La cacera de Florencio Espiro (captulo 14)
Publicado en Jun 05, 2009
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- XIV
La calma

Barceló y Ruggierito cruzaban novedades en el despacho a oscuras del senador. Estaban inquietos. Feos. Olían barullo. Ese Florencio Espiro tenía mala música. En las calles se avistaba un clima raro, espeso, atrevido. La negrada toda luciendo el copete parado. Se decía que Espiro estaba vivo, escondido, en Junín, en San Nicolás, en La Plata, en Brandsen, en Bahía Blanca. Se decía (en Avellaneda) que Barceló estaba en apuros, que Florencio Espiro se la tenía jurada, que lo ayudaban la mafia y los políticos y los capitalistas y los sindicatos y los indios del monte y hasta un coronel del Gobierno. Se decía (en corrales y bodegones) que Barceló tenía los días contados.
         Todo eso se informaban Barceló y Ruggierito a oscuras. Solos.
         Acovachado fermentaba rabia el viejo caudillo. El escándalo de Entre Ríos había calado en mayores escándalos, en ministros enfurecidos, en partidarios que pedían un paso al costado, en la propia policía ofendida, en todos lados, en cada cucha latían broncas y reproches contra el senador. Eso se decían Barceló y su ladero. Asustados. Como entendiendo que el cimbronazo era bien fuerte. Dañino. La política nacional estaba revuelta y no eran tiempos para la bulla. Todo estaba confuso. Atolondrado. Cualquier curda del docke sabría aconsejar que eran tiempos para mantenerse quieto, sencillo, sin asomar el pescuezo. Pero las cosas eran bien distintas. El escándalo de la cacería había astillado fiero. Era una desgracia. Eso era. 
           El hermano de Florencio Edgardo Espiro seguía preso.
           La prensa opositora metía lío. Comunistas. Radicales. Todos juntos.
           Algo se está gestando, pensaba Barceló. Algo está tramando ese hijo de puta. Algo grande, pensaba lacónico el senador. Apesadumbrado en la oscuridad del despacho. Ese tiene agallas, pensaba, cocorito como él sólo. Ese esta jugando fuerte. Tiene aliados. Tiene ganas de joderme la vida en serio. Pensaba Barceló ensimismado en la penumbra. Va a seguirla hasta verme sangrar por el culo. Hasta que le pida disculpas y me vaya a morir a mi casa. Eso quiere. Eso busca.
            Ruggierito preparaba vermú. Solemne. El hielo tintineaba en los vasos.
            Ahora resulta que estoy acabado, mufaba Barceló. Toda la negrada alzada atrás de ese pendejo. Tremendo. Pensaba. Tremendo lo que está pasando. Y el partido que me suelta la mano. Y la milicada ofendida. "Malagradecidos de mierda" murmuraba el senador. "Todos". Pero ya me las van a pagar, pensaba. Se van a llevar una sorpresa. Esta revuelta son puras macanas. Pensaba. Este alboroto tiene poca vida. La manija es mía. Mía. Avellaneda soy yo y nadie más que yo. Temblaba. Pero ahora andan diciendo que estoy acabado. "Habráse visto semejante insolencia".
            Ruggierito alcanzó los vermú. Marcial. Austero.
            Barceló bebió largos sorbos. El hielo tintineaba en el vaso. Ahora hay que aguantar, pensaba. Calma. Esperar que pase el chubasco. Y después todo vuelve a su cauce. Calma. Estas pendejadas ya vi a montones. Muchas. Malandrines poca monta que levantan el copete y después caen como chorlitos. Reventados. Traicionados por su misma especie. Borrachines. Pensaba Barceló entre muecas y resoplidos y sorbos de vermú. Pensaba. Negros mugrientos. Peste del monte. Malandras. Pensaba.
            Ruggierito sostenía gacha la cabeza. Sudoroso.
            Calma. Demasiada calma para su gusto.
            Calma. 
           El viejo no sabe como salir de este embrollo, pensaba Ruggierito. El hielo tintineaba en su vaso. Estamos hasta las pelotas, pensaba. Estamos fritos. Gordas gotas de sudor surcaban su rostro. La mano viene brava. El viejo no sabe para donde mierda salir disparando. La calle está calentita. Espiro dicen tiene banca fuerte. Estamos hasta las pelotas. Pensaba Ruggierito. El viejo no sale de esta...
            Barceló caminó cansino hasta el armario. Y comenzó él a preparar los vermú. Ruggierito lo contemplaba atónito. El hielo tintineaba en los vasos. El senador farfullaba frases inexpresivas. Como en un desvarío. La tarde caía afuera. Calor y cielo húmedo. En el recinto la oscuridad era toda espesa.
            El mundo pasaba lento. Parecía suspendido en alfileres.
            Las palomas aleteando en el ventanal del despacho.   
            ... Y mientras tanto la calma.    
 
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Foto del autor Martin Fedele
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Descripción

Palabras Clave: Folletn Cacera Florencio

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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