Escucho en un programa de la radio sin prestar mucha atención, mientras guardo la plancha que acaba de cumplir con su cometido, que el futuro hijo de los duques de Cambridge que nacerá en julio ya tiene cuna. Es el modelo Classic Cot Bet. El subconsciente se pone a recapitular lo escuchado y, echando la mente a trabajar, me digo: 'Anda, mira por dónde el “principito” nacerá en el mismo mes que mi nieto'. Luego, como abuela que espera que su “retoño” encuentre un mundo donde la decencia esté por encima de cualquier otra exigencia, empiezo a hacerme las preguntas de: ¿Por qué a mi nieto el día de mañana, tras años de estudios y preparación, para conseguir un trabajo se le exigirá que demuestre su valía y, sin embargo, a esta otra persona ya sea inteligente, mediocre, hábil, torpe, sabio, ignorante, va a tener el futuro asegurado de por vida por el hecho de haber nacido en un palacio?'.
Dicen también en la radio que la cuna es de la marca inglesa Silver Croos. Me imagino que de lo más exclusivo. Seguramente irá vestido con los mejores encajes de Venecia, bordados de la Maison Lesage y las telas más finas del mercado. Pero… ¡Ay, principito!, esos bordados que llevará tu ajuar, hechos sin duda con los mejores y más caros hilos y por las personas más especializadas, no se podrán comparar con las que llevará mi nieto el día en que abra sus ojos a la vida. Por que esas manos tan expertas que trabajarán para ti, serán sólo eso: “manos expertas”, a las que les faltará a la hora de confeccionar tu ropita el calor, el mimo, el cariño, la ternura y todo el amor que yo emplearé en cada prenda, cada adorno, cada puntada que dé en las labores que realice para mi nieto. Prendas que irán impregnadas de canciones que iré inventando para cantarle cuando lo envuelva con ellas; de cuentos que me iré imaginando para cuando, ya un poco crecidito, los requiera al irse a dormir; de proyectos; de sueños que fragüé para él… ¡Qué le vamos a hacer “principito”! Lo siento. Como ves… no se puede tener todo.