Estoy pedo.
Publicado en Nov 18, 2012
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Y esta noche, por el bien de mi equilibrio emocional, a pesar de que estaba con mi prima, quien es menor que yo, y supuestamente "cuidándola", pues, me tomé una, dos, tres cervezas, un shot, y considerando que soy un pinche malacopa, me puse pedo, y es por eso que decidí picarle a "publicar" y escribir. En la tarde hice mi cuenta, y justo cuando la hice asumí que nunca la iba a usar; "No tengo nada interesante qué decir", pensé. Pero considerando que estoy pedo, y que a mis ojos embotados todo, o casi todo lo concerniente a mi vida consciente me parece interesante, pues, entonces escribiré de lo que me pasó, que es, por completo, intrascendente y seguramente no merece ni el tiempo de quien se tome la molestia de leerlo.
Estaba Ernestino caminando en un magnífico tablero de ajedrez gigante. Parecía que enormes bloques de mármol pulido entrañaban la forma cuadriculada de tal constitución: Uno negro, uno blanco, con texturas irregulares y etéreas, sucediéndose uno tras otro hasta el infinito. El cielo era violáceo, completamente llano. Ernesto se habría sentido intimidado por su propio y mísero tamaño si no hubiera tenido la vaga noción de que el suelo que pisaba era pequeño, a pesar de su misma postura momentánea e insignificante y el aura que emitía tal geografía.
"No sé dónde estoy, seguro es un sueño, me vale madre". Y caminó, dado que no podía hacer muchas cosas más. ¿Ustedes qué harían si a donde fijaran la mirada no pudieran ver el final del suelo bajo sus pies?
Ernestino tarareaba con mayor fuerza entre más pasos daba. Una parvada de tucanes proyectaba sombras titánicas sobre él hasta que se perdían en la distancia, un reloj saltaba fulminantemente a la vista y después desaparecía, sus manecillas ocultas bajo el brillo de una fuente misteriosa reflejada en un cristal inmáculo le deslumbraban. Esculturas sencillas se manifestaron: Conos del tamaño de pinos, esferas que cuadruplicaban su tamaño, y aros que giraban incesantemente, como si en su centro un espíritu los hiciera mover violentamente con una danza endemoniada. "¿Es que le conté a Gus sobre mi amor platónico?".
En medio del aire, como al extremo del horizonte, púsose de manifiesto el rostro de él. Ernestino quiso echarse a reír. A la mente le encanta jugar bromas. Siguió caminando y se perdió: Los conos a su alrededor eran ya demasiados y había oscurecido. Un cuervo graznó una sola vez desde la cercanía, y el suelo ya no era de mármol; crujía bajo el peso de sus pies. Los conos eran ya, en efecto, pinos de verdad, y no importaba cuánto caminara o cuánto girara sobre sus pies aferrando la linterna con terror, el sudor derramándose sobre sus sienes, los pinos no desaparecían. El latir de su corazón cortaba el silencio como una navaja raspando el cristal, se mezcló con otro tambor invisible. "No puedo detenerme". Corrió, apagó la linterna, sin evadir su certeza de que no estaba solo, de que algo le estaba cazando, y sin hacer un sonido, permaneció al margen del sendero, bajo una grieta y el abrigo de un abedul.
"No me puedo quedar aquí". No duró diez segundos recargado en el tronco reseco cuando se hizo a la carrera entre más árboles y sobre la maleza. "¡Todo está tan pinche silencioso!", maldecía para sí cada vez que sus pisadas cortaban una rama o a brazadas libraba obstáculos más altos. Alcanzó un claro, y por primera vez desde que se viera en aquél bosque vio el cielo. ¡Qué inverosímil resultaba ahora mirar las estrellas y una luna llena que había advertido ya tantas veces en su vida, en instantes mucho menos apremiantes!, y qué decir, que Ernestino sentía que no le quedaba mucho tiempo, se figuraba que no vería otra vez la luz del día, y corrió a meterse al cuartucho que había en el centro del claro, alumbrado y conspicuo bajo la luz blanca. Las paredes y el suelo estaban cubiertas de azulejo blanco, dobló una esquina y en el fondo vio que el camino se ramificaba a ambos lados del muro del fondo. No se apreciaba el exterior y se arriesgó: Tomó el de la izquierda; Habitación cerrada, una pestilencia húmeda y la superficie de su estructura manchada. Retrocedió tomando el otro camino: Un nuevo pasillo. Corrió, pues la percusión volvía, al principio apagada y lejana como enterrada bajo tierra, y después próxima, tornándose más violenta y seca. "No mames". No se atrevía a volver la vista. Dobló otra esquina y fue testigo de un milagro: La luz de la luna. "¡Corre, corre, corre!". Salió.
Ruido blanco. Giró el cuerpo: Un rostro blanco sin boca ni ojos. Muerte.
-¡AH, PUTA MADRE!
El despertador.
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Foto del autor David
Textos Publicados: 2
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Descripción

Estaba pedo y esto me sali.

Palabras Clave: Terror sueo borracho sexo fiesta prima

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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