Mar,
una nube mágica
junto a mi largo y angosto país.
Un regalo de Dios
y la naturaleza,
nos bendijo
con alimento, vida
y diversión.
Un mar por el que lucharon mis hermanos
en la batalla de Angamos
y en el Combate Naval de Iquique,
el año mil ochocientos setenta y nueve..
Un mar indómito
de color azul turquesa,
ante nuestros ojos,
y cristalino, cuando se escapa
de nuestras manos
o moja nuestra piel.
Plantas acuáticas y rocas
conocen de su historia,
de las vidas arrancadas
de infortunados nadadores,
de los gritos de desolación,
de los secretos lanzados
con llanto e infinita pena...
Mar, amigo que alimentas  la vida...
Mar, que das trabajo al pescador de Chiloé
con las redes mágicas de sus mujeres
y permites paladear sus peces, algas y mariscos...
Truenos, viento y relámpagos
al compás de una sinfonía
rinden culto a la naturaleza
y a la historia...
Cartagena, Pichilemu, Viña del Mar,
tantas playas que deleitan
los desnudos pies de los niños
y los osados cuerpos de los adultos,
que buscan distracción y bronceado...
¡Gracias Señor...!
Gracias porque tengo la dicha
de haber nacido en Chile
y poder apreciar,
y disfrutar
de las maravillas del mar...