Habrá de llegar la tarde
cuando tú y yo juntos
a la vera de algún camino
bajo árboles deshojados
me platiques de los tuyos
yo te contaré de los míos.
Me hablarás de nuestra  boda
a la que nunca asistimos
de aquel anillo prometido
y de azahares marchitos.
Para justificar mi ausencia
te contaré de mis viajes
entre relojes sin arena
y calendarios proscritos
siempre con hora de partida
sin bitácora ni destino.
En ese decirme y decirte
nos sorprenderá la noche
huérfanos de caricias y besos
que en otros cuerpos perdimos.
Luego, con la luna y estrellas
como nuestros silentes testigos
nos diremos el adiós definitivo
sin despedirnos  como enemigos
ni como los amantes de ayer,
será...  ¡como buenos amigos!