Heridas
Publicado en Feb 11, 2022
Prev
Next
Image
 La joven Nerea Danis estaba con sus amigas probándose y comprando ropa cuando el local fue víctima de un asalto. Entraron hombres encapuchados con cuchillos, palos y un arma de fuego. Mientras sus compañeros amenazaban a las personas que les darían el dinero, Javier Avi enfocó su atención en un grupo de mujeres. Fue para asustarlas, ya que una de ellas le había hecho un mal gesto. Javier era temperamental, no dudaría en hacer daño a cualquiera. Se acercó y tomó a la muchacha de la camisa, amenazándola con su navaja.
- ¿Qué pasa? ¿Algún problema? Creo que no estás en posición de…
Nerea salió en defensa de su amiga.
- ¡Déjala! ¡No la toques con tus manos manchadas de sangre! Somos mujeres inocentes… pero… si quieres hacerle daño… tendrás que lidiar conmigo primero.
Javier dirige toda su atención a la valiente. En sus ojos veía el miedo, pero lo disimulaba tan bien que parecía una heroína clásica. Trató de burlarse, pero Nerea se mantuvo firme.
-Tienes actitud. Me agradas.
Lo cierto es que Javier no le hizo nada, y no lo haría. Nerea tenía una belleza capaz de confundir al hombre más confiado. Los ladrones salieron del lugar con un gran botín. Sin embargo, la policía había llegado rápidamente. Persiguieron a los maleantes, que tuvieron que separarse. Dispararon para ahuyentar a la ley, pero esto solo les dio rienda suelta para que les devolvieran fuego. Javier recibió un disparo en el brazo, se ocultó en un oscuro callejón. Tenía un grave problema, pero era un desgraciado con suerte. La sangre seguía corriendo, cubrir la herida no fue nada eficiente e ir a un hospital no sería una opción viable. En ese momento, apareció Nerea. Estaba sola, prendía un cigarrillo y daba vueltas como si estuviera haciendo tiempo.
-No… no lo puedo creer.
Ella lo reconoció de inmediato, había quedado afectada del robo. Reconoció su ropa, sus tatuajes, su voz… su rostro era distinto a lo que pensarías de un hombre así. Dos carilindos mirándose fijamente, admirándose, tratando de olvidar el contexto. Él con heridas físicas, ella con heridas psicológicas. Nerea debió correr, pero aquel sujeto tan intimidante ahora estaba enfrente suyo, indefenso y con pocas fuerzas.
- ¿Qué te pasó?
-Me dispararon, será mejor que te vayas. Me iré antes de que puedas llamar a la policía.
Nerea sonrió. En un acto impropio de su persona, le ofreció ayuda. Javier se vio acorralado, y al no tener otras opciones, se dejó cuidar. Ella lo llevó a su casa, una vieja y enorme propiedad. Javier era un criminal, pero había decidido no hacer daño a Nerea, no solo porque había sido extremadamente amable con él, sino que también le empezaba a gustar.
Nerea tenía padres médicos, ella estaría siguiendo sus pasos. Esto y el hecho de que la bala no se quedó en el cuerpo habrían facilitado la recuperación. Nerea vivía sola, al menos mientras sus padres sigan de viaje por el mundo, compartiendo sus conocimientos con quienes lo necesiten. La repentina y particular intrusión de Javier en su vida, resultó ser una coincidencia satisfactoria. Los dos jóvenes se enamoraron fácilmente, una característica común en la juventud de cualquier época.
Mientras la herida sanaba, aprendieron mucho el uno del otro. Nerea pudo quitar una a una las capas que Javier se puso encima para ocultar su verdadero ser. Se trataba de un chico huérfano, escaso de cariño. La vida que decidió tener lo condenó a ser un hombre frío, pero si los hombres mueren de pie, las mujeres saben cómo volverlos niños… lejos de la guerra contra uno mismo, a salvo entre sus brazos. Javier estaba cómodo con Nerea, tanto que decidió tomarse un largo descanso. A sus amigos les dijo que se retiraría por un tiempo, la herida le haría ser ineficiente. No mentía, pero sus motivos iban más allá, él quería disfrutar de su fugaz amor. Así formaron una relación digna de cuento escrito con poca elegancia, una melancólica historia de romance shakesperiano.
Había pasado un tiempo desde la última vez que sintió el calor de una mujer, y por más que había querido verla desnuda desde el primer día, Javier pensaba que estaba frente a una vergonzosa y cuidadosa dama. Prejuicios de clases sociales. La verdad es que Nerea era inexperta, pero daría un paso adelante para seguir el ritmo del “intruso”. Ya no era una niña, había escuchado cientos de anécdotas de sus amigas, expertas en el arte del pecado. La perseguían veintiún años de vida, no tenía prisa, pero había encontrado al hombre indicado. Eso creía cuando lo llevó a su cama de doncella una tarde de lluvia. Todos los días, a la misma hora, retozaban desnudos ante la mirada atenta de los que ya no están, en una casa que había visto pasar generaciones. Cuando terminaban, se quedaban quietos, abrazados, sintiendo la brisa que se metía por la ventana. Ella no se arrepentiría de su decisión, ni siquiera en los peores momentos, porque con ese hombre de calle aprendió a hacer el amor de buena manera.
Nerea tuvo que formalizar la relación a sus padres, no quería que Javier se vaya y retome malos hábitos. Él dio su mejor esfuerzo para consentir el deseo de su amada, no se sentía bien fingiendo buen comportamiento, ¿Cuánto le durarían las buenas intenciones?
Para no volver monótona la relación, buscaban tener aventuras. Ir de un lado a otro, meterse en lugares prohibidos para besarse apasionadamente. Hacerlo en el patio de una casa ajena, hacerlo en el auto de los padres de Nerea, hacerlo en un museo, hacerlo en una galería, hacerlo en el baño de un avión. No pensaban en comodidad, solo querían revivir el día que se conocieron, manteniendo una sensación de éxtasis única. Nerea se entregó a ese amor furtivo con la misma devoción que tenía para sus estudios, tratando de ser a toda costa la mejor en su clase. Mientras tanto, Javier se daba cuenta que habían pasado meses, se encontraba en una curiosa prisión de oro. Pensó en escapar, y confirmó sus dudas cuando llegó la noticia que rompió el ambiente por completo.
-Creo que estoy embarazada- Le dijo, esperando cualquier reacción.
Javier no podía asumir esa responsabilidad, besó a Nerea con el esfuerzo de una última vez. Nunca dudó de sus decisiones, pero ahora… era inevitable pensarlo. ¿Cómo no odiarse dejando a la mujer que mejor supo comprenderlo? Vio sus posibilidades y no lo tenía fácil. Podría quedarse con ella, la joven le pediría casamiento, entonces debería buscar un trabajo, quisiera tener una casa para su propia familia; los años pasarían y la convivencia se haría dolorosa. Irse también es una pésima decisión, la culpa le haría sufrir todas las noches. Además, extrañaría a Nerea, su cuerpo, su alma, todo lo que significó. Ese niño, sea hombre o mujer, sería hermoso, y verlo por primera vez sería un privilegio que él rechazaría. Al final, Nerea debió haberse quedado con la primera impresión de un hombre lastimado, herido en el brazo y en el corazón.
Nerea nunca pudo sanar su herida, trató de vendarla como lo hizo con su amado, pero nadie podía llenar ese hueco. Javier se fue y no volvieron a verse, aunque el destino les tendría preparado un trágico desenlace.
Ella tomaba de la mano a su pequeña hija, una niña que lo tuvo todo menos un padre. Avanzaban lentamente, la fila del banco las haría esperar. Ninguno de los presentes se imaginaría que unos sujetos armados entrarían y los amenazarían con matarlos si no seguían sus instrucciones. Este no era un juego de vándalos primerizos, habían subido el nivel. Nerea se agachó protegiendo a su hija, se quedaría allí hasta que el mal pase, o hasta escuchar una voz conocida.
 Nerea lo sabía, era él, había vuelto a su vida de la misma forma que entró, con su disfraz de malvado.
- ¡Si alguien se mueve, recibe un tiro! Explicación sencilla para que nadie se crea héroe. No hay héroes, solo gente que no quiere morir y gente que no quiere matar.
Todos, excepto Javier, estaban dispuestos a disparar. Ella estaba ciega, sorda y necia de amor, lo único que quería era correr al encuentro de su hombre. Le abrazaría llorando mares, desesperada y eufórica, olvidando por un segundo todo el infierno que les hizo pasar. Luego lo golpearía, merecido e insuficiente castigo, él no se quejaría. De inmediato lo besaría, perdonándolo como lo hacían todas, débiles en el arte de decir que no. Lo que pase después es una anécdota que no podría contar, pues no saldrían de allí con vida ni en la realidad más optimista.
Nerea se levantó y emprendió su infinito camino. Corría con la esperanza de esquivar balas como en una película de ciencia ficción. No pensó en su hija, no pensó en sus padres; fue la decisión más egoísta.
- ¡Cuidado con esa mujer!
- ¡Quieta!
- ¡Voy a matarte, perra! ¡Deja de correr!
Javier la vio ir hacia él. Pagaría las consecuencias de sus malas decisiones, perdiendo frente a sus ojos a la mujer pura. La mujer que, pensó en ese instante, nunca debió dejar.
- ¡Esperen!
Su gritó llego a la par que el ruido. Tras recibir el daño, Nerea miraría a Javier y caería al suelo.
- ¡Noooo!
Ella murió en sus brazos. Javier acariciaba su rostro mientras rompía en llanto. Todo ante la atenta mirada de una niña confundida.
“Es lo más bello que he visto” Pensó, mirando a su propia sangre, a su descendencia.
Puede que afuera esté nevando, como ultima pincelada de un cuadro trágico. Javier besaría el rostro sin vida de Nerea, rodeados de caos. Había tardado demasiado en darse cuenta de que sus heridas eran irremediablemente fatales.
Página 1 / 1
Foto del autor Santiago Armella
Textos Publicados: 20
Miembro desde: Sep 10, 2021
1 Comentarios 259 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Haba tardado demasiado en darse cuenta de que sus heridas eran irremediablemente fatales.

Palabras Clave: Romance drama basado tragedia

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (1)add comment
menos espacio | mas espacio

Silvana Pressacco

Hola Santiago, me gustó la historia, a pesar de la fatalidad. Acá lo de "lo que mal anda mal acaba" se aplicó sobre Nerea, pobre.

Nos estamos leyendo. Saludos.
Responder
February 11, 2022
 

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy