No vuelvas
Publicado en Jul 19, 2012
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¿Cómo es que lo haces? ¿Cómo logras restaurar de aquella manera tu imagen en mi memoria? Tu imagen. Mi imagen de ti. Aquella que me tomó tanto tiempo y esfuerzo (y el esfuerzo de alguien más) superar. Sí, superar, porque olvidar nunca. Tal vez ese fue el problema. Tenerte siempre  tan cerca, rondando. Siempre, constantemente. Al principio fue agradable, claro, al comienzo en el amor todo parece agradable. Te veía, nos reíamos y pasaba el resto del día recordándote, sin alcanzar a extrañarte, pues a la mañana siguiente ya te estrechaba entre mis brazos en un saludo. Luego, el tiempo hizo lo suyo y comenzó lenta y paulatinamente a amargar, dejando sutiles notas cada vez, la exquisita comezón que me daba pensarte. Aquella amargura fue creciendo y creciendo casi al punto de opacar la mera razón de su existencia: La maravillosa y novedosa forma de quererte. De amarte quizás, si supiera lo que aquello significa.
Y ahora no podía mirarte con dulzura, ni podía ver en tus gestos y en tus labios la benevolencia de la que (dejémoslo así) me enamoré. Ahora al verte, a ti, a todo lo que eso implica, solo sentía la amargura de saberme infeliz por no tenerte, por no poder tenerte jamás.
Y fui miserable. Fui miserable como nunca y nadie podría negarlo. Vacío a causa de sentir tanto. ¿Poético? Sí. ¿Irónico? Por supuesto. Pero más que nada, una mierda.
Intentando olvidarte digamos que solo logré hacerte más mía en mi pensamiento. Entonces ya no solo te quería, te necesitaba, necesitaba aquello que nunca me habías dado. Ya no estaba  únicamente junto a ti, no, ahora te añoraba, ahí mismo junto a ti, añoraba lo que solías ser, lo que solíamos ser cuando tu presencia y tu tacto me hacían bien.
Y así pasó el tiempo, y como pasó, asimismo cambiamos. Tú, yo y por ende, nosotros.
Y seguía miserable, infeliz, vacío, pero ahora se sumaba el desprecio. Desprecio a tu ahora tan notoria indiferencia. Aquella indiferencia que no me permitía superarte.
Y no me lo permitió, y luchó y luchó durante meses contra mi deseo, hasta que llegó alguien que luchó junto a mí. No sé como lo hizo, no lo sé, tal vez tu indiferencia te jugó en contra al final, o es verdad que el despecho es un catalizador muy potente, nunca lo sabremos, pero cuento corto en un mes ya podía mirarte a la cara sin desvivirme por completo. Y fui feliz, y soy feliz, al menos más que antes cuando mis recuerdos alterados me daban la seguridad de quedarme dormido. Ahora son reales los que me amparan de noche. Pero nunca te olvidé del todo, siempre había algo tuyo en todo, incluso en ella. Logré superarte, superar aquella amargamente deseada imagen de nosotros. Logré reemplazar tu pensamiento con el de ella, pero nunca logré olvidarte. Es que, ¿Cómo olvidarte? ¿Cómo hacerlo si fuiste la primera? ¿Cómo, si te debo a ti el placer de saber cómo es amar? ¿Cómo hacerlo, si incluso ahora eres la única que ha despertado en mí el deseo de escribir? Solo he escrito sobre ti, para ti. ¿Cómo olvidarte después de eso?
A pesar de todo aquello creía que todo estaba bajo control. Sí, claro. Al menos tenía mi mente tranquila, pero tenía que llegar esa noche en que no pudiste resistir el maldito impulso de implantarte nuevamente en mí. Solo te bastó un leve roce de labios, algo tan ínfimo y miserable que no puede ser llamado siquiera un beso, pseudo beso, nada, si no fue nada… Para ti. Para ellos. Para cualquiera menos para mí. Para mi significó mandar la paz mental a la mierda.
Años imaginando como sería besarte y ahora obtengo una idea general que me emociona, que me inspira, me motiva. Primero eso, luego uno que otro comentario, uno que otro abrazo y una última propuesta (nada especial) Todo muy mundano, y yo aquí, tres días más tarde y aun dándole vuelta. Se ha vuelto a instalar en mí el “qué tal si…”, la pregunta más maldita de todas. Porque, todo fue insignificante pero, qué tal si en verdad no lo fue? ¿Qué tal si lo hiciste con otra intención? ¿Qué tal si no todo está en mi cabeza?
Y todo vuelve a mí, porque esto ya lo he vivido antes. Solo que ahora sé cómo se sienten tus labios, y se siente bien, pero no… Por favor solo vete, pero no entera. Déjame tu amor y vete. Déjame lo bueno. Déjame tu risa, tu mirada profunda, tus abrazos espontáneos. Déjame todo aquello que me encanta de ti pero llévate el encanto, para poder disfrutarlo y vivir tranquilo. Déjame el amor que siento por ti pero para dárselo a otra. Quédate entonces conmigo, pero no en mí. Por favor, no vuelvas para quedarte en mí. 
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Foto del autor Sofia
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Descripción

Palabras Clave: superacion olvido amor volver beso intimidad desamor desencanto

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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