Sol implacable sobre desiertos del mundo amanecido ya en firmamentos interiores. Hermana de emociones y de espejos, referente de cosmologías y flores, amada mía, esquiva y delatora. No sé si yo te canto cuando canto o si tú misma cantas en mi canto.

El ave negra roza con su pecho las nieves y el agua salta del fondo de los bosques. Los minerales se aprietan junto a piedras y humus: todo se dispone en continentes para sus huéspedes.

Pero tú posees planes e inventas calendarios, me guías de un lado para otro; subes y bajas arrastrándome al pudor y la miseria y como brisa en volantín me encumbras a la música y a los colores. Me regalas guirnaldas para luego ocultarte tras de ellas y poder jugar conmigo con tu propia sombra burlona.

¿Qué eres, en verdad? ¿Quién eres, en verdad? Tus respuestas son engañosas cuando te pregunto la hora y el momento. ¿No sientes compasión por estos ojos locos y vacíos de brillo anhelando su momento? ¿No te responsabilizas de mis sueños dormidos y de aquellos que despiertos apresuran mi marcha?

¿Y cuando ves ese socavón pútrido que se descompone y retuerce entre gusanos y larvas, invocando la biología hacia las profundas humedades, no te asalta una sensación de mi vacío?

Bribona, simpática: aquí me tienes, como siempre lo quisiste, a tus pies. Sin embargo, inteligencia gloriosa y glorificada, yo te domeño a mí con este beso de amor a pesar que tu, bajo tu propio instinto, continuas buscándome en silencio.

Y qué hago con esto que me aturde, con este sentimiento fracturado? dónde escondo la soledad? dónde la guardo si es ella tu legado.

Dónde logro abandonar la rabia ingente de los días agrietados a mi espalda por esperarte? dónde? si te siento a cada instante, a cada momento, pero haces caso omiso no solo a mi presencia si no también a mis deseos.