TOCAR EL CIELO (Una historia real)
Publicado en Oct 30, 2019
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 La conocí cuando cursábamos sexto grado en la Escuela N”1, Gral. José de San Martín, en Florencio Varela. María tenía la piel trigueña y el cabello negro. Ojos vivaces que contrastaban con un dejo de tristeza en su carita redonda.
 Era introvertida, los compañeros del grado la evitaban, tal vez por eso fuè  que me senté con ella, y nos hicimos amigas inseparables. 
 
Una tarde salimos antes de la escuela, y me dijo –vamos, quiero mostrarte algo- Fuimos hasta el Bicho Canasto, en el boulevard de la avenida San Martín. Y nos quedamos un rato mirándolo, es el monumento a la Bandera, sabias?
 
Nos sentamos en los escalones de la plataforma que rodea el monumento, mi abuela conoce su historia, dijo, y sus ojos brillaron, la abuela era el único familiar que tenía, perdió a sus padres siendo una niña, vivían en una casita a cinco cuadras de la mía.
 
-Las piedras representan el cruce de los Andes, el cóndor la libertad, y en la cumbre flamea orgullosa nuestra Bandera Nacional.- yo miraba ese peñón de piedras, y me parecía gigante, imponente. Nos quedamos calladas por un rato.
 
-Me gusta Juan, estoy enamorada de él, bajó la mirada y dejó de sonreír. Pero es un amor imposible, nunca se va a fijar en mí, soy fea y torpe, y además, soy pobre.-
 
Entonces entendí porque siempre estaba triste. Levantó la carita y fijó sus ojos en el cóndor –él puede volar, es libre… puede tocar el cielo.-
 
Esa noche pensé mucho en María y en Juan, ella hablaba con una madurez y una sensibilidad inusual para su edad, Juan era un chico rubio, de ojos claros, siempre estaba riéndose, como todos los chicos a esa edad.
 
Una mañana María vino a casa llorando, -Juan tuvo un accidente, está muy grave, fue a nadar al arroyo de las Piedras, se tiró del puente y se quebró la columna.-
 
Nunca más regresó Juan al colegio. La maestra nos llevó una tarde a visitarlo, estaba en una cama con muchos almohadones, había aumentado de peso, y ya no sonreía. Recuerdo que salí al patio y lloré de impotencia.
 
María supo entonces que tenía que ayudarlo, iba casi todos los días a estar con él, le llevaba libros y le leía cuentos. Venía a casa y me contaba sus progresos, -ya puede sentarse en una silla de ruedas- su carita se iluminaba.
 
Terminaron las clases, y no ví a María por unas semanas, me resulto extraño, y fui a la casa. –María no está, me dijo la abuela, está trabajando en una casa de familia, en la capital, ella sale mucho y yo no puedo acompañarla, me duelen las piernas, es sólo por el verano, vendrá cuando comiencen las clases.-
 Regresé sin entender por qué una niña de 11 años tenía que trabajar. Pensé en María, sola en un lugar extraño, con personas desconocidas, sin poder ver a Juan, sin saber cómo estaba.
 
Y entonces mi madre me dio la noticia, fue a fines de febrero. –María murió- los ojos de mi madre estaban anegados de lágrimas –dice la abuela que le avisaron ayer, tuvo un derrame cerebral, hoy la velan en la casa, tenemos que ir.-
 
La casa estaba llena de vecinos, la abuela lloraba sentada en una silla, todos la saludaban, yo no pude hacerlo. Me acerqué al cajón, con el corazón golpeándome en el pecho, se veía tan pequeña… había adelgazado,  la muerte es incomprensible a esa edad, sabìa que era irreversible, pero íntimamente,  esperaba que abriera los ojos, que me hablara.
 
Esa noche volví a pensar en María y en Juan, dos vidas cruzadas, dos tragedias. El amor pudo haberlos salvados, porque estoy segura que ella murió de tristeza.
 
Al otro día, fui hasta el Bicho Canasto. El cóndor estaba ahí, con las alas abiertas, y la ví a María, ella puede volar, pensé, ya es libre. Ahora puede tocar el cielo.
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Foto del autor María Ester Rinaldi
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Descripción

tocar el cielo.

Palabras Clave: marìa y juan

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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