Casi siempre, el sol me deslumbra y me molesta. Me hace andar con los ojos medio cerrados porque su luz me ciega, pero hoy no ha sido así. Hoy, andando por las calles de Lleida una vez finalizado el primer dia de universidad, me hacía feliz poder abrir los ojos y notar su luz penetrando entre mis pestañas. Lo veía todo más claro. Era una sensación maravillosa; la gente desconocida y los vehículos que me cedían el paso en los semáforos en rojo me parecían sacados de la postal más bonita del mundo. Yo iba andando, y muchos rincones por los cuales pasaba me regalaban recuerdos que hacía tiempo tenía olvidados. De tanto en tanto, o quizás durante todo el camino, mi boca dibujaba sonrisas que en un par de ocasiones he contagiado a dos individuos que han cruzado su mirada con la mía. Pero no penséis que siempre voy regalando sonrisas a desconocidos, hoy lo he hecho porque estaba contenta. Contenta, feliz, con ganas de andar horas y horas por las calles de la ciudad que más quiero, y encontrarte entre la multitud, poder compartir mis recuerdos contigo, regalarte una sonrisa, cogerte de la mano, caminar juntos hasta el fin del mundo.
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