Su gloriosa majestad
es para todos el cielo.
Es perfecta en sus acciones,
es perfecta por derecho.
La reina blanca es la diosa,
no ronca, suspira urgente...
no traga, solo se nutre,
no caga, defeca leve.
La reina no se emborracha,
se marea simplemente.
Y cuando devora de más,
no vomita ella devuelve...
La reina blanca es el sol...
La luna en cuarto creciente...
No se tira ningún pedo
emite gas sabiamente...
Nuestra reina no fornica,
hace el amor como siempre...
Si no se lava los dientes,
su aroma todo embellece...
No llora, jamás lo haría,
suda sus ojos ausentes,
no grita, eleva el tono,
no envejece, solo crece...
Reina de tantas mentiras...
a ver si solo te mueres...
Y nos dejas la verdad
no los embustes de siempre...
Nosotros somos vasallos,
vivimos la vida siempre,
cagamos y moqueamos
y la esperanza no es verde.
No tenemos una rupia,
ni pan para hincar el diente,
ni los pechos rebosantes,
de sus nodrizas celestes.
Tenemos hambre en común
arto el dolor en las sienes.
Nuestras espaldas destruidas
y el corazón diligente...
Entumecidos los miembros,
de hurgar en bolsillos huecos,
de arrodillarse y pedirle
un milagro al viejo cielo...
Porque no estamos cansados,
bien podridos simplemente,
Dios te ampare cuando mueras,
o mejor, Dios te reviente.