EL DIARIO DE LA ABUELA ()completo)
Publicado en Jan 15, 2013
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LA ABUELITA

En una preciosa aldea rodeada de unas enormes montañas, nació Claudia.

 La niña tenía tantas ganas de ver a sus papas que se le ocurrió nacer unos cuantos días antes.
Como los papás no la esperaban tan pronto se llevaron una gran sorpresa.
   Eran tantas las ganas que Claudia tenia de venir al mundo que a su mamá no le dio tiempo ni a prepararse para ir al hospital.
Total, que Claudia nació en casa de sus papás.
La suerte estaba de su parte, por que la que seria su abuelita estaba con mamá y en menos de nada Claudia estaba en este mundo feliz y contenta.
Papá acudió a la llamada de mamá, pero cuando entró en la habitación Claudia respiraba satisfecha de su hazaña en los brazos de su madre.
El nuevo papi se queda de piedra. ¿Cómo puede ser posible?
Solo hace tres horas que me fui de casa- se dice.
Pero si es posible y Claudia espera repantigada cómodamente esperando a papá.
Este la mira embobado y una lágrima de emoción y alegría rueda por su rostro.
Da un gran beso a mamá y luego se acerca a su hijita.
No se atreve a cogerla en sus brazos. Es tan pequeña que teme hacerle daño.
-No te preocupes- le dice mamá y añade- no le pasará nada.
Papá la coge en sus brazos y la cubre de sesos.
El nuevo papá llora de emoción, pero Claudia seguro que no entendió por que lloraba y se puso a llorar ella también.
Su papá asustadísimo volvió a  ponerla en brazos de mamá que sonreía con ternura.
La niña se calmo rápidamente y a partir de ese momento todo fue una fiesta.
 
La casa de Claudia es preciosa, grande, muy grande, además también hay una cuadra donde viven los caballos, las vacas y las ovejas, también un gallinero y una huerta. Alrededor de la casa, muchos prados verdísimos y un poco más allá un monte de viejos castaños vigila la casa de la pequeña Claudia.
Enseguida la niña dio muestras de ser muy curiosa.
Cuando apenas contaba un añito, ayudada por su abuelita Claudia aprendió a caminar.
Un día lo que se le ocurrió fue meter la cabeza  en un armario, el susto que se llevo le servio a la niña para frenar su curiosidad. Os cuento:
En el armario se había metido uno de los muchos gatos que deambulaban por la casa y sus alrededores.
Pues bien. Cuando Claudia abrió la puerta del armario, el gato que dormía placidamente se asustó y al salir se llevo Claudia por delante. La abuelita estaba allí pero no le dio tiempo a sujetarla, total que el resultado de tanta curiosidad fue un hermoso chinchón  que seria el primero de muchos otros. 
Durante unos años todo transcurrió felizmente, pero un día cuando contaba solo seis añitos, la abuelita se puso enferma y el señor Dios se la llevo para que no sufriera.
A partir de entonces Claudia, aunque era muy pequeña echaba mucho de menos a su abuelita.
Papá y mamá jugaban con ella, pero no era mismo. También iba al colegio y tenia muchas amiguitas pero no podía olvidar lo bien que se lo pasaba con abuela jugando al escondite y otras muchas cosas.
Paso el tiempo y Claudia ya había cumplido nueve años, le seguían gustando las muñecas y seguía tan curiosa  como siempre. También seguía echando de menos a la abuelita.
Claudia cuando no tenía colegio se dedicaba a investigar por la casa y sus alrededores. Estaba convencida que un día encontraría un tesoro.
Cierto día estaba sentada en la galería mientras merendaba y de pronto  se fijó en la puerta del desván.
Era lo único lugar de la casa que le quedaba por explorar, la verdad es que le daba un poco de miedo y aunque lo intentó varias veces nunca se atrevió a  traspasar aquella oscura y misteriosa puerta.
Tengo que entrar, pensó. En ese lugar debe de haber miles de cosas raras. Es   tan grande… ¿Qué habrá,  seguro que un tesoro.
Preguntare a mamá:
-Mamá ¡Que guardas en el desván?
¡Huy infinidad de cosas, hijita, la abuelita lo guardaba todo.
La abuelita, es cierto, seguro que tendrá un montón de cosas bonitas y a lo  mejor hasta algún  tesoro.
 ¡Tengo que entrar! – se dice muy animosa.
Aquella noche  Claudia soñó con la abuelita,  jugaban como siempre al escondite.
Cuando despertó se sintió muy triste. Ya jamás podría jugar con la abuelita.
Luego pensó: Bueno jugare en con ella en los sueños.
Ese día era sábado por lo tanto no tenia que acudir  al colegio. Mamá la llevaría de compras por la tarde, pero tenía toda la mañana libre.
Después de desaguar Claudia ya estaba dispuesta para comenzar su aventura.
Llamó a su mamá y le pregunto:
-         Mamá ¿Puedo rebuscar  cosas por el desván?
-         Claro hijita, creo que es lo único que te queda por registrar.
 
