La batalla del Nick
Publicado en Jun 06, 2011
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Quienes le conocían lo tildaban como el eterno rebelde, el defensor de los pobres, el llanero solitario e incluso llegaron a apodarlo el quijote, y es que Ángel era de esos personajes que viste de modo informal pero que denota en su actitud cierto aire intelectual. Lo cierto es que sin importar credo ni color político, la idea era formar parte de quienes se atreven a protestar ante cualquier cosa que cabía revelarse en el país. Pertenecía a movimientos ecologistas o pacifistas habidos y por haber, aunque nunca se le vio participar en marcha alguna. Pregonaba no estar de acuerdo con esto o aquello. Sus más cercanos solían escucharle con resignación, hasta el día en que Lilian le propuso ante todos cuando compartían en aquel eterno bar donde solían juntarse el último viernes de cada mes (a conversar de la contingencia política, literatura, arte, en fin) que se dejara de cosas y que plasmara su visión en las letras que tanto le apasionaban. Los demás no tardaron en acoplarse a la idea y al verse acorralado, aceptó el desafío. Al principio decía escribir sólo para él, pero nuevamente Lilian que era una mujer que no tenía pelos en la lengua, le aclaró que esa postura no era tal, puesto que una vez que sus escritos fueran leídos le pertenecerían a sus lectores. A regañadientes aceptó, aunque en su interior deseaba mantener su postura. No era un tema de estar de acuerdo o no, era un tema de poder, porque el poder le llamaba, le gustaba, lo anhelaba en todo momento y en cualquier discusión por pequeña que fuera, se posesionaba de su papel intelectual, y no escatimaba esfuerzos en lograr el éxito de modo apabullante. Locuacidad y retórica eran sus armas, y se vanagloriaba de ella. Por eso, que la proposición de Lilian no podía ser tomada a la ligera, debía ser algo único, exclusivo, algo para mentes preparadas, no para la prole, para ellos estaba bien la farándula, los matinales, esos programas de entretención barata. Él en cambio escribiría para iluminados, para quienes tuvieran realmente la preparación para seguirle, gente de nivel académico, gente de mundo. Sin darse cuenta, iría tejiendo una telaraña en la que sería su propia víctima.
 
Solitario y eterno solterón acomodado, éste cincuentón vivía en un pequeño departamento en el centro de la ciudad, que heredó de su abuelo (por ser único nieto) como la pensión del mismo, después de morir su abuela que lo criara. Cuando ambos estuvieron vivos, lo llevaban a Italia para apreciar en su cuna la ópera, en París solían recorrer el Louvre cada vez que iban, visitó las ruinas griegas y así como el resto del mundo. Museos, teatros, eventos culturales eran paradas obligadas aún para éste pequeño. El universo de la cultura estuvo a sus pies, por eso no era de extrañar que a sus escasos trece años hubiera leído a Dostoievski, Kafka, Flaubert, Tolstoi, Stendhal por mencionar sólo a algunos, su abuela enamorada de la ópera, le hacía estudiar a Wagner, Mozart, Bizet y en la adolescencia en vez de fiestas, lo obligaban a tomar clases de piano. Sin embargo, su brillante paso por los mejores colegios del país, se vieron opacados al ingresar a la universidad donde se convirtió más bien en el eterno estudiante a través de las carreras de filosofía, sociología, antropología donde no por falta de conocimiento sino más bien de entusiasmo quedaba a medio camino. Sólo letras lo capturó llegando hasta el último año que terminó por congelar por viajar a la india con Natalia, la mujer que trastornara su vida. La conoció en la carrera de sociología y le prendió siempre su inteligencia. Sus argumentaciones se hacían débiles ante sus intervenciones, pese a que en la mayoría lograba salir como de costumbre con la razón. Mística, apasionada, intensa, inteligente, esta mujer lo cautivó, y se rindió a sus pies sin remedio. Ella a pesar de ser mayor por algunos años, conservaba un aire más juvenil, respecto de su actitud sombría y grave. Fue esa manera fresca de ver la vida, la que perturbó su mundo convencional. Natalia se empeñó en enseñarle a través del yoga y la meditación los senderos donde el cuerpo se desintegraba para fundirse en el cosmos. Su último intento fue el viaje a la India, donde ella floreció más aún, y decidió quedarse a estudiar el camino del alma, produciéndose por esos días un abismo entre ambos que no fue capaz de superar y terminó perdiéndola. Fue al regreso de su viaje y a sus treinta y cuatro años cuando decidió no casarse nunca. Desde entonces había buscado refugio en sus eternos amigos de infancia, el único cable a tierra que lo mantenía equilibrado (como él decía), pero que no sería lo suficiente para evitar que el ciberespacio lo consumiera. Tan pronto se internó en este mundo virtual encontró aliados cibernéticos que compartían sus ideas. Cada día eran más los seguidores que visitaban su sitio Web, que llamó “La voz de la conciencia” donde publicaba todo lo que durante años tenía atesorado en su mente. Participaba en foros internacionales como gran panelista, ampliando las fronteras de quienes le leían. En éste mundo encontraba el consuelo ante la pérdida de Natalia, que siempre de algún modo se le hacía presente, más aún cuando se enteró que había vuelto al país, junto a su hija hindú.
 
