El graduado
Publicado en Sep 17, 2012
Prev
Next
Image
Mientras caminaba hacia el estrado las piernas le temblaban. No sentía los brazos. Luchaba contra el sollozo para contenerlo. El labio hinchado y un hilo de sangre recorriéndole la barbilla.  De inmediato los profesores, en la tarima, cambiaron su expresión al verlo.
El auditorio se llenó de aplausos mientras el director de la carrera le extendió el diploma y le tendió la mano:
––¿Estás bien Alonso?–– le susurró el maestro al entregarle el documento.
––Todo bien–– contestó el muchacho con la voz entrecortada
Ya era imposible contener las lágrimas que  se le escapaban sin control. Se formó al lado de sus compañeros de generación ocupando el lado izquierdo del estrado. Ellos también estaban desconcertados. 
Alonso Mustieles buscaba con la mirada a su padre. Una vez que lo localizó, lo miró desafiante; respiró profundo y se paró más derecho; sacando el pecho y echando la cabeza hacia atrás como retándolo: “Aunque me mates. Ya no me voy a callar” pensó.
 
Había llegado el gran día. Alonso estaba nervioso, tenso. Se paseaba por la sala caminando en círculos. Ensimismado.
            ––Mi amor, no es para tanto. Ya es tu graduación. Terminaste la carrera hijo–– le decía con alegría su madre.
            ––Es el viaje, ¿verdad?–– recapacitó Doña Laura.
            ––Sí, mamá. A la mejor es eso. No te preocupes–– y forzó una sonrisa intentando tranquilizarla.
            ––Yo creo que debes verlo como una gran oportunidad Alonso. Eres un hombre afortunado, ¿lo entiendes? Pocas personas pueden estudiar en el extranjero.
            Alonso se acercó a su madre y mientras la rodeaba con el brazo, le besó la frente. Con los labios todavía pegados a ella le contestó:
            ––Mamá, te voy a extrañar mucho. Tienes razón. Es una excelente oportunidad.
Don Javier Mustieles bajó las escaleras apresurado:
            ––¿Listos?–– preguntó sonriendo.
            ––¿Aprovechando los últimos momentos con mamitis, hijito? Yo no sé qué carajos vas a hacer en Estados Unidos sin las faldas de tu mamá para protegerte.
            Alonso se separó de su madre y se puso de pie como impulsado por resortes. Respiró profundo.
            ––Vámonos. Mientras más rápido, mejor–– dijo el muchacho.
            Don Javier rió mientras se ajustaba la corbata frente al espejo del comedor.
            ––No habías pensado en eso ¿verdad, muchacho?–– y sonrió.
            Alonso no contestó nada. Tomó el saco del respaldo de una silla y se adelantó a la salida.
            Ya en el auto, Alonso tuvo que escuchar por enésima vez la historia de la escuela militar de su padre:
            ––Ahí si había que tener miedo. Te alineabas o te alineaban a punta de chingadazos. Estas escuelas a las que vas tu, Alonso, son de señoritas. Son para maricones.
            ––Déjalo, Javier. Tus historias hartan, ¿sabes? No sé cuántas veces van que repites lo mismo–– interrumpió Doña Laura.
            Alonso, mientras tanto, seguía perdido en su mente, repasando lo que venía. Animándose a continuar; a vencer el miedo. Las voces de sus padres se sofocaban ante tantos pensamientos.
            Finalmente llegaron a la universidad y mientras buscaban un lugar para estacionarse, Alonso sintió un arrepentimiento súbito:
            “No, no lo voy a hacer. No tiene sentido. Es la forma más absurda de ganarme problemas. De echarme a perder la vida. Definitivamente no va ha ser hoy”.
            Al bajar del auto, el muchacho sintió que las piernas no le respondían. Era como si toda la fuerza le hubiera abandonado.
            ––¿Te sientes bien?––preguntó su madre.
            ––Te digo que ya se está arrepintiendo de alejarse de su mami­­–– agregó Don Javier, adelgazando la voz y haciendo un puchero que remató con una risa burlona.
            ––¡Cállate, Javier! ¡Por una sola vez, cállate!
            Alonso aprovechó esa discusión y corrió al interior del auditorio.
            “Tienes que hacerlo hoy. No lo puedes postergar más”, pensó.
            Se sentó en una butaca a la mitad del auditorio y al poco tiempo lo alcanzaron sus padres. Él molesto. Ella mucho más.
            El joven intentaba darle orden a sus ideas. Quería decidirse definitivamente pero no podía. Siempre lo detenía algún recuerdo, el miedo, la incertidumbre.
Los minutos se escurrían como agua; el auditorio ya estaba lleno y él no lo había notado. La ceremonia de graduación había iniciado y Alonso, sentado en su lugar, seguía sin llegar. Corría por los laberintos de su mente; abriendo puertas y buscando señales que le dijeran qué era lo que tenía que hacer.
“Murillo, Joaquín”. Se escuchó en el auditorio y todos aplaudieron. Un joven se levantó de su asiento y camino sonriente hacia el escenario entre aplausos.
            ––Soy homosexual, papá–– dijo Alonso con un tono firme y lleno de miedo.
            Don Javier abrió la boca lentamente, mientras tenía la mirada clavada en el escenario y seguía aplaudiendo como distraído.
            ––Sé que este no es el mejor momento para decirlo, pero cuando es…
            Una bofetada interrumpió a Alonso y lo hizo rebotar contra el respaldo.
            ––¡Javier!–– gritó la madre y su voz quedó sofocada por los vítores y los aplausos que llenaban el auditorio.
            ––Papá–– balbuceó Alonso, mientras se enderezaba en la butaca, cuando un puñetazo en la boca lo sorprendió; lo hizo cerrar los ojos y cubrirse la cara con los brazos.
            ––¡Puto de mierda! ¡Eso es lo que has sido siempre soldado de cagada!–– le gritó Don Javier mientras lo seguía golpeando en la nuca.
            “Mustieles, Alonso”. Retumbó el nombre en la cabeza del joven. Se enderezó presuroso y trató de ahogar el llanto. Mientras caminaba hacia el estrado las piernas le temblaban.
 
