombre, solía decirles a los mayores en sus enconadas discusiones. Consciente que tal vez su tormento se debía precisamente a su constante bregar en vez de rendirse a él, en un arrebato tomó el papel y lo arrugó lanzándolo lejos. Golpeó la mesa con sus puños hasta que los mismos sintiéronse flagelados por la impotencia. Llevó ambas manos a su rostro y con los ojos cerrados las deslizó por su faz buscando en ese acto la paz que tanto necesitaba encontrar. Entendía que quizás había cifrado demasiadas esperanzas en aquella respuesta, pero después de la conversación con Muriel que insistía (convencida en su celo religioso) que sólo le quedaba aceptar lo que el destino le deparaba, terminó por sacarlo de quicio. Nuevamente e intrínsecamente el destino se hacía presente ante él sin darle la cara, refregándole sarcásticamente ser dueño de la verdad absoluta, no existiendo la posibilidad de otra más que aquella que estaba dispuesto a concederle. Ofuscado ante esta clarividencia, encendió un cigarro, tomó su chaqueta y salió sin rumbo.   Dos días más tarde, la mujer entre las pertenencias, les entregó la carta arrugada. La madre luego de leerla no podía entender como entonces pudo quitarse la vida. *****

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