Eran precisamente sus conocimientos, sus ideas racionales que lo habían apartado de ella, y sabía que mientras más se empecinaba en aprender y tratar de entender de modo científico la vida, de algún modo continuaba alejándose de ese gran amor. Los libros y el Bing Bang tomaron nuevamente relevancia en su vida como en los años de su juventud. Con el pasar del tiempo, no volvió al bar de costumbre y sus amigos poco a poco le fueron olvidando. Las paredes del viejo departamento se mimetizaron con su piel desteñida por el desaseo personal. La luz de su habitación permanecía eternamente encendida día y noche, así como las cortinas cerradas.
 
Cierto día, en un estado de éxtasis, aburrido de no encontrar alguien que estuviera a su nivel, lo llevó a crear un nuevo Nick, un contrincante que combatiría sus propias ideas, desde una postura totalmente opuesta. Dedicaba horas y horas, incluso días leyendo sobre metafísica, aprendiendo del budismo, la cultura Zen, de las prácticas del Tai Chi, de los chacras, de la meditación. Cambio su dormitorio de acuerdo con el equilibrio Feng Shui. Aprendió del Tao del amor, y empezó a controlar sus estados lascivos. El nuevo Nick en una sedienta pasión por el combate de ideas le poseyó en vida y se convirtió en un virus que atacó sus principios, al filtrarse y adentrarse por senderos nunca antes explorados. Sus debates eran tan interesantes, que pronto parte de sus antiguos seguidores terminaron por aliarse a éste nuevo profeta cibernético. Sin proponérselo en éste proceso su cuerpo y su espíritu se internaban por los senderos que Natalia había tratado de enseñarle años atrás. Comenzó a perder el control del ciberespacio, por lo que su ego, dolido pedía que lo defendiera a como diera lugar, no podía permitir que  el nuevo Nick ganara la batalla, reconocía que se hacía poderoso, su voz era insolente, soberbia, movía masas, ganaba adeptos, pero estaba empeñado en destruirle, sin lograr percibir que la maraña que urdía estaba perforando sus propios cimientos.
 
Lo primero fue sentir fuertes punzadas en su cabeza las que lograba calmar con alucinógenos, luego fue el corazón el que tocó la alarma cierto día en que un ataque lo dejara en el suelo. Cayó en cama con fiebre ayudado por un alto grado de desnutrición, pero no se daba cuenta de lo grave de su estado. Los calmantes y el sueño le alejaban de toda realidad. La pantalla de su computador seguía prendida, deliraba viendo comentarios de su adversario cibernético que lo provocaban aún en la enfermedad, llevándolo a desgastarse en elucubraciones por lograr contestarle entre los estados inconscientes que se hallaba la mayor parte del día.
Una noche (aún cuando él mismo no distinguía la diferencia del pasar del tiempo en su encierro) se levantó, la fiebre había bajado, se hallaba repuesto. Se dirigió al computador con las ideas fijas y sus dedos danzaron por el teclado como si estuvieran interpretando el lago de los cisnes. Durante tres días seguidos que no se despegó de enfrente de su computador escribió y escribió máximas reflexiones que aplastaban las ideas mantenidas durante éste tiempo por el nuevo Nick. Tales argumentaciones estaban basadas en los más brillantes exponentes de la ciencia, y cada pensamiento contaba con el respaldo bibliográfico pertinente. Era como si la sabiduría le hubiese llegado de un modo inexplicable los días que guardó cama, consiguiendo un plano tal, que entendió que no sería capaz de contestar como su oponente. Respiró aliviado, vencía de éste modo a su propio Nick, su otro yo, ese que por un momento pensó que lo consumiría. De pronto, su cuerpo sintió el agotamiento de tanto encierro, de la inanición, la fatiga se apoderó de su organismo y de su mente. Volvieron las ganas de darse un baño, abrió las cortinas y contempló que el día estaba asomando. La luz entraba apenas, pero aún así le hería la vista. El hambre se hacía presente, por lo que se dirigió a la cocina. No encontró alimentos en buen estado, todo hedía mal, a descomposición, a añejo, dando clara cuenta del tiempo transcurrido. Días, semanas, meses quizás. La realidad golpeaba su conciencia abrumada. Se desnudó y se abandonó bajo la ducha por largos minutos. Poco a poco la circunstancia le fue atrapando con duros mordiscos en las sienes como si una fuerte tenaza le apresara, comprendió lo extraviado que había estado. Se vistió, y bajó a un local donde pidió un desayuno liviano, ya que sentía arcadas al engullir el alimento.
 
