UN CUENTO DE AMOR II
Publicado en Jun 11, 2011
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Miguel respiraba hondamente el aire límpido y fresco  que manaba de las montañas de su pueblo natal. Sentado en un banco de la plaza bolívar, observaba los cambios que lentamente moldeaban al viejo pueblo enclavado en un valle de tierras prosperas y propicias para el cultivo. La luna redondita como las arepas que hacia la abuela María Encarnación, despuntaba por el naciente. En silencio el gigantesco satélite registraba la historia de la población, desde mucho antes que fuera una aldea donde el indio canoabo retozara con sus pequeños, y las tribus indígenas dejaran sus huellas talladas en las piedras. Ella, musa infinita de los poetas y amantes, que lo veía todo, guardaba celosamente el misterio de los mensajes, grabados en las piedras. Solo ella sabía esperar con paciencia y sabiduría el momento y el tiempo preciso para ser descifrados.
  _ ¿cómo sería Canoabo en 1711 con sus casitas de bahareque y sus techos de palma? Y mírenlo ahora preparándose para celebrar sus trecientos años de historia.
A escasos meses de celebrarse aquella fecha trascendental, los preparativos iban viento en popa organizando corresponsalías en las principales ciudades del país, donde cientos de Canoaberos se enraizaron buscando prosperidad y extendiendo el carisma y el cariño y la bondad símbolos heredados y protegidos por el manto sagrado del patrón celestial.
El joven médico especializado en Sicología, respiraba como queriendo llenar sus pulmones de las vivencias pérdidas durante siete años de ausencia. Tarareo una canción que describía los momentos vividos. “donde estarán los amigos de ayer, la novia fiel que siempre esperara”.
_ Cuanta verdad en las canciones de pablo milanés- reflexionó- donde estará Graciela mi novia del liceo. Recuerdo su promesa de amor cuando sus padres se marcharon a Maracaibo.
Por el pasillo central caminaba una joven y  hermosa mujer, ambos se reconocieron y una sonrisa nerviosa se dibujó en la boca de Miguel. Turbado por los recuerdos del ayer, la veía desplazarse hacia él con los brazos abiertos y los ojos abrillantados por la emoción.
_ ¡Antonieta mi novia ingrata! que aquella tarde febril de junio me dijo adiós así porque si, sin ninguna razón, ¡dejándome el corazón resquebrajado!
Ella le sonrió, se ruborizo y sus ojitos se abrillantaron y sus pupilas se agrandaron y acercando sus brazos le dijo:
_ ¡hola!..... ¿te hice esperar mucho?
_ ¡no! – le respondió afanosamente− Me entretuve observando los cambios en la plaza y su entorno.
Cuando se abrazaron fue un reencuentro de dos almas, con el pasado común de haberse amado, con una pasión que dejo huellas que ambos desconocían. El calor que los unió y juntó sus esencias, también los separo dramáticamente y exactamente en aquel mismo lugar. Como un tropel de caballos, las palabras se agolparon en su memoria y la maldición lanzada se hizo pensamiento “maldigo el día en que mi boca busque tu boca y…”,  le sonrió con la alegría de verla, pero el reflejo del pensamiento lo obligo echar la cabeza hacia atrás, huyendo de aquellos labios que se le acercaron  al borde de la boca. Se sentaron y estuvieron conversando por un largo rato sobre la vida de ambos durante tantos años sin verse. Sin darse cuenta el tiempo fluyó rápidamente en medio de sus palabras y las campanas de la iglesia sonaron seis veces, indicando la hora del día.
_ ¡oye!.....el tiempo paso volando, ¡naguara! llevamos como tres horas conversando, señaló ella.
_ Si vale, pero si tienes algo que hacer, otro día conversamos un rato, enfatizo él.
_ No hay prisa, además tengo algo muy importante que decirte. Para eso te cite aquí, dijo la morena  un poco nerviosa.
_ ¿Qué será?
Pregunto miguel con una mueca de incertidumbre en la cara.
_ ¡Tienes una hija!
Se lo dijo sin andar por las ramas, como si quisiera sacar de un solo golpe aquello que aprisionaba su alma, que quemaba su conciencia.
_ ¡que, como! exclamó.
Ahora el asombro se delineaba en su cara, la incredulidad empequeñecían sus pupilas buscando una señal de falsedad en su rostro. Cosa que no encontró, ni percibió.
_Aquella tarde cuando rompí contigo, sabía que estaba embarazada de ti, pero aunque luche por nuestro amor, no quería aceptar el compromiso de casarme, estaba asustada y pensé en la solución más fácil, frustrar el nacimiento del bebé.
No fue un balde de agua fría lo que le callo, a miguel, fue un mandarriazo psicológico que lo golpeó fuertemente, agarrándose de los barrotes del banco de la plaza. Con la mano sobre la nuca, dándose ligeros masajes, caminaba de un lado a otro buscando serenidad.
_ ¿Y luego que paso? atinó a decir con la boca reseca por la ofuscación.
_ Clandestinamente una amiga de mi mamá, me inyectaría un pitosin y así mis preocupaciones habrían terminado. Pero en el momento que preparaba la inyección, la misma determinación que me llevo a sepárame de ti, igualmente me empujo de aquel lugar y prorrumpí en lloro y corriendo abandone el hospital dejando a mi madre boquiabierta.
_ ¡Lo escucho y no lo creo! le decía mientras la veía a los ojos buscando un atisbo de mentira.