-La llave de la luz esta está al lado de la puerta.
-¿Qué se esconderá detrás de tan misteriosa puerta?
Nada más encender la luz, el hermoso desván se ofrece a sus ojos como un mundo lleno de misterios y tesoros, aunque eso si lleno de polvo y alguna telaraña que le dan un tono más misterioso aun y que a Claudia le dan un poco de repelús.
Lo primero en que se fija Claudia es en el viejo sillón de mimbre. Lo recuerda muy bien es el sillón en el que se sentaba su abuela para contarle aquellos maravillosos cuentos. Aquel querido sillón en el que habían quedada los finales de muchos de aquellos cuentos cuando Claudia se quedaba dormida en los brazos de su abuela.
Corre hacia el, se sienta y cierra los ojos. Así acurrucada le parece sentir el calor de su abuela, incluso aquel olor a Lavanda que emanaba de ella.
El olor a Lavanda tiene su explicación ya que encima del sillón, descansa un ramo de Lavanda que aunque seco aromatiza todo el desván.
Desde ese rincón casi todo lo que ve son cosas de su abuela.
 
La niña lo revuelve todo con avidez.
De pronto divisa un precioso baúl  está labrado prodigiosamente y en  centro un medallón con un nombre ¡Ursula!
La niña pestañea repetidas veces emocionada. Era el nombre de su abuelita.
 
Claudia abraza el baúl con ternura.
-Abuelita, abuelita, cuanto te echo de menor- dice la niña llorando.
 
Al fin logra calmarse y luego intenta abrir el codiciado tesoro.
Cuando al fin lo logra se da cuenta de que está casi vacío pero en el fondo se puede ver un sobre bastante grade. Lo saca y acercándolo a la luz lee: ¡Para Claudia! ¡ Ábrelo!.
 
Claudia nerviosa, muy nerviosa abre el sobre. Las manos le sudan y un escalofrío recorre su cuerpo como cuando tiene fiebre.
 
Le tiemblan las piernas y decide sentarse en el sillón. Luego siente unas ganas terribles de escapar, tiene miedo pero no lo hará por que más que nada quiere saber que es lo que le a escrito su abuelita. Seguro que me escribió una carta para despedirse- piensa.
Decidida y con mano firme Claudia rasga el sobre por un lado.
Cuando logra sacar el papel apenas puede leer, dos lagrimones ruedan por su carita y se estrellan en el suelo cubierto de polvo.
Era una carta, en el membrete ponía: Para Claudia.
 
La carta decía así:
 
Mi querida nieta, mi querido tesoro:
No sabes lo mucho que siento no poder estar contigo. La vida es así cariño dios me llamo a su lado y a eso nadie se puede negar.
Se que  ahora serás una niña grande, sino no te hubieses atrevido a subir al desván.
Yo sabía que lo harías, siempre fuiste muy curiosa, por eso te he escrito esta carta.
También se que eres muy buena, tanto como curiosa y revoltosa,  pero eso es muy bueno cariño. ¡Mi querido cariño! Como te llame siempre.
No quiero que llores, los niños  deben de ser felices. Se que echas de menos nuestros juegos, pero… ¿Sabes?  Yo ya sabía que abrirías esta carta, por eso idee un plan.
Escucha cariño, aunque yo no este contigo, tu i yo vamos a poder jugar, veras que bien lo vamos a pasar.
Te voy a explicar las reglas del juego:
En este mismo sobre encontraras otro, en el están las instrucciones a seguir.
Claudia busca nervioso y en un santiamén lee:
Veras, tienes que buscar una palabra que yo oculté en un lugar, tendrás que completarla y cuando lo logres recibirás un premio.
Cada letra de esa palabra está en un tarro de cristal oculto en  cualquiera de los lugares que tú y yo visitábamos, junto con la letra habrá una pista y la letra siguiente que debes encontrar, por ejemplo la “C” Esta es la primera letra que tienes que encontrar. Está oculta en el viejo castaño en el que jugábamos nosotras. Después buscaras  las demás letras y cuando encuentres la última letra también encontraras la palabra completa y ¡Sorpresa! Allí estará tú premio.
Cada vez que consigas un premio también habrá otro sobre con la letra de la siguiente palabra. De este modo tú y yo podremos seguir jugando durante mucho, mucho tiempo, hasta que tú no tengas edad para jugar.
Luego añadía: estoy segura que te gustará el primer premio.
Estudia mucho y dales muchos besos a papá y a mamá.
Un beso muy fuerte y ¡Hasta pronto! 
 