            Eran las cinco de la mañana, cuando Alonso regresó a casa. Llevaba casi diez horas bebiendo su situación y analizando el ron. A pesar de los golpes, se sentía liberado y más fuerte que nunca. Faltaba la convivencia de unos días más con su padre y después se iría de viaje por dos años, quizá más, antes de volver a verlo.
Cerró con cuidado la puerta de entrada y se quitó los zapatos antes de caminar hacia su recámara.
 
            ––¡Javier!–– gritó la madre y su voz quedó sofocada por los vítores y los aplausos que llenaban el auditorio. Don Javier giró para encarar a su esposa:
 
            ––¿Qué chingados quieres? ¡Tú lo hiciste así, joto, afeminado, puto! Tú y tus pendejas manías de entenderlo, de apoyarlo, de darle libertad. ¡Ahí está tu pinche libertad! Mira que hizo con ella–– decía el padre mientras señalaba a Alonso que iba bajando hacia el estrado.  ––Está muerto, Laura. Este cabrón, para mí, está muerto.
            Doña Laura se acercó a su marido y con los dientes apretados le dijo al oído:
            ––Te vas a arrepentir de esto Javier. Te juro que te vas a arrepentir–– se levantó sin quitarle la mirada de encima y con la boca todavía apretada caminó hasta las escaleras del auditorio y salió del edificio.
            Don Javier se puso de pie y alcanzó a ver a Alonso que lo miraba desde el estrado como retándolo. Al igual que Alonso, él también echó para atrás los hombros, respiró profundo y le sostuvo la mirada aceptando el reto.
       Don Javier llegó a su casa y se encerró en su estudio. La rabia se le había subido a la cabeza y llevaba casi diez horas bebiendo la situación y analizando el whiskey. Desde la amenaza de Laura en el auditorio, no la había visto. No sabía si ya había llegado, y no tenía planeado subir a su habitación.
 
