El año dos mil nos encontró dominados,
vieja sentencia marcando el paso
del crecimiento.
Un bar de amigos para el reencuentro
contando amores, amigos muertos,
hijos de Marx, Perón y el tiempo.
Aquel paisaje de fin de siglo
mutó al presente como un abismo,
cerrando ciclos, abriendo surcos
por las derechas mas detestables
y aquí rendidos y confundidos
haciendo fe de canibalismo,
perdemos puntos en la estrategia
mientras avanzan y núnca tiemblan.
Ahora o núnca es fatalismo,
alternativas por otros ismos.
Imaginemos que hay epopeya
y que otro cuento late por ella.
Desnudo el verbo en el ocaso
puede parir fecundos sueños,
sólo el adios de antiguos lazos
nos recriminan por estos años.
Quizas podamos recrear destinos
sin padecer nuevos escarnios.