Sentados en una banca, bajo un sol a punto de fenecer se encuentran los dos, con una triste estatua de Fray Andrés de Olmos como testigo, y detrás suyo el inicio del puente Tampico. Ambos visten ropa deportiva, han caminado mucho y están cansados, sentados con las piernas cruzadas observan el horizonte del lado opuesto del atardecer, como si quisieran que no llegara ese momento en que se da la noche. Él se lamenta, ella está perdida en sus pensamientos. Él le pasa el brazo por encima de la espalda, con un gesto de amistad y altruismo para un tercer observador, pero para nuestro amigo se trata del gesto de amor más grande que en su corta vida de adolescente ha hecho.


-No pienses en él- le dice con tono suave, afectuoso, aunque para él se trate de una forma de organizar su vida y conseguirla a ella. -Es que no puedo, no es el súper chavo pero lo quiero mucho- dijo ella con tono de lamento. - Pues tú no eres la súper chava, pero mira como estoy por ti- pensó nuestro hombre en potencia, desde luego lo pensó ni como imaginar que lo pudiese llegar a decir, todavía no, será mejor esperar el momento correcto. -Es que él no me apoya, se burla de mi problema con el alcohol- si estimado lector, una adolescente lamentándose como un adulto sobre su problema etílico. Entonces ella quebró en llanto, su tez blanca empezó a transmutarse en rosa, un rosa pálido, bello pero también doloroso para su mejor amigo. Entonces él la abraza, y también llorando le dice:


Puede que no sea la mejor persona del mundo, que hasta el día de hoy mi mayor logro académico haya sido un 70 en álgebra, que lo más lindo que me hayan dicho ha sido "eres buena onda" o que me puedo sentir dueño del mundo con cincuenta pesos en el bolsillo. Pero sí te quiero asegurar que siempre que llores estaré ahí por ti, que espero y se repongan las cosas con tu novio porque mereces lo mejor de este mundo y si para ti es él, adelante, fúndete con él y llévalo todo hasta el final. Que si bien te merece, comprenderá lo mucho que vales. Por mi parte te prometo ser el bastón en tu camino y la sombrilla que te proteja tanto del sol como de la lluvia, de aquí hasta el fin de mis días porque yo...


¿Porque yo que? Preguntó ella con un tono que rayaba entre la esperanza y el desespero. Porque yo soy tu mejor amigo y entonces lloró y la abrazó por completo, sentados, el uno junto al otro, abrazados con el atardecer por consumarse y la figura con su imponente aire de clérigo, solemne, desinteresada.

F. J. R. Blanco.