Que te agarre qu, que te bese dnde?
Publicado en Feb 01, 2013
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Leyendo el libro “Arrebatos carnales” primer volumen de Francisco Martín Moreno me encontraba sumergida en la historia de Carlota y Maximiliano  y sus secretos de alcoba entonces la frase saltó como una rana traviesa ante mis ojos “que te toque qué Maximiliano… ¡estás loco! “ Seguí leyendo pero mi imaginación lúbrica y a veces impúdica, he de reconocerlo,  ya no me dejó en paz y me puse a hacer llamadas telefónicas a mis queridas y escasas amistades como a eso de las dos de la mañana.
—Mi querido  avestruz perdona que te moleste a estas horas pero necesito saber qué piensas del sexo oral, anal o del sado.
—¡No manches me llamas en plena madrugada para preguntarme esas pendejadas! estaba bien jetón.
—Ya sé pero es que necesito saber desesperadamente si te gusta el beso negro, o el del payaso o la rusa o te han hecho un bañito de oro alguna vez.
Del otro lado de la bocina mi amiguito del alma soltó una risa jocosa, profunda y bastante larga, trataba de hablar pero no podía pues el aire se le atoraba y otra vez volvía a carcajearse. Yo también estaba muy divertida pero tenía la duda si se reía de regodeo o de nervios y es que a decir verdad hablar de estas cosas es motivo para la chacota pero casi siempre es por la incomodidad de revelar nuestros secretos eso que sucede al cerrar la puerta y que solamente los dos o cuatro o diez o veinte que participan en el acto sexual saben.
Finalmente mi amigo me pidió tiempo para pensarlo y prometió mandarme una respuesta por mail en cuanto tuviera un rato libre, como ya no pude conciliar el sueño preferí hacer un repaso mental de algunas situaciones donde el sexo se convirtió en un divertido tabú:
Estábamos en la mesa de trabajo en la oficina cuando vimos salir a la secretaria del chiquito bombón que es el jefe de todos, se iba limpiando la boca y alguien a bocajarro dijo:
—Esta vieja se acaba de bajar a los chescos con el jefe
—¿Se acaba de qué?- preguntó Virginia quien en el nombre lleva reflejada toda su personalidad.
En mi papel de erudita salvaje intervine y le expliqué que esa frase se refería a hacer el sexo oral.
—¿Me estás hablando de poner la boca en la cosa del hombre? ¡Ay no qué asco, yo jamás haría eso con mi marido! 
Me queda claro que jamás ha hecho eso ni muchas otras cosas con su esposo, para eso él tiene a Dora del área de ventas otra que en el nombre lleva la gracia.
El mismo que dijo lo de los chescos volvió a irrumpir el inmaculado silencio con una procaz pregunta:
—¿A poco ninguna de ustedes le ha besado lo oscurito a sus maridos?
Virginia intentó salir de la habitación profundamente irritada, pero no pudo pues estaban encerando el pasillo, así que tuvo que quedarse con su enojo por la pregunta invasora, las tres restantes comenzamos a reír como idiotas, y al unísono dijimos que sí.
—Y no sólo eso flaco yo he hecho de todo con él y en todas partes- ya animada contó Maricela- la primera vez que acabamos con un bañito de oro fue en casa de la mamá de Esteban justo sobre la tapa del retrete, era tal el charco que tuvimos que limpiar con la piyama de franela de él  y luego la tiramos por la ventana del baño y para mala suerte se atoró en el nogal que tiene la señora en su huerto. Al otro día no sabíamos cómo explicar qué hacía la camisola de rayitas colgada de una rama y oliendo a puros meados.
—¿Entonces te orinaste Maricela?, espetó Virginia sonrojada.
—Pues sino explícame ¿de qué otra forma se puede tener un baño de oro después del orgasmo?
—Yo ni siquiera sabía que esas cosas existen.
Tratando de suavizar la frecuente tensión que constante se produce entre Virginia y Maricela, por el oposición natural de sus personalidades, el flaco entrometido nos platicó con el mismo desenfado que a él le encantaba hacer el beso del payaso y que entre más fuerte es el olor de la secreción sanguinolenta más crece su excitación. Le preguntamos si no tenía temor a una infección pero nos contestó con algo que cualquier mujer deberíamos saber que la sangre menstrual es el ambiente más limpio y estéril que puede haber porque una de sus funciones es  preparar el terreno para una posible fecundación del óvulo.
—Aún así y sólo por precaución me unto la cara con penicilina antes de llegarle al bizcocho sangriento, seguro que fui vampiro en alguna otra vida.
No quise voltear a ver la expresión de Virginia, sólo me cubrí la cabeza como quien se protege de una lluvia de balas cuando exclamó:
—¡Qué pervertidos son todos ustedes, debería darles vergüenza. Todas esas prácticas son asquerosas, además de que ensucian el amor!
Me pregunté ¿en qué momento estábamos hablando de amor?, pero antes de que pudiera decir una palabra, Maricela le dijo en un tono condescendiente que la línea que separa al amor del deseo sexual únicamente la establece cada individuo, todos menos Virginia estuvimos de acuerdo. En ese momento pudo haberse retirado pues concluyeron la limpieza del pasillo pero quizá se quedó como quien espera el turno de poder lanzar un dardo con veneno buscando palabras demoledoras o a la mejor le invadió la curiosidad de saber lo que hacen los demás tras las puertas de sus alcobas o de las alcobas de otros, a estas alturas ya daba lo mismo.
—¿A ver ustedes Pili y Mili no se hagan a poco me van a decir que sólo conocen la posición del misionero? -nos dijo el flaco haciendo alusión a las gemelas ingenuas del cine setentero español.
Dejé contestar primero a Grace, aceptó ser una gran aficionada del sexo anal pues dice que cuando tuvo una cirugía en el cuello de la matriz fue el mejor recurso que pudo encontrar para no privarse de placer ni privar a su hombre, al que ama locamente.
—Yo soy capaz de hacer lo que sea por ese cabrón no importa que me de diarrea cada vez que entra por la puerta de atrás.
Esa fue la gota que derramó el vaso para Virginia, en su carrera loca del adiós se le rompió el tacón derecho de sus altísimos zapatos de marca. La vimos desaparecer cuando tomó al elevador equivocado y en vez de subir un piso bajó diez.  De pronto toda la atención estaba centrada en mí ya no tenía escapatoria, con titubeos les dije que la verdad si me daba penita hablar de esas cosas porque a la mejor en el fondo también soy un poco como Virginia.
—No inventes Legadito entre tú y Virginia hay un mundo de diferencia y bien lo sabes, mejor cuéntales a todos lo que te sucedió en Puerto Vallarta con el francés.
Me sentí molesta con Maricela por exhibir mis cosas, pero luego comprendí que no tenía derecho a enojarme cuando estaba ahí compartiendo las anécdotas del grupo además de que soy entrometida por naturaleza. Les conté pues de aquel verano cuando todavía estaba en mis veintitantos, en un viaje relámpago conocí a Philippe Boucher era un hombre tan dulce, refinado y de una galanura clásica como la del legendario Alain Delon. Todo era una burbuja rosa de champaña hasta que llegamos a su departamento concretamente a su habitación, en el piso había unas tres o cuatro tangas de mujer que alguien había dejado descaradamente con todo y sello. Con el pie él las hizo a un lado y tomándome de la mano me llevó hasta la cama y me dijo al oído que antes de acostarnos le diera un beso negro. Le pedí que me dejara entrar primero al baño para alistarme y en mi ingenuidad me pinté los labios con el color más oscuro que llevaba en la bolsa, no era negro pero casi llegaba al tono, luego salí en calzones y con mi mejor sonrisa puesta.
Lo que sucedió a continuación fue como una película de los tres chiflados, el francés “pervertido” me perseguía por la habitación para que le diera un beso justo en medio de las nalgas porque de eso se trataba el asunto -me explicó- Posiblemente haya sido mi juventud o la falta de un estómago fuerte, pero yo no estaba lista para esa práctica, a decir verdad ahora mismo tampoco lo estoy, así que me escapé del departamento en ropa interior y con mi envoltorio de prendas entre las manos, lo bueno que era de noche y a orilla de la playa, así que a nadie le extrañó ver a una fulana caminando en paños menores para tomar la brisa nocturna.
El sonido del reloj que anunciaba cinco para las tres me sacó de mis remembranzas y me recordó que los seres humanos también necesitan dormir, no tardé casi nada en empezar a escurrir baba en la almohada mientras allá a lo lejos evocaba al francés que más tarde logró redimirse con un sexo de película y otros primores en la cama.
 
