Cada mañana jadeante y sudoroso despierto y percibo el perfume de tu cuerpo que recién ha abandonado la tibia habitación; mil historias escritas, miles de veces contadas, infinitas veces vividas, pero cada una de ellas totalmente diferente a la otra. Me quedo extasiado entonces, pensando en la próxima visita, la próxima noche, el próximo encuentro imaginario, los próximos besos viajeros, la próxima caricia interminable, el próximo frenesí, el almizcle delicioso de un millón de flores mezcladas, en el aroma de amor inconfundible y suave envolviendo el ambiente como incienso mágico, como mirra, como abeto fresco, como eucaliptus recién cortado. Esto ha sucedido desde que la conozco y desde que tengo memoria, cuando mi corazón como un gitano, volaba esquivo por cada historia inconclusa de amor, envuelto en una sinfonía interminable de pasiones y de sueños. Solo que ahora dudo si es fantasía o una realidad tan grande como las pirámides de Egipto, las murallas de Jericó o el Mar Rojo. La cumbre, el llano, el desierto y el oasis hecho miel en la tibia profundidad de su boca, todo en uno. Por un momento llegué a pensar que eres la creación resumida, la certeza de todo lo conocido. Cuando callas, tan indescifrable como los misterios desconocidos del universo, cuando sonríes, amanece de nuevo. Tienes la facultad de hacerme vivir alternando entre misterios universales y concatenación de amaneceres. Si algún día por esos increíbles acontecimientos del destino me vas a olvidar, por favor no te despidas, no me despiertes… Imaginaré que continúas viviendo eternamente en lo más profundo de mis recuerdos. Le mentiré a mi corazón, le diré que sigues viviendo eternamente allí, lo repetiré tantas veces seguidas que finalmente a fuerza de una inquebrantable voluntad, tendrá que ser así, tendrá que convertirse en necesariamente cierto……

Caracas, insolar, Marzo 2006