Tu das el sí frente al altar mientras yo reprimo las ganas de llorar y es que saber que ella te hará feliz no me consuela ni aminora el dolor de verte a diez kilómetros más lejos de mi corazón, ni disminuye el ardor de mi piel que comienza a sentir el frió que tu ausencia comienza a dejar.


Y se que con ella seras feliz, mucha más quizás de lo que hubieras podido ser escogiendome a mí.


Estoy llorando por ti y por mí por lo que me hubiera gustado que pudiera ser y lloro por mí por que se que estarás bien sin mí. Porque ella te ama y te hará inmensamente feliz, ella te abrazara por las noches y las mañanas mientras besa tu piel, mientras yo aquí aumento mi distancia a cien kilómetros de tu piel.


Intento reprimir las lágrimas que cubren tu figura en frente de mí y cuando alguien mas me abraza le digo que es de emoción, de pura felicidad.


Todo termina y la hora de felicitarlos para mí se vuelve la llama que a mi alma va a incendiar, mientras tu me dices “amiga” otros diez kilómetros vuelo lejos de ti acurrucando los sueños que soy incapaz de cumplir, esos donde los dos tomados de la mano íbamos a construir.


La música de su primer vals, la hora del brindis y el momento en que los dos juntos van a partir pasan entre el eco de mis pensamientos y las lágrimas que he logrado tragar, esas que queman la garganta y sufren la presión de una sonrisa que lejos esta de ser de felicidad.


Y es que no hay nadie a quien culpar, nada que podamos recriminar.


Cuando yo llegue ya eran ustedes dos, y yo solo alguien que llegue a complementar la falta de una inigualable amistad, y eso para mí es algo que jamas voy a dejar de apreciar algo que por más lejos mande a mi corazón mi alma va a reprochar.


El último beso antes de por fin marchar y creo que hasta el polo norte he logrado llegar.