Miradas
Puedo distinguir los matices en los ojos de la gente; cada mirada es diferente, es como una misma obra hecha por varios pintores, la forma es parecida, nunca igual. Los trazos, las líneas, los colores, el sentimiento transmitido por cada pincelada es distinto. Horas, minutos o segundos me revelan con las formas, brillos y colores de las puertas del alma, un trozo de ella; un pedazo de sentimiento.
Puedo leer la magia de los ojos como las frases más delicadas en la poesía de esos días fríos de noviembre en los que me refugio a su compañía, solos, para sentir el cálido susurro de sus palabras, que me llenan de paz y me alimentan.
Y es que el ojo es un mensaje sublime, la frase más coherente y completa que se desliza por el aire, tímida y caprichosa, capaz de decir todo. Dos miradas que se encuentran hacen que entre ellas fluyan las palabras, los sentires, los pesares...todo aquello que esas dos almas necesitan y quieren escuchar de la otra, y es que las miradas en apariencia son todas iguales en belleza, la belleza, en sus distintos matices es omnipresente, pero es el alma a la que llevan, donde está la diferencia.
Una mirada es un poema, es una melodía hermosa cuyas notas se combinan de la forma más perfecta para tocar la canción del alma; y son esos ojos únicos que están allá afuera en algún lugar del ancho mundo, los únicos capaces de descifrar la melodía única de uno u otro mirar.
Una mirada es el choque de dos mundos ajenos, de dos almas foráneas que se combinan con perfección magistral y que no conocieron el sabor de un mundo perfecto hasta encontrar esa otra parte en ese ajeno mirar.
Si la vida se rigiera por las miradas, hay de los males que hoy nos acogen pues no habría cabida para sus abominaciones entre tanta belleza y armonía divina.