Todos tenemos miedo, y no hablo de fobias. Hay muchos tipos de miedo, pero todos ellos convergen en que nos suponen una limitación, una frontera, pues son un grueso muro a veces transparente, a veces oscuro, pero siempre difícil de franquear.
Hay miedos tan interiorizados en nosotros, que condicionan nuestra conducta, pero nosotros no sabemos que están ahí.
Así pues, el miedo nos limita y condiciona nuestra actitud y muchas de nuestras decisiones, aunque pueda darse el caso de que no seamos conscientes de ello.
Habiendo razonado esto, creo que no supone aventurarse demasiado insinuar que si ciertas fuerzas o poderes con influencia a nivel social o incluso global desearan mantener un rígido control sobre las personas pero sin suscitar ningún pensamiento de opresión o de rebelión para llevar a cabo sus intereses particulares, el uso del miedo como herramienta para ejecutar ese control resultaría idóneo. Y no dudarían en ponerlo en marcha mediante los medios de masas, de forma indirecta, y de forma directa a través del monopolio del Estado por excelencia: la violencia. En forma de brutal represión policial.