Quiero que me recuerdes
como el ave que vuela sobre tu sueño,
como ese punto que dista del pasado,
como la brasa ardiente que deja el leño.
 
Como la melodía de una guitarra trasnochada,
como la brisa que te arremolina en derredor,
como el caliente halo del verano,
como el lánguido acorde de un bandoneón.
 
Como la ola que choca contra la costa,
como el agua que corre bajo tus pies,
como el fresco piso de la galería,
como el olor del día por llover.
 
Como el salto de un ciervo por el bosque,
como el trino del pájaro a la madrugada,
como el sudor que cae por tu frente,
como el tibio abrazo de llegada.
 
 
Como la mesa para la cena preparada,
como la página que aguarda ser leída,
como la palabra nunca pronunciada,
como la pregunta que jamás fue respondida.
 
Como el sordo bullicio del gentío,
como el capullo que quiere florecer,
como la estridente música que ensordece,
como el sabio que preserva su saber.