Pensó en lo absurdo de su actuar al encerrarse en ese mundo virtual que había creado, no estaba seguro de su estado emocional. Dudo de todo, no tenía certeza de lo real o lo irreal. Miró a su alrededor, personas apuradas, insertas en el medio, consumidas por el sistema. Se detuvo en un joven que tomaba sorbos de café, sin despegar la pantalla de su notebook y se incorporó para hablarle, pero luego desistió. En los bolsillos de su chaqueta encontró una caja de cigarrillos, no recordaba que fumara, los botó más allá. Decidió caminar hasta un parque cercano, las hojas del otoño amarillas y rojizas que pisaba le renovaron el espíritu, a pesar del ruido de la ciudad, alcanzó a percibir el cantar de los pájaros. Se detuvo a contemplar un bebé en su coche, ante la aterrada madre que lo observaba con desconfianza. Pensó en la hija de Natalia, y deseo que fuera suya. Les haría una visita por estos días – se dijo al tiempo que buscaba un cine. Eligió una película ligera, se sentía agotado y las punzadas en su cabeza volvían con mayor intensidad y frecuencia. Se sentó a un costado de la sala, y a media película se quedó para siempre, su corazón lo quiso así. Sólo un par de amigos se enteraron del deceso y lo acompañaron en su funeral.
 
Una semana más tarde, cuando el conserje habría la puerta del departamento a familiares que venían a retirar sus cosas, quedaron sorprendidos al encontrar la pantalla del computador encendida. La apagaron pero al salir, se volvió a encender.
 
Era el Nick que volvía en busca de una nueva víctima.
                                                ******
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Foto del autor Esteban Valenzuela Harrington
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Descripción

La realidad está más cerca de lo que piensas...

Palabras Clave: Nick

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción



Comentarios (4)add comment
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Turmalina

UN RELATO ATRAPANTE...
UN ABRAZO...TURMALINA
Responder
June 07, 2011
 

Esteban Valenzuela Harrington

Gracias Turmalina:

Te agradezco que me leas y me hagas tu comentario,

Un abrazo,
Esteban
Responder
June 09, 2011

Tomás Valenzuela Rossi

Encuentro que es un relato ¡EXCELENTE! porque como decía un gran amigo mío "aún buen escritor no se le puede dejar de leer porque sus relatos atrapan" Atentamente Tomás Valenzuela
Responder
June 07, 2011
 

Esteban Valenzuela Harrington

Gracias Tomás:

Me alegro que te haya gustado,

Un abrazo,
Esteban
Responder
June 09, 2011

Emme

Esteban qué decirte?... es genial muy muy entretenido y con esas vueltas que sabemos dar jaja. Lo único que me gustaría es que revises las puntuaciones, hay demasiados puntos seguidos. Me encanta que sigas escribiendo y tan extensamente como en estos últimos, realmente son muy buenos.
Te msndo un beso, Emme.
Responder
June 06, 2011
 

Esteban Valenzuela Harrington

Gracias Emme.

Lo de los puntos no sé como corregirlo, es algo que voy sintiendo y sale no más.

Un abrazo,
Esteban
Responder
June 09, 2011

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