La colina
Publicado en Nov 12, 2012
![]() ![]() Los siete niños, sentados el uno junto al otro, observábamos desde lo alto de la colina como se iba quemando paulatinamente la casa de las dos viejas, con ellas dentro y también sus niños presos. Los siete callados, nuestras miradas perdidas en aquella tea de fuego que resplandecía entre la oscuridad. Y luego escuchamos la sirena del camión de bomberos. Vimos sus luces y el alboroto de los miembros de aquella unidad llegó nítidamente hasta nosotros. Se podía oir cada una de las órdenes que se daban. Subía hasta lo alto, junto a nosotros, el desespero: los seres humanos pierden todo control cuando ven que no pueden hacer nada por separar la vida de la muerte. Y cuando ésta avanza y causa estragos en sus filas, el terror se apodera de los hombres y todos querrían huir a esconderse en un rincón de sus casas: "Padre, aparta de mí este cáliz". Sin embargo, combatieron contra el fuego... tan solo para rescatar cadáveres.
Vimos llegar hecha una loca a una ambulancia blanca, a la que abrieron su puerta trasera como una gran boca y endosaron en ella a parte de los fallecidos. Otros quedaron en el suelo, junto al camino. Las llamas cesaron en su voracidad una vez lo destruyeron todo y las voces de los hombres también se apagaron: a los gritos les sucedieron los murmullos, del mismo modo que el miedo, el azorarse, el pánico, siempre son relevados por abatimiento y cansancio: es cuando el ser humano se entrega porque ha perdido. Y vimos también gente del pueblo que llegó en pequeños grupos, de dos en dos o simplemente a solas. Y su llorar y la histeria se apoderó del paisaje. Lo observamos todo como si leyéramos un cuento de misterio, atentos a cada novedad que se producía allí abajo. Pero no teníamos nada que decir al respecto. Cuando el cuento terminó y tan solo restó ante nuestros ojos las ruínas humeantes de la casa, nos pusimos en pie e iniciamos el lento descender del otro lado de la colina.
Página 1 / 1
|
A veces veo Muertos
Un petò Laura.
Flor de Lys