Aquella despedida de la abuela le había gustado mucho.
Con el sobre entre las manos salio disparada hacia la cocina donde mamá preparaba un suculenta comida.
-Mamá, mamá -grita la niña muy alborotada.
-Mira lo que me ha dejado la abuela en el baúl del desván.
Su madre le escucha incrédula, pero cuando ve el rostro de Claudia no le queda la menor duda de que algo muy especial está pasando.
-¡Calma, calma hija! –dice abrazándola dulcemente, tranquilízate y luego me lo cuentas todo.
 
-No puedo mamá, desde hoy voy  a seguir jugando con la abuelita, mira, mira.- Repite una y otra vez riendo y llorando al mismo tiempo.
Después de muchos intentos su madre logra calmarla lo suficiente para que le explique.
Al primer vistazo la mamá de Claudia reconoce la letra, en efecto esa es la letra de madre. El corazón parece salirse del pecho pero intenta calmarse y  comienza a leer la carta, al final abraza a su hija y entre sollozos le dice:
-Que inteligente era la abuela y como te quería.
-Si mamá y estoy muy contenta por que ahora no la echaré tanto de menos.
Si tesoro, tienes razón. Si quieres papá y yo podemos ayudarte a encontrar las pistas.
-No, no mamá, eso seria como hacerle trampas a la abuela.
-Tienes razón, no haremos trampas.
Aquella noche Claudia tardó mucho en conciliar el sueño.
¿Qué será la sorpresa? Se pregunta Claudia.
El día amaneció precioso. Era domingo.
-         Nada más salir de misa empezaré la búsqueda- pensó.
 
La primera era fácil sabía que el viejo castaño es taba lleno de agujeros pero daría enseguida con el tarro.
En efecto lo encontró rápidamente y como la abuelita le había dicho allí dentro del tarro y la primera letra se encontraba un rollito de papel en el estaba escrito la segunda pista.
La siguiente pista contenía la letra “A” y era uno de los lugares que ellas más frecuentaban. También le dejaba un beso.
Claudia lo guardo con cariño en el baúl de castaño y dijo en voy alta:
-Los guardaré todos aquí. ¡Que bien lo vamos a pasar abuelita!
El primer tarro descansaba en el baúl de la abuela y Claudia ya estaba dispuesta para seguir buscando.
¡Gracias abuelita! – Que bien lo vamos a pasar.
-La primera había sido fácil y Claudia ya estaba pensando en que lugar estaría la siguiente letra, pensando, pensando se quedo dormida.
Amaneció un nuevo día, Claudia era feliz.
Ya habían pasado varios días desde que encontrara el primer tarro y no tenia ni la mas remota idea de donde estaría el siguiente tarro. Había muchos lugares con la letra -A-  
Salón, cocina, habitación, demasiadas, pero tenia que ser algún lugar especial para ella y la abuela.
¡Ya te vale abuelita! ¿Dónde la has metido? –dice en voz alta.
La niña juraría que alguna vez sintió la risa alegre de la abuela.
Ese día después de cenar se sentó en el corredor, estaba distraída con sus pensamientos y de pronto. ¡La parra! ¿Cómo no se había dado cuenta antes.
-Ya está, Junto a la parra era donde jugábamos la abuela y yo  con aquella preciosa muñeca de trapo.
¡La muñeca de la abuela! ¿Qué habría sido de aquella muñeca?
La muñeca había desparecido al mismo tiempo que la abuelita y Claudia siempre pensó que se la había llevado con ella.
Por otra parte le extrañaba pues siempre le decía su abuela que se la regalaría cuando fuese un poco más mayor.
 Claudia seguía pensando en esa muñeca con añoranza. La abuela se la dejaba para jugar, pero luego se la tenía que devolver porque si no la abuelita no podía dormir. Siempre la tenía encima de su cama.

-La parra, cuantas tardes pasaron juntas jugando debajo de aquella parra.
-Tiene que estar allí seguro. Recuerda como hacían vestiditos para la muñeca y peinaban sus trenzas de lana negra.
 
No podía buscarla entonces, era casi de noche esperaría a mañana.
Aquella noche soñó con que jugaba con su abuela y la verdad es que las dos lo pasaron muy bien en su sueño.
Como había pensado apenas despuntar el día en pijama y sin siquiera desayunar Claudia sale disparada hacia el jardín, en el cual la robusta y verde parra ocupa un lugar privilegiado formando un cenador rodeado de infinidad de macetas llenas de geranios en flor que dan al lugar un ambiente maravilloso.
Plantada delante de la parra mira ansiosamente a su alrededor:
-Tiene que estar aquí, tiene que estar  aquí, -se repite una y otra vez.
-Se que estás aquí, ¿Pero donde?
  De pronto recuerda los bloques de cemento.
Los bloques de cemento colocados al revés servían de asiento y también eran el sitio ideal para hacer la cama de Andrea, que era como se llamaba la añorada muñeca.
Corre hacia el lugar donde se encuentran los bloques, los revisa uno a uno y ya casi al final cuando solo faltaban tres  por registrar “Eureka”
Allí estaba la recompensa a sus esfuerzos.
El tarro de cristal le pareció a Claudia el más bello de los tesoros, lo coge en sus manitas y deposita un sonoro beso sobre el cristal.
El contenido del frasco contiene la “A” y le indica las nuevas pistas que dicen así:
Esta en un lugar que tú y yo visitábamos cada mañana.
-¡Bien! Grita la niña, esa  la encuentro rápido, lo primero que hacíamos era ir al gallinero, es grande pero no tanto.
Hoy es día de colegio, Claudia esta un tanto distraída pensando en su nueva búsqueda y la profesora le llama la atención varias veces.
Entonces olvidándose del juego se puso a  estudiar.
Sabe que ni a sus padres ni a su abuela le gustaría que se portase mal en clase y Claudia era una niña muy responsable.
De regreso a casa no podía contener las ganas de correr al gallinero, así que nada mas llegar se puso unos pantalones viejos y en menos de lo que dura un suspiro estaba revolviendo el gallinero.
Mientras buscaba le vino a la memoria lo divertido que era recoger los huevos y sobre todo recordaba lo ricas que estaban las yemas con azúcar que le preparaba la abuela, estaban deliciosas.
Pronto dio con el tarro, la verdad es que no estaba tan escondido.
Una nueva letra y unas nuevas pistas.
La niña siguió con el juego, tardo varias semanas en encontrar el ultimo de los tarros, contenía la letra “O” Junto al rollito que contenía la letra una nota escrita con cariño decía: Esta vez no tienes que buscar ya tienes la palabra completa, ahora júntalas y recoge tú regalo.
Claudia las coloca y puede leer, “Cariño” así es como le llamaba su abuelita. En el tarro hay algo más, otro rollito de papel atado con un lazo azul.
La niña sin apenas respirar lo desata mientras piensa: ¡ Seguro que es mi regalo!
Lo estira y lo lee: Cariño este es tú primer regalo, está en el desván, busca en el arca que está detrás del armario.
El camino hacia la casa se le hace larguísimo. Entra en el desván tan rápido que tiene que dar la   vuelta para encender la luz.
Busca con la mirada y ante sus ojos aparece el armario, se dirige hacia el y en efecto allí esta el arca, en ella están  los hilos y las cosas de coser, también una caja verde de cartón, en la tapa una frase “Te lo has ganado pequeña”. La niña abre nerviosa la caja, dentro hay un saquito.
Claudia ya no puede más saca el saquito y con el se sienta en el viejo sillón.
Los ojos de Claudia nunca fueron tan grandes ni tan brillantes.
Abre por fin la bolsa y…
-         ¡Dios mío! – exclama la niña sin dar crédito a lo que ven sus ojos, la muñeca de trapo de su abuela le sonríe entre los pliegues del saquito.
Con manos temblorosas por la emoción logra sacar la codiciada muñeca, luego la abraza mientras las lágrimas corren libremente por sus sonrosadas mejillas.
-Gracias abuelita, ahora solo echaré de menos tus besos.
Desde una esquina del desván le parece escuchar la vos de la abuela que le dice: Cierra los ojos cariño.
La niña tiembla visiblemente, eso es lo que le decía su abuela cuando cada  noche iba a darle el beso de buenas noches.
Claudia aprieta los parpados con fuerza, abraza a la muñeca y espera sin apenas respirar.
Luego todo fue maravilloso. Sintió que la abuelita le rodeaba con sus brazos al tiempo que decía. Ahora tampoco echarás de menos mis besos, luego la abuelita le dio un beso tan dulce y tan largo que Claudia se quedo dormida.
La voz de mamá le saca de aquel maravilloso encanto.
Claudia se sobresalta, luego recuerda el beso, se da cuenta de que se ha quedado dormida y piensa: Que pena solo ha sido un sueño.
Pero no, no ha sido un sueño, la muñeca de la abuela sigue entre sus brazos. En la mano de la muñeca prendido con un alfiler, una letra y nuevas pistas para el segundo juego.
La niña feliz con su regalo y el beso de su abuela abandona el desván.
No contará el secreto a nadie, ni siquiera a mamá, será un secreto entre las dos.
Su madre le mira extrañada. ¿De donde has sacado esa muñeca? La he buscado mil veces para dártela.
-Me la ha regalado la abuela.
-¿Estás segura cariño?
-Si mama- contesta y desaparece corriendo hacia la habitación.
Desde ese día la muñeca de trapo estará siempre con ella.
Después de comer Claudia comienza un nuevo juego, es feliz.
Claudia siguió buscando sus regalos durante muchos años.
 
