Se pinto las uñas de color carmesí, una a una, esperando que se secaran con el viento de su mano al agitarse.
Su cabello lucia unos prolijos bucles que caían descuidadamente por sus hombros y la espalda descubierta.
Al sol, sus bucles negros relucían tonos caoba y miel.
Su agraciado rostro pálido estaba maquillado con esmero y las pesadas pestañas postizas hacían un tono más oscuro al color verde de sus orbes.
Aquel apretado vestido rojo resaltaba sus curvas, que le costaron años de comer casi nada. De fondo, se oía su CD preferido.
Sonrío al verse en el espejo, satisfecha consigo misma.
Detrás de su puerta, los chillidos de los paparazzi clamaban su nombre.
Su sonrisa se ensancho hasta lo increíble y  tomo del bolso de mano, un pequeño revolver.
Fuera, las personas se estremecieron al oír un sordo disparo y echaron la puerta abajo, a patadas y con frenetismo.
La dulce habitación de la modelo olía a cigarros y a quitaesmalte para uñas.
Pink Floyd se escuchaba de fondo.
Frente al espejo, con la risa aun pintada en sus labios y con un charco de sangre caliente alrededor de ella.
Se desgajo la sien derecha, sin asco ni pena.
Todavía nadie entiende porque….