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    - Por lo pronto, adorable ninfeta, deja que las ecuaciones corruptas converjan todas hacia la alforja del peregrino. No confíes en las soluciones que te dictan las voces. Ninguna de ellas es confiable. Mucho menos la de Narciso. Todo teorema es una vana expectativa de muerte. Igual que las ecuaciones diferenciales son caricias no deseadas. Por tu cuenta, sin esperar nada de los Arcontes ni del fantasma de Borges, traza tú misma los signos. Todos los signos, pasando por el alfabeto rúnico. Esparce, dentro del eneagrama trazado sobre el agua, los pétalos del girasol y facilítale a la cuerda de la guitarra su trabajo.
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   -No es difícil. Para ti no es difícil, te lo aseguro, ninfeta. Basta con entreabir tu boca húmeda.¿Algún sonido en particular? No tanto este, como el desfile infinito de ceros que puede originarse en aquella fuga del sentido y del número. ¿Confío en ti, entonces?
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   -Lo sabía, amor. Pronto vendrá la góndola en la tempestad.Me parece tan tierna la relatividad.