_ sabes que no te miento, aquellos últimos meses hacíamos el amor sin tiempo ni razón, y sé que tú estabas despreocupado, porque supuestamente me cuidaba con las pastillas, pero de verdad te digo que muchos días no me la tome, mi insensatez me llevaba a pensar que el efecto era más prolongado.
_ ¡Qué imprudencia!
_es cierto, pero de allí también nacen cosas hermosas, reafirmo sin ironía.
_ ¿Y luego que paso?
_ Luego te fuiste a estudiar para la capital,  la niña nació bien gracias a dios y luego me dedique a trabajar con mi papá en su negocio. Y aquí estoy luchando como todos demás, esperando que el amor toque de nuevo mi puerta.
Lo dijo con melancolía, como queriendo regresar aquellos días de gloria cuando se abrazaban y sonreían a la vida. Cuando eran libres y nada les importaba. Pero la vida nos enseña que basta un solo error, una pequeñísima duda y el mundo nos atrapa en sus redes.
Ella se aproximó a confortarlo y él percibió el calor de su boca y volteo ligeramente esquivando el magnetismo que sentía de aquellos labios, el recuerdo de la maldición martillaba ligeramente su lóbulo frontal, creándole cierta perturbación. Respiro hondo, pero lentamente y luego con palabras dilatadas le pregunto. 
_ ¿y como se llama y donde esta?
De su boca solo salían preguntas, ansiosas de respuestas.
_ ¡Ana miguel!....Ana por mi mama y Miguel por ti. Esta con la abuela en la iglesia ya debe estar por pasar. Cuando supe que habías regresado le dije a mi mamá que hablaría contigo, para que lo supieras y para que ella conociera a su padre, aunque yo siempre le he mostrado tus fotos que aun guardo  en mi álbum. ¡Claro no te va a reconocer, eras muy joven!... ¡sin barbas!
Miguel no sabía cómo describir lo que estaba viviendo, se lo podía imaginar como un volcán en erupción; como una tormenta de truenos y relámpagos; como un remolino de vientos golpeando y removiendo raíces enterradas profundamente; Como un martillazo en un dedo; más fuerte aun que aquella tarde cuando, ella, le dijo adiós para siempre y él visceralmente lanzo su maldición que le quemaba sus entrañas. Ahora su vida cambiaba, el pasado le daba un giro de ciento ochenta grados y cambiaba la visión y la perspectiva de su futuro inmediato.
_ ¡allí vienen! Exclamo alegremente Antonieta.
Él volteo nervioso, buscando la imagen de la niña que traviesamente venia saltando los ladrillos del piso de la plaza de uno en uno. Mientras más se acercaba, la emoción lo paralizaba parcialmente buscando palabras que decir, respiro profusamente y dejo que las cosas discurrieran espontáneamente dejando que las emociones fluyeran acorde a la situación, se trataba de su hija, por que tratar de manejar las emociones, cuando el momento se presentaba para dejarla escapar y sentir la pureza de la verdad del alma de su chiquilla. A pocos metros la chiquilla detuvo sus pasos, se soltó suavemente de la mano de su abuela y mostrando su mejor risa, sin dos dientes, le dijo:
_ ¿tú eres mi papa? ¡Verdad!
La pequeña miro a la abuela que le reía guiñándole un ojo, luego se abalanzo a los brazos de miguel, quien la recibió en su pecho, mientras sus ojos se nublaban de la emoción. El reflejo de su madre sobre la imagen de la niña, lo enmudeció guardando las palabras. No podía creerlo era idéntica a las fotos de su mamá de cuando niña; las cejas, la boca, la sonrisa, el pelo crespo y abundante. Todo era ella.
_ iii…igual a mamá, pronuncio mirando a Antonieta.
_si…se parece muchísimo a ella. Yo le digo que va a ser su clon...
Sonrieron alegremente y juntos marcharon, en dirección a la casa de Antonieta. Ella conversaba plácidamente con su madre, buscando en su interior una esperanza, otra oportunidad. Desde el umbral de su conciencia hacia promesas pidiéndole a San José, bendiciones para trasmutar aquella vieja maldición. Él alegremente jugaba con su niña, quien reposaba sobre sus hombros, tarareándole canciones infantiles.
En la plaza bolívar, el ambiente tricentenario creaba ventiscas emocionales que se reflejaban en los rostros de los parroquianos. La mata de guayaba permanecía frondosa, con nuevos brotes y muchas flores blancas. De sus ramas pendía una placa de madera, sobre la cual estaba grabado el nombre científico de la planta y los nombres de aquellos viejitos que la habían plantado. Parados en el borde de la madera, un par de plumíferos graznaban sus trinos, jubilosamente. No eran aquel humilde cucarachero y el majestuoso azulejo, eran dos nuevos inquilinos que habían hecho nido sobre las ramas de aquel árbol, que para las nuevas generaciones simbolizaba el amor de dos personas que decidieron juntar sus vidas para siempre, y que envejecieron gozosamente, hasta morir, en este mundo temporal.
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Descripción

EL DESENLACE DE UN CUENTO DE AMOR, DE DOS JVENES AMANTES

Palabras Clave: CUENTO AMOR FLORENCIO

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: FLORENCIO MALPICA

Derechos de Autor: florencio malpica


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Daniel Florentino Lpez

Muy bueno!
Hay algo más que historias
hay paisajes de tu pueblo
Me gustan los finales felices
Felicitaciones
Un abrazo
Daniel
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June 11, 2011
 

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