La cacera de Florencio Espiro (captulo 17)
Publicado en Jun 10, 2009
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- XVII
El ansia
 
"Eso no e'yuyo, eso no viene ‘el monte paraguayo, ni de'el Brasil. Eso viene ‘e otro lao, ensiguro. Dicen que viene d'Europa, de Nidamarca". Así hablaba ElGitano hablando de la mercancía de ElSapito. Y hablaba de Rosadita, el alcaloide nuevo (ese) pidiendo pista en Avellaneda. Una sustancia tremenda, arrolladora, de color rosa, un polvillo pedregoso que asustaba a los punteros de Barceló.
"Esa'e Rosadita pega lindo lindo; pega juerte, e'verdá. E' bien yica".
"Rica" corregía el primo Robertino escuchando a ElGitano.
"Yica, sí"
"Rica. Rica"
"Sí: rrica y yica e'verdá" enrostró ElGitano.
El primo Robertino apretó un bufido y blanqueó los ojos.
"Bruto" dijo.
Y se fue.
             Durante un buen largo rato ElGitano siguió mentando a la renombrada Rosadita de los punteros Del Bajo. La piedra rosa acarreada por alemanes y daneses; clandestina en la ribera austral de Villa Nueva. Rosadita. Rica. Loca. Buena. Rosadita. Esperma novedoso: alcaloide pura adrenalina.
            ... El relato avanzaba. En la siesta del fachinal.
            Florencio escuchaba atento.
 
 
La cuadrilla cuchillera volvía de cazar codornices. El atardecer caía en fofas tonalidades rojas y azules. Florencio había mandado a la cuadrilla a cazar codornices a hondazo limpio. En la mañana a campo traviesa. El mismísimo Roy Toon Junior contaba (ahora) codornices en la alameda. Florencio paseaba la mirada montado en su alazán. Observaba a la cuadrilla. Estaban cansados. Estaban hartos de responder a las pruebas de Espiro. Corriendo como ánimas en la madrugada, vadeando el arroyo hasta perderse, atrapando chanchos en el chiquero. Soldaderos de la nada. Estaban nerviosos, mal dormidos, a pico seco. Estaban con ganas de relamer sangre en serio. Estaban bravos.
            La abuela Aurelia esperaba en el bosque de eucaliptos. Había llegado a pedido de Florencio acompañada por el tío Rosendo y la tía Susana. La vieja ladraba ansiosa en contarle a su nieto los nuevos sueños que la atrapaban. Y Florencio llegaba al encuentro seguido por el primo Robertino y su rifle en bandolera. Besos y caricias y palabras santas y ardores de la abuela Aurelia que contaba a Cototo la gracia de los nuevos sueños que lo tenían alto, maula, ganador en la contienda. Contaba apresurada sosteniendo la cabeza de Florencio entre sus manos:
"Sangre linda, m'hijo. Sangre 'e lo'poderoso". La vieja hablaba en un hilo de voz, cavernosa, labios hincados en la oreja del nieto. "Mandinga anda distráido, Cototo. Éntrese en pleito, pué". Florencio quería saber más, quería ver él también los nuevos sueños de su abuela. "Triunfo, veo; muerte 'e lo'malvao, veo; la guaina libre, la negrita suya a salvo. Tuito eso veo". La abuela Aurelia tragaba saliva y el cuello se le arrugaba como un acordeón. "Eso matrero ‘e Barceló van a'cáe fulminao. En cuantito uste m'hijo abra cancha la cosa va andá peluda pa'eso sabandija. Naide dura pa'siempre, Cototo. Naide".  
            Florencio escuchaba atento.
            Paladeaba eso de la eternidad.
 
 
La noche acalambrada en el calor de lo insufrible. El sonar de las chicharras cubriendo todas las cosas, todos los sentidos. El ansia desgarrada. Trepan al fachinal los primos Ribezzo: Uberto y Rudolff. Trepan trayendo noticias de la maha-fat calabresa. La antigua logia de los sículos y los sicanos está dispuesta a financiar la embestida de Florencio. Así dicen los emisarios Uberto y Rudolff. Beben agua fresca y abundan en los detalles. La maha-fat proveerá el dinero suficiente para inundar las calles con nuevos alcaloides y láudanos. También se hará cargo (la logia) del capital necesario para blindar el juego clandestino en Avellaneda.
            Uberto y Rudolff comen codornices asadas.
            Florencio escucha atento.
 
 
A la mañana siguiente el Indio McKensy llegó a la finca de Roy Toon Junior con auspicioso semblante. Fumaba tabaco fino y contaba a Florencio que los comisionados del coronel ya tenían arreglados a la policía y a los Tribunales de Avellaneda. Estaba todo arreglado, decía. Y repetía hasta el cansancio que el mismísimo coronel en persona había llevado adelante el trámite. Todo está arreglado, decía, los muchachos esperan ansiosos el momento en que usted comience a actuar. Los muchachos eran los sindicatos, los hombres del puerto, de las refinerías, de los saladeros, los ferroviarios, los talabarteros. La nueva fuerza política que andamiaba el coronel en las sombras de Avellaneda.
            El Indio McKensy saboreaba el licor convidado por Roy Toon Junior. En el fachinal, aireado y fresco, atravesado por una suave brisa. El sol toreaba sobre las nubes. Y el Indio paladeaba feliz y arrogante los buñuelos galeses de las primas Kells. Y reseñaba plena confianza en juzgados y comisarías, en hospitales, en el corazón mismo del docke, en locales partidarios. Confirmaba una y tres veces la indemnidad de la zona, la caución garantizada por el coronel. "Esta misma noche", repetía, "esta misma noche". Los buñuelos desaparecían de la fuente y el Indio McKensy volvía y revolvía sobre los pasos de su estentórea narración original. "Esta misma noche", repetía, entre gestos y volutas de humo.
            Florencio escuchaba atento.
            Escuchaba atento y entendía que el golpe inicial estaba cerca.
            Esa misma noche.
 
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Foto del autor Martin Fedele
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Descripción

Palabras Clave: Folletn Cacera Espiro

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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