Nos perdimos, amor
Publicado en Dec 21, 2009
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El reloj sonaba intensamente perforando como taladro su cabeza. Aquel sonido estaba a punto de hacerle estallar en rabia marcada en gruesas y cristalizas lágrimas. ¿Cuántas noches más en vela esperándole tenían que pasar? ¿Cuántas camas más tenía que ir a buscar antes de a sus brazos regresar? ¿Cuántas? Esa era la pregunta que se hacía desde que iniciaron su relación hacía más de dos años, una relación donde puso su corazón; entusiasmo; esfuerzo; fidelidad; comprensión.

El sonido de una puerta abrirse era la señal de que el infiel llegaba finalmente a la casa, esperando seguramente que se encontrara dormido, no existía otra manera, ya había dejado los reclamos a un lado. Reclamos que ahora mantenía encerrados en la parte más profunda de su alma junto con su ya despedazado orgullo. Esos solo fueron al principio cuando el otro era tan descarado para decirle exactamente cuando, donde, con quien y como lo habían hecho, pero se suponía que eso fue solamente al inicio de su relación. Eso se suponía debería dejar de suceder, porque le había dicho que le amaba, que le quería junto a él, y sí durante un corto tiempo todo fue perfección... ya no mas traición. Y ahora nuevamente dos meces atrás las salidas hasta después de media noche comenzaron a sucederse con más intensidad.

Un peso a su lado en la cama, el penetrante olor a cigarro y a perfume barato. El suave murmullo de su nombre junto a su oído y su propia mala imitación de encontrarse como en  noches dormido. ¿Dormido? imposible, eso no lo lograba desde que todo comenzara, sus sentimientos le carcomían imposibilitándole dormir, comer, descansar, robándole toda su vida, destruyéndole el alma sin la posibilidad de poderla resanar.

El sol salió como cada mañana, sin ningún brillo, sin la posibilidad de darle la mínima esperanza. Llevo su cuerpo cansado hasta la ducha donde el agua fría recorrió cada centímetro de piel, era reconfortante de cierta forma estar bajo el agua, le daba las fuerzas necesarias para despabilarse y continuar con la farsa. ¿Qué necesitaba para liberarse? La manera más dolorosa y directa posible, aquel pensamiento llevaba ya tiempo rondando en su cabeza, formando miles de posibilidades de llevarle a ver la escena que tanto y bien se había formado dentro de su cabeza, en las noches de largas y frenéticas pesadillas.

Salió de la casa sin hacer ningún ruido no deseaba verle aquella mañana, no quería escuchar su voz llamándole, sus brazos arropándole o sus labios atrapándole. Camino cabizbajo por las amplias y ruidosas calles de la ciudad, el sol parecía comprender el dolor que cargaba como una cruz en su espalda, le ayudaba no deslumbrándolo con su luz, éste se escondía tras las enormes nubes negras parecidas al amante infiel.

Cansado de todo, de caminar en las calles entre toda la muchedumbre sin la posibilidad verdadera de desaparecer, decidió quedarse sentado en una banca de un pequeño parque. El lugar era tranquilo, el suave sonido de las ramas de los árboles meciéndose con el viento que golpeaba sutilmente su cuerpo. Los trineos de las aves regocijantes de vida. Cerró sus ojos un momento para sentir toda la vida de ese lugar y no tuvo otra visión más que una larga y profunda oscuridad, lagrimas de desesperación recorrieron sus mejillas perdiéndose en su rostro, para terminar mojando sus manos al momento de bajar la cabeza y sostener sus brazos sobre sus piernas.
 
La noche ya casi llegaba, él se mantenía sentado viendo la entrada del departamento donde vivían, faltaba poco para verle salir, esa era la hora de costumbre. Su celular comenzó a sonar una melodía muy conocida, un poco desconfiado saco el teléfono de su pantalón y mirlo la pantalla brillante que le indicaba quien llamaba.

- ¿vas a llegar a la casa?-

-Hola, lo siento pero aun tengo trabajo, no regresaré hasta muy tarde. - Le contestó aguantando el dolor. Reprimiendo la voz amarga

-Esta bien, nos vemos después. Cuídate. -

Distancia... eso era lo único que eran capases de poder compartir una enorme distancia que era palpable cada día un poco más. La forma más simple de comprobarlo era esa llamada vacía, donde se podía leer que era simple formalismo.

Pudo ver la alta figura de su amado, aquella espalda ancha y piernas largas, cubiertos de un muy fino traje sastre color azul marino. Esos ojos esmeralda llenos de fortaleza y frialdad en los cuales se había perdido e iban subiendo a un mercedes benz de lujo para ir a un destino casi de ante mano conocido. Su cuerpo se oponía a moverse y seguirle pero tomando fuesza de su propio miedo salio de su escondite para abordar un taxi.
Sus ojos iban fijos en las luces de la ciudad, su corazón deseoso de que el taxista le perdiera y poder zafarse de la situación mas difícil que pudiera enfrentar, los lazos que quería romper, los lazos que anhelaba mantener, la disyuntiva de saber cual camino sería el que menos pena le retribuiría, es que acaso eso era realmente posible, no. Cualquiera de los dos significaba ruptura, desolación liberación o bien condenación.

El taxi paro de seco en una calle del centro de la ciudad en frente de un elegante restaurante. Sus ojos le siguieron hasta que se perdió en el interior, fue solo entonces que con unas facciones que denotaban cansancio le pago al hombre que le llevaba y bajo del taxi. Miro unos momentos el lugar, le parecía inalcanzable, enorme e imponente. Cruzo la calle y se adentro al lugar donde le vio cerca de la entrada esperando aun que le asignaran mesa junto a una bella mujer. Lo más doloroso fue verle sonreír, acariciar su cara con delicadeza y ternura, ¿cuándo había tenido esos gestos para con él? ¿Cuándo fueron a lugares de esa clase? Su corazón fue totalmente destrozado, la perfección que dejaban ver en su relación era la que siempre busco entre ellos dos.

Cerro sus puños con fuerza, dejo tirados trozos de su alma en el piso de porcelana para dar la media vuelta y salir de aquel lugar. Ya casi terminaba con aquel tormento, cuando una voz demandante y conocida grito su nombre, pero no se permitiría retroceder, aquello fue peor que verle en la cama con una prostituta, porque ahí sería simple placer, no amor. Cerró sus puños fuertemente y le demando sus piernas obedecerle para correr lo más rápido que pudiera, corrió como si de eso dependiera su existencia, obstruyó sus sentidos para no escucharle llamarle, pues era débil ante él,  una simple muñeca en sus manos.

El sonido del clapson de un carro, el de unas llantas haciendo fricción contra el pavimento. La luz cegadora que le impedía ver. Luego... nada. Un fuerte dolor en su cuerpo, la oscuridad que imperaba mientras los murmullos le gente le llegaban. Sus parpados le pesaban como para abrirlos y descubrir la voz que tan gentilmente repetía su nombre, podía distinguir un deje de preocupación que le atormentaba, el suave roce de una mano sosteniendo la suya. La inconsciencia volvía a hacerlo presa.
 
 
Los murmullos acallaron, solo un sonido le llegaba a lo más profundo de su conciencia, el tic tac que marcaba los segundos, los minutos y las horas que pasaban. Su acompasado y rítmico sonido no le molestaban, al contrarío hacían que su corazón se acelerara cada ves que caminaban indicándole que la hora del encuentro se acercaba.

El sonido de la puerta de su habitación abriéndose hizo que su corazón saltara de felicidad, esperanzado en verle una vez más. No obstante, frente a él se encontraba un hombre alto de espalda ancha y piernas largas de ojos color esmeralda. Le miraba con dolor, con desesperación, le sorprendió verle ahí, pero no tuvo tiempo de reaccionar más cuando la puerta volvía abrirse para permitirle la entraba esta vez a un doctor un poco más bajito, de sonrisa ensoñadora, ojos negros como su pelo, delgado y bien formado. Fue cuando una sonrisa enorme apareció en sus labios, la espera por fin había terminado, el hombre que esos siete meses en el hospital no solo le había cuidado, si no que poco a poco le fue enamorando hizo que se olvidara del intruso que estaba con ellos en ese momento en el cuarto.

-Veo que hoy tienes visitas muy temprano Akira - le dijo el doctor mientras le daba un beso en la mejilla de buenos días.

-Oh es verdad, discúlpeme, no le he saludado. Muchas gracias por venir a visitarme. Dígame, ¿usted es algún compañero de trabajo?. -pregunto mientras mantenía su sonrisa.

El de ojos esmeralda solo pudo agachar la cabeza y mostrar una mueca de dolor e ironía. Sabía a la perfección que era demasiado tarde para pedir perdón, el tiempo que espero desde la lejanía que esa persona que tanto le quería despertara, que al despertar le recordara, el tiempo que dejo muerto, significo que alguien más se lo arrebatara.

-Sólo vine a despedirme y a pedirte perdón, aun cuando no me recordaras. Estos meses supe la razón de mi traición. La pregunta que me hiciste ese día es sí, siempre intensamente. -

Dejo las flores que llevaba sobre una silla que a su lado se encontraba marchandose en silencio. Derrotado con la culpa y la vergüenza de saber que él todo le había dado, que de las garras de su propia oscuridad lo había arrebatado.

- ¿Me amas? - murmuro el pequeño, sin saber exactamente porque lloraba. Si a ese hombre no lo recordaba.
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Foto del autor Ruka Hatake
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Descripción

un amor tormentoso no puede durar porque si lo hace solo un dolor inecesario se comienza a fermentar. Los errores de ambos caros siempre se han de pagar, aunque demaciado tarde cuenta se han de dar.

Palabras Clave: amor despedida accidente amor traicin ira dolor espiar negacion llevia cena mentiras

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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