Cuando yo era niño y vivía, mirando los ojos marrones de mi tierra, creía lo que veía y lo que vivía, tiempo a tiempo...era mi verdad, la verdadera. El amor, ese changuito presuroso, ese ave esquiva a mis flechas trémulas, el amor era eso, amor y quien así no lo viera, no veía nada, no sabía nada de nada. La muerte era la dulce muerte, con el viento norte por la tarde, el sol que negaba a dormirse en el oeste, las calles llenas de tierra y niños pidiendo pan. La vida, esa tormentoso cotidianidad, -no me alcanza la plata, uy y a mi tampoco- los amigos afectuosos,tiernos y sufrientes, alcoholizados, golpeadores e infantiles. Los políticos, amantes del pueblo, mi pueblo, se paseaban en sus 4x4 levantando polvaredas, y vivían exactamente en florida y 9 de julio, o en el palomar, y llegaban para llevarse la guita. Ahogado de angustia y sin futuro para mis hijos huí. Y dejé de contemplar los ojos marrones de mi tierra amada, de sentir el viento bendición, el olor a casa, a familia. Ahora contemplo, en los ojos azules del mar, otros reflejos, y en uno de ellos me veo a mi mismo y a mi pueblo. El amor, es el amor, tibio, frío, constante o contable, no hay grandes mutaciones y no podría hacer aportes significantes. La muerte es la muerte, no hay dulzura en ella, si hay responsabilidades compartidas: desdén del estado-pulpo, o de las mal llamadas buenas familias, los niños pidiendo pan, son los dirigentes ausentes. Es nada más y nada menos que el peronismo ausente, donde se ha visto, que alguien tire comida y otro la necesite, donde se tire dinero y otro lo precise, donde se tire los sueños, de los otros y estos otros agonicen. Realmente, no sabía una mierda, y me doy cuenta a lo lejos. Como siguen aún, matando los sueños, sin verguenza alguna como los viejos siguen boicoteando el presente, como los Carlos, o los Tony, o los Guillermos o como mierda se llamen, siguen riéndose de los niños muertos, del hambre total, del peor rostro de la miseria humana, de la desesperanza... Me pregunto ¿quien habrá sido ese Cristian Jesús Salazar?, que salvó a carlos pueblo, de que el pueblo hiciera una hoguera con el, ¿habrá existido? o seré yo, quien fui un mercenario de las letras, por seguir explotado, cuando el mundo se venía abajo... ¿Tendrán perdón, esos cinco, que encerrados en secretaría de gobierno, un fin de semana, inventaron todo un abecedario, para justificar lo injustificable, para falsificar informes de nosecuantos niños de los comedores infantiles? Pobres, ilusos, pagados con un pancho y una coca, para que carlos, siguiera lo más pancho, junto con la coca; junto a otros oscuros y desalmados, arreglando coimas, falsificando boletas, dibujando números, letras, manejando el banco, y con rené era más fácil el arreglo... apretando gente, pero ya no están, quichi, funes y esos delincuentes. ah, pará. Con sigilo, reptando, con su lengua biperina, se viene un tosco mercenario de las letras, ¿cómo estás colega, ladrón, mentiroso, condescendiente, vendido y vendible, indecoroso, rencoroso, vacuo, incoherente, plagiador, coimero, atorrante, rastrero? Es dificil hablar, sobre todo cuando la palabra, pesa como una culpa, como todas las culpas, es dificil hablar cuando estás muerto, o cuando sos un personaje creado, por un muerto. Desde que me fuí...no existo. Y a "ellos" culpo por eso, no dejen que les pase lo mismo...echénlos, se merecen eso. Mi pueblo debe saber de que se trata.