 
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Foto del autor Laura Vegocco
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3 Comentarios 752 Lecturas Favorito 1 veces
Descripción

Palabras Clave: Insomnio indiscrecin romance preferencia sexo prctica remembranza inexperta

Categoría: Artculos

Subcategoría: Entretenimiento



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Battaglia

jajajajajajajajaja Este es un genial texto..... lo que comentas es completamente cierto, no estamos acostumbrados a hablar de sexo y mucho menos de nuestras experiencias, sin embargo tambien es cierto que debido al desconociemiento en general en ocasiones nos sentimos frustrados y señalados pues nos han hecho creer que disfrutar es sinónimo de ser pervertidos. Hay límites me queda claro, eso lo determina cada quien... experimentar o permanecer en la fila de los expectadores esa es y será una cuestion personal.....

Me ha parecido muy bueno tu texto!!!!!
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February 01, 2013
 

Battaglia

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February 01, 2013

Laura V. Gmez

Muchas gracias por tu comentario, y tienes toda la razón en lo que reflexionas, hablar de tabús especialmente sexuales puede resultar muy divertido, pero es un tema que también tienes sus aristas y por causa de eso algunas personas se sienten marginadas, precisamente por eso apuesto a tratar estos temas con humor, en la medida que tengamos libertad para expresarnos nos atreveremos a salir, como mencionas, de la fila de los espectadores y nos animaremos a ser los actores de nuestra existencia. Saludos.
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February 04, 2013

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