Cansado de tantas comas y puntos suspensivos
en inexpresivos garabatos en el libro de su vida
torciendo la armonía de pronombres y adjetivos
en su mal escrita obra que nunca ha de ser leída.     

Oteando desesperado en el perfume de la noche
al compás sincopado de la musicalidad del olvido,
reconocerse  en la otredad, separándose de ella
para enquistarse cual querella en lo desconocido.
 
Hastiado siempre de no saberse el  estar cansado
sorprendiéndose atónito al descubrir lo cotidiano
con el claroscuro colorido que tiene el amanecer
percibiendo sin oler el hedor del sexo tan amado.
 
Ahíto de saciarse con los besos de bocas obscenas
en buscar los días perdidos en un calendario viejo,
de concatenar amores prohibidos en camas ajenas
haciendo piruetas eróticas para evadir su complejo.
 
Cansado de experimentar lo aburrido de lo ameno
llorando mil lagrimas por no hacerse comprometido.
y por no saber renunciar a su derecho de lo obsceno
con prisa desganada subió al cadalso tan prometido.
 
Buscó entonces, como lo haría cuando era un chiquillo
reconocer al tacto todas las texturas  desconocidas
entonces, al ritmo de un viejo vals volcó el banquillo
se tensó la cuerda… ¡con el punto final para el suicida!