Una calle repleta de gotas colgadas como guirnaldas a punto de caer, sin tejas o fachadas que cubran parte de ella, sin sombrillas amables que detengan un poco la catástrofe, tan solo un hotel a mitad de camino que lleva como nombre "sanar". Llegará el momento de pasar la calle, seguramente termine emparamado, pero no sé qué tan absorbido por la estadía que ofrece.
Perdí la cuenta. En realidad, nunca la he podido llevar. Deambulan en mi cerebro los recuerdos que me ayudarían a conocer el número exacto, pero los malditos parecen esconderse, les gusta que sea más difícil encontrarles. Perdí la cuenta, sólo por no querer ceder ante el llamado, o eso es lo que mi cerebro piensa. Intuyo que cada vez se hace más abultada. Me puede jugar a favor no llevarla y parecer indiferente, así, no hallo un recuerdo indeseado. Más me aterroriza saberla con certeza. A decir verdad, no sé qué tanto quiera tenerla clara, pero algo en mí me lo pide. Perdí la cuenta, y me convenzo más de no poder dar con ella. Intento seguir remando en el tiempo sobre los imperfectos pozos de mi cerebro y fingir falsa ilusión.
No me detuve y la encontré a lo lejos, tras un lago estancado. Está batallando contra la adusta retención que me castiga y la áspera cobardía que me hace sufrir. Parece ser una batalla injusta, sus líquidos golpes no funcionan. Se nota el cansancio y con ello los síntomas de no querer luchar más. Termina por el piso, herida y atormentada. Veo que está empezando a resecarse y consumirse. Parece que no hay vuelta atrás. Perdí la cuenta, definitivamente no podré recordar. Asumiré la derrota.
Parece que físicamente se ha bloqueado en mí esa acción que desahoga y libera. Ahora poseo una gran árida sensación en el cuerpo que impide el círculo completo. Llevo conmigo un terreno baldío esperando ser regado, o al menos, humedecido. Perdí la cuenta de las veces que me he contenido de llorar. Las veces que he estado al borde de ese abismo lleno de emoción. Veces que prefiero ignorarlo haciendo otra cosa y engañándome. Siempre que siento ese imaginario peligro desvío mi atención. Me pregunto si será pronto el día que todo cese y logre cerrar el ciclo. O quizás, ese día se postergue con la venida de alegrías y emociones efímeras que de forma absurda mi mente quiere usar de escudo. Desde hace mucho tiempo mis ojos escurren solo cuando me despierto y empapo de agua mi cara. Mi corazón lucha por abrir una pequeña brecha que libere el cauce. Sin embargo, mi mente cambió de acera hacia la insensible aunque yo aún no quiera aceptarlo.