Hurgo con la mirada clara,
exigente, fija,  curiosa, lujuriosa,
 tu piel de luna
reflejada sobre el mar
profundo, que oculta mis ganas,
desnudo, en la espuma blanca
de sus olas constantes.
Tu silencio se hace ambiguo
al grito violento e insostenible
de tus labios suplicantes
que me besan sin control.
Tu olores me inundan
como las flores silvestres
del camino que me ha llevado a ti;
me envuelvo en la entrega
de la vivencia interna.
Soñador, cierro los ojos
para irme a volar
allá en donde al alma
le queda la esperanza de llegar.
Vierto en mis manos tu cabello
que es viento negro
de lo más oscuro de mis secretos,
tu aliento me condena como un ángel que perdiera
sus alas en la cruenta decisión
de dejar de ser, en medio
de la nada terrenal e inmensa,
por entregarse a las hijas de la tierra.
Me pierdo en el espanto
de no tener referencia;
solo este instante
que no tiene arriba ni abajo,
solo un suspiro
en medio de la vida y la muerte.
Solo este instante
inmenso espacio estrecho
en que creo tener la suerte
infinita y subjetiva de amarte.