            Escuchó el sonido de la puerta principal abriéndose y sabía que Alonso, finalmente había llegado.
            “Esto es lo mejor para él. Nadie lo va a entender pero es lo mejor para él”
Empuñó la escuadra cuarenta y cinco y salió del estudio a su encuentro.
            Se lo encontró al pie de las escaleras y Alonso se petrificó al ver a su padre borracho y empuñando una pistola.
            ––Supongo que piensas que te golpee porque no estoy de acuerdo con tus puterías, ¿no?–– preguntó Don Javier arrastrando las palabras.
            Alonso no contestó nada. Solamente lo observó y los zapatos que cargaba se le resbalaron de las manos.
            ––¿Tú crees que es por eso, Alonso?–– insistió el padre.
            ––Yo solamente quería decirte cómo soy. No es algo que yo haya decidido. Así he sido siempre. Quería decírtelo. Es todo. No espero que lo aceptes–– dijo el muchacho con la voz temblorosa.
            ––Ay, hijito––agregó burlón Don Javier ––Eres puto, ciego y pendejo.
            El padre se acercó hasta su hijo y lo rodeó como inspeccionándolo; lo recorría con la mirada de pies a cabeza.
            ––Te lo voy a decir una vez, Alonso, solamente una. Esta vida que estás escogiendo, ¿crees que te va a hacer feliz?––y Don Javier comenzaba a exaltarse.
            ––¡No es así, soldado! Nunca es así. Te van a señalar, se van a burlar. Lo que te hice en al auditorio, no es nada comparado con lo que te espera allá afuera.
            ––¡Tú no lo puedes saber papá!–– interrumpió Alonso gritando también.
            ––¡No lo voy a permitir una vez más, Alonso! No vas a pasar por todo eso–– y el padre levantó el arma y cortó cartucho.
            Alonso sintió que las piernas se le doblaban.
            ––¿Qué es lo que no va a pasar otra vez, papá? ¿Qué estás haciendo?­–– Alonso intentaba resguardarse detrás del saco que tenía en las manos.
            ––Nadie va a burlarse de un Mustieles otra vez. Nunca más. ¡Yo soy como tu, Alonso! Y me golpearon, abusaron. No lo voy a permitir otra vez–– Don Javier levantó el arma y encañonó a Alonso. El muchacho gritó con horror y cayó de rodillas suplicando que lo dejara ir.
            Don Javier también lloraba.
            ––Créeme, Alonso te estoy ahorrando mucho sufrimiento…
            La detonación iluminó, por una fracción de segundo, el cubo de la escalera y Alonso gritó hasta que se percató que el cuerpo de su padre estaba en el suelo y el arma, aprisionada en su mano, no se había disparado.
            Un paso en la escalera rompió ese breve silencio y Alonso encontró a su madre empuñando un arma y sollozando. Alonso corrió hasta ella y la abrazó.
            ––Le dije que se iba a arrepentir de esta, hijo. Se lo juré.  
Página 1 / 1
Foto del autor Arturo Palavicini
Textos Publicados: 57
Miembro desde: Jul 06, 2009
8 Comentarios 1053 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

.

Palabras Clave: Graduacin Padre Madre Violencia Secretos Intolerancia

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Shutterstock Foto

Derechos de Autor: Arturo Palavicini


Comentarios (8)add comment
menos espacio | mas espacio

MAVAL


______________________☆
____________________*Paz*
___________________*Unión*
__________________*Alegrias*
_________________*Esperanza*
________________*Bendiciones**
_______________**Amor_Sucesos*
______________*Respeto..armonía**
_____________*Salud__solidaridad***
____________*Felicidad___Humildad***
___________*Cofraternización_.Pureza**
__________**Amistad__Sabiduría_Perdón*
_________*Igualdad_Libertad_BuenaSuerte*
________**Sinceridad_Estima__Fraternidad**
_______*Equilíbrio__Dignidad__Benevolencia**
______*Fé_Bondad_Paciência_Ventura _Fuerza*
____*Tenacidad-Prosperidad--_Reconocimento***
_*Son mis deseos Felíz Navidad y Año Nuevo 2013*
________________IIIIIIIIIIIIIIIII
________________IIIIIIIIIIIIIIIII