Ya había cumplido los quince años y ese regalo fue muy, muy especial.
El último regalo era el diario de la abuela. En él había muchas hojas en blanco en una de ellas la abuela había escrito:
 
Querida nieta mí querido cariño, ya eres mayor. Ahora sigue escribiendo tu diario en el mío, así tú y yo seguiremos estando juntas.
Claudia comprendió enseguida que ya no tenía edad para seguir jugando, tenía que hacer muchas cosas buenas en la vida y mucho  que aprender.
A partir de entonces no hubo más juegos con la abuelita, los juegos se habían terminado, pero los sueños y los besos no.
Claudia siguió escribiendo su vida junto a la de su abuela y jamás durmió lejos de su muñeca de trapo.
El baúl del desván estaba lleno de regalos y de besos que Claudia guardó siempre como su más preciado tesoro.
Al final Claudia tenía  razón la abuelita había dejado muchos tesoros por descubrir alrededor de la casa.
                                                               FIN                     A. RICO
FIN
 
                                                                                                     A. Rico
 
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Foto del autor antonia
Textos Publicados: 173
Miembro desde: Nov 17, 2012
7 Comentarios 531 Lecturas Favorito 1 veces
Descripción

cuento sobre los lazos que unen a las abuelas con las nietas

Palabras Clave: buscar pistas mueca de trapo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



Comentarios (7)add comment
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luna austral

hermoso
muy hermoso
no tuve la dicha de tener abuelos
un abrazo !!!
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January 30, 2013
 

antonia rico mendez

Yo tampoco, pero gracias a Dios si disfruto de unos nietos maravillosos que no me dejan ni pensar,para ellos escribo los cuentos en este sitio los tengo todos publicados, para que alguien mas los comparta. Gracias por ser tu una de ellos Un abrazo
Responder
January 30, 2013

LIBARDO BERNAL R.

Este buen texto me traslada a la vivencia que nunca experimente ni experimentare como nieto o como abuelo; a esas sanas e inborrables recuerdos. me gusto; mis felicitaciones y mis respetos amga. bendiciones para ti.
Responder
January 30, 2013
 

antonia rico mendez

Un millón de gracias Yo tampoco disfrute de unos abuelos por eso yo escribo cuentos a mis nietos y disfruto de ellos todo lo que puedo ahora ellos y las letras son mi única ilusión UN brazo
Responder
January 30, 2013

Federico Di Lorenzo

ESTE TEXTO SE VA PARA MIS FAVORITOS.
Responder
January 30, 2013
 

antonia rico mendez

Gracias de nuevo eres muy amble
Responder
January 30, 2013

Federico Di Lorenzo

hermoso y emotivo relato!! me encantó leerlo y espero seguir leyendote.
FELICITACIONES y cordial saludo desde la distancia.
Responder
January 30, 2013
 

antonia rico mendez

muchisimas gracias que agradable es saber que gustan nuestros travajos Un abrazo
Responder
January 30, 2013

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