10.35 am. Mi cerebro aún no despierta y casi no he dormido. Inesperadamente me atacan. Me inyectan una serie de visiones provenientes del pasado. Imposible defenderme. Estoy exhausto y mi vida se divierte estrellándose contra mis ojos. Mis ojos de atrás. 

La Mierda. Mi pasado: se me dibuja el caótico baile de una luciérnaga enfermiza, trazando inconsistencias en medio de una noche de humedad. Pienso. ¿En dónde estoy parado? Mi presente: el bruto hálito de algún animal salvaje, herido en medio de una anónima mañana fría, sobre alguna colina infernal. Vislumbro un cigarrillo. Por delante: ser una de esas sombras lánguidas que se dibujan al atardecer, destinada a morir con la llegada de la noche.