Estimado amigo Arturo
recibe el más afectuoso saludo por estas festividades
que el amor, la paz brille en vuestra casa...
que la fortuna les sonría
y sobretodo el AMOR te llene el corazón

Sinceramente
CON TODO EL AFECTO SINCERO MUCHAS FELICIDADES!!
Responder
December 20, 2012
 

Angel

Gran historia Arturo. Un placer leerte.
Responder
September 23, 2012
 

Mara Ester Rinaldi

Arturo, una historia que atrapa, no hay desniveles en el relato, es increìble la ductilidad que tienes para darle vida a cada personaje, una trama donde resalta la incomprensiòn y cuàn solos estamos aùn dentro de una familia, al final, hubo dos liberaciones, la del hijo y la de la madre, finalmente los dos quedan libres, a pesar de la tragedia. Y tienes razòn, hay nuevas caras, mucho talento, buenas personas...algunos todavìa andamos dando vueltas, es una inmensa alegrìa tu regreso.
Te dejo un abrazo.
Responder
September 23, 2012
 

Arturo Palavicini

La verdad es tan subjetiva y tiene tantas interpretaciones, que no me atrevo a señalar quien de todos los personajes del cuento tiene la razón. Todos tienen motivaciones genuinas(sin calificarlas), así es la vida casi siempre. Casi en todas las familias se viven dramas parecidos a este.
Gracias por tu comentario amiga.

Saludos
Arturo Palavicini
Responder
September 20, 2012
 

MAVAL

Un crudo relato sin dudas
una existencia que muchos viven en familias hasta sus últimos días
salvando las apariencias de su verdadera naturaleza...
y cada día son más los que se reconocen y se aceptan ...lo peor es vivir ocultándose
por lo que sea no se que daña más, si saberse de la condición que se es vivirlo y aceptarse
o ocultarse y estar viviendo en una falsedad terrible que solo a la larga
trae solo desgracia!
tu historia tiene de la vida misma toda su cruenta verdad!

mi saludo !
Responder
September 20, 2012
 

Leidy Mar

Arturo:
Como siempre, mi admiración por tu trabajo como narrador.

Qué bien logrado.. qué bien manejadas las figuras del amor materno y paterno... (en sentido arcaico) la madre protege, resguarda y parece saberlo todo... el padre reprende, niega, se oculta y obliga a los otros acopiar su forma de manejar los problemas.

Está perfectamente argumentado, el día del acto de grado se relaciona con un sentimiento de libertad: dejar de ser para otros y empezar a vivir para nosotros mismos y el amor materno, sin duda, puede responder así.

Me encantó.

Saludos.
Responder
September 17, 2012
 

Arturo Palavicini

Es un inmenso placer volver a saber de ti. Después de tantos meses alejado de Textale he decidido regresar y compartir con ustedes ultimo que he escrito.
Ojalá te guste, me encantaría escuchar tus comentarios. Me voy a dar una vuelta por tus textos. Que diferente se ve todo. No están las caras de siempre, hay muchos nuevos participantes y muchos con gran capacidad. Que gusto visitarlos.
Te mando un beso.
Arturo Palavicini
Responder
September 18, 2012

kalutavon

Un texto que desnuda, denuncia exhibe: La moralidad de una familia, la genética, la homosexualidad solapada y también la reconocida, aceptada y repudiada por los progenitores. Lo disfuncional de un matrimonio, el odio acumulado entre la pareja y otras casas más. Interesante lectura. Saludos.
Responder
September 17, 2012
 

Arturo Palavicini

Si, ese era el reto; tratar de escribir acerca de todos esos temas. El tiempo y su manejo de ida y vuelta es lo que permite ver las acciones de los personajes, al mismo tiempo desde diferentes posturas.

Gracias por tu amable comentario.
Nos seguimos leyendo.
Responder
September 18, 2012

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy