LA ULTIMA HOJA
Publicado en Jul 26, 2020
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Cuando pasé la última hoja, lo vi doblarse
Dos mechones a cada lado, como esponjas, formaban un surco hirsuto, aunque camuflado. 
El resto de la carne, arrugada, obedecía el dictamen de su frente
Pedro; ese era su verdadero nombre. De vez en cuando parecía escucharme, encerrado como estaba en revolver la tierra con cada azadazo. Mi miedo no se hacía el estrecho con él.
Uno, dos, y hasta tres silbantes movimientos. Las venas se marcaban en espiral por su antebrazo, casi absurdas.
Al hoyo todavía le sobraba profundidad y el sol ajusticiaba sus inexactitudes; pronto plantó el filo y me miró. 
Más adentro, debajo de la piel, algunos murmullos se asomaban retorcidos, dando fe de pensamientos más lejanos.   
Como sabría algún tiempo después, toda esta gesta de golpes, no sé si fingidos, se dedicaban por entero a la última y única tarea de todo hombre; olvidar. 
 
Luego de apoyarse sobre sus rodillas, jadeando como un perro, se dirigió al cuarto enrejado. Allí guardaba los aperos y demás utensilios de labranza 
- Mañana seguiré, espetó con media sonrisa,
Así, aparentemente victorioso, subió las escaleras que daban al porche; sus pasos eran lentos, pero firmes.
 
Un sonido metálico, que parecía rodando en círculos dentro del cuarto enrejado, cesó de repente. Pensé en una arandela, de las que siempre hay cientos en ciertos tabucos con olor a humedad. 
 
La puerta seguía cerrada, sin cerrojo, pero inexpugnable ante mí  y mis imaginados seres que acechaban el jardín. Me imagino que ahora no tendrá ese efecto magnético sobre los nuevos propietarios. 
 
Los pasos deshicieron su camino, recortando las escaleras más rápidamente esta vez. Antes de pisar el último escalón, su cuello se volvió en un giro inverosímil, y me miró inquisitivamente - ¿Has tocado algo? 
- No. Creo que se ha caído alguna herramienta...
 
Se interpuso de un salto entre el cuarto y yo, aprovechando el silencio para empujarme, no sólo a mentir, sino a creer en mi mentira.
 
- ¡Te digo la verdad!, insistí apresurado. 
- Tranquilo. Sé que no mientes. 
En ese momento pensé en que había pasado algo por alto. No recordaba una reacción así.
- Con la mano detrás de la espalda tiró de la manilla y me hizo una señal para que me acercase antes de escurrirse ante mis ojos.
A cada paso notaba mi corazón estirarse y encogerse, al filo de un estrecho espacio sangrante. ¿Era alguien capaz de secretar saliva en una situación semejante?
-¿No entras?- Su voz me pareció distinta, irreal.
Acaricié la blanquísima jamba que anunciaba otro espacio, cerré los ojos, y, por un instante, creí flotar por encima del jardín y el enorme muro de hormigón. Desde allí, tan alto, la vieja propiedad se parodiaba a sí misma. 
 
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Foto del autor javier castillo esteban
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Descripción

LA ULTIMA HOJA

Palabras Clave: LA ULTIMA HOJA

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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