LA DESAPARICIÓN DE AGATHA CHRISTIE
Publicado en Oct 18, 2021
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LA DESAPARICIÓN DE AGATHA CHRISTIE
 
 
 
En 1926 Agatha Christie desapareció de su casa durante once días, provocando una de las búsquedas más grandes que ha existido en Reino Unido. Nunca se ha sabido con exactitud la causa, ni lo que ocurrió durante ese tiempo, pero si se conoció que la maravillosa escritora estaba pasando por un mal momento. Leí sobre el tema, y decidí crear un relato, totalmente ficticio, basándome en los datos publicados, ya que conozco el dolor por diversos motivos...
 
 
 
 
 
 
 
 
   Fue nuestra última discusión. Salí de mi casa en Berkshire sin tener muy claro lo que iba a hacer. Llevaba algo de dinero, mi abrigo burdeos, sombrero, y las llaves de mi auto, un Morris Crowley. Me oprimía el pecho, me ahogaba, temblaba, y no miré atrás. Monté en el coche, y empecé a conducir. A veces cerraba los ojos, lloraba, incluso gemía por el dolor, estaba débil, sin comer bien hacía días. Suspiré, y ahí fue cuando surgió el sueño o la pesadilla, quería que hubiera sido el final, a pesar de todo lo bueno que dejaba, pero me sentía tan perdida, tan sola, tan triste por las promesas de amor incumplidas, que deseaba terminar con el sufrimiento, uno que no sabía cómo había comenzado, pero que estaba cada vez más fuerte en mi cuerpo. Volví a cerrar los ojos, para que el destino dijera lo que me ofrecía, creyendo acabar con lo que dicen que muchas veces pasa, incluso teniendo una maravillosa biografía. Se me llenaron los ojos de lágrimas, mientras mi corazón parecía que se iba. Escuché un fuerte ruido, incluso a la oscuridad, no quería abrir los párpados, quería dejarme ir, dormir tranquila. Al cabo de un tiempo, cuando la sangre entraba en mis ojos, y ya no cabía, fui consciente de que me había estrellado contra un árbol, entrando en un sueño imposible, quizás mi única salida. Tenía imaginación, iba a inventarme una trama, creyendo que sería la huida perfecta, para que la pena no se instalase, donde cupido tuvo su guarida. Rápidamente improvisé, el motivo lo justificaba, porque había perdido a mi marido, estaba destrozada por el desamor, y por una fama que quizás fuese la razón de perder al hombre de mi vida, porque algunos no soportan estar en un segundo plano, no ser ellos quienes ganan más dinero, simplemente no ser más que su mujer, una que triunfa, sin haber sido discípula. ¡Y a quien le importaba eso!, si a quien amaba se iba a marchar con otra, por supuesto con menos inteligencia, pero a su lado su orgullo masculino crecía. No sé si fue despecho, por amor se comenten muchas locuras, pero mi cerebro empezó a crear una novela,  sin intuir muy bien lo que sucedería. Quería castigarle, que se sintiese mal, o solo buscaba que mi corazón se curase, llorar sin que nadie me consolase, dejar que el dolor saliera sin prisas. No quería volver a casa, quería estar sola, hasta que mis heridas dejasen de sangrar, sin tener que dar explicaciones, sin que me presionasen para escribir un nuevo libro, sin mirar por la ventana, viendo cómo se me escapaba la vida, llena de lujos, pero sin mi amor, lo que daba sentido a todo a lo que una aspira. Me veía mayor para volver a encontrar otro marido, tenía una hija, éxito y dinero, bastante para sentirme satisfecha, pero sabía, porque había leído sobre ello, que la depresión que causa el desconsuelo,  mataba el alma, aunque estuviera escondida. Casi nadie entiende esas cosas, si no lo ha sufrido antes, incluso lo podían ver como un excentricidad, pero no era eso lo que me importaba, quería llorar, quería ir por otro sendero, uno que quizás desembocase en un pozo oscuro, donde no sientes ningún aliento, y más cuando te abandonan, dejándote sola, mientras la pena se apodera de tu cuerpo. Caminé largo rato,  limpié las heridas de la cara, y seguía sin querer volver, más después de pecar con el intento de suicidio, era católica, mi Dios me perdonaría, pero la culpa ya me reconcomía, no quería rozar ese infierno que había visitado, teniendo que justificar lo que para otros era casi un sacrilegio a mi religión, y a todo lo que enseña en la Biblia. Me dolía la cabeza, se suponía que por el golpe. Anduve sin reloj, sin abrigo, sin cartera, y sin miedo, después de mucho tiempo, desapareció. Y ahí estaba el Hotel Swan Hydropathic, sonreí, cuantas historias había escrito de huéspedes, pero ahora iba a empezar una siendo la protagonista, sin saber a quién matarían, porque en mis novelas ese acto siempre sucedía. Entré en la recepción rezando para que no me reconociesen, y pudiera pasar desapercibida, me preguntaron el nombre, dije  el de la amante de mi marido: Nancy Neele, que cosas tan raras se me ocurrían, pero estaba tan destrozada, que mi ego se fue con la traición de una jovencita. Le quería tanto, estaba tan débil, tan desorientada, que ni pensaba en mi hija. Me tumbe en la cama, y lloré sin parar, lo iba a hacer hasta que mi alma quedase limpia, mientras mi corazón se secaba, y mis ojos en lagos se convertían. Chillé por el dolor, allí podía, pero a la vez, con cada horrible sonido, parecía que poco a poco otra vida surgía en mi cuerpo, Agatha salía, para convertirse en Mary, alguien común, pero con una vida no resquebrajada por tantas heridas, por no saber afrontar los fracasos, las traiciones y las mentiras. No era muy consciente del transcurso del tiempo, pero sé que estuve muchos días echada en la cama, sin asearme, sin comer, y cada vez más aturdida, pero mientras mi debilidad crecía, Agatha desparecía y Mary cobraba vida.
 
El día que se levantó, sin saber cuántos habían pasado, se acicaló para bajar al bar del Hotel, quitando el cartel que decía que no molestasen, a Mary no le importaban esas rutinas. Se miró al espejo, no era consciente de que había envejecido en poco tiempo, tenía un mechón de canas, los huesos de casi una muerta enfermiza, pero se peinó con esmero, pareciendo una dama, su esencia no se iba. Se sentía guapa, ligera, como hacía años no se veía, con una imagen de alguien que no había sufrido, casi como una joven que empieza a vivir, sin conocer las maldades que en el mundo habitan. Bajó las escaleras como una Princesa, la que conocía de niña, estaba orgullosa, levantaba la cabeza, esa que Agatha siempre escondía, entró en el bar, y pidió, sin saber, su bebida favorita: café, que a veces incluso los granos las muelas molían, creo que algo de Agatha quedaba vivo, aunque no lo reconociese, ni quería. Se encontraba bien, incluso pidió un sándwich mixto, para coger fuerzas. Todo era perfecto, tenía el marco indicado para comenzar una nueva vida. Cogió el periódico, hablaban sobre la desaparición de una escritora muy famosa, para ella una desconocida. Vio los carteles con fotos, pero nada le daba la señal de que era  la persona perdida, y siguió comiendo, sin saber lo que iba a hacer mañana, solo sonreía a quien le dirigía la palabra, comentando cosas triviales, que le agradaba escuchar, mientras leía. Mary estaba relajada, subió a su habitación en paz, con un magacín, cansada, creyendo, como siempre pasa, que cogiendo un bonito sueño, se irían las pesadillas. En la revista también hablaban de la desaparición, y leyó el artículo entero, por lo visto estaban rastreando un lago que había cerca de donde tuvo el accidente, pensando que quizás se desorientó y cayó en él, ya que el golpe fue fuerte, pues había sangre por todos los rincones. Estaba asombrada, e incluso intrigada por lo que contaban de esa escritora. Mencionaron que un amigo escritor Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlok Holmes, incluso había ido a una médium para que, a través de un guante de la tal Agatha, pudiera decir donde estaba escondida. Se acordaba de esos libros, nada del autor, y se extrañó que una persona inteligente recurriera a ese tipo de cosas, pero cuando estás desesperado, acudes a donde te puedan dar algo de esperanza. Dobló las páginas, y los párpados cayeron junto a una lágrima, aún existían.
Los días pasaron en el Hotel casi a cámara lenta, dándole tiempo a medir las palabras, presentándose como Mary, relacionándose con las personas, cogiendo práctica, porque llevaba años encerrada, adaptándose a una monotonía más que trágica. Una mañana, cuando fue a tomar su lunch,  un camarero le ofreció la revista que le gustaba leer, porque seguía la desaparición. El hombre se dio cuenta de que la cara que aparecía en la portada, era la misma que a quien servía. Mary lo negó, ni siquiera la conocía. No tuvo ninguna duda, y llamó a la Policía. Corrió a la habitación, y volvió a quedarse dormida, en postura fetal, sin saber que significaba, sintiendo que pronto volvería a tener vida Agatha, y con ella los monstruos aparecerían. Llamaron a la puerta, se volvió a asustar, estaba oscuro, no sabía qué hora era. Insistieron, pero no abrió, y utilizaron la llave. Gritaron ¡Agatha!, y ella los miraba con los ojos cristalinos de las lágrimas, advirtiendo que se estaban confundiendo, porque Mary era la que allí descansaba. Todos callaron, se sentaron a los pies de la cama, su marido sorprendido, con pena, pero algo enfadado por el chantaje emocional, que creía que le hacía. Se confundía, no se trataba de eso, su cerebro, su corazón o su alma había creado una historia, para evitar morir por amor, o quizás por el cansancio y el estrés, evadiéndose de esa forma de las presiones que tenía. El motivo podía ser cualquiera, pero ella no se reconocía, ni sabía quién era la de la foto, ni quien era su marido, a quien tanto quería. Durante media hora no paró de entrar personas, y Mary con cada una poco a poco desaparecía. No comprendía nada, no sabía qué era lo que había pasado, ni el motivo de tanto alboroto, cuando ella solo estaba pasando unas vacaciones tranquila. Llegó el doctor, algo le inyectaron, y Mary un adiós le decía,  mientras Agatha volvía a dormir, volvía a morir en vida, porque su mente poco a poco se despejaba, y estaba cada vez más rendida.
 
Llegué a casa, cuando Mary no se había marchado del todo. Me mostraron los recuerdos que había por los rincones: premios, mis libros, periódicos, algún  álbum, pero para mí todo era nuevo. ¡Qué dolor tuve que sentir, que triste caer en desdicha!. Subí a la habitación, vi mi ropa, la de mi marido, la fotografía de la boda, y algo en mi mente se removía, mientras mi médico me observaba, cuando la mirada parecía que se iba. Seguía confundida, quizás Mary se resistía, y la habían llevado a un lugar donde sabía que su muerte surgiría. Fue una guerra muy dura, más que las que el hombre vulgar crea por cualquier envidia. Me senté en la cama, y mi marido trajo de la mano a la que decían que era mi hija Rosalinda, entonces Mary dijo un rotundo adiós, cuando le di un beso en sus mejillas. Agatha resucitó junto a sus miedos, porque recordé que aún me quedaba un gran amor, el de una persona que debía crecer rodeada de lo que una madre debe dar, a quien nació de su tripa.
 
Agatha regresó, sin comprender muy bien que había hecho durante ese tiempo, su cuerpo estaba débil, su mente desorientada, y lo único que quería era dormir la siesta, lo que toda persona deprimida quiere, porque no sufre estando en esa letanía. Necesitaba descansar, a pesar de haber hecho solo eso durante días, quería más, porque ahora estaba aún más agotada al llevar su alma dos cuerpos, dos historias, aunque un solo motivo, que creó una fantasía. Poco a poco volvió a su realidad, la vida continuaba a pesar de las batallas perdidas, los días parecían monótonos, pero sus costumbres le mostraron quien era realmente: una mujer inteligente, con una extraordinaria belleza interior, y aunque no lo creyese, una mujer fuerte, que pudo vencer al desamor, a la tristeza, al dolor, porque hay demasiadas cosas buenas en la vida, como para no querer seguir luchando, pues con cada amanecer surge la esperanza de conseguir aquello que ansías…
 
                                    
                                                                          ARIADNA OLIVER
 
 
 
 
 
 
 
NOTA DE AUTORA: Quiero comentar a las mujeres que hayan sentido un abandono, que Agatha Mary Clarissa Miller sufrió un episodio de fuga psicogénica, una especie de crisis nerviosa, ocasionada por su propensión a la depresión, agravada por la muerte de su madre y la infidelidad de su marido; pero después de un tratamiento psiquiátrico, con el amor y comprensión de sus allegados, dejando atrás las pesadillas del pasado, escribiendo, haciendo vida normal, lo que sabía, continuó consiguiendo grandes éxitos como “ Los Díez Negritos”(1939), y se volvió a casar con el célebre arqueólogo Max Mallowan, un hombre apuesto, inteligente y quince años menor que ella, con quien fue muy feliz. Por eso, querida amiga, nunca dejes de caminar, aunque tengas que parar a descansar, SIGUE CAMINANDO…
 
 
                                                                  
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Foto del autor Sandra María Pérez Blázquez
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Descripción

Relato que se basa en la desaparición de Agatha Christie, después de la separación con su primer marido(mezclando datos históricos con ficción)

Palabras Clave: Agatha Christie

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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Lucy reyes

Maravilloso relato, gracias por compartir de manera clara, interesante, mezcla entre realidad y ficción de principio a fin sobre la desaparición de la reconocida Agatha Christie, después de la separación con su primer marido.
Felicitaciones
Lucy
Responder
October 19, 2021
 

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