EL MUNDO DE SOFA
Publicado en Nov 26, 2009
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La filosofía se aprende filosofando. Para filosofar se requiere emplear las dotes naturales o espirituales conocidas, desconocidas y reconocidas en el hombre y por el hombre, y éstas pudieran sintetizarse en una sola: la del pensar.
Aristóteles concebía al ser humano como un ser pensante; no se lo podía imaginar de otra manera, ya que él mismo propuso una serie de categorías que permitieron clasificar los seres y estados del mundo natural (así como la relación entre ellos). De esta manera, el hombre ha adquirido mayor conocimiento, lo cual  se ha manifestado a lo largo de la historia de las ideas, esas formas perfectas imaginadas por Platón. Se trata de un proceso de aprendizaje permanente y continuo que nos ha llevado a conocer y a ignorar cada vez más. La paradoja señalada por Sócrates es la que nos rige y nos regirá siempre; evadirla resulta más que impensable, puesto que el conocimiento es infinito en la medida de que exista un ser con la capacidad de adquirir tal o cual conocimiento.
Hoy en día es posible afirmar con cierta seguridad, gracias a Einstein, que todo es relativo, no sólo la velocidad con que se mueven los objetos sino también, las mismas ideas. (Aunque para Platón, como para Berkeley, Kant y el propio Hegel la única idea perfecta, inmutable y absoluta sea Dios, sin excluir, por supuesto a los filósofos escolásticos). La única certeza que tiene el hombre es la dinámica misma de la realidad, de ahí que concebirse dentro del río de Demócrito constituye una de las premisas fundamentales para intentar responder a preguntas tales como: ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos? y ¿a dónde vamos? Ese fluir constante es la vida misma, o si se quiere y desea, puede ser también a la manera de las “Coplas a mi padre” de José Manrique haciendo alusión a la siguiente imagen: el río es la vida que desemboca en el mar, que es la muerte o lo que está más allá de la vida. O a la manera de “El mundo de Sofía” de Jostein Gaarder, en el cual el personaje principal resulta ser un personaje de  doble ficción; es decir, la obra de Gaarder es en sí misma una obra de ficción, pero el de Sofía y de Alberto Knag ( un maestro que le enseña filosofía a Sofía –esto suena además de cacofónico, redundante--)  cobran conciencia de sí mismos y buscan influir en las decisiones del autor de la novela (una especie de ser omnipotente y omnipresente que controla el movimiento de cada uno de sus personajes y por ende, del propio desenlace de la historia. ¿No es acaso esta la función del autor?).
Tanto Sofía como el propio Knag se mueven en un doble plano: el plano de ser personajes de ficción como cualquier otro ideado por su autor y un segundo plano, en el cual, ellos son capaces de ver y de influir, en cierta medida, en los otros personajes de ficción e incluso, ¡en el propio autor! (Por supuesto que esto no sería posible sin la complacencia de éste último). Pero este juego resulta interesante en la medida que mantiene al lector en vilo, buscando relaciones, paralelismos y asociaciones entre los mismos personajes y entre algunos personajes que resultan verdaderos arquetipos. Sino pensemos en el maestro de gramática latina de Sofía. Un tipo que reduce el conocimiento a la materia que enseña: “todo es gramática”, así como los filósofos de la naturaleza redujeron el conocimiento y la comprensión del universo a un solo elemento: Tales de Mileto: al agua; Anaximandro, a la tierra; Anaxímenes, al aire; Heráclito, al fuego; Empédocles, a los cuatro elementos anteriores; y aunque les asiste en parte la razón, lo más irónico es que representa, hablando del maestro de Sofía, en particular, la postura del hombre incuestionable, apologético, dogmático y hasta misógino; y por ello es explicable que no acepte que un alumno supere a su propio maestro.
Además de los personajes hay otros elementos en la obra que resultan significativos, por ejemplo:
i.              El espejo: una alegoría de la mente o del pensamiento humano, ya que en él los objetos reales se representan por medio de signos y los más importantes son las palabras, simiente de las ideas.
ii.            Los personajes de otras historias de ficción, dentro de la propia historia de ficción que representa “El mundo de Sofía”: cuya principal función radica en darnos a entender que todo está relacionado, y que el hombre ha tenido desde antaño los mismos sueños, los mismos anhelos: dar una respuesta a las tres preguntas básicas de su existencia en el mundo.
iii.           El entorno familiar enriquecido con una serie de objetos que se relacionan a la cultura: libros, pinturas, sinfonías, esculturas, quizá sean los más representativos; pero también aparece el diálogo y la conversación entre Sofía y su amiga, entre Sofía y su maestro, entre Sofía y sí misma; dialéctica socrática que es llevada a su máxima expresión en la “”Fiesta filosófica en el jardín”, emulando, quizá, a la plaza pública ateniense donde el fluir de las ideas se asemeja al fluir de los ríos.
iv.           La cabaña que se encuentra al cruzar un lago: Representa un lugar donde se pueden encontrar pistas, indicios para responder a las incógnitas naturales que la vida misma va planteando; pero para llegar a ella se requiere el esfuerzo, el deseo y la motivación de encontrar esas respuestas, de encontrarse así mismo.
v.            La cinta video gráfica y la computadora por la cual se comunica “El Mayor” con los personajes que son conscientes de sí mismos (Sofía y Alberto): son características de la época actual, caracterizada por la globalización dada por el desarrollo de las tecnologías de comunicación e información. Constituye un elemento más que interesante para dar a conocer el inicio de la filosofía y de la cultura helénica.
vi.           El manejo del tiempo y del espacio: Gaarder utiliza la técnica cinematográfica para darnos a conocer la historia de las ideas. Ante nuestros ojos desfilan los más grandes pensadores que ha tenido la humanidad explicando directamente a Sofía o al lector, que para este caso representa lo mismo porque todos somos Sofía en la medida que vamos aprendiendo a ,  los sistemas de pensamiento que han influido en el desarrollo de la filosofía. ¿Quién no podrá quedarse boquiabierto al escuchar las palabras del obispo Berkeley sobre la apariencia de los objetos?, ¿a René Descartes dudar de todo, excepto de la existencia misma de Dios?, ¿a Hamlet, cuya incógnita sobre el “ser o no ser” le va taladrando el cerebro?, ¿o acaso recobramos el aliento al saber por Nietzsche que la única libertad que tenemos es la libertad de elegir por nosotros mismos?, ¿debemos acaso concentrarnos en la única fuente de angustia, según Kierkegaard, que es no precisamente la del miedo a lo desconocido sino ante el simple hecho de existir?... por mencionar algunos recorridos por Sofía y su mundo.
vii.          EL Mayor, el autor y Dios: el autor de cualquier obra de ficción es como Dios o como una madre, porque él le fue dando vida. La publicación de cualquier obra constituye el alumbramiento o se asemeja al sexto día de la creación por parte del Dios hebreo. Por lo tanto, el autor está presente en cada línea, en cada acción de los personajes. El Mayor en “El mundo de Sofía” equivale a un Dios como un personaje omnisciente, omnipotente y omnipresente. Una conclusión a la cual  es factible llegar los lectores de Sofía es: la vida es un misterio que el hombre se ha afanado en develar, pero todos y cada uno de sus intentos constituyen más que un medio del hombre para superar su estado de soledad y separatidad; a veces encontrando a Dios como único consuelo; a veces, enfatizando y centralizando cualquier afán en las propias potencialidades humanas.
  Todo esto hace de la novela, además de entretenida, una forma muy dinámica para conocer la historia de las ideas.
Este despertar de la conciencia humana puede tener más de un significado. El primero hace referencia al hecho de que la conciencia es producto del quehacer filosófico; porque es a través de la curiosidad natural o de la duda metódica como lo afirmara Descartes que el hombre pasa de un ser que existe a un ser que sabe que existe. Otro significado posible es el que plantea Fromm cuando habla de que la conciencia surge cuando Dios expulsó al hombre del paraíso, entonces el hombre fue consciente no sólo de su desnudez sino también de que existía como un ser independiente del mundo y de la naturaleza. Es decir, adquirió conciencia de su estado de “separatidad” permanente y eterna.
El afán de comprender el mundo inició, seguramente, como lo hace el hombre cuando es niño. Primero una reacción instintiva, pasando por una serie de movimientos que con el afán de repetirse se organizan en patrones psicomotrices con un fin específico; de forma paralela se va desarrollando el lenguaje y junto con él, el pensamiento, hasta desarrollar la capacidad de sustituir a los objetos reales utilizando las palabras; esta capacidad de abstracción se hace palpable en la historia de la especie humana.
Este paralelismo filogenético y ontogenético es prácticamente innegable; no obstante seamos incapaces de reproducir las condiciones en las cuales se desarrolló el hombre primitivo y de su evolución ulterior.
            Abrir el pensamiento a las nuevas ideas aunque la historia haya demostrado su relatividad. Distinguir entre verdad y opinión aunque para ello se tenga que regresar al principio una vez más: ¿qué es la verdad?, ¿de dónde vengo?, ¿quién soy? Y ¿a dónde voy?
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Palabras Clave: filosofa sofa

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Filosofa



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