LA REUNIN
Publicado en Dec 18, 2009
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Se regaron dentro de la estancia: unos yacían sentados sobre el mullido sofá de la sala viendo televisión y bebiendo cerveza tranquilamente mientras que otros platicaban y se reían a carcajadas.
                A ver, ¿cómo se llama? Preguntó una de las muchachas. Es extraño como cambian las cosas, un día vez a todas las chicas planas (aunque siempre te gustará una, de eso estoy consciente) y al otro día ya se habrán convertido en todas unas mujeres debido, principalmente, a los cambios hormonales.
                Eres... ¡Brenda! Respondí. Ella asintió y me besó en la mejilla, yo hice lo mismo. Aunque no lo pareciera, estaba sorprendido. Al ver a los demás, unas palabras cruzaron mi mente "Te estás volviendo viejo".
En la secundaria había conocido a un chico llamado Ricardo que era sumamente callado y muy cerrado a las ideas nuevas. Ahora era completamente distinto: su pelo le llegaba a los hombros, sus brazos mostraban los tatuajes de dos dragones negros y dos piercings le partían las cejas. El Ricardo que yo conocí había muerto y, al parecer, no para bien.
                Hola Ricardo, estás irreconocible. Le dije.
                Hola Daniel. Dijo tratando de esbozar una sonrisa. Cosa que logró hacer en lo que yo podría haber denominado un esfuerzo sobrehumano, pues la sonrisa, más falsa, no podía ser. Decidí entonces que, quizá, guardaría la plática con Ricardo para más tarde, cuando todos ya estuvieran perdidos en las garras del alcohol.  
No conocía a ninguno de los muchachos ni de las chicas que yacían sobre el sofá de la sala viendo televisión y en realidad me importaba una mierda conocerlos, el verlos era simplemente sinónimo de decadencia. Yo no tenía intención alguna de acercarme a ellos, fue una de mis amigas, Carolina, quien me los presentó.
                Hola chicos, este es un amigo mío, se llama Daniel. Dijo ella tomándome del brazo y mostrando una sonrisa de oreja a oreja. Los chicos, sin embargo, parecían no compartir su felicidad. Voltearon lentamente a verme y me saludaron al mismo tiempo, como en una especie de coro macabramente gótico. Les devolví el salido, aunque en realidad no quería hacerlo.
Antes de que el sol cayera y las estrellas cubrieran el firmamento pude tener una plática amena, lo más extraño es que nunca me imaginé terminar platicando con Adrian quien nunca me había caído bien por la forma tan desgraciadamente correcta en la que hablaba. Él no había cambiado en mucho, de hecho, parecía seguir siendo el mismo chico culto que conocí en el pasado, solo que ahora ya no me caía mal, sino todo lo contrario.
Con la noche llegaron las pastillas de éxtasis y el LCD.
Mentiría si dijera que nunca me había interesado en las drogas, aunque también lo haría si dijera que antes de aquel día ya había probado alguna. Los primeros en consumir fueron los chicos tumbados en el sofá de la sala que además parecían ya tener experiencia en ese tipo de cosas. Seguido de ellos, Ricardo tomó una pastilla y se la llevó a la boca, luego las chicas y otros chicos y, por último, Adrian y yo. Es raro ¿sabes? Entre más creces, más seguidor de las tendencias te vuelves, a pesar de que pienses lo contrario.
La droga le dio un sabor distinto a aquella reunión. Los chicos del sofá comenzaron a reírse de manera estrambótica, las chicas decían tener calor y a la más mínima provocación se libraban de alguna de sus prendas. En fin, aquello era el paraíso en la Tierra.
El día siguiente a la reunión, Adrian fue el primero en despertarse, se levantó del piso y fue a mear al baño, a su regreso todos continuaban dormidos, todos incluso yo. Adrian se sacudió la ropa y revisó  los bolsillos del pantalón, tratando de asegurarse que aún tenía cambio para regresar en el camión a su casa, además de dos monedas de diez pesos que encontró también extrajo algo parecido a una pastilla, de hecho, lo era. Adrian no había consumido drogas la noche anterior. Salió de la casa con mucho cuidado para no despertar a nadie. Aún creía que estábamos dormidos cuando en realidad habíamos muerto por una sobredosis la noche de aquel día.
Nunca más volveríamos a ver a Adrian y él nunca más sabría nada de nosotros.
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Foto del autor Salvador David
Textos Publicados: 34
Miembro desde: Nov 23, 2009
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Descripción

Palabras Clave: Cuento

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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