A medio Metro
Publicado en Nov 26, 2012
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   Es un lugar de terror imborrable, que el pesar de la rutina lo atrae cada día como elemento de tortura a todas las almas que se movilizan. Es un mundo subterráneo, amplio en gran manera, tiene largas escaleras que suben y bajan como por arte de magia a cientos de personas a la vez.
Entré allí con algo de temor, no sabía si iba a llegar a un destino adentrándome bajo las garras de este infierno; descendí por las escaleras mirando las caras de los ya habían sufrido la prueba de este desagradable lugar que me rodeaban como cardumen impidiéndome mi paso; al fin llegué a lo que parecía la entrada, pasé sin darme cuenta al otro lado estando aun más abajo en este abismo, caminando por el andén esperaba algo, sentándome escuche una voz que retumbó por todo el lugar entendiendo lo siguiente: “este es el último tren del día”. Eso me desconcertó, me hizo perder el hilo de lo que veía, rodeado de un ejército, que parecía vivir el mismo proceso que yo. El piso comenzó a vibrar, el movimiento zigzagueante de las vías anunciaba que algo se acercaba: el tren.  Sus puertas se abrieron por conjuro fantasmal, no las abrió mano humana y antes de que me decidiera subir todo un ejército, cuales espartanos en guerra, cuyo botín es conseguir uno de los pocos asientos para ir más cómodos durante el camino,  me empujaron e impulsaron adentro del tren; apretujados cuales sardinas en tarro todos los de adentro; unos dormían a causa del sopor del aire que se hacía irrespirable; otros, afirmados en las barandillas protegían con sus codos su lugar de ancla; algunos sentados en el suelo ingerían música por sus oídos y otros haciéndose los dormidos  quién sabe para qué.

 La luz es escasa dentro del fuselaje en aquel medio infernal. Oscuridad. Cualquier intento de mirar hacia el horizonte estaba frustrado por el túnel serpenteante que ni mi vista dejaba acomodar. Periódicamente el tren se detenía en estaciones con nombre extraños, que eran conmemoración de algo completamente indefinido para mí. ¡Subía más y más gente de la que el tren podía dar abasto! Mientras una voz, polarizada por la mala amplificación daba los nombres, tal vez de los elegidos a la muerte. Me entristecí mucho pues dentro de ellos estaba el mismísimo Cristóbal Colón, el cacique araucano Tobalaba  y el liberal Francisco Bilbao. Pacientemente esperé mi turno  de bajada que venía a mi pensamiento como premoción catastrófica de que algo macabro me podía suceder.
Las personas que me rodeaban se desgranaban con el avance del tren, hasta quedar sólo como arriero. El tren se detuvo de súbito y de nuevo esa voz: “estación terminal” dijo. ¡No, no mi fin, sabía que este era el final de mi camino, soy joven aun para descender a las profundidades de los abismos! Tomando coraje de mi cansancio, en medio del fuego, avancé por las puertas, en el umbral del misterio… -¡Joven, despierte! No se quiere ir con el tren al lugar de mantenimiento. -Gracias musité, escuchando “Gracias por preferir a Metro de Santiago”, mientras pensaba que si hubiera otra posibilidad de transporte este “infierno preferencial” existiría sólo en mis sueños.
 
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Foto del autor Daro Espinoza
Textos Publicados: 16
Miembro desde: Nov 25, 2012
2 Comentarios 542 Lecturas Favorito 1 veces
Descripción

El viaje puede ser una tortura cuando se viaja incmodo.

Palabras Clave: Metro incomodidad temor

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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Daro Espinoza

Gracias por tu comentario!
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December 04, 2012
 

henry

Me sentí viajando en el Transmilenio de Bogotá con sus interminables filas para comprar el tique-te, el tumulto de gentes que se aglomeran para tomar el que los llevará a su destino, mientras saborean la diversidad de sabores, olores y uno que otro roce sensual.
Creo que tu historia podría ser un poco mas picaresca y mórbida. Felicitaciones.
Responder
December 01, 2012
 

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busy