Esa melancolía mía.

Es difícil sentarse, sincerarse y escribir o hablar de la vida y más cuando las palabras no fluyen como a mí me gustaría.

Hay cosas que duelen y no sé saben cómo decir más que con lágrimas.
No existen palabras que las saquen del alma, las ideas que se encuentran, los recuerdos que las reflejan, pero no hay en palabras ni ningún sentimiento que pueda manifestarlo.

Sólo yo, mi mente, mi memoria son cómplices del dolor, del vacío que enreda y que oprime el pecho y que por momentos gustaría gritar a todos los cuatro vientos lo que se siente y, aun así, no entenderían.

Analizando cada cosa, suceso de la vida, buscando esa astilla en el corazón, la causa de ese dolor, pero es difícil enfrentarse a uno mismo, a tus peores pensamientos, a esa realidad de tu ser que temes descubrir, pero puedo pensar que al descubrir y ver en el espejo la verdadera persona que se es, no se vea al mismo tiempo a una persona monstruosa, lo que nunca se ha querido ser, lo que siempre ha odiado, esa parte que se reprime y que reprimimos.

Es difícil ver con crueldad lo infeliz que se puede ser, teniendo y deseando más y que nada llene el corazón con algún tipo de sentimiento. La vida siempre sigue y no espera para capturar esos momentos donde al parecer se es feliz como en las fotografías y donde cada foto es una sonrisa y trae una historia, que, por lo regular es amena y siempre se añora esos recuerdos y se desea quedarse justo en ese instante de paz, de sonrisa.

Es difícil escribir sobre la vida, es difícil mostrar tal como se es porque duele escribir nuestra propia historia y que no sea la historia feliz que siempre ven los demás, se le teme al rechazo, al que p0ensaran los demás o el cómo te verán cuando sepan la verdad...

Mas sin embargo, siempre hay una sonrisa resguardada, alguna palabra, alguna lágrima, esa tristeza que pasa por la mente al levantarse, cuando se camina, en cada charla, al ir a dormir…

Es difícil vivir con una melancolía constante, que sea parte de ti y que no puedas evitarla porque sin ella dejas de ser tú mismo. Esa melancolía que habita en tu mirada, en cada movimiento, en tus pensamientos, en tu diario vivir… ese gusto por explotarla, aunque no llene tu vida y sepa que así podrás sobrevivir.

Tendrás que aprender a vivir así por el resto de tu vida. Es difícil hablar de la vida porque quizá nadie comprenda lo que es vivir con la eterna melancolía...