En el inconmensurable universo de Morfeo, mi piel, mi sombra, mi esencia se hallaban níveas cual albo cristal... estaba muerta... pero caminaba entre los vivos como si no lo hubiese estado... 

No podía ver los colores del mundo, no podía percibir las fragancias del ambiente, no podía deleitarme con los sabores, ni podía respirar... no sentía hambre, ni sed, ni sueño... no sentía absolutamente nada... 

De repente, como un sutil destello, apareció la silueta de un hombre... Le observé con recelo... era un perfecto extraño caminando en la lejanía...

Entonces clavó su mirada en la mía... y acercóse lentamente esbozando una gentil sonrisa en su semblante...

Posó su mano en mi pecho... y de pronto... los colores volvieron a mis ojos... mi respirar se aceleró jubiloso y mi corazón latió de nuevo...

Sólo bastó tenerlo cerca, y sentir su cálida piel, para despertar de mi gris y cruel letargo...

¿Quién sois, Príncipe de ojos color miel y sonrisa amable?...

¿Por qué así, envuelto entre el manto de mi fantasía y mi imaginación, te habéis presentado, infiltrándote en mis deseos?...

¿Acaso habéis venido a atormentar mis sueños... o a endulzar mis pesadillas?...

Una voz escuché a lo lejos... una voz pronunciando tu nombre...

Joseph... así te llamas... mas no sé quién sois...

Joseph... tu dulce gesto no abandona mi pensamiento...

Joseph... ¿habrás de ser real... o sois tan sólo un producto de mi locura?...

Joseph... Joseph... Joseph...

Lástima que hayas sido sólo un sueño...