Romina se levantó a las ocho de la mañana un día jueves de Marzo. No podía dormir, por una pesadilla donde no se le reflejaba el rostro cuando estaba  frente al espejo. Esto le pareció irracional, no lo tomó en cuenta y se fue a hacer el desayuno. Mientras revolvía la taza de té recordó de nuevo el sueño. Sin embargo, cuando se posó enfrente del espejo del baño quedó despavorida al ver que no veía su rostro sino que absurdamente se le refleja el pelo y la espalda. Se peñiscó el brazo para ver si no estaba soñando pero nada pasó, más que el dolor que le produjo esto y una franja rojiza que se le formó. En su mente esto no cabía, era como una ilusión óptica o algo por el estilo. Se decidió salir a la calle. En las pocas cuadras que recorrió su autoestima estaba por el suelo, las personas la observaban horrorizadas por no tener rostro.
La desesperación la llevó a tomar abruptamente una decisión. Se quería suicidar porque encontraba que estaba en desigualdad con el resto. Buscó el edificio más alto que vio, subió rápidamente  a la azotea, observó desde arriba y se lanzó. Su sensación fue de haber cometido un error y ya no había vuelta atrás pero a pocos metros del suelo y sintiendo la muerte inminente le pareció escuchar algo del más allá… ¡Rrrrriiiiinnnn, rrrriiiinnn...! era su alarma que indicaba las siete de la mañana. Se levantó ágilmente, se arregló para ir al trabajo y antes de salir de la casa dio un gran suspiro al verse reflejada en el espejo del pasillo.