Estoy acostumbrado a andar sólo por estos mundos desamparados de Dios y su presencia.Ando en caminos de hojas transitorias sin que nadie se recueste de mi lado. A veces me hallo desamparado de las umbras que caen peremnemente de las castizas borrascas.Lejos de estanques femeninos y de techumbres donde escanciar. Pero llevo en mi mano una rosa que chapotea y se funde en mi piel hasta el delirio.No tiene silencios cuestionables sino un diálogo con mis sentidos.Se esconde en mi pecho en las precipitaciones de la lluvia que buscan desmembrala. Yo mido su compañía a través de campiñas transitadas.Comemos lo que nos da de sí el día y se pierde del olor de los perros.De noche, caemos en sueños vácuos donde mejoramos nuestras imperfecciones.Pero lo sublime de esta rosa es que no existe y sólo estoy yo en un amanecer sin cánticos,rodeado de cielos de celofán y transeúntes de ceños armoniosos:La nada es la que se aferra de mi mano y me conduce por las sequías del alma. Caminaré entre vados rosáceos mientras se levantan mejores días para mi avivamiento.