Piedra, polvo, páramo sinuoso,
             uno que otro improperio vago intentando cruzar y no lo logra.
             Vastedades bordadas por vapores,
             afluentes verdes pensandose ya ríos.
             Sin pesarse, el viento se encandila y sube al trote
             de una cuesta de lomos de coleópteros salvajes.
            cohabitan la araña y el reptil en la arenisca:
            Unas veces transparencias y otras con fulgor òptimo.
            La brillantez pule inquietamente a las cuevas,
            en las rendijas del camino no hay acceso a lo aciago.
            Los sufrimientos ni siquiera intentaron merodear ni rodear
            este paraje que es más que tenue ilusión pictórica.
            Las hojas,de rutilantes,encandilan a los ojos yertos.
            Desde un olmo un gavilán comienza a delinear con pericia
            la comida diurna con algo de ponzoña y ganas múltiples.
            Se inclinan los árboles para oxigenarse con los saltos del viento.
           Rara mezcolanza como de estupor, sueño y desazón sin epifanía.
           Y bajo esta multiplicidad aislada que se asienta en mi mente,
           he levantado mi choza a la que las formas renombradas no deslumbran.
           Choza iridiscente como filtrada por decenas de ágatas afilados
           Aquí hay una paz alcanforada que jamás proclamará denuestos:
 
           y me dará la tranquilidad incesante que sólo brindan los arroyuelos prístinos
           o las aldeas que fueron y son ahora borrones de la memoria, o subyacencias,
           acertadamente  lejos de un orbe guerrero que no deja de escandalizarme
           con sus conflictos plurales y malas ideologías que meditan un mutuo exterminio.