Del Gnesis
Publicado en Mar 05, 2013
Tamar, una muchachita vivaz y decidida fue dada en matrimonio a Er, primogénito de Judá, hijo de Jacob.
Er, joven taimado y pendenciero, siguió con su vida alocada y en una de sus correrías, la muerte lo sorprendió sin dejar heredero. De acuerdo a la ley de levirato, Judá, dio a la viuda Tamar, a su segundo hijo Onán. Este, sabiendo que por la ley mosaica, los hijos que engendrara en Tamar, no serían suyos sino del hermano muerto, decidió, no consumar el matrimonio y dejó su simiente caer y perderse en la tierra. Por ese acto, Dios le castigó con la muerte. Otra vez, viuda y sin descendencia, Tamar, esperó que Judá, le diera a su tercer hijo, Selá. Temeroso de que corriera igual suerte que los otros, dejó pasar el tiempo, poniendo de excusa la juventud del mismo. Tamar, desesperaba de conseguir a su joven cuñado y pasar el resto de su vida sola. Mujer decidida y de armas tomar, se vistió como ramera y sedujo a su suegro, reciente viudo que no pudo pagar sus favores y consiguió que le dejara en prenda, su sello y su bastón. Volvió Judá llevando el cabrito ofrecido pero no encontró a la prostituta y nadie pudo darle noticias de ella. Meses después, llegaron a sus oídos rumores de que Tamar estaba preñada. Colérico, ordenó quemarla viva por adulterio. Iban a proceder contra la joven, cuando ella, mostró el sello y el bastón de Judá como pruebas de que era él quien la había poseído. El contundente testimonio, convenció a Judá que no tuvo más remedio que perdonarla. De ese encuentro, que no volvió a repetirse, nacieron los gemelos Faré